Estreno en Marbella

Lo siento, mujeres y hombres del PP andaluz que marcháis a Marbella el próximo sábado, pero hay un 80% de probabilidades de que os llueva, la humedad estará en el 77% y el viento soplará a unos 35 km/h. Además, la temperatura no superará los 15 grados. Que ya es mala pata, marcharse el finde a Marbella, y que haga malo.

Pero también es verdad que, desde el punto de vista de la imagen política, un tiempo gris, lluvioso y plomizo os va a hacer bien. Que irse de parranda a Marbella con la excusa de la presentación de las candidaturas a las alcaldías de las ocho capitales andaluzas, no queda bonito.

¿Por qué, en Marbella? Quiero decir, Marbella es una localidad encantadora, excelente, maravillosa y todos los calificativos positivos, coloridos, cálidos, afectuosos y superlativos que ustedes puedan imaginar. Pero, ¿es el lugar más indicado para arrancar una pre-campaña de política local? ¿Es el mejor marco para acercar los candidatos a la ciudadanía? Al margen de que sea un marco incomparable, que eso nadie lo duda.

Una presentación de candidatos andaluces del PP que arranca en Marbella es toda una declaración de intenciones, sí señor. Porque Marbella, en el imaginario colectivo de cualquier ciudadano de a pie, es sinónimo de lujo, riqueza, boato y exclusivismo excluyente. Que sí. Que no es oro todo lo que reluce en Marbella y que hay otra vida más allá de los yates y los restaurantes con más estrellas que comensales podrían permitirse probar sus menús degustación. Pero, ¿será por localidades de tamaño medio en Andalucía, como para irse a una ciudad con tanta carga peyorativa en sus cimientos?

Lo sé. Estoy siendo injusto con la octava ciudad más poblada de Andalucía y uno de los mascarones de proa del turismo español. Hablo desde los prejuicios más atávicos y abundando en una imagen distorsionada por el papel couché.

Pero, insisto: hagan la prueba y pregunten a la persona que ahora mismo tengan más a mano por las dos o tres primeras palabras que, sin pensarlo mucho, se le vienen a la cabeza cuando escuchan “Marbella”.

Ánimo y suerte el próximo sábado, amigos del PP. Eso sí: no publiquéis vuestros selfis frente a los carracos deportivos de vivo color rojo ni subáis a Instagram una hipotética y bien regada mariscada de confraternización. No hace bonito.

Jesús Lens

El Sacromonte como falsificación

No hay ruta más bonita en Granada, para correr, que salir muy temprano desde el Puente Verde y dejar la vera del río Genil para subir al Cerro del Sol por las antiguas minas romanas de oro, asomándonos a las blancas cumbres de Sierra Nevada. La vuelta a la ciudad la haremos por el lado contrario, atravesando Valparaíso con el río Darro a nuestros pies. Recorreremos la Acequia Real de la Alhambra mientras, al otro lado del valle, se despereza la Abadía del Sacromonte y, al fondo, el Albaycín nos da la bienvenida.

Un recorrido hermoso, histórico, místico y repleto de vistas espectaculares que, además, reserva una intrigante sorpresa a los amantes de los misterios y los enigmas. Porque, ¿y si les digo que Valparaíso es el escenario de una de las más grandes falsificaciones de la historia de España? AQUÍ, en IDEAL, el texto completo.

Es posible que ustedes hayan escuchado hablar de los Libros Plúmbeos del Sacromonte. Que suenan a algo grande y monumental. Y lo son, pero no en el sentido físico de la expresión. Se trata de 21 libros conformados por 223 planchas circulares de plomo, de unos 10 centímetros nada más, en los que hay grabados pequeños dibujos indescifrables, textos en latín y también en un árabe extraño. Tanto que se dieron a conocer como textos salomónicos que supuestamente contendrían un quinto evangelio, necesariamente apócrifo, y que la mismísima Virgen María habría revelado, en árabe, para que fuera divulgado en España.

