El reto de los 10 años

Estos días he participado en las redes sociales de uno de esos retos que, de reto, no tienen nada. Se trataba de poner una foto tuya de hace 10 años y otra actual. Y buscar algo ingenioso que decir sobre el paso, el peso y el poso del tiempo. Sobre cómo nos pisa y casi, casi nos aplasta. Pero la cosa se puso fea, más allá de las arrugas crecientes, las prominentes ojeras, la ganancia de peso, la pérdida de pelo, las patas de gallo y las patillas canosas.

En cuanto la folletaíca de marras se hizo viral y nos enredamos a comentarnos los unos a los otros que tampoco era para tanto, que estábamos mejor ahora que antes o que dónde había que firmar el pacto con el Diablo para conseguir el elixir de la eterna juventud; publicaciones especializadas alertaban del sentido último del reto: echarle carnaza a los algoritmos de reconocimiento facial.

Hubo gente que, paradójicamente, utilizaba las redes sociales para alertar de los “peligros” del #10yearschallenge ¡Cómo si no supiéramos de antemano que, cada vez que participamos en alguna de estas pollaícas, nos convertimos en tontos útiles para las maquiavélicas y pérfidas mentes pensantes de Silicon Valley!

¿Se acuerdan ustedes de mi clon, que estuvo muy activo en esta columna hace un par de años? Se llamaba SOY, acrónimo de Su Otro Yo. Era una especie de hermano gemelo cibernético, un Pepito Grillo salido del universo de “Black Mirror” que se metía en mi mente y utilizaba mis dedos para alertar sobre los peligros y los riesgos del desarrollo tecnológico.

Pues SOY ha vuelto. Y me dice que les diga lo siguiente: “Le confiáis a Google la gestión de vuestro correo electrónico más íntimo, privado y personal. Ponéis vuestras tarjetas de crédito y cuentas corrientes en manos de Amazon. ¿Y os preocupa que lo del #10yearschallenge alimente un algoritmo de reconocimiento facial? Tranquilos. No es, ni de lejos, la peor tontería que podéis hacer en el ciberespacio… salvo que estéis en busca y captura por la Interpol, claro”.

Nada de lo que hacemos en las redes sociales es inocuo. Son gratis -y adictivas- por algo. Cada like, cada comentario, cada hilo… todo está monitorizado con el fin último de ser analizado, clasificado y monetarizado. Ya sabes: si no quieres que se sepa. ¡no lo publiques!

Jesús Lens

Ciencia y más ciencia

¿Soy yo o cada vez hay más y mejores noticias relacionadas con la ciencia en Granada?

Desde que Gustavo Gómez y yo empezamos a barruntar la idea de poner en marcha un festival relacionado con el viaje en el tiempo, estoy mucho más atento a las informaciones que aparecen en los medios de comunicación relacionadas con ciencia y tecnología. Y lo de los últimos meses es un no parar. Afortunadamente.

La última, de lo más sugerente: “Granada será sede de un evento internacional clave para el acelerador de partículas”. Se trata de un congreso que reunirá en nuestra ciudad… ¡a mil expertos en infraestructuras científicas!

El Big Science Business Forum BSBF 2020 se celebrará en octubre del próximo año con el objetivo “de divulgar las futuras oportunidades de contratación para el sector industrial internacional en el ámbito de las Grandes Instalaciones Científicas europeas”. Movidas muy tochas, o sea, que más allá de los contenidos de los encuentros y las ponencias, dejarán un pastizal en el sector de la hostelería de nuestra ciudad.

Que el AVE haya aterrizado de una maldita vez será capital para conseguir este tipo de grandes citas: el año pasado, los congresos generaron un impacto económico de 25 millones de euros en Granada. Sin embargo, no tener Alta Velocidad supuso dejar de ingresar 7 millones de euros por dicho concepto. ¡Hasta 15 congresos se han “perdido” por culpa del maldito aislamiento ferroviario!

