Centenario feliz de Patricia Highsmith

Estamos de celebración y enhorabuena, que Patricia Highsmith, una de las autoras esenciales del noir psicológico más intrigante y adictivo, habría cumplido 100 años tal día como hoy.

Nacida en Texas, la vida de Highsmith no fue fácil: sus padres se divorciaron antes de que ella naciera y su madre trató de abortar, bebiendo aguarrás. Educada por su abuela en largas etapas de su infancia, desde pequeña fue una lectora voraz, con especial predilección por historias basadas en la perturbación mental, la culpa, el crimen, la mentira y la figura del Otro. Su disimulado lesbianismo, forzado por las circunstancias de la época, también influyó en la forja de un carácter complejo al que el alcoholismo terminó por derivar hacia la soledad y la misantropía.

Es famosa por la crudeza de los planteamientos de sus novelas, la completa ausencia de sentimentalismo o remordimientos en los personajes y la dudosa ética de sus protagonistas. Para celebrar este centenario, en el Club de Literatura y Cine de Granada Noir estamos liados con su primera historia, ‘Extraños en un tren’, perfecta definición del concepto llegar y besar el santo. Publicada en 1950, un año después fue adaptada al cine por Alfred Hitchcock, con guion nada menos que de Raymond Chandler. ¿Se puede acumular más talento por metro cuadrado?

Para mí, Patricia Highsmith ocupa un lugar de privilegio en el panteón de mis autores favoritos gracias a Tom Ripley. De todos los personajes de la historia del género negro, siento una especial predilección por él. No es poli. No es agente del FBI, la CIA o el Tesoro. No es espía ni detective privado. Tampoco es un gángster. Ni un chorizo. Ripley es… Ripley. Ripley es un género en sí mismo.

Su nacimiento literario data de 1955, en la novela ‘El talento de Mr. Ripley’, que la autora texana escribió tras su primer viaje a Europa, costeado precisamente por la venta de los derechos cinematográficos de ‘Extraños en un tren’. ¡Eso es invertir sabiamente el dinero ganado con el trabajo bien hecho! Para una chica joven nacida en Texas, Europa supuso un choque cultural sin parangón. Y así nació Ripley, un chaval norteamericano profundamente amoral, dispuesto a lo que hiciera falta para sobrevivir, adaptándose al entorno, suplantando personalidades, robando, engañando, estafando, falsificando y, si es necesario, matando.

Ripley es un personaje fascinante. Contradictorio, complejo y perturbador. De ahí que la lectura de sus novelas resulte tan adictiva: sabiendo que es un canalla y un taimado vividor, quieres saber cómo se las ingeniará para salir airoso de las diferentes situaciones que se le plantean. Pero es que, además, quieres que lo consiga. Y sufres por él… lo que te convierte en cómplice de sus fechorías. Aunque sea una complicidad por simpatía.

Aquella primera novela de Ripley cosechó un enorme éxito de crítica. Ganó el Gran Premio de Literatura Policíaca y fue finalista del Edgar, uno de los galardones más prestigiosos del noir. Después se sucedieron las siguientes entregas, hasta llegar a la última del ciclo: ‘Ripley en peligro’, publicada en 1991, casi cuarenta años después de su alumbramiento. Mientras, se fueron filmando diferentes adaptaciones cinematográficas. Así, Ripley ha tenido el rostro de Alain Delon, Dennis Hopper, Matt Damon o John Malkovich.

Esperamos con fruición la nueva la adaptación para la televisión de todo el ciclo literario protagonizado por Tom Ripley en una producción de Showtime. El formato que plantea Steven Zaillian es una serie de cinco temporadas, una por libro, con ocho episodios cada una.

Aprovechemos su 100 cumpleaños para leer —o releer— las cinco novelas de Highsmith, reeditadas por la editorial Anagrama en formato Compendium. Se venden en una caja que alberga dos volúmenes. ¡Por menos de 50 euros! Una oferta que no se puede rechazar.

Jesús Lens

Vivir de (des)ilusión

De los placeres sencillos de la vida, pocos como el de leer sin prisas la prensa del domingo, siempre en papel, disfrutando de uno, dos o tres cafés. De un tiempo a esta parte se ha convertido en imprescindible la lectura sosegada de las entrevistas de fondo que publica IDEAL a personas con larga trayectoria y mucho que decir sobre Granada.

La de ayer a José Morenodávila, sin ir más lejos. El titular ya es suficientemente elocuente: “Lo único que sabemos hacer son listas de temas pendientes, pero falta un proyecto que involucre e ilusione”. Se puede decir más alto, pero no más claro. (Leer AQUÍ)

Foto: Ramón L. Pérez

Granada es una palabra que genera mucha más ilusión fuera que dentro. Lo tengo comprobado cada vez que organizamos un festival. ¡Todo el mundo quiere venir a nuestra ciudad! Y venir a Granada quiere decir, en el 99% de los casos, volver.