El descubrimiento de los Libros Plúmbeos data de finales del siglo XVI y se encontraron junto a unos restos humanos, supuestamente de San Cecilio, un árabe cristiano que acompañó al apóstol Santiago en sus periplos por el mundo hasta acabar en Granada, ciudad de la que es patrón y de cuya diócesis fue el primer obispo.

Mi primer acercamiento literario al enigma de los libros de plomo del Sacromonte llegó de la mano de un libro excepcional que, en Granada, es leyenda: “El segundo hijo del mercader de sedas”, de Felipe Romero, publicado en 1995 y convertido en uno de los grandes long-sellers del mercado editorial local. Un libro prodigioso que es a la vez una historia de amor y una trama sobre las complejas relaciones entre los cristianos y los moriscos, cada vez más apartados, recluidos y reprimidos en una España demasiado intolerante.

Pero la novela que convierte al misterio de los Libros Plúmbeos en materia para esta sección dedicada al género negro y criminal viene firmada por otro autor granadino, Fernando de Villena, y su vibrante y brillante “Valparaíso. El secreto del Sacromonte”, publicada en 2015 por la editorial Port Royal.

Les recomiendo que se hagan con ella a la mayor brevedad, pero que no la empiecen hasta un viernes que anticipe un fin de semana tranquilo y relajado. Porque, una vez que empiecen a leer la primera parte del libro, titulada “El archivo de las cuatro llaves” y que transcurre en 1969, les costará dejar el libro.

¿Se acuerdan del arranque de la película “El nombre de la rosa”, cuando Adso de Melk confesaba su desasosiego al escuchar cómo se cerraban a sus espaldas las puertas de la Abadía benedictina a la que acababa de llegar junto a su maestro, Guillermo de Baskerville? Pues una sensación parecida atenazará al protagonista de “Valparaíso. El secreto del Sacromonte” cuando entre en la Abadía del Sacromonte que, por entonces, era centro escolar y admitía a alumnos internos, y descubra esas Estrellas de David esculpidas en la piedra.

No les voy a contar nada sobre una trama que, con varios pliegues en el tiempo, recorre el origen más lejano de la Abadía del Sacromonte y habla del increíble secreto que alberga en su interior. Un secreto que, conectando con los Libros Plúmbeos, retrocede a la época de los godos y los romanos, hasta convertir a nuestra Abadía en uno de los grandes enigmas de la historia.

Le pregunto a Begoña González, experta en falsedad documental y grafología de Pericia Caligráfica PB, por lo que suponen los Libros Plúmbeos como gran falsificación histórica. Y esto es lo que nos cuenta:

“Toda manipulación tiene un objetivo… Nunca olvidemos que en toda falsificación existe autenticidad. Lo interesante seria justificar científicamente por expertos de diferentes áreas el enigma de los Libros Plúmbeos, remontándonos desde su hallazgo en el siglo XVI, y desde 1631 guardados durante 400 años en los  archivos secretos del Vaticano, devueltos a su lugar de origen en el año 2000.

¿Cuál es el misterio? ¿Estudiar las placas de plomo? ¿Son los auténticos? ¿Copias? ¿Existen originales? ¿Fueron destruidos?

 

El enigma de los libros plúmbeos es un tema que me apasiona, sin perjuicio de su difícil acceso. No obstante, muchas de las preguntas que surgen en relación a estos libros  sobre placas de plomo, su falsificación, su transposición… se contestarían con un profundo estudio con los medios actuales. Nos referimos al análisis multiespectral , técnicas que van desde la fotografía del campo no visible, por medio de Reflectografía Ultravioleta o Infrarroja, e incluso técnicas de fluorescencia. Asimismo, son una excelente estrategia para extraer información de documentos compuestos por múltiples tintas o con deterioros importantes tales como pigmentos desvanecidas por disolución, envejecimiento o eliminadas por procesos químicos. Todo ello, para que el misterio quede desvelado y entender los verdaderos motivos que conllevó a una de las mayores falsificaciones de la humanidad”.

