Humor y nostalgia en el Noir contemporáneo

Muchas veces me preguntan si no me aburro de leer novela negra, siempre el mismo esquema: aparece un muerto o se comete un delito, se investiga, se resuelve y a seguir con la misma prosa, mariposa. Y no, oigan, no. Es que para nada es así.  

Les propongo dos lecturas que nada tienen que ver con ese modelo. Ambas las publica Alrevés, editorial que siempre busca voces originales y diferentes. La primera se titula ‘Mujer equivocada’, la ha escrito Mercedes Rosende y es un descojono. Va otra pregunta: ¿cabe el humor en la novela negra? Si es humor negro, obviamente sí.

La protagonista de esta primera historia es Úrsula, una mujer sola que, de haberla conocido, habría pensado que la canción ‘Ellos las prefieren gordas’ de la Orquesta Mondragón se burlaba de ella. Y de sus atributos. Por contra, su hermana se llevó lo mejor de la genética familiar: guapa, delgada, estilosa y, además, rica. Úrsula es traductora y vive en Montevideo. Se ha apuntado a un grupo de terapia para adelgazar, pero el estrés no la deja vivir y la incita a comer. A comer desenfrenadamente.  

Entonces recibe una misteriosa llamada de teléfono. Alguien, con voz distorsionada, le dice que han secuestrado a su marido. Y que permanezca atenta porque pronto recibirá otra llamada con las condiciones para la liberación. Previo pago de una importante suma de dinero, claro. 

Suficiente. No les cuento más. Sólo les dejo la elocuente presentación que la autora, la uruguaya Mercedes Rosende, hace de sí misma en la solapa del libro: “No sé si soy escritora, me parece que soy una impostora que escribe para ser otras personas. Siempre quise ser otros, y la manera más fácil de ser un ladrón o una asesina o un policía corrupto, sin el peligro de ir a la cárcel o de que me maten, es la literatura. Así nace la vocación de escritora, ligada a esa curiosidad por la vida del otro, a las ganas de meterme en el pellejo de los demás”.

Y ahora, montémonos en el Delorean y viajemos al pasado. A la España de los descampados, los yonkis y las tiendas de campaña. Al invierno de 1999. Y, de inmediato, otro salto en el tiempo, a los años 1975 y 1976, cuando todo era posible. O eso creía toda una generación. Por ejemplo, triunfar en el fútbol. O montar una banda de rock and roll. 

‘Me llamaré Silver Stardust’, de Nuria M. Deaño, es una extraordinaria novela iniciática en la que la ciudad de Madrid desempeña un papel esencial como escenario, magistralmente trazado, sin caer en las trampas de una nostalgia mal entendida. Porque hay nostalgia, claro que sí. Pero en las dosis justas y necesarias para que la novela sea radicalmente atemporal, siempre contemporánea. 

Un relato fiel del complicado salto a la adolescencia y el cuestionamiento de los mitos fundacionales de una vida que apenas empieza a asomarse al futuro. Personajes que respiran, viven y palpitan. Personajes reales, que rezuman autenticidad.

Uno de los temas esenciales en el género negro es el de la fuerza del destino y, de su mano, la fatalidad. De todo ello hay en ‘Me llamaré Silver Stardust’, un deslumbrante retrato de una época cuyos protagonistas, desde el primer capítulo, sabemos cómo van a terminar. El cómo y el porqué, gracias a los flashbacks igualmente propios del noir, serán los que nos mantengan imantados a la lectura. Y el desenlace. ¡Ay, el desenlace! 

¿Aceptan el reto? Anímense a leer dos novelas negras absolutamente diferentes a otras, originales y de una calidad excepcional. No se arrepentirán.  

Jesús Lens