La política cuántica

La realidad no existe. Es la impactante conclusión de un experimento de la Universidad británica de Heriot-Watt que muestra serias dudas sobre la existencia de lo que percibimos como real. Y es que la realidad, trasladada a la física cuántica, resulta bastante irreal.

La ciencia ha de ser objetiva y el método científico se basa en hechos, establecidos mediante mediciones repetidas y acordados universalmente, independientemente de quién los haya observado. Sin embargo, en la física cuántica, la objetividad de esas observaciones ha sido puesta en entredicho por los investigadores de Heriot-Watt.

He tenido que leer varias veces la información sobre el complejo experimento -basado en la observación de fotones entrelazados- para enterarme mínimamente de en qué consiste. Y a duras penas lo he conseguido. Pero lo relevante para una persona de letras dotada de una desbordante fantasía, son las conclusiones finales del experimento: en el universo cuántico no tiene por qué existir una realidad objetiva. Puede variar dependiendo del observador. Metafóricamente hablando: todo depende del color del cristal con el que se mire.

Y así, de golpe y porrazo, la física cuántica se emparenta con la política, abstruso campo en el que tampoco existe ninguna realidad objetiva, ninguna verdad inmutable, ningún sólido principio.

Estos días me estoy hartando de leer un recurrente argumento sobre la política cuántica que nos espera hasta final de mayo: los programas electorales, las promesas y las propuestas de los candidatos, se hacen con el fin último de ser sistemáticamente incumplidos.

Y no, no es que nos mientan. Es que la realidad cambia de acuerdo con el observador. Así, la realidad contemplada desde la oposición es completamente diferente a la que se percibe al ocupar un alto cargo. De ahí que, para acceder al puesto, no importe qué promesas haya que hacer: una vez alcanzado el objetivo, todo se ve de otra manera y se puede reinterpretar, modificar y, en último caso, olvidar.

La política cuántica también tiene mucho que ver con los sondeos electorales y las encuestas, telefónicas o a pie de urna. No hay más que mirar al CIS para comprobarlo. Aunque, en este caso, lo de cuántico tiene menos que ver con la física que con los cuentos, puros y duros.

Jesús Lens

Renaturalizar el Genil

¿Qué les parece si seguimos con nuestras particulares cartas a los Reyes Magos electorales, ahora que estamos en pre-campaña y los candidatos deben escucharnos? O, al menos, disimular y hacer como que nos escuchan…

Hace unos días, al final de la columna dedicada al corredor verde que proponía Antonio Cambril, cabeza de lista de ‘Unidos Podemos’, (leer aquí) les avanzaba otro de los temas que podrían ser objeto de debate sobre el futuro de nuestra ciudad, sobre la Granada que sí queremos: la renaturalización del Genil. Y la del Darro, ya que estamos.

Hace ahora un año, 6.500 personas habían firmado para devolverle la vida a las aguas muertas del río Genil, a su paso por Granada. Y el miércoles 21 de febrero del 2018, el concejal de Urbanismo, Medio Ambiente, Salud y Consumo, Miguel Ángel Fernández, anunció que el alcalde Francisco Cuenca iba a dirigir “una carta tanto al delegado del Gobierno en Andalucía como al presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, en la que pedirá una cita para abordar de manera conjunta el asunto”.

No es un tema baladí: según la información de Ideal del referido 21/02/18, “El concejal ha recordado que en septiembre del año 2015 la Confederación del Guadalquivir y la Delegación del Gobierno presentaron en Granada un proyecto de 6,5 millones de euros para el reacondicionamiento de los cauces de los ríos Genil y Darro”. Desde entonces, ha habido reuniones que han incluido a la UGR y a Emasagra, pero de momento no se ha concretado nada de nada. ¿Será una de las medidas que lleve el PSOE en su programa electoral?

En cualquier caso, es de justicia recordar que Los Verdes ya pidieron la renaturalización del Genil allá por 2009 y que IU llevó una propuesta en ese sentido al pleno del Ayuntamiento en 2017, remarcando que era un tema pendiente que se había tratado en 2002 y 2006.

 

Así podría lucir el Genil renaturalizado

Lo he escrito otras veces: no tenemos suerte con nuestros ríos. Cuando no los embovedamos para sacarlos de nuestra vista, los amortajamos entre hormigón y cemento armado. (Leer AQUÍ, por ejemplo)

Dado que ahora hay mucha más conciencia ecológica y el cambio climático amenaza con golpearnos de lleno, ¿será hora de afrontar este proyecto de una vez?

Jesús Lens

Y de repente, la niebla

El reto era simple: aprovechar el puente de Andalucía -auténtico eufemismo para los autónomos- y largarme cuatro días a la playa con el único propósito de dormir, leer… y disfrutar de las maravillosas puestas de sol invernales en el Cabo Sacratif.

Cuatro días para vibrar con el vértigo y la adrenalina de las casi 1.000 páginas de “La Frontera”, el desenlace de la Trilogía del Narco de Don Winslow, uno de los monumentos literarios del siglo XXI, publicada por Harper Collins el mismo 28 de febrero.

Ayer domingo me levanté temprano y, como todos estos días, me di un paseo para comprar el periódico y desayunar en el Camping Don Cactus, uno de los clásicos de la Costa Tropical. El cielo estaba raso, el sol brillaba con fuerza y no se movía una brizna de viento. El concepto de privilegio alcanza, en días así, una dimensión diferente. La sencillez convertida en lujo asiático.

Sobre todo cuando, a mitad de camino, Daniel me advirtió que mirara al mar: había revoloteo de agua y… ¡voilá! ¡El salto de un delfín! Hizo una cabriola y volvió a sumergirse. Y así siguió un buen rato, jugueteando mientras nos brindaba un soberbio espectáculo.

