EL JOSÉ GUERRERO

La columna de hoy de IDEAL, en la que mostramos la perplejidad acerca de este tema.

 

Debo de ser un tipo raro. Mucho. Porque me gusta el José Guerrero. El Centro que lleva su nombre, quiero decir. Y, dado que cada vez que he traspasado sus puertas, me he encontrado radicalmente solo en su interior… pues eso. Que me he sentido más extraño que Obama en la Cumbre de las Américas, rodeado de dirigentes rojazos que le regalan libros de autores uruguayos.

 

De hecho, en el tórrido verano granadino, ni una silenciosa Catedral consigue inspirar tanta paz y sosiego como el hiperrefrigerado Centro José Guerrero, hasta el punto de que, el pasado agosto llegué a escribir un cuento gótico basado en dicho lugar, imaginando que me quedaba encerrado en su interior, rodeado tan sólo por los vídeos que conformaban la instalación «Lugares comunes. La experiencia colectiva en el vídeo latinoamericano.»

 

El caso es que las exposiciones organizadas por el José Guerrero, más allá de su calidad o capacidad de conexión con el espectador, siempre son interesantes, arriesgadas, provocativas, multidisciplinares y radicalmente diferentes a la Granada eterna de siempre. Lo que es muy de agradecer. Otro dato. Lo que no consigue ninguna institución granadina, lo logra el Guerrero, sistemáticamente, con cada una de sus exposiciones: recabar reseñas, positivas, amplias y generosas, en los suplementos culturales de los grandes periódicos nacionales, de ABCD a El Cultural, pasando por el Babelia o el Culturas.

 

Está claro, por tanto, que el vanguardista templo de la cultura local que alberga el legado de un pintor nacido en Granada, pero que vivió en el extranjero buena parte de su vida artística, tiene luces y sombras en su gestión: valorado y aplaudido fuera de los estrechos límites locales, no consigue conectar con el granadino de a pie.   

 

¿Es por eso que la Diputación quiere convertirlo en un Museo de Arte Moderno, intentando darle más realce y visibilidad? Porque yo, la verdad, prácticamente nunca accedo a la tercera planta del Centro en que se expone la obra del venerado por la crítica -aunque me temo que popularmente desconocido- José Guerrero.

 

¿O será precisamente el desinterés de los granadinos por la obra del pintor y por los contenidos del Centro que la alberga lo que irrita a los descendientes del artista que, hartos de un supuesto provincianismo ramplón, consideran que la obra de la que son legatarios será más visitada, valorada, disfrutada en el seno de una institución como el Reina Sofía? Esta opción, la verdad, se me antoja complicada de entender ya que, diluir la obra de Guerrero en los ricos fondos del Reina Sofía no serviría para potenciarla, precisamente. Y menos en la capital del reino, ahíta de arte en ese Barrio de los Museos que apabulla por su impresionante oferta pictórica y museística.

 

Me siento incapaz de saber quién tiene la razón en este pleito artístico, pero sería una auténtica pena que Granada perdiera la custodia del legado de Guerrero, uno de sus artistas universales.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- Hoy viernes, a las 21 horas, en el Centro Cultural de CajaGRANADA en Puerta Real, tenemos una cita:

LIBROS & NEGOCIOS

Hoy, Día del Libro, queremos dedicar esta columna, que publicamos ayer en IDEAL, a mi amigo Jorge, que tuvo la dicha de nacer tal día como hoy de hace, ya, un puñado de años.

 

Felicidades, chalao.

 

El pasado sábado, tras la presentación de «La casa de los siete pecados», tuve la ocasión de compartir una cerveza con su autora, Mari Pau Domínguez, y su marido, Paco Lobatón, el mejor embajador de la obra de la ganadora de la primera edición del Premio CajaGRANADA de Novela Histórica. Decía el conocido periodista televisivo que, si nos había gustado la historia de la Casa de las Siete Chimeneas, no dejáramos de leer la anterior novela de Mari Pau, «El diamante de la reina», que también versaba sobre Felipe II y su relación con Isabel de Valois.

 

Dado que, por la tarde, Mari Pau estaría dos horas firmando ejemplares de sus novelas en la caseta correspondiente de la Feria del Libro, busqué con ahínco la referida «El diamante de la reina». De forma infructuosa. No se encontraba en ninguna de las casetas ni tampoco en la librería del gran centro comercial aledaño a Puerta Real. De hecho, uno de los libreros me dijo que sí lo tenía, tanto en la edición de bolsillo como en la de tapa dura. Pero en la tienda, no en la caseta. Por tanto, yo me quedé sin el Diamante dedicado y él sin un libro vendido.

