Entrevista con Don Winslow

“Para desenmascarar la brutal realidad del narco, hay que escribir sobre sus víctimas”

Don Winslow defiende el heroico papel de los periodistas mexicanos que denuncian la corrupción y se juegan la vida enfrentándose al poder de los cárteles y advierte de los peligros que acechan a la libertad de prensa

Se acaba de publicar, de forma simultánea en Estados Unidos y en España, ‘La frontera’, la novela con la que el escritor Don Winslow pone fin a su extraordinaria Trilogía de Narco.

Veinte años le ha llevado al escritor neoyorquino culminar uno de los grandes monumentos literarios del siglo XXI, conformado por ‘El poder del perro’, ’El Cártel’, ganadora del prestigioso premio RBA de Novela Policíaca en 2015 y ‘La frontera’. Una trilogía de cerca de 2.500 páginas que podríamos definir como ‘El Padrino del siglo XXI’ y que constituye una perfecta radiografía del mundo del narcotráfico, un violento fresco repleto de sangre, droga, armas y traiciones que, por desgracia, está basado en hechos reales.

—El protagonista de esta Trilogía es un policía muy peculiar. No sigue las reglas establecidas porque quiere conseguir resultados. Es casi un libertario. ¿Podría representar algo parecido al espíritu de frontera, como un viejo cowboy del Lejano Oeste?

—Es cierto que el noir norteamericano bebe del western (el cowboy se convirtió en policía), pero no veo a Keller en esta tradición. Desde luego, yo no lo concebí de esa manera. Más bien, era un agente joven e idealista al que el asesinato de su compañero y el círculo interminable de la guerra contra las drogas convirtió en un cínico. No es tanto peculiar como realista.

—Algunos críticos conectan su Trilogía del Narco con ‘El Padrino’, pero sus personajes están a ambos lados de la ley, no pertenecen todos ellos a la mafia y al crimen organizado. ¿Tenía presente a Mario Puzo y a Francis Ford Coppola cuando escribía sus novelas?

—No puedes escribir una novela sobre el crimen organizado sin tener en cuenta tanto la novela como las películas de ‘El Padrino’. Son icónicas por alguna razón: sirven como modelo y como referente. Volví a leer la novela cuando estaba investigando para ‘El Cártel’. Lo extraño es que la propia gente de los cárteles estaba influenciada por las películas, de ahí que el primer jefe del cártel más importante se llamara ‘El Padrino’ a sí mismo.

—¿Piensa usted que algunas películas y, más recientemente, algunas series de televisión como ‘Narcos’ hacen apología de los traficantes de drogas?

—Con toda sinceridad: no he visto la mayoría de ellas, así que no sería justo hacer ningún comentario al respecto. Pero en general, sí: constituyen un riesgo real de convertir a los narcos en figuras románticas. Pienso que yo corro el mismo riesgo. Los narcos están llenos de colorido, son surrealistas y fomentan la dramaturgia. Recientemente hemos visto a Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán convertido en una celebridad mediática, con una imagen a lo Robin Hood que enmascara lo brutal de la realidad. Es un problema. Por eso es tan importante escribir sobre sus víctimas.

—Usted escribe casi en tiempo real, conectando sus tramas y personajes con la realidad política y policial del momento. En ‘La frontera’, sin ir más lejos, se incluyen acontecimientos tan dolorosos como el de los 43 estudiantes desaparecidos en la localidad mexicana de Iguala o la posibilidad de que el presidente de los Estados Unidos, misógino y racista, empeñado en deportar a cientos de miles de inmigrantes; se vea sometido al impeachment. Imagino que habrá sido tan excitante como agotador. Y peligroso. ¿Ha recibido usted algún tipo de amenazas o, si no, presiones de algún tipo, especialmente con ‘La frontera’?

—No. Soy un escritor de ficción que vive en los Estados Unidos. Nadie está tan interesado en tratar de silenciar lo que escribo. Nunca he querido compararme -o que me comparen- con los periodistas mexicanos que han sido asesinados por contar sus noticias. Ellos son los héroes, no yo. Una vez dicho eso… los editores pueden ser realmente brutales.

—Usted ha escrito en una ‘falsa’ tercera persona, pero siempre se encuentra en la mente de cada personaje, en su interior, utilizando monólogos en primera persona. Para el lector, es casi mágico porque puede entender cuáles son los sentimientos, los planes y las motivaciones de cada personaje. ¿Le resulta complicado escribir de esa manera?

—No, dado que siempre he escrito así. Imagino que fluye con naturalidad. De hecho, ni siquiera sabía que hubiera una denominación para ese estilo, con la falsa tercera persona. Mi trabajo es introducir al lector en un mundo al que, de otra manera, nunca podría acceder y la técnica que he elegido para conseguirlo es esa: ver el mundo a través de los ojos de los personajes. Me aproximo a ellos casi de la misma manera en que lo hace un actor cuando prepara la interpretación de su personaje. Es todo interior y subjetivo a la vez.

—En ‘La frontera’, los capos, los Hijos y Art Keller son los protagonistas, pero hay otros personajes importantes, casi anónimos, que representan a la gente normal y corriente. Destaca Nico, un niño guatemalteco que huye de las Maras y se sube en el tren conocido como ‘La Bestia, emprendiendo un viaje homérico, al estilo de la ‘La Odisea’. ¿Cómo decide la importancia que debe tener cada uno de los personajes en las diferentes tramas?

