El año de la rata

Hoy también es Año Nuevo. Al menos, para la comunidad china. Además, con el comienzo del año de la rata arranca un nuevo ciclo de doce años en el popular calendario asiático, por lo que estamos, o están, de doble enhorabuena.

Ni que decir tiene que al calendario chino y su influencia en nuestra vida le confiero el mismo valor que a nuestro zodíaco tradicional o a las cartas del tarot: una curiosidad simpática que atesora un marcado carácter simbólico, como MagoMigue nos explicará el próximo miércoles en una surrealista sesión de Gravite dedicada a Dalí.

Las personas nacidas bajo el signo de la rata se caracterizan -o deberían caracterizarse- por su inteligencia y astucia, por tener una cierta propensión a la agresividad, la riqueza, el carisma y el orden, aunque también se relaciona al maldito roedor con la muerte, la guerra, lo oculto, la pestilencia y las atrocidades.

¿Se imaginan que una sola persona atesorara todas esas características? Daría para construir una maravillosa biografía ficticia. Un fake vital de tomo y lomo que nos permitiría alumbrar, por ejemplo, la figura de un vil dictador, un sátrapa cruel y despiadado o una genial mente criminal, al peor archienemigo del mejor de los superhéroes.

Coincide este año nuevo con la aparición en China de un letal coronavirus que, en unos días, ha dejado un puñado de muertos en el camino y ha provocado la cuarentena de la ciudad de Wuhan, donde se detectó por primera vez.

De todos los terrores contemporáneos, el bacteriológico es uno de los más angustiosos y preocupantes: la velocidad a la que se mueven las cosas en el siglo XXI y la posibilidad de alcanzar cualquier confín del mundo en apenas un puñado de horas hacen que la globalización de las enfermedades se haya convertido en una terrible amenaza que, de cuando en cuando, hace saltar todas las alarmas.

Menos mal que no creemos en zodiacos ni en el influjo de los ciclos lunares en nuestra vida. Si no, esto de Wuhan, el coronavirus, el año de la rata, la pestilencia, la muerte y las atrocidades podría arruinarnos el finde.

Jesús Lens