Como pueden ustedes comprobar, el misterio y el enigma continúan vivos y palpitantes. (Más aquí sobre PB Pericia Caligráfica)

Jesús Lens

El Arroyo lorquiano

Es muy probable que, del Centro Lorca, oigamos mucho más de ahora en adelante. En clave positiva y artística, me refiero, que el próximo lunes comienzan a llegar las piezas de la exposición «Una habitación cerrada”, como anticipo del desembarco definitivo -o temporal, ya se verá- del Legado lorquiano.

Es de justicia, sin embargo, reconocer el trabajo realizado hasta la fecha por los gestores de un Centro Lorca que, a la chita callando, han promovido actividades tan variadas como interesantes, de charlas, conferencias, encuentros, talleres y conciertos -por más que la infraestructura técnica esté cogida con pinzas- a soberbias exposiciones como aquella dedicada a Don Quichotte, propiciada por la Alianza Francesa de Granada.

Así las cosas y hasta el próximo domingo, todavía tienen ustedes ocasión de disfrutar de la muestra dedicada a Eduardo Arroyo, si aún no lo han hecho. A sus más de ochenta jovencísimos y vibrantes años, el artista madrileño, una de las figuras capitales del arte español de las últimas décadas, presenta “Granada”, una exposición muy interesante que muestra muchas de las facetas de un creador inquieto, inclasificable, original, comprometido social y políticamente y dotado de un poderoso sentido del humor más ácido, crítico, sarcástico y vitriólico.

Hay un concepto que siempre me ha parecido muy divertido y simpático: artes aplicadas, que me hace pensar en un alumno muy serio y concentrado que, sacando la punta de la lengua, se afana sobre el papel, tratando de clavar la caligrafía o ajustar las cuentas al céntimo.

Frente a las Bellas Artes, las artes aplicadas o artes menores incorporan los ideales de la composición y la creatividad a objetos de uso diario. Y la muestra de Arroyo es un magnífico compendio de bella arte y, además, muy aplicada. Sus libros de artista, por ejemplo, que son una joya. Y sus colaboraciones para las portadas de diferentes publicaciones.

Pero de esta exposición, más allá de las espectaculares creaciones inspiradas en, por y para Granada o su original trabajo de ilustración para el libro “La cocina del sultán”, de Carlos Ballesta; me quedo con su pasión por el boxeo y el libro que le dedicó a Panamá Al Brown, el primer boxeador hispano capaz de convertirse en campeón mundial, una figura famosa y muy apreciada en la Europa cultural y bohemia de los convulsos años 30 y 40 del pasado siglo. ¡Véanla!

Jesús Lens

Elogio de la morcilla

Hace unos días entré en un bar, pedí una caña y el camarero, sin preguntar, me puso una tapa de morcilla. “¡Esta es una buena morcilla, y lo demás son tonterías!”, exclamó. Estaba de lujo, efectivamente, que empiezo a ser un maestro morcillero al que, además de libros, le regalan chacinas.

La Maestranza

Sí. Me gusta la morcilla. Desde que tengo uso de razón. Y es que en esta vida, igual que somos de los Beatles o de los Rolling, de Marilyn o de Audrey, de Ford o de Hawks; hay que elegir entre la morcilla y el chorizo. Y yo, desde mis primeras barbacoas, elegí el bando negro. Me gusta cómo sabe, por supuesto. Me gusta su textura. Me gusta su olor. Me gusta ver cómo se despanzurra sobre la parrilla, echada al fuego. Me gusta picante. Me gusta con cebolla y me gusta con arroz. Me gusta en los guisos, seca y achorizada.

 

Pero mi aprecio por la morcilla va más allá de lo estrictamente culinario. Me gusta, también, porque es la comida más negra y criminal del mundo. ¡Sangre coagulada y de color negro! ¿Se puede pedir más, para un amante del Noir?

