Vegas: correr con sentido

No hay nada más satisfactorio que correr por una buena causa. A quien le gusta correr, por supuesto.

En realidad, correr ya es una buena causa en sí misma, que a estas alturas no vamos a recitar todos los beneficios y propiedades de la actividad física. Con moderación. O desmesuradamente. A gusto de cada cual y dependiendo de sus condiciones físicas… y mentales.

Pero correr por una buena causa, como la lucha contra la violencia de género, resulta especialmente reconfortante. De ahí que eligiera la cita de Vegas del Genil del pasado sábado para volver a las carreras sobre asfalto, tras dos años alejado de dorsales, cronómetros y demás zarandajas propias de la competición.

Hacía frío. Mucho. Y no entendía el empeño en hacerla nocturna, en pleno mes de enero, en lo más crudo del crudo invierno. Lo explicó la concejala de Igualdad, antes de darse el pistoletazo de salida a la carrera: se trataba de reivindicar el derecho de las mujeres a correr, también, de noche, sin sentirse asustadas o intimidadas.

Una buena declaración de principios que me encorajinó y me dio ánimos justo cuando el cuerpo me pedía refugiarme en la cafetería más cercana y hartarme chocolate con churros, al calor de alguna chimenea cuyo evocador aroma impregnaba el ambiente.

Seríamos unas 150 personas de la partida. En cuanto comenzó la carrera, el grupo se estiró como una serpentina y no tardamos en encontrarnos bastante solos, que el recorrido era sinuoso y estaba lleno de curvas, giros y recovecos. De ahí que sea preceptivo felicitar a la organización, que se tuvo que afanar para garantizar la seguridad de los atletas… y para que los rompetechos como yo no se despistaran en la maraña de calles de Vegas.

Disfruté corriendo. Y sufrí lo mío, también, que ya no tengo acostumbrados al cuerpo y a la mente a ese tipo de triscas. La primera recompensa fue cruzar la meta. La segunda, reponer líquidos en uno de los lugares más mágicos de Granada: el Charavinillo.

Habíamos estado en verano, disfrutando del frescor nocturno de la vega. En esta ocasión, Carol, mi cuate Pepe y yo nos arrimamos a la lumbre de la chimenea para disfrutar de unos sabrosos embutidos, unas setas a la plancha y de una morcilla picante con tomate que quitaba el sentido. Pero esa será ya otra historia.

Jesús Lens

Entre Pablo2 y Juane2

Fue pura casualidad: ayer estuve entre dos Juanes, Bas y Bolea; y dos Pablos, Gargallo y Serrano. Invitado a participar en el magnífico FAN, Festival Aragón Negro, brillantemente organizado por Juan Bolea, para hablar de bandas sonoras en el cine policíaco y sobre escritura en prensa; aproveché la mañana para pasear por Zaragoza y, en compañía del escritor Juan Bas y del editor Gregori Dolz, además de charlar de cine, literatura, risas y comedias, visitamos dos museos de la capital aragonesa.

Con Gregori Dolz, frente al Mazinger Z

El primero, el espectacular Pablo Serrano, dedicado al arte contemporáneo, donde se encuentran los grandes lienzos dedicados a “Frankenstein resuturado”, el proyecto impulsado por Fernando Marías, I Premio Viajero en el Tiempo del festival Gravite y sobre el que hablaremos en unos días en el Teatrillo del hotel Alhambra Palace.

Nos encontramos, además, con una soberbia exposición de Mordzinski, el fotógrafo que más y mejor ha retratado a los escritores de ambas orillas del Atlántico. Me han resultado especialmente evocadoras las fotos de paisanos nuestros como Luis García Montero, a caballo, en Managua; o la de Antonio Muñoz Molina paseando, cazado justo cuando pasaba por delante de una puerta… en pleno campo.

Una imagen de Andrés Neuman al mando de un enorme avión, tomada desde el exterior de la cabina, un divertidísimo José Manuel Fajardo y una fotografía enormemente nostálgica de Francisco Ayala y Carolyn Richmond en Granada, en una habitación rebosante de luz.