Lo de quedarse es harina de otro costal. Me pasó una vez, cuando un buen amigo escritor invitado a Granada Noir me habló de la posibilidad de trasladarse a nuestra ciudad para vivir y trabajar aquí. Estaba enamorado del bullicio cultural que percibió aquellos días. “Si tú supieras…”, recuerdo que pensé. Conseguí morderme la lengua a tiempo, mascullé algo parecido a ‘no es oro todo lo que reluce’ —ya ven que no estaba especialmente ingenioso— y cambié de tema lo más rápido posible.

Yo perdí la esperanza de contar con un proyecto ilusionante para Granada cuando Santiago Carbó dejó la presidencia del Consejo Social, criticando las disputas partidistas que impedían cualquier avance significativo en el diseño de un modelo de ciudad del futuro.

Desde entonces, febrero de 2019, la cosa ha ido a peor. No hay más que ver la incapacidad municipal en la gestión de todo lo referente a fondos europeos. Fueron los 9,4 millones del fondo del Plan de Empleo que hubo que devolver, la permanente controversia con los Edusi o el enigma de los proyectos invisibles para el Fondo de Recuperación Europeo Next Generation.

Dice Morenodávila que no ve ilusión en Granada ahora mismo. Yo tampoco. No es derrotismo. Es realismo bien informado que va más allá de la crisis pandémica. Las grandes crisis pueden ser generadoras de cambios radicales que obliguen a alterar el paso mortecino de una sociedad. ¿Piensan ustedes que ocurrirá en Granada o también han perdido la ilusión?

Jesús Lens

Sigamos a nuestro aire

Petado estaba ayer el centro de Granada a mediodía. Hasta las trancas, teniendo en cuenta que no hay (apenas) turismo. Y por la mañana, también. Encontrar mesa libre en una terraza donde celebrar el Día Internacional de la Croqueta era misión imposible. Y los interiores tampoco estaban precisamente vacíos. Podríamos decir, tras un profundo y sesudo análisis sobre el terreno, que los consejos del presidente de la Junta de Andalucía de quedarnos en casa y salir únicamente para lo imprescindible han caído en saco roto.

El pasado miércoles, tras escuchar a Juanma Moreno solicitando el confinamiento domiciliario al Gobierno central, entré en pánico. Cancelé la Olla de San Antón que tenía prevista y decidí encerrarme. Después de oírle en directo el viernes y comprobar el alcance de las medidas tomadas, ayer me eché a las calles, desayuné en una terraza al sol, compré unos tebeos y me fui de cañas croqueteras. No quería sentirme como un pringado.

En Derecho Penal hay un principio basado en la lógica: el que quiere lo más, quiere lo menos. El que intenta matar a una persona debe asumir el alcance de las lesiones que le provoca, aunque fracase en su intento homicida. A la vista de la gravedad de la petición de Moreno a Illa, pensé que adoptaría las mismas medidas que dictó para Granada en el mes de noviembre. ¡Qué menos, después de solicitar el confinamiento domiciliario! Pero no. Mientras no alcancemos los 1000 contagiados por cada 100.000 habitantes, podemos seguir a nuestro aire, entrando y saliendo sin mayor contratiempo.

En el otro extremo, pero con idéntica actitud pasivo-contemplativa, se encuentra Illa, el impávido ministro-candidato que, sin rubor, sostiene que llegamos a vencer a la segunda ola de la pandemia cuando el consenso de los expertos es que de eso nada, monada. Y para más inri, Simón nos regaña por haberlo pasado demasiado bien en Navidades y reconoce que el Gobierno sabía que esto iba a pasar. ¡Ele!

Por desgracia, nuestros políticos se siguen comportando en la gestión de la pandemia como las cabras choconas de los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente: a coscorrón limpio. Con sus exigencias, prohibiciones y medidas, juegan a desgastar al rival. Y los perjudicados somos los ciudadanos de a pie. Porque, como reza la ancestral sabiduría africana, cuando los elefantes pelean, la hierba sufre.

Jesús Lens

La cojobernanza

Será como en noviembre en Granada, para entendernos. Es mi apuesta para las nuevas medidas que anunciará hoy el presidente de la Junta. Cierre perimetral y actividad no esencial chapada. Dos semanas para empezar. Pero mínimo, nos iremos a San Valentín. Porque la pandemia está descontrolada. Otra vez. ¿Llegó a estar embridada en algún momento?

