BUSCANDO A ERIC

Hay que tenerlos muy, pero que muy bien puestos para coproducir una película en la que te vas a interpretar a ti mismo en calidad de gurú, máster zen, guía espiritual y preparador personal de un pobre diablo al que la vida le va de culo.

 

Pero es que, como él mismo dice en uno de los momentos más delirantes de una película que en sí misma es un puro delirio: «Yo no soy un hombre. Yo soy Cantona».

 

Pocas veces he vivido el fútbol con tanta intensidad como cuando, recién instalado el Canal Plus en casa, mi hermano y yo veíamos la Premier League, los sábados a mediodía, para después engancharnos a la primera versión del juego interactivo Liga Manager, o algo por el estilo. Y de la Premiere, con quién más alucinábamos era con él. El hombre. El genio con el cuello de la sudadera levantado. Con Eric Cantona. De hecho, su patada de kárate a un espectador, volando por encima de la primera fila de asientos, y sus posteriores puñetazos al tipo en cuestión, los tenemos grabados a sangre y fuego en la memoria.

 

No hubo, jamás, otro jugador como Cantona. Feo como un demonio, chulo, valiente, duro, provocador, un auténtico gallo de pelea… el mejor de los compañeros. Y llegó el momento de la retirada. Y, desde entonces, se dedicó a pintar. O, como en la última película de Ken Loach, a hacer cine.

 

Nos partimos de risa, viendo una película como «Buscando a Eric». Para disfrutarla, efectivamente, tienes que entrar en el juego planteado por Loach y Eric. Hay que entrar al cine absolutamente desprejuiciados para dejarse llevar por una historia demencial, sin pies ni cabeza, por momentos delirantemente surrealista. Como cuando una panda de treinta y pico justicieros van a vengarse de un matón ataviados con las camisetas y las caretas de su ídolo, Cantona, armados con rifles… de pintura de colores.

 

Inenarrable.

 

Y los consejos de Cantona al pobre cartero, sus frases demoledoras, sus atrabiliarias admoniciones… es que no tienen precio. ¿Os imagináis tener a un amigo invisible como Eric, que lo mismo se toma una birra en el pub contigo que te saca a correr por el campo, convertido en tu entrenador personal? Eso sí, sus consejos son de lujo, animando a su colega a arriesgarse para obtener éxito, a reinventarse, a tomar la iniciativa de su vida…

 

No sé. Quizá la película funciona porque detrás estás Ken Loach, quién ya ha acreditado en innumerables ocasiones ser un tipo cabal. O porque la personalidad de Cantona sigue siendo arrolladora. Como se recuerda en los títulos de crédito finales, tras su famosa patada, compareció en rueda de prensa. Había decenas de periodistas, expectantes. Perfectamente vestido y arreglado hasta el atildamiento, se sentó tranquilamente frente a ellos y se despachó con una frase para la historia:

 

«Las gaviotas siguen al barco porque saben que acabarán cayendo sardinas al mar».

 

Entonces se levantó y se marchó, dejando sumidos en el estupor a periodistas y aficionados, quiénes pasaron las siguientes semanas discutiendo acaloradamente en las barras de los pubs qué había querido decir King Eric.

 

No me atrevo a decir si esta película es buena, mala o regular. Pero sí que es una deliciosa comedia desenfadada absolutamente libertaria, sorprendente y alucinante que me alegro infinito de haber ido a ver. Y mira que, después, nos dio charla y provocó conversación y risas varias. Tan imposible como imprescindible.  

 

Y recuerdos. Como los de algunos goles del mito…

 

PD.- Aunque no te gusta el fútbol… en homenaje a esta estupenda película, hay que ver estos 10 goles ¿vale?

Valoración: ¿? ¿? ¿? ¿? ¿?

 

Lo mejor: La charla en que Cantona confiesa que su mejor jugada no fue ninguna en que él mismo marcara, sino un pase dado a un compañero, que terminó marcando un golazo. Conclusión: hay que confiar, siempre, en tus compañeros.

 

Lo peor: Todo y nada.