El Sacromonte como falsificación

No hay ruta más bonita en Granada, para correr, que salir muy temprano desde el Puente Verde y dejar la vera del río Genil para subir al Cerro del Sol por las antiguas minas romanas de oro, asomándonos a las blancas cumbres de Sierra Nevada. La vuelta a la ciudad la haremos por el lado contrario, atravesando Valparaíso con el río Darro a nuestros pies. Recorreremos la Acequia Real de la Alhambra mientras, al otro lado del valle, se despereza la Abadía del Sacromonte y, al fondo, el Albaycín nos da la bienvenida.

Un recorrido hermoso, histórico, místico y repleto de vistas espectaculares que, además, reserva una intrigante sorpresa a los amantes de los misterios y los enigmas. Porque, ¿y si les digo que Valparaíso es el escenario de una de las más grandes falsificaciones de la historia de España? AQUÍ, en IDEAL, el texto completo.

Es posible que ustedes hayan escuchado hablar de los Libros Plúmbeos del Sacromonte. Que suenan a algo grande y monumental. Y lo son, pero no en el sentido físico de la expresión. Se trata de 21 libros conformados por 223 planchas circulares de plomo, de unos 10 centímetros nada más, en los que hay grabados pequeños dibujos indescifrables, textos en latín y también en un árabe extraño. Tanto que se dieron a conocer como textos salomónicos que supuestamente contendrían un quinto evangelio, necesariamente apócrifo, y que la mismísima Virgen María habría revelado, en árabe, para que fuera divulgado en España.

El descubrimiento de los Libros Plúmbeos data de finales del siglo XVI y se encontraron junto a unos restos humanos, supuestamente de San Cecilio, un árabe cristiano que acompañó al apóstol Santiago en sus periplos por el mundo hasta acabar en Granada, ciudad de la que es patrón y de cuya diócesis fue el primer obispo.

Mi primer acercamiento literario al enigma de los libros de plomo del Sacromonte llegó de la mano de un libro excepcional que, en Granada, es leyenda: “El segundo hijo del mercader de sedas”, de Felipe Romero, publicado en 1995 y convertido en uno de los grandes long-sellers del mercado editorial local. Un libro prodigioso que es a la vez una historia de amor y una trama sobre las complejas relaciones entre los cristianos y los moriscos, cada vez más apartados, recluidos y reprimidos en una España demasiado intolerante.

Pero la novela que convierte al misterio de los Libros Plúmbeos en materia para esta sección dedicada al género negro y criminal viene firmada por otro autor granadino, Fernando de Villena, y su vibrante y brillante “Valparaíso. El secreto del Sacromonte”, publicada en 2015 por la editorial Port Royal.

Les recomiendo que se hagan con ella a la mayor brevedad, pero que no la empiecen hasta un viernes que anticipe un fin de semana tranquilo y relajado. Porque, una vez que empiecen a leer la primera parte del libro, titulada “El archivo de las cuatro llaves” y que transcurre en 1969, les costará dejar el libro.

¿Se acuerdan del arranque de la película “El nombre de la rosa”, cuando Adso de Melk confesaba su desasosiego al escuchar cómo se cerraban a sus espaldas las puertas de la Abadía benedictina a la que acababa de llegar junto a su maestro, Guillermo de Baskerville? Pues una sensación parecida atenazará al protagonista de “Valparaíso. El secreto del Sacromonte” cuando entre en la Abadía del Sacromonte que, por entonces, era centro escolar y admitía a alumnos internos, y descubra esas Estrellas de David esculpidas en la piedra.

No les voy a contar nada sobre una trama que, con varios pliegues en el tiempo, recorre el origen más lejano de la Abadía del Sacromonte y habla del increíble secreto que alberga en su interior. Un secreto que, conectando con los Libros Plúmbeos, retrocede a la época de los godos y los romanos, hasta convertir a nuestra Abadía en uno de los grandes enigmas de la historia.

