Cómic infinito en el Centro Guerrero

Vuelvo trastornado del Centro José Guerrero después de ver la exposición de Ana Merino, Max y Sergio García. Podría ocupar el espacio completo de esta columna nada más que con epítetos elogiosos y calificativos superlativos. ¡Y me quedaría corto! (AQUÍ, toda la información)

-¿Pero todavía no la habéis visto, insensatos?- parece decirnos Sergio García…

Lo van a ver ustedes de aquí en adelante: museos acogiendo la obra creada por profesionales del cómic y la ilustración, ex profeso para sus salas. Paco Roca y el IVAM de Valencia ya están trabajando en ello, por ejemplo. De ahí que sea básico ver, en vivo y en directo, el trabajo de Ana, Max y Sergio para el Guerrero. De aquí a unos años, cuando seamos encantadores ancianitos desdentados, podremos sacar pecho recordando el célebre ‘pues yo estuve allí’ reservado para las grandes ocasiones.

El reto era crear un cómic que ocupara, literalmente, los tres espacios del Centro Guerrero. La línea maestra de Max, enorme representante de la máxima ‘menos es más’, utiliza hasta las escaleras que conectan las plantas para jugar con el imaginario de las rectas paralelas. Incluso le presta un descansillo a Sergio para que introduzca al primero de sus personajes.

Sergio, que actualmente publica en The New York Times y en The New Yorker, aprovecha su intervención en el Guerrero para homenajear a la Gran Manzana que le ha brindado una inmejorable oportunidad para dar rienda suelta a su desbordante vena creativa e investigadora. Lo hace narrando, de forma circular, un día en la vida de seis personajes diferentes.

Un cuento del Nueva York más urbano y multicultural protagonizado por un músico, una dibujante, una anciana, un repartidor, un taxista y un anciano con Alzheimer. En determinados momentos, sus historias se entrecruzan. En otros, marchan por caminos paralelos, pero sin dejar de hablarse, de mirarse y hacerse guiños.

No dejen de admirar la obra en conjunto, pero fíjense también en los detalles: los edificios, los puentes, los vehículos, los cafés… ¡hasta banda sonora tiene el cómic de Sergio!

¡Vivan los quioscos de prensa!

La exposición termina el próximo domingo y no deben perdérsela. Bajo ningún concepto. Enhorabuena al Guerrero por invitar a creadores como Ana -sus poemas hay que escucharlos- Max y Sergio a tomar al asalto el Centro y convertirlo en algo parecido a un cómic infinito.

Jesús Lens

Los orígenes noir de Stanley Kubrick

Estos días se conmemora el vigésimo aniversario de la muerte de Stanley Kubrick, uno de los genios visionarios de la historia del cine, maestro de maestros y referencia obligatoria para generaciones de cinéfilos.

Stanley Kubrick fue un director ecléctico que dejó su huella en el cine de terror, con ’El Resplandor’ y en la ciencia ficción, con ’2001: Una odisea del espacio’. Filmó películas de romanos como ‘Espartaco’, históricas como ‘Barry Lindon’ o cintas de carácter antibelicista como ‘Senderos de gloria’ o ‘Full Metal Jacket’. De hecho, cuenta la leyenda que una de sus ambiciones fue rodar la película definitiva de cada género… incluido el noir.

Para descubrir la huella negra y criminal en el cine de Kubrick nos tenemos que remontar al 26 de junio de 1945, cuando publicó su primera fotografía en la revista Look.

Pero antes, pongámonos en antecedentes: Stanley Kubrick nació en Nueva York en 1928 y nunca completó su educación formal, más allá del instituto. Criado en el Bronx e interesado en disciplinas tan diferentes como la literatura y la fotografía, solía saltarse las clases para ver programas dobles en los cines del barrio. Artísticamente fue tan precoz que, a los 19 años, ya trabajaba para una de las revistas más importantes del mundo.

Su primera fotografía muestra a un vendedor de prensa en su quiosco, rodeado por los periódicos que anunciaban la muerte de Roosvelt. A partir de ahí fue publicando diferentes reportajes en Look, con una especial querencia por los retratos de ambiente callejero. Si a ustedes les gusta el cine clásico, el cine en blanco y negro, reconocerán la estética urbana de la ciudad de Nueva York en las estampas de Kubrick: parejas que se besan en las escaleras de incendios de los edificios, chavales admirando a jovencitas que caminan con paso decidido o, sencillamente, gente que charla mientras espera a cruzar una avenida o las expresiones de los viajeros en el metro.

10336_66cm_ 006

En 1947, Kubrick estuvo haciendo fotografías en el rodaje de la película ‘La ciudad desnuda’, una de las primeras en sacar las cámaras a las calles y en convertir a la Gran Manzana en escenario. La cinta de Jules Dassin, que toma el título prestado al libro del célebre fotorreportero Weegee, contribuyó a sentar las bases del género negro en el cine, tanto ética como estéticamente, lo que no escapó al ojo privilegiado de Kubrick, una esponja a la hora de absorber y asimilar estímulos.

En otro magistral reportaje para Look, Kubrick acompaña a Mickey, un joven limpiabotas que, además de abrillantar zapatos para llevar unos centavos a casa, va a la escuela, estudia, hace los deberes y cría palomas en la azotea de su edificio, como el Marlon Brando de ‘La ley del silencio’.

Son brillantes sus fotos de combates de boxeo en el Madison Square Garden, de músicos del jazz en garitos repletos de humo, de forzudos en el parque de atracciones de Conney Island… y resulta profético otro de sus reportajes, del 7 de diciembre de 1948: gente en las carreras de caballos consultando los programas de mano, repasando los pronósticos de los especialistas o los resultados de cada competición, frente a la ventanilla de las apuestas.

Mientras trabajaba como fotógrafo, Kubrick fue formándose como cineasta, filmando cortometrajes sobre el mundo del boxeo que tan bien conocía y aprendiendo técnica de forma autodidacta. Su primera película propiamente dicha fue ‘Fear and Desire’ (1953), de tema bélico, una de las constantes en su filmografía posterior.

El ya cineasta estaba empeñado en filmar un largo sobre boxeo, un universo en el que se sentía cómodo. Y así llegamos a ‘Killer’s Kiss’, una película policíaca filmada en 1955 y protagonizada por un joven boxeador metido en líos por su relación con la amante de un mafioso. La cinta, financiada con los ahorros del propio Kubrick, su familia, amigos y vecinos; ya muestra el carácter experimentador del director, su ángulos imposibles y algunos movimientos de cámara realmente espectaculares, respetando la estética de la menciona ‘La ciudad desnuda’.

Y así llegamos a 1956, cuando Kubrick conoció a un productor en una partida de ajedrez callejero de Washington Square, otra de las pasiones del cineasta. Formaron sociedad, compraron los derechos de otra novela policíaca y, aunque Kubrick escribió el guion, contrataron a uno de los grandes del noir literario norteamericano, Jim Thompson, para que puliera los diálogos.

Así nació ‘The Killing’, otra película policíaca, protagonizada en este caso por un portentoso Sterling Hayden, en la que se cuenta el atraco a un hipódromo en día de carrera, otro mundo bien conocido por Kubrick de sus años como fotógrafo para Look.

El trabajo fotográfico de Kubrick, al margen de ser estupendo por sí mismo, como atestigua el libro ‘Through a different lens: Stanley Kubrick photographs’, publicado por Taschen; le sirvió como escuela, como formación para su carrera como cineasta. Una carrera que comenzó teñida de ese noir que tanto nos gusta.

Jesús Lens