El discurso del presidente

Escucharlo, no lo escuché. Pero lo leí. Con calma, tiempo y detenimiento. Al discurso de Moreno Bonilla, me refiero. El próximo presidente de la Junta de Andalucía, cuyo nombre sigue sonando a árbitro que anula un gol en Las Gaunas, ha desgranado una amplia serie de propuestas… sobre las que no voy a comentar nada, a la espera de ver cuándo y, sobre todo, cómo se materializan. Si llegan a concretarse, por supuesto.

El buenismo que rezuman, como no podría ser de otra manera, obliga a tomarlas con toda la precaución del mundo. A fin de cuentas, ¿quién no firmaría por más y mejor empleo, menos impuestos, mejor sanidad, educación y servicios sociales, etcétera, etcétera?

Voy a quedarme con otras variables del discurso presidencial. Por ejemplo, el cambio, una de las palabras más repetidas. Lo de que los andaluces han votado por el cambio es un eufemismo, que un altísimo porcentaje no votó nada. Un eufemismo bastante acertado, cierto es, que hablas con socialistas y muy socialistas y, en privado, la mayoría comprende que la gente estuviera hasta el copetín.

¡Qué lejos quedan estos tiempos!

Los riesgos, con lo del cambio, son dos. El primero, lampedusiano: cambiarlo todo para que todo siga igual. Moreno Bonilla lo descarta específicamente. El segundo: cambiar por cambiar, a tontas y a locas; rápido y corriendo. Moreno Bonilla anuncia reformas, austeridad y racionalización. Palabras que, nuevamente sobre el papel, suenan bien. O no. Que ya sabemos a lo que conduce el austerecidio radical que tanto le gusta a la derecha.

Eficiencia. Otro de los conceptos esgrimidos por Moreno Bonilla. Ojito, a ver si con lo del cambio y la austeridad, el nuevo equipo de gobierno empieza por tomar medidas que, a medio o largo plazo, acaben resultando ineficientes y empobrecedoras. Que lo de cortar cabezas a diestro y siniestro -algo que mucha gente espera, frotándose las manos- es una tentación muy peligrosa. En ese sentido, recomendar mesura y sentido común. El respeto al que también aludió el presidente.

Diálogo. No le queda otra, con su gobierno a tras bandas. Esperemos que no sea sinónimo de sumisión a los postulados más radicales de ya saben ustedes quiénes.

Y alternancia. Palabra que suena preciosa cuando se inicia una nueva andadura, pero que ya le recordaremos al nuevo presidente de la Junta de Andalucía a la vuelta de los años, con maliciosa ironía.

Jesús Lens