ME ACUERDO

Tras ESTA reseña de tebeos, vamos con esta reseña de tebeos:

Me acuerdo de que las únicas tardes que abría la carnicería de mi barrio eran las de los viernes, la tarde más feliz de la semana, cuando éramos niños.

Ver sus luces encendidas, mientras jugábamos al fútbol, era signo inequívoco de felicidad sin tregua. Y sin fin. Porque, cuando eres niño, dos días por delante para jugar son casi tan largos como la eternidad.

También me acuerdo de leer las “Famosas novelas” en viñetas que me regalaba mi abuela, en el autobús de Madrid a Granada.

¿A santo de qué, este canto a la nostalgia? A santo de George Perec, uno de esos revolucionarios de la literatura que escribió un libro titulado “Me acuerdo” que, al final, dejaba unas páginas en blanco para que los lectores pudieran seguir componiendo sus propios recuerdos. Los ejemplares de “Me acuerdo”, en las librerías de viejo, suelen estar mejor considerados cuántas más referencias manuscritas atesoren en las referidas páginas finales de cada ejemplar.

Pero esta reseña no va sobre Perec. He querido comenzar por esa referencia dado que Zeina Abirached, autora del tebeo “Me acuerdo”, subtitulado sencillamente como “Beirut”, termina su libro de viñetas con un dibujo dedicado, precisamente, al maestro francés. Pero comencemos por el principio. Y el principio es una cita extraordinaria de Chris Marker:

“No hay nada que distinga a los recuerdos de los demás momentos. Sólo los reconocemos después por las cicatrices que dejan”.

Una cita que me lleva a enlazar con ESTA pregunta acerca de los momentos más memorables de nuestra vida. Que, por fortuna, en la mayoría de nosotros no serán ni remotamente parecidos a los de Zeina, una chica libanesa a la que, siendo niña, le tocó vivir una guerra.

Y eso es lo que cuenta en este libro de viñetas: una guerra. Una guerra narrada a partir de los recuerdos que la misma dejó en una niña que quizá no comprendía lo que pasaba o por qué pasaba, pero que experimentaba en carne propia la sinrazón que acompaña a cualquier conflicto armado. Y sus tragedias. Y sus incomodidades. Y sus absurdos y sinsentidos. Y sus contradicciones.

Dibujado en un áspero blanco y negro, “Me acuerdo” bebe del estilo naif de Marjane Satrapi en su alabada, comentada y respetada “Persépolis”. Hay quién no comparte el gusto estético de dicho estilo, pero a mí me resulta especialmente conmovedor mirar la guerra con los ojos de una niña, a lo que un dibujo de estas características ayuda enormemente.

Pequeñas historias de hermanos, de padres e hijos y de vecinos. Historias de resistencia y orgullo que alcanzan toda su dimensión en las últimas viñetas. Porque tras años de paz, en julio de 2006, la guerra volvió a asolar Beirut. Por entonces, la autora de este libro vivía en París y recuerda el miedo a perder a cualquiera de las personas que estaban en la capital del Líbano. Y escribe:

– “Me acuerdo de que mi madre me enviaba varios SMS al día para que yo estuviera tranquila” (aparecen dibujos con comidas, los libros que lee la familia u otras escenas consuetudinarias) “Pero sé que lo que vivieron está en todos los SMS que no me mandó”.

“Me acuerdo”, un precioso libro de viñetas que son el mejor testimonio de la intrahistoria de un conflicto armado, a través de los ojos inocentes de una niña y de los recuerdos que, como cicatrices, le quedaron marcados. Y que quiere compartir con sus afortunados lectores.

 

Un tebeo que me ha servido, por ejemplo, para hacerme recordar que me acuerdo de cuando estuve de viaje en Beirut, de sus calles coloristas y vivas, que aún conservaban el recuerdo de la muerte…

Me acuerdo de Lillian, Talía, Daniel y el resto de mis compañeros de viaje por Líbano.

Me acuerdo de la nieve sobre los cedros.

Me acuerdo de… ¡tantas y tantas cosas!

Y tú, ¿de qué te acuerdas?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

JUANJO GUARNIDO: NUESTRO HOMBRE EN PARÍS

En la columna de hoy de IDEAL hablamos de una de las grandes exposiciones del año en Granada…

 

El Gran Rash dejó un comentario en mi Blog, amenazándome de muerte si no iba a verla. Unos días después, estando en Marruecos, recibo una llamada. Era el visionario Colin Bertholet, recomendándome vivamente… que fuera a verla.

El caso es que hace un par de años ya la había visto, en la Semana Negra de Gijón. O creía haberla visto. Una gran exposición con los originales de Juanjo Guarnido para su premiada, alabada, exportada y memorable serie «Blacksad», protagonizada por un gato detective. Y es que la exposición que podemos disfrutar en el Crucero del Hospital Real, hasta el 3 de mayo, es más, mucho más que «Blacksad».