—Es realmente complicado. En general, no tomo esas decisiones hasta después de haber escrito, al menos, un par de borradores del libro completo. En otras ocasiones me doy cuenta de que estoy escribiendo con personajes extraordinarios que se dejan conducir, y sigo con ellos. Alguna vez he comenzado a escribir sobre algún personaje que iba a ser poco importante, pero de repente descubro que me gusta tanto que evoluciona y se convierte en protagonista. El periodista Pablo de ‘El Cártel’ fue uno de ellos y el Nico de ‘La frontera’, otro.

—Piensa usted que hay periodistas que son auténticos héroes, enfrentándose y luchando contra las estructuras más corruptas del poder y contra los cárteles?

—Me temo que ya he anticipado esta pregunta un poco antes. Sí, absolutamente. Y nunca en mi vida he visto a periodistas en situaciones tan peligrosas como hoy. No ayuda, desde luego, que nuestro presidente les llame ‘el enemigo del pueblo’. Me temo que hemos empezado a dar por sentada la libertad de prensa y no nos damos cuenta de en qué podríamos convertirnos sin ella. Pero lo vamos a ir descubriendo.

—¿Piensa que MORENA hará mejor las cosas en México, en relación con el tráfico de drogas?

—Bueno, mucho peor no lo podría hacer, ¿verdad?

—Leer la Trilogía del Narco es asomarse a un inquietante abismo que obliga al lector a cuestionarse, una y otra vez, todo lo que creía saber sobre la bautizada como Guerra contra las Drogas. ¿Piensa usted que ‘La frontera’ puede influir en la percepción de los lectores sobre la misma o sobre las políticas de Trump en temas como inmigración y el muro?

—Eso espero. Mire, yo soy un escritor de novela negra. Mi primera obligación es escribir una buena historia, convincente, con personajes y situaciones interesantes. Ahora estoy escribiendo muy apegado a la realidad. Si haciendo bien ese trabajo primordial también consigo aportar un poco de comprensión sobre algunos de esos temas que usted cita, me siento bien.

—Ha pasado usted veinte años escribiendo esta trilogía. ¿Cómo se siente ahora, después de ese esfuerzo titánico?

—Todavía no lo sé, dado que estoy en plena gira con ‘La frontera’ y sigo hablando y escribiendo sobre el tema de narco. No tengo la sensación de haber terminado. Vuélvamelo a preguntar dentro de unas semanas. Pero sí me pregunto a mí mismo: he pasado un tercio de mi vida trabajando en esta historia, por tanto, va a ser interesante comprobar cómo me siento sin ella.

Jesús Lens

 

 

Ficha:

Título: La frontera
Autor: Don Winslow
Editorial: Harper Collins Ibérica
Páginas: 957
Precio: 23,90 euros

Inversión en Cultura

Qué clarividentes y qué ciertas, las palabras del escritor y gestor cultural Alfonso Salazar: “si no se espera rendimiento económico de un árbol, no entiendo por qué debe esperarse de la actividad cultural; los árboles dan sombra y oxígeno, las actividades culturales dan conocimiento y forman una ciudadanía crítica”. Alfonso nos recordaba de esa manera el auténtico y verdadero sentido del concepto ‘Cultura’, extraído de la Declaración de México de la Unesco.

Sus lúcidas palabras se incluyen en el ilustrativo reportaje de Jorge Pastor sobre la inversión en cultura de los ayuntamientos granadinos, la sexta de sus prioridades presupuestarias. En concreto, para el Ayuntamiento de Granada que -supuestamente- aspira a ser Capital Cultural en 2031, la cultura ocupa la séptima posición. Sería, además, la última de las capitales andaluzas en inversión cultural por ciudadano. (Leer AQUÍ)

Lo bueno de las cifras -o lo malo, según quien las mire- es que son como el algodón del famoso anuncio: no engañan. Son datos ciertos y objetivos que, después, cada uno interpretará como quiera, sacando sus propias conclusiones.

Las partidas dedicadas a cultura deberían ser consideradas como inversión y no como gasto. Su gestión no debería quedar al albur de los representantes políticos de cada momento, sino responder a una estrategia a largo plazo, consensuada con la ciudadanía y coordinada por los técnicos culturales, en la que todos los agentes remen en la misma dirección. Ya saben, el célebre aforismo de Séneca: ‘Ningún viento es favorable para quien no sabe a dónde va’.

Otra importante puntualización extraída del reportaje de Jorge Pastor: no es lo mismo la cultura que los festejos y la diversión. Tema arduo donde los haya, pero imprescindible. Llenar, llenar a toda costa, no debe ser un objetivo en sí mismo cuando hablamos de cultura. Es un factor importante, pero no el único.

Y el papel vertebrador de la Diputación. Imprescindible, llegando hasta el último rincón de la provincia y dándole todo el sentido a los concepto de inclusión e integración. El mismo derecho a disfrutar de actividades culturales de calidad tienen los pueblos pequeños y las pedanías que las grandes ciudades y la capital. Que luego nos echamos las manos a la cabeza con la España que se va quedando vacía.

Jesús Lens