La ciencia va a ser un elemento dinamizador clave de la socio economía granadina, con el PTS, la UGR y, ojalá, con el Acelerador como mascarones de proa. Por los logros científicos y tecnológicos que se vayan consiguiendo en sectores como el biosanitario, por ejemplo, pero sobre todo, por la progresiva conformación de un ecosistema propicio para el florecimiento científico.

De todas las banderas, marcas y etiquetas que ha ido atesorando Granada en estos años, la de Ciudad de la Ciencia será la más importante, la llamada a trascender. Y todo suma. Desde la labor incansable del equipo del Parque de las Ciencias a esas pintadas cuquis sobre las aceras de nuestra ciudad.

Jesús Lens

El discurso del presidente

Escucharlo, no lo escuché. Pero lo leí. Con calma, tiempo y detenimiento. Al discurso de Moreno Bonilla, me refiero. El próximo presidente de la Junta de Andalucía, cuyo nombre sigue sonando a árbitro que anula un gol en Las Gaunas, ha desgranado una amplia serie de propuestas… sobre las que no voy a comentar nada, a la espera de ver cuándo y, sobre todo, cómo se materializan. Si llegan a concretarse, por supuesto.

El buenismo que rezuman, como no podría ser de otra manera, obliga a tomarlas con toda la precaución del mundo. A fin de cuentas, ¿quién no firmaría por más y mejor empleo, menos impuestos, mejor sanidad, educación y servicios sociales, etcétera, etcétera?

Voy a quedarme con otras variables del discurso presidencial. Por ejemplo, el cambio, una de las palabras más repetidas. Lo de que los andaluces han votado por el cambio es un eufemismo, que un altísimo porcentaje no votó nada. Un eufemismo bastante acertado, cierto es, que hablas con socialistas y muy socialistas y, en privado, la mayoría comprende que la gente estuviera hasta el copetín.

¡Qué lejos quedan estos tiempos!

Los riesgos, con lo del cambio, son dos. El primero, lampedusiano: cambiarlo todo para que todo siga igual. Moreno Bonilla lo descarta específicamente. El segundo: cambiar por cambiar, a tontas y a locas; rápido y corriendo. Moreno Bonilla anuncia reformas, austeridad y racionalización. Palabras que, nuevamente sobre el papel, suenan bien. O no. Que ya sabemos a lo que conduce el austerecidio radical que tanto le gusta a la derecha.

Eficiencia. Otro de los conceptos esgrimidos por Moreno Bonilla. Ojito, a ver si con lo del cambio y la austeridad, el nuevo equipo de gobierno empieza por tomar medidas que, a medio o largo plazo, acaben resultando ineficientes y empobrecedoras. Que lo de cortar cabezas a diestro y siniestro -algo que mucha gente espera, frotándose las manos- es una tentación muy peligrosa. En ese sentido, recomendar mesura y sentido común. El respeto al que también aludió el presidente.

Diálogo. No le queda otra, con su gobierno a tras bandas. Esperemos que no sea sinónimo de sumisión a los postulados más radicales de ya saben ustedes quiénes.

Y alternancia. Palabra que suena preciosa cuando se inicia una nueva andadura, pero que ya le recordaremos al nuevo presidente de la Junta de Andalucía a la vuelta de los años, con maliciosa ironía.

Jesús Lens

De tabernas, bares y bodegas

No era habitual de Bodegas Espadafor. Nunca me ha pillado cerca de mi entorno vital o laboral y, aunque más de una vez he echado unas cañas sobre su barra, no forma parte de mi educación cervecero-sentimental. Pero me duele su cierre. Me apena. Me pone triste. Me cabrea. Y me preocupa.

Después de más de 100 años abierta, Bodegas Espadafor no cierra porque el negocio fuera mal, porque la clientela le hubiera dado la espalda o porque la caja fuera insuficiente. No era un garito en decadencia que viviera de las glorias de tiempos pasados o del recuerdo de las copas que, entre sus cuatro paredes, se echaron al coleto Miguel Ríos o Enrique Morente.

Bodegas Espadafor cierra porque está situada en un edificio de la Gran Vía vendido a una cadena hotelera que lo remodelará por completo. Y, aunque los dueños de la Bodega trataron de comprar el local en el que lleva más de un siglo, fue imposible. La gentrificación, o sea.

Bodegas Espadafor era uno de esos locales que le dan sabor al centro de una ciudad. Que la hacen especial y diferente. Que le confieren personalidad e identidad propia. Un garito que servía para acercar a la gente de aquí con esos turistas y viajeros que buscan bares auténticos donde echar una caña en Granada, que para eso -también- han venido a nuestra ciudad.

El adiós de Bodegas Espadafor supone la despedida y cierre de un puñado metros cuadrados de esa Granada histórica que tanto atrae al turismo. Porque las ciudades, más allá del patrimonio histórico-artístico, son sus barrios, sus tiendas, sus vecinos. Y sus bares, por supuesto.

Cuando preparo mis viajes, uno de los aspectos a los que presto más atención es a los bares. A los Pubs, en Irlanda o Gran Bretaña. A las Cervecerías, en Alemania. A los Diner, en Estados Unidos. Tanto, que colecciono libros con fotografías de garitos de todo el mundo.

Más irlandés que una cruz celta

¿Sabría alguien del Ayuntamiento decirnos, tras el cierre de Bodegas Espadafor, cuáles son los bares, cafés, tabernas y bodegas más antiguos y con más solera de Granada? ¿Están clasificados y/o catalogados? ¿Cuál sería el equivalente granadino a El Rinconcillo de Sevilla, abierto desde 1670, o a la Casa de Guardia malagueña, más allá de La Sabanilla, cerrada en 2010 por un expediente de ruina?

Jesús Lens

Carteles de Semana Santa

A lo largo del fin de semana, mientras vamos confirmando que el núcleo del poder girará de Sevilla a Málaga con el nuevo gobierno andaluz y a la espera de despejar la incógnita sobre si Granada tendrá algún peso más o menos específico en dicho ejecutivo, hemos estado muy entretenidos con el descubrimiento de diferentes carteles de Semana Santa.

El de Sevilla es de un clasicismo incuestionable. Una Piedad, un Cristo y un Bautista y la leyenda “Oh vosotros los que atravesáis el camino, mirad y ved si hay un dolor semejante al mío”, ejecutados por el pintor Fernando Vaquero. Podríamos definirlo como congelado en el tiempo.

El de Málaga, sin embargo, ha sido la bomba, despertando una enorme controversia, al mostrar a la Virgen de los Dolores del Puerto en primer plano y, de fondo, las palabras “Semana Santa”… a modo de pintada. El pintor José Antonio Jiménez Muñoz ha mezclado la iconografía clásica con el grafiti, mostrando ese arte urbano tan moderno que caracteriza a la capital malacitana. De esta manera, según él, “la Semana Santa también se hace para el arte contemporáneo y para el grafitero”.

Una decisión valiente, sin duda, que ha generado debate y polémica, lo que ya es bueno de por sí… cuando son constructivos. Y una frase definitiva: “el hecho es vender nuestra Semana Santa, anunciar que ya llega. Se trata de que haya algo que capte la atención”.

Mientras tanto, en Granada, la base del cartel de nuestra Semana Santa de este año se basa en una fotografía de Luis Javier Quesada, con el misterio de la cofradía zaidinera de La Lanzada descendiendo la calle Poeta Manuel de Góngora y, de fondo, una impresionante vista de una blanquísima Sierra Nevada.

Si esto fuera un concurso y yo el juez único -me relamo solo de pensarlo- el cartel sevillano quedaría en última posición, el malagueño sería el segundo y el nuestro subiría a lo alto del podio. Y no -al menos, no solo- por chauvinismo o porque salgan “mis” Alminares, sino porque la imagen muestra gente en las calles. Personas de carne y hueso. Espectadores normales y corrientes.

Y porque integra a la Sierra, claro, incluyendo la parte baja y rocosa y la cubierta de pinos y vegetación. Y porque hay un quiosco de prensa, tema sobre el que quiero volver muy pronto.

Jesús Lens