 

El domingo, con la presentación de la muy prometedora «Contrarreloj», me pasó lo mismo: ni un ejemplar de cualquiera de las anteriores novelas de su autor, Eugenio Fuentes. Eso sí, los Larsson y las distintas entregas de la saga Crepúsculo, estaban en las casetas de todas las librerías, síntoma inequívocamente revelador de esta cultura uniforme, conformista y carente de toda imaginación que nos invade.

 

Parece que la crisis está siendo benevolente con el sector del libro, considerado un valor refugio por los gurús de la cosa empresarial, dado que, por muy poco dinero, entretiene un montón y retiene a la gente en casa, ahorrándole incurrir en los inevitables gastos que lleva aparejado el salir del hogar. Sin embargo, cada vez cierran más librerías. Lo que, sinceramente, no es de extrañar, con ejemplos como los antedichos. Y eso que la piratería no se ceba especialmente con el papel impreso.

 

Otro ejemplo: tras regalarle a Obama, en público y ante las cámaras de televisión de todo el mundo, un ejemplar de «Las venas abiertas de América Latina», Chaves consiguió que, en apenas unas horas, el clásico e imprescindible libro de Eduardo Galeano se encaramara en el número tres de ventas de Amazon. Preguntado en diez de las casetas de la Feria, siete de ellas ni sabían, ni contestaban; en una estaba agotado y sólo dos lo tenían disponible.

 

Es verdad que Internet puede ser un sistema frío y desapasionado para la venta de un objeto tan cálido y táctil como es el libro, pero, o los libreros se ponen las pilas y le echan imaginación a su negocio, o la parte de la tarta que se comerá la distribución a través de la web será cada vez más grande. Inevitablemente.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CUAVERSOS CUBANOS DE JOSÉ MARTÍ

Eran obligados. Hablábamos hace unos días de Cuba en la encrucijada y hoy dejamos estos versos clásicos:

 

YO SOY UN HOMBRE SINCERO…

Yo soy un hombre sincero
De donde crece la palma,
Y antes de morirme quiero
Echar mis versos del alma.

   Yo vengo de todas partes,
Y hacia todas partes voy:
Arte soy entre las artes,
En los montes, monte soy.

   Yo sé los nombres extraños
De las yerbas y las flores,
Y de mortales engaños,
Y de sublimes dolores.

   Yo he visto en la noche oscura
Llover sobre mi cabeza
Los rayos de lumbre pura
De la divina belleza.

   Alas nacer vi en los hombros
De las mujeres hermosas:
Y salir de los escombros,
Volando las mariposas.

   He visto vivir a un hombre
Con el puñal al costado,
Sin decir jamás el nombre
De aquella que lo ha matado.

   Rápida, como un reflejo,
Dos veces vi el alma, dos:
Cuando murió el pobre viejo(*),
Cuando ella me dijo adiós(**).

   Temblé una vez -en la reja,
A la entrada de la viña,-
Cuando la bárbara abeja
Picó en la frente a mi niña.

   Gocé una vez, de tal suerte
Que gocé cual nunca:-cuando
La sentencia de mi muerte
Leyó el alcalde llorando.

   Oigo un suspiro, a través
De las tierras y la mar,
Y no es un suspiro,-es
Que mi hijo va a despertar.

   Si dicen que del joyero
Tome la joya mejor,
Tomo a un amigo sincero
Y pongo a un lado el amor.

   Yo he visto al águila herida
Volar al azul sereno,
Y morir en su guarida
La vibora del veneno.

   Yo sé bien que cuando el mundo
Cede, lívido, al descanso,
Sobre el silencio profundo
Murmura el arroyo manso.

   Yo he puesto la mano osada,
De horror y júbilo yerta,
Sobre la estrella apagada
Que cayó frente a mi puerta.

   Oculto en mi pecho bravo
La pena que me lo hiere:
El hijo de un pueblo esclavo
Vive por él, calla y muere.

   Todo es hermoso y constante,
Todo es música y razón,
Y todo, como el diamante,
Antes que luz es carbón.

   Yo sé que el necio se entierra
Con gran lujo y con gran llanto.
Y que no hay fruta en la tierra
Como la del camposanto.

   Callo, y entiendo, y me quito
La pompa del rimador:
Cuelgo de un árbol marchito
Mi muceta de doctor.

(*) El padre de Martí quien murió el 9 de marzo de 1887, en Cuba.

(**) Se refiere a la despedida de María Cristina Granados, «La niña de Guatemala».