Juan Bas, integrado en un cuadro de Yann Leto

¿No les pasa, cuando están de viaje, que se encuentran a un paisano y pegan la hebra como jamás lo harían de toparse con él en una cafetería del Zaidín? Pues así me he sentía viendo el trabajo de Mordzinski con nuestros escritores más cercanos.

Disfrutamos de los bustos de Serrano -los de Cela y Unamuno son particularmente reseñables- y de los sorprendentes, irónicos, coloristas e hipercríticos Safaris del francés Yann Leto antes de partir en busca de la obra escultórica de Gargallo, coetáneo de Picasso.

Callejeando por Zaragoza y tratando de protegernos del cierzo, hablábamos sobre el sentido que deben tener los festivales culturales. De la importancia de cuidar al público, de ofrecer un programa de calidad que resulte atractivo y de seguir manteniendo la llama prendida, después. Ahí saco yo pecho de nuestro colectivo Uno de los Nuestros, fieles aliados y grandes lectores de Granada Noir, que empiezan a ser referente a nivel nacional.

Jesús Lens

813. Truffaut por Paula Bonet

No era particularmente devoto de las películas intimistas de Truffaut, aunque adoraba al director francés como persona hecha de celuloide que vivía y respiraba cine por los cuatro costados.

Me gustaban sus películas policíacas, como “La novia vestía de negro”, un homenaje a su querido Alfred Hitchcock, o la surrealista “Disparen sobre el pianista”. Me impresionó “Fahrenheit 451” y me emocionó “El pequeño salvaje”, pero sus películas más famosas, las más puramente Nouvelle Vague, no estaban entre mis favoritas.

Hasta que me hice con uno de los libros de cine más singulares y especiales de los que atesoro en mi biblioteca: “813. Truffaut por Paula Bonet”, en el que la artista hace “un homenaje ilustrado a un breve fragmento de su filmografía y también al propio realizador”.

Bonet declara su “admiración hacia la obra de François Truffaut, hacia su manera de ver y reflejar el mundo y todo aquello que lo angustiaba o sobrecogía y que supo trasformar en arte” y nos regala decenas de ilustraciones basadas en los personajes de películas como “Jules et Jim”, “La piel suave” o “Los 400 golpes”. Ilustraciones acompañadas de textos sobre el sentido que Bonet le da a las relaciones entre los protagonistas y al impacto que le provoca su visionado.

Para prolongar el disfrute del libro de Bonet, volví a ver esos títulos de Truffaut. ¡Y qué placer, redescubrirlos de nuevo! Me gustaron mucho más que cuando vi aquellas películas por primera vez. ¿Sería la edad? ¿El momento vital? O sería, más bien, que me encontraba expectante y receptivo gracias al libro de Paula…

El caso es que, desde entonces, soy devoto del cine más personal del cineasta francés, además de seguir considerando sus conversaciones con Hitchcock como la cumbre de los libros dedicados al cine, cuya misión principal debe ser animarnos a volver a ver películas que ya hemos visto, pero yendo más allá de lo aparente, descubriendo aspectos inéditos y sorprendentes, profundizando en sus significantes y significados.

Para comenzar el año, el Ayuntamiento y ese importantísimo agente cultural que es la Alianza Francesa de Granada, nos han traído una magnífica muestra con las ilustraciones que Paula Bonet dedicó a Truffaut.

Margarita Buet, presidenta de la Alianza Francesa de Granada, con Paula Bonet

Está en el Centro Cultural Gran Capitán y es de visión obligatoria, una cita imprescindible. Disfrútenla y, después, repasen el cine de Truffaut. Lo verán con otros ojos.

Jesús Lens

Alegremos el Blue Monday

Según los expertos, hoy es el Blue Monday, el día más triste, el más deprimente del año. Una aseveración así ya es deprimente en sí misma y contribuiría a hacer más ingrato este perro lunes… a no ser que decidamos lo contrario y demostremos que Cliff Arnal se equivoca.

Cliff es el investigador de la Universidad de Cardiff que, en un momento de aburrimiento tontorrón, desarrolló la fórmula de la máxima infelicidad, allá por 2005: 1/8C+(D-d) 3/8xTI MxNA.