¿Qué podemos esperar hoy?

Dado que Juanma Moreno ha reclamado al Gobierno de Sánchez que se vaya pensando un confinamiento domiciliario, hoy no puede titubear y tomar medidas tibias. No con las insufribles cifras de contagios diarios que estamos padeciendo.

En el modelo de cojobernanza de la pandemia, tras comerse el marrón del primer confinamiento y ser criticado por su actitud de ordeno y mando, Pedro Sánchez optó por dar varios pasos atrás y dejar que cada Comunidad hiciera de su capa un sayo. Y así estamos, que ya no sabemos qué ola nos toca surfear. Le llama cogobernanza, pero se ha quedado coja. Porque gobernar, lo que es gobernar de acuerdo a criterios médicos y científicos, aquí no gobierna nadie.

Apelar a la responsabilidad de los ciudadanos suena de maravilla. Es precioso. Pero más inútil que el Ayuntamiento de Granada gestionando fondos europeos. Ya lo comprobamos en otoño, cuando el consejero de Salud, Jesús Aguirre, suplicó a los granadinos que nos encerráramos en casa. Un exitazo.

¿Quién tiene la culpa de esta nueva oleada? Todos. La tibia cojobernanza de los que deberían gobernar pero prefieren mirar para otro lado, haciéndose los tontos. El común de los ciudadanos, que nos pasamos por el forro cualquier recomendación, a pesar de saber lo que sabemos.

Los ciudadanos somos tan exigentes con los otros como laxos con nosotros mismos. Les exigimos a los demás que cumplan lo que nosotros no estamos dispuestos a cumplir. Recibo un meme tan cruel como certero: “España es un señor dando de comer a los patos, apoyado en el cartel de prohibido dar de comer a los patos, quejándose de lo gordos que están los patos”. Como lo de esa gente que va al centro comercial y se queja de cuánta gente hay en el centro comercial.

Moreno pedía ayer a los andaluces que nos quedemos en casa y no nos reunamos con amigos ni familiares por el avance explosivo de casos. ¡Oído cocina! Hoy le toca a él predicar con el ejemplo: dado que en Madrid siguen jugando al Impávido, esperemos que sus medidas no se queden cojitrancas.

Jesús Lens

Un buen delegado de Cultura

Qué alegría ayer por la mañana, cuando entré en la web de IDEAL y, para variar, me llevé una agradable sorpresa. No sé ustedes, pero cada vez que me asomo a la actualidad informativa, contengo el aliento, como si cada día fuera un nuevo capítulo de una serie distópica en la que sus guionistas siempre encuentran una nueva amenaza con la que acongojar al espectador.

De ahí que la noticia del posible nombramiento de Fernando Egea como delegado de Cultura de la Junta de Andalucía en Granada me hiciera saltar de júbilo y gozo.

Conocí a Fernando mucho antes de su paso por la política municipal. Siempre me pareció un tipo sensato, conciliador, tranquilo y, lo más importante, con la cabeza muy bien amueblada. Un profesional con una sólida carrera a sus espaldas que, por tanto, no necesita de nombramiento político alguno para (sobre)vivir. Fíjense si es discreto que, autor de una extraordinaria novela juvenil con los linces como protagonistas, nunca se ha animado a publicarla. Y debería, como le digo siempre que nos encontramos.

Me alegro mucho de que la Junta de Andalucía haya decidido nombrar nuevos delegados y desdoblar competencias. Que Cultura y Fomento estuvieran bajo el mismo paraguas no era sino un despropósito producto de una medida tan absurda como populista: reducir artificialmente el número de delegados para dar la impresión de haber adelgazado el gobierno autonómico. Los resultados, a la vista están.

La fusión de Fomento y Cultura la vendían con la cantinela de las sinergias: como en Fomento hay mucha pasta y músculo financiero, Cultura se podría beneficiar vía patrocinios y/o mecenazgo. En teoría, la música sonaba bien. En la práctica, nunca ha tenido la delegación de Cultura de la Junta tan poco peso en Granada.

Antonio Granados, por lo demás un tipo estupendo, ha pasado sin pena ni gloria por uno de los puestos de gobierno con más visibilidad. A la chita callando, la Junta ha desaparecido de infinidad de propuestas culturales de la provincia. Centralizada la gestión en Sevilla, su política cultural se ha circunscrito a la Alhambra, la OCG, el Festival de Música y Danza… y a dar largas cambiadas a la mayoría de propuestas que se le presentaban.

Ojalá se confirme el nombramiento de Fernando Egea. Sería una inmejorable noticia… siempre que le den un mínimo margen de maniobra. Si no, tanto dará él que cualquier otra persona.

Jesús Lens