¿Y su vis cómica, viendo la cara que ponen los guiris cuando les explicabas lo que se acababan de meter en la boca? ¡Esos aspavientos! ¡Esa cara de asco! Como si la morcilla, en sus más variadas modalidades, no se comiera prácticamente en los cinco continentes, siempre que no nos pongamos excluyentes y aceptemos como morcilla el Tofu de sangre que comen en la China o la sangre coagulada de yak que se utiliza para hacer un plato tradicional en el Tíbet.

 

En México y otros países de América Central la llaman moronga, en Perú se la conoce como sangrecita y en Chile, prieta. La morcilla se come en toda Europa y, los irlandeses… ¡hasta se la desayunan!

 

Y que conste que el amor por la morcilla no es algo reciente. Ni un invento de españoles muertos de hambre y sedientos de sangre. De hecho, Homero ya hizo referencia a ella en la mismísima Odisea, al describirla como un manjar de la isla de Circe.

Hablamos, pues, de un alimento universal con siglos de historia a sus espaldas. De la anemia y el colesterol, hablamos otro día. Mientras, ojalá tengamos suerte y… ¡que nos den morcilla!

 

Jesús Lens

En directo, con Quico Chirino

Se me va a hacer extraño entrevistar esta tarde a Quico Chirino, periodista y escritor muy acostumbrado a ser él quien hace las preguntas. Será en directo, a través de la página de Facebook de Granada Noir.

Me intento tranquilizar diciéndome a mí mismo que estos Encuentros Especiales Cervezas Alhambra no son tanto entrevistas como conversaciones pausadas con escritores a los que admiro y por los que siento un enorme respeto, pero la verdad es que estoy acojonado.

¿Tendré tino y buen juicio haciendo preguntas o le parecerán una banalidad a un experto interrogador? ¿Sabré llevar la conversación por los cauces más adecuados para que Quico se muestre locuaz y que la charla sea interesante para los internautas?  (En el Canal de YouTube de Granada Noir tenéis otras de estas conversaciones. ¡Y os podéis suscribir! Es gratis 😉 )

La respuesta, desde las siete de la tarde. Pero no me resisto a adelantarles algunas de las cuestiones que plantearé a uno de los mejores y más incisivos periodistas de nuestra tierra. Sobre todo, porque tengo muchas ganas de hablar de periodismo, uno de los grandes protagonistas de “A la izquierda del padre”, el excelente debut literario de Quico, justa y merecidamente seleccionada entre las novelas finalistas de los Premios de la Crítica de Andalucía y de la que ya hablé en esta otra columna de IDEAL. Y que podemos encuadrar en el llamado Quinqui Noir, como escribimos en esta entrega de El Rincón Oscuro.

¿Hacia dónde camina el periodismo? ¿Convivirá la prensa escrita con la digital? ¿Seremos capaces de pagar alguna vez, los españoles, por el acceso a contenidos de calidad? ¿Seguirá creciendo el formato audiovisual hasta el punto de acabar con la palabra impresa? Y, por provocar un poco: ¿son las fake news un invento de la prensa seria para revitalizar el sector, igual que Trump es un invento de Twitter para dar alas a la empresa el pajarito en la Bolsa?

¿Cómo es posible que, cuántas más fuentes de información existen y más canales de acceso a la información tenemos a nuestra disposición, más bulos corren por la Red? ¿Cuál es el extraño poder de sugestión de la mentira, cuya capacidad para hacerse viral es mucho mayor que la de las noticias reales, ciertas y contrastadas? ¡Hasta un 70% más de probabilidades, según un estudio del MIT recién publicado en la revista Science!

Releo lo que llevo escrito… y me tranquilizo. Solo con estas cuestiones ya tenemos contenido para una hora de conversación. Y más. No obstante y si se les ocurre alguna pregunta para Quico, la esperamos a través de Granada Noir. ¡Nos vemos a las siete!

Jesús Lens