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La ideal tumbada

Mi columna de hoy en IDEAL, quizá resulte desconcertante…

El otro día tuve una idea. Brillante, si me permiten la inmodestia. Fue una de esas ideas que prenden como un rayo y te abren e iluminan la mente. Se trataba de una idea llamada a convertirse, como poco, en una obra maestra. Porque era para escribir un cuento. Para un cuento que, obligatoriamente, sería magistral.

 Idea luminosa

Justo cuando me disponía a dejar la horizontalidad del sofá en que estaba instalado, una vocecilla empezó a susurrarme en el oído: “Pero, ¿a dónde vas, hombre de Dios? Con lo a gusto que estás aquí tumbado, ¿te vas a lanzar ahora sobre el portátil para dejarte las yemas y las pestañas en escribir un cuento que te reportará beneficio cero? Mejor seguir leyendo, ¿no?”

Empecé a reflexionar. En realidad, aquella voz tenía razón. Los cuentos, en España, no tienen predicamento alguno, su publicación es casi imposible y no digamos ya la posibilidad de obtener un mísero euro con ellos.

Y entonces… ¡una nueva iluminación! ¿Y si partía de aquella idea gloriosa para, construyendo más personajes y ampliando las líneas narrativas, embarcarme en la escritura de mi anhelada, deseada y siempre postergada primera novela?

Empecé a desperezarme. Estaba nervioso y ya me veía con mi Moleskine, tomando notas y apuntes sobre lugares, espacios y ambientes; tendiendo hilos para conectar a los personajes con la trama y los paisajes. Y viceversa.

“A ver, chavalote. No te me excites demasiado ni antes de cuenta. ¿Tú sabes el jardín en que estás a punto de meterte? Quédate aquí tranquilo y sigue viendo películas o leyendo algún libro, que es lo que realmente te gusta».

Era, otra vez, la vocecilla. Seguí tumbado. Y volví a reflexionar. ¿Qué sentido tenía invertir horas y horas de mi (escaso) tiempo, quemando cientos de miles de neuronas para escribir una novela que, dados los índices de lectura de este país, no iba a llegar prácticamente a nadie?

 Ideas plagio

Pero la idea se resistía a desaparecer. ¡Es que era un ideón! Era LA-I-DE-A. Con mayúsculas. Uno de esos fogonazos por el que los mismísimos Homero, Cervantes o Shakespeare habrían matado. Sabiendo de mi decidida inclinación por el mundo del cine y las series, la idea sugirió transformarse en guion. ¡HBO o AMC matarían por ella! Y ahí estaba yo, tratando de recordar dónde tenía mis manuales de escritura de textos para la pantalla, cuando retornó. La vocecilla.

“¡Quieto, parado! ¿Estás tú tonto? ¿Acaso no sabes que España, en lo único que es potencia mundial, hablando de tú a tú a la mismísima China, es en piratería audiovisual y descarga ilegal de series y películas? Anda. Relájate, dale al play y disfruta cómodamente del trabajo de otras personas. ¿Para qué vas tú a molestarte?”

Dándole vueltas al tema, tratando de sacar el máximo rendimiento a mi capacidad creativa, fui adentrándome en los intersticios neuronales de mi cerebro… hasta que me quedé dormido. Y al despertar, desmintiendo a Monterroso, la idea ya no seguía allí.

 Idea

En Twitter: @Jesus_Lens


Comentarios

5 respuestas a «La ideal tumbada»

  1. Pues si no seguía ahí te la doy yo, LA IDEA. Escribe una novela, ya, ya tienes una lectora y compraré el libro, yo no los pirateo. Vamos, vamos, que no haces nada tirado en el sofá. 🙂

  2. Avatar de EL FOCES

    Escribe algo de historia… un cuento.

  3. Avatar de JOSE ANTONIO
    JOSE ANTONIO

    Álter, expresarte aquí lo que te decía por SMS, que he disfrutado con tu artículo, que llevas más razón que un santo, pero piensa que a los que nos gusta escribir lo hacemos porque disfrutamos haciéndolo. Adelante con esa novela, a ver si me animo yo también.

  4. Avatar de Ángel Raúl Góngora
    Ángel Raúl Góngora

    Estoy de acuerdo con José Antonio, tu conciencia se ha quedado pillada en «modo ministro» y solo piensa embarcarse en proyectos monetariamente jugosos. Es ahí donde el disfrute y la creatividad se pierden, dando paso al agobio y la presión por…

  5. Ángel Raúl, ¿no pillas lo irónico del tono? ¡Pues claro que seguiré, sigo escribiendo! Y leyendo. Y viendo películas. Pero también es verdad que con el poco aprecio que se le tiene a la cultura y lo poco que «cotiza», cada vez menos personas podrán dedicarse a eso que tanto nos alegra la vida: contar historias.

    ¡Venga esa novela dedicada, sea historia, sea leyenda! Alter, hay que seguir, claro que sí.

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