Por supuesto, están los mencionados originales. Pero, además, hay pósteres, carteles afiches, álbumes traducidos a los idiomas más inverosímiles, figuritas de plástico y escayola con las efigies de los protagonistas y originales de otros trabajos de Juanjo. Entre ellos, uno muy especial: una imagen de Salobreña que hizo cuando era crío y que, premiada en un concurso, fue publicada por IDEAL, como él mismo señala en la interesantísima entrevista que, en formato DVD, se puede disfrutar en uno de los extremos del espacio expositivo. (Y ya que hablamos de Tebeos, recordemos ESTE enlace, en que hablábamos de su cara más seria, amarga y comprometida)

Una entrevista de una media hora de duración en la que el artista granadino, radicado en París, desgrana los avatares de una carrera apasionante e interesantísima, como dibujante de tebeos o historietas (a él tampoco le gusta la denominación de «cómic») y como animador empleado por Disney. Una carrera portentosa que, alejado del ruido y la furia mediáticos, le han permitido participar en películas tan importantes como «Hércules», «Tarzán», «Atlantis» y «El libro de la selva II», dibujando a personajes como Hades, el padre de Tarzán, Helga o la mismísima Bagheera. Y da gusto escuchar declaraciones tan sencillas como sentidas. Por ejemplo, hablando de Helga, señala Guarnido que con ella hizo «algunos de los planos más chulillos de mi carrera».

Con total naturalidad, sin darle la más mínima importancia, Guarnido relata una carrera cinematográfica de la que muy pocas personas pueden presumir en este país. Y lo hace desde la humildad, reconociendo lo mucho que le sirvió su paso por la Facultad de Bellas Artes, aunque sus cuadros fueran infectos, según confiesa él mismo. Nada de despreciar la formación académica o de lanzar pullas a compañeros y/o rivales. Respeto y admiración. Y una defensa a ultranza del taller artesanal como fórmula de aprendizaje y creación, con el boca-oreja como sistema de transmisión de conocimientos. Y, por supuesto, loas y felicitaciones por lo que está consiguiendo en Granada la gente de Kandor.

Da gusto descubrir a artistas cuya obra es genial, reconocida, exitosa y, sobre todo, reacia a subirse a la cabeza de su autor. Que ya sabemos que a muchas estrellas, estrellonas y estrellitas, el sueño del éxito les produce monstruos ingobernables y terminan estrellados en un Paseo de la Fama tan marchita como efímera. E intrascendente.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

CONEJITOS SUICIDAS Y CABRONES

Vamos con otra de tebeos. Pinché el disco de Salif Keita y, al ritmo del «Tekeré», canción que sí había oído, pero que me fascina, empecé a leer un álbum naranja que, se devora en diez atropellados minutos. No más. Aunque después se vuelve al mismo, para paladear cada viñeta. Despacio.

 

El libro de los conejitos suicidas
El libro de los conejitos suicidas

«El libro de los conejitos suicidas», de Andy Riley es una pasada auténtica. La verdad es que Talía y yo ya alucinamos cuando Lillian nos enseñó dos o tres de las subversivas viñetas que lo componen. Unas auténticas animaladas, en todos los sentidos de la expresión. Y mira que el dibujo es básico y simple…

 En serio: ¡leánlo!

Pero la pregunta es, por supuesto, ¿resulta legítimo descojonarse a lo bestia de un tema tan teóricamente serio como es el suicidio?

 ¿Les hace gracia?

Porque, créanme, Riley es un salvaje que se inventa las formas más sofisticadas, cafres, dolorosas, imaginativas y crueles que existen para propiciar el suicidio de sus conejitos. Y, como en las mejores películas de terror, no puedes evitar mirar unas imágenes que, por un lado, hieren tu sensibilidad, pero por otro, te obligan a no despegar la vista de la imagen.

 ¡Hay que ser retorcido!

Y, además, te llevan a prorrumpir en carcajadas salvajes, políticamente incorrectas como ninguna.

 

¡Quién dijo miedo!
¡Quién dijo miedo!

Y no sé si está bien reírse de algo tan serio como la muerte y el suicidio, la verdad.

 Suicidarse es un arte

¿Qué opinan?

 

¡Ahhhhhh!
¡Ahhhhhh!
¡Diga usted que sí! Eso es arte
¡Diga usted que sí! Eso es arte
La decapitación que a Talía y a mí nos dejó patidifusos
La decapitación que a Talía y a mí nos dejó patidifusos

Jesús Lens, auténticamente acojenado.

EL ROSTRO MÁS AMARGO DEL CÓMIC

Dedicado a Rash,

mi camello tebeístico.

Y a Frankie,

el también padre de nuestra (literaria) criatura en ciernes

 

 

Hoy publicamos esta doble página en IDEAL. Créanme, impreso, luce muuuucho mejor. Si pueden, no duden en comprar el periódico.

 

Desde que, en 1992, la novela gráfica «Maus» fuese galardonada con el Premio Pulizter, es un lugar común defender