Hacía meses que no bajaba a la playa. Un sinsentido, con lo cerca que la tenemos. Leí junto a la orilla del mar hasta mediodía, conjurándome con mi hermano para, nada más terminar de comer, remar unos kilómetros con la piragua.

Estábamos almorzando cuando, de repente, un espeso banco de niebla salió del mar y ocultó el sol. Era como una película de terror gótico. Aun así, nos hicimos a las aguas. Fuimos remando sin alejarnos de la orilla para no perder la referencia visual de la costa. No tardamos en llegar al cabo Sacratif. Las gaviotas gritaban a nuestro paso y los jirones de niebla cubrían las rocas. Ni el faro éramos capaces de ver.

Fue una sensación onírica y surreal. Lo mismo podíamos estar en Carchuna que bajo los acantilados de Moher, escuchando el agua batir contra la piedra. Podíamos estar en Escocia, en Cornualles o navegando por un fiordo noruego.

Un domingo cualquiera, transportados a otra dimensión gracias a la niebla… y a nuestra proverbial fantasía, faltaría más.

Jesús Lens

Es personal, no política

‘No es nada personal, son negocios’ es una de las frases más memorables de ‘El Padrino’, repetida hasta la saciedad en los contextos más diferentes. Tras leer la ilustrativa entrevista de Quico Chirino a Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía y líder de Ciudadanos en nuestra comunidad, podemos concluir exactamente lo contrario: ‘No es nada político, es personal’.

Ni caso a las sonrisas

Después de repasar diferentes cuestiones sobre la actualidad política andaluza, Chirino le pregunta a Marín por los pactos postelectorales en Granada capital. En concreto, si un pacto con el PSOE estaría excluido. Marín trata de zafarse, dándole una patada adelante al balón, pero el periodista insiste, introduciendo a Paco Cuenca en la ecuación. “Sería complicado”, señala Marín.

Y Quico, que ha olido sangre, amplía el rango de la pregunta e inquiere por situación procesal del alcalde granadino. Entonces, Marín se desmelena: “No hablo de eso. Antes tiene que haber entendimiento político. No sólo influye que haya un proceso abierto por presunta prevaricación administrativa que mañana puede estar archivado. No he cambiado de opinión. Pero también conozco las relaciones y la dificultad para que haya un entendimiento entre personas”.

Hace unos días, cuando Luis Salvador anunció que se presentaba a Alcalde, en la Plaza del Carmen y en Torre de la Pólvora se notó algo parecido a un terremoto. Al menos, ciertas personas sintieron que se les abría el suelo bajo los pies. Porque, a estas alturas de la película todo el mundo sabe que la corriente de simpatía entre Salvador y Sebastian Pérez es directamente proporcional al muro de hielo que separa al líder de Cs en Granada de su ex correligionario Cuenca.

Un día de estos habrá que hablar sobre la cantidad de puentes que Francisco Cuenca ha ido quemando a su paso, dejándolos intransitables, por acción u omisión. Pero, al margen de eso, ¿es razonable que los inevitables pactos posteriores al 26 de mayo dependan de las simpatías o antipatías personales de los líderes de los partidos, y no de las propuestas electorales y/o de una visión más o menos compartida sobre el futuro de nuestra ciudad?

No me llamen naif. O sí. Pero qué pena si al final es una cuestión personal, no política.

Jesús Lens

¡Vivan los cómics!

O los tebeos, como ustedes prefieran. ¡Viva el noveno arte, también llamado arte secuencial! Viva esa mágica combinación de dibujo y guion que tantos y tan buenos ratos de lectura y contemplación nos regala a los aficionados.

Esto es una OBRA MAESTRA

Esta exaltación del tebeo viene a santo de que, otra vez, un sesudo crítico de cine vuelve a hablar mal de una película… equiparándola a un cómic. Para señalar que no le ha gustado, que le parece simple y superficial, sin matices ni profundidad; la describe como un cómic de aventuras. Imagino que, para el sesudo crítico, lo de ser de aventuras también le restará puntos a la pobre peli.

A quienes nos gustan los géneros populares, como el negro y criminal o la ciencia ficción, nos aburre soberanamente este tipo de discusiones. Nos hemos cansado de defender su importancia, su interés y su vigencia. A la gente del cómic, imagino, le pasará lo mismo, hartos de lidiar con esos intelectuales que despachan los cómics con suficiencia y altivez, como si fueran cosa de críos, algo que se supera con la edad, como los granos de la adolescencia.

Uno de mis objetivos para este año es leer más tebeos. Lo estoy cumpliendo. Estos días he disfrutado de joyas como ‘Jenny Finn’ y ese pedazo de obra maestra que es ‘Giant’, publicados por Norma Editorial o ‘Los enciclopedistas’, de esa bestia parda de las narrativas transmedia que es José Antonio Pérez Ledo, con Alex Orbe en las ilustraciones, nunca mejor definidas.

Y me he emocionado con la lectura de ‘Joe Shuster. Una historia a la sombra de Supermán’, en la que se cuenta el saqueo que sufrieron los creadores del mítico Hombre de Acero por parte de sus editores, algo que ya denunció Paco Roca en su durísima y esclarecedora ‘El invierno del dibujante’.

Precisamente para este puente me he traído a la playa lo nuevo de Roca y ‘Las Meninas’, el tebeo que le reportó a Javier Olivares el Premio Nacional del Cómic. No sé si los leeré, que estoy abducido por ‘La Frontera’, el desenlace de la Trilogía del Narco de Don Winslow, recién publicada. ¿O quedaría mejor si les dijera que estoy releyendo el ‘Ulysses’ de Joyce, en versión original… subtitulada?

Jesús Lens