Le pregunto a Begoña González, experta en falsedad documental y grafología de Pericia Caligráfica PB, por lo que suponen los Libros Plúmbeos como gran falsificación histórica. Y esto es lo que nos cuenta:

“Toda manipulación tiene un objetivo… Nunca olvidemos que en toda falsificación existe autenticidad. Lo interesante seria justificar científicamente por expertos de diferentes áreas el enigma de los Libros Plúmbeos, remontándonos desde su hallazgo en el siglo XVI, y desde 1631 guardados durante 400 años en los  archivos secretos del Vaticano, devueltos a su lugar de origen en el año 2000.

¿Cuál es el misterio? ¿Estudiar las placas de plomo? ¿Son los auténticos? ¿Copias? ¿Existen originales? ¿Fueron destruidos?

 

El enigma de los libros plúmbeos es un tema que me apasiona, sin perjuicio de su difícil acceso. No obstante, muchas de las preguntas que surgen en relación a estos libros  sobre placas de plomo, su falsificación, su transposición… se contestarían con un profundo estudio con los medios actuales. Nos referimos al análisis multiespectral , técnicas que van desde la fotografía del campo no visible, por medio de Reflectografía Ultravioleta o Infrarroja, e incluso técnicas de fluorescencia. Asimismo, son una excelente estrategia para extraer información de documentos compuestos por múltiples tintas o con deterioros importantes tales como pigmentos desvanecidas por disolución, envejecimiento o eliminadas por procesos químicos. Todo ello, para que el misterio quede desvelado y entender los verdaderos motivos que conllevó a una de las mayores falsificaciones de la humanidad”.

Como pueden ustedes comprobar, el misterio y el enigma continúan vivos y palpitantes. (Más aquí sobre PB Pericia Caligráfica)

Jesús Lens

El Arroyo lorquiano

Es muy probable que, del Centro Lorca, oigamos mucho más de ahora en adelante. En clave positiva y artística, me refiero, que el próximo lunes comienzan a llegar las piezas de la exposición «Una habitación cerrada”, como anticipo del desembarco definitivo -o temporal, ya se verá- del Legado lorquiano.

Es de justicia, sin embargo, reconocer el trabajo realizado hasta la fecha por los gestores de un Centro Lorca que, a la chita callando, han promovido actividades tan variadas como interesantes, de charlas, conferencias, encuentros, talleres y conciertos -por más que la infraestructura técnica esté cogida con pinzas- a soberbias exposiciones como aquella dedicada a Don Quichotte, propiciada por la Alianza Francesa de Granada.

Así las cosas y hasta el próximo domingo, todavía tienen ustedes ocasión de disfrutar de la muestra dedicada a Eduardo Arroyo, si aún no lo han hecho. A sus más de ochenta jovencísimos y vibrantes años, el artista madrileño, una de las figuras capitales del arte español de las últimas décadas, presenta “Granada”, una exposición muy interesante que muestra muchas de las facetas de un creador inquieto, inclasificable, original, comprometido social y políticamente y dotado de un poderoso sentido del humor más ácido, crítico, sarcástico y vitriólico.

Hay un concepto que siempre me ha parecido muy divertido y simpático: artes aplicadas, que me hace pensar en un alumno muy serio y concentrado que, sacando la punta de la lengua, se afana sobre el papel, tratando de clavar la caligrafía o ajustar las cuentas al céntimo.

Frente a las Bellas Artes, las artes aplicadas o artes menores incorporan los ideales de la composición y la creatividad a objetos de uso diario. Y la muestra de Arroyo es un magnífico compendio de bella arte y, además, muy aplicada. Sus libros de artista, por ejemplo, que son una joya. Y sus colaboraciones para las portadas de diferentes publicaciones.

Pero de esta exposición, más allá de las espectaculares creaciones inspiradas en, por y para Granada o su original trabajo de ilustración para el libro “La cocina del sultán”, de Carlos Ballesta; me quedo con su pasión por el boxeo y el libro que le dedicó a Panamá Al Brown, el primer boxeador hispano capaz de convertirse en campeón mundial, una figura famosa y muy apreciada en la Europa cultural y bohemia de los convulsos años 30 y 40 del pasado siglo. ¡Véanla!

Jesús Lens