Triunfadores

La vimos en prensa, hace unos días.

 

¡Fantástica foto! (Pinchad la imagen para agrandarla y verla con detalle, por favor)

Podría ser Usain Bolt, tras batir un récord del mundo de velocidad. O Didier Drogba, tras haber marcado el gol definitivo en la final de la Champions.

El chándal Nike, las zapatillas de deporte en un costado y los brazos arriba. ¡Bien arriba!

Su mano izquierda podría sostener el ramo de flores que una linda azafata ha entregado al hombre más rápido de la tierra, nada más traspasar la línea de meta. O podría ser la camiseta que un rival ha intercambiado con el pichichi del campeonato mundial de fútbol.

Una persona, detrás, sonríe. Parece compartir el éxito de la superestrella. Y una bandera. Española. ¿Estaremos ante una nueva campaña a favor de la Marca España? ¿Será este sujeto un nuevo Ibaka, ganará anillos de la NBA y defenderá la brillante elástica de la Eñe?

Mucho nos tememos que la realidad es más prosaica. El triunfador de la foto no tiene nombre. Es decir, tiene nombre, pero nosotros no lo sabemos. Ni lo sabremos nunca, posiblemente. Se trata de un inmigrante. Un inmigrante sin nombre que, a buen seguro, no traerá consigo los ciento y pico mil euros que le permitirían comprar un activo tóxico del podrido inmobiliario español y, por ende, conseguir la nacionalidad rojigualda.

Su alegría, desatada, es más sencilla que todo eso.

Su alegría responde a algo más básico.

A que está vivo.

Un buen día, o quizá fuera uno malo, se subió a una barca hinchable de plástico, de juguete, y se lanzó a cruzar el Estrecho.

No debió de pasarlo bien, a la luz de su alegría al llegar a tierra, aunque fuera detenido por las autoridades y, seguramente, devuelto a África en poco tiempo.

Vivimos en una tierra endeudada que, sin embargo, sigue atrayendo a cientos, a miles de personas que huyen de la miseria, mucho más tóxica que los activos contables con los que aquí contamos.

Aunque no hubiera batido récord alguno, aunque no hubiera ganado la Champion’s, el Hombre sin Nombre, al menos, dormiría esa noche sobre un colchón, tapado con una sábana, después de haber cenado caliente. O de haber cenado. Y punto.

Jesús icónico Lens

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