Aunque pueda parecer más inextricable que el CIS de Tezanos, la fórmula del Blue Monday es fácilmente explicable. ‘C’ es el clima, ‘D’ son las deudas que nos han dejado las Navidades, ‘d’ sería el dinero cobrado en el mes de enero y la ‘T’ hace referencia al tiempo transcurrido desde el final de la Navidad.

A eso hay que sumarle ‘I’, el tiempo transcurrido desde la última vez que intentamos eliminar un mal hábito o cumplir un propósito de Año Nuevo, tipo hacer más deporte, quitarnos las lorzas provocadas por el roscón o aprender inglés. ‘M’ se refiere a la motivación del individuo y ‘NA’ sería el impulso necesario para cambiar, para hacer algo diferente.

Dado que el calendario y el clima son los que son y poco margen tenemos sobre las telarañas de nuestra cuenta corriente, para demostrar lo muy desnortados que están Cliff y todos los psicólogos que, siguiendo su estela, nos dan la murga con lo del Blue Monday; tenemos que actuar sobre las variables M y NA.

Motivación. Les confieso que es una palabra que me puede. Me supera. ¿No les parece motivación suficiente despertarse por la mañana y respirar, prueba fehaciente de que estamos vivos? A partir de ahí, todo debería ser motivación, del reconfortante primer café a la pelliza que nos echamos sobre los hombros para demostrarle al frío que hoy tampoco va a poder con nosotros.

No me quiero poner en plan en Coelho, pero si dudan sobre el sentido de la vida, piensen que Juan Manuel Moreno Bonilla ha sido capaz de llegar a la presidencia de la Junta. ¿Qué más pruebas quieren? ¡Nada es imposible!

Aprovechemos, también, para hacer algo fuera de lo común. Imprevisto. Original. Inimaginable. Diferente. Lo que sea, con tal de darle a los agoreros de la tristeza con la puerta en las narices.

Jesús Lens

El reto de los 10 años

Estos días he participado en las redes sociales de uno de esos retos que, de reto, no tienen nada. Se trataba de poner una foto tuya de hace 10 años y otra actual. Y buscar algo ingenioso que decir sobre el paso, el peso y el poso del tiempo. Sobre cómo nos pisa y casi, casi nos aplasta. Pero la cosa se puso fea, más allá de las arrugas crecientes, las prominentes ojeras, la ganancia de peso, la pérdida de pelo, las patas de gallo y las patillas canosas.

En cuanto la folletaíca de marras se hizo viral y nos enredamos a comentarnos los unos a los otros que tampoco era para tanto, que estábamos mejor ahora que antes o que dónde había que firmar el pacto con el Diablo para conseguir el elixir de la eterna juventud; publicaciones especializadas alertaban del sentido último del reto: echarle carnaza a los algoritmos de reconocimiento facial.

Hubo gente que, paradójicamente, utilizaba las redes sociales para alertar de los “peligros” del #10yearschallenge ¡Cómo si no supiéramos de antemano que, cada vez que participamos en alguna de estas pollaícas, nos convertimos en tontos útiles para las maquiavélicas y pérfidas mentes pensantes de Silicon Valley!

¿Se acuerdan ustedes de mi clon, que estuvo muy activo en esta columna hace un par de años? Se llamaba SOY, acrónimo de Su Otro Yo. Era una especie de hermano gemelo cibernético, un Pepito Grillo salido del universo de “Black Mirror” que se metía en mi mente y utilizaba mis dedos para alertar sobre los peligros y los riesgos del desarrollo tecnológico.

Pues SOY ha vuelto. Y me dice que les diga lo siguiente: “Le confiáis a Google la gestión de vuestro correo electrónico más íntimo, privado y personal. Ponéis vuestras tarjetas de crédito y cuentas corrientes en manos de Amazon. ¿Y os preocupa que lo del #10yearschallenge alimente un algoritmo de reconocimiento facial? Tranquilos. No es, ni de lejos, la peor tontería que podéis hacer en el ciberespacio… salvo que estéis en busca y captura por la Interpol, claro”.

Nada de lo que hacemos en las redes sociales es inocuo. Son gratis -y adictivas- por algo. Cada like, cada comentario, cada hilo… todo está monitorizado con el fin último de ser analizado, clasificado y monetarizado. Ya sabes: si no quieres que se sepa. ¡no lo publiques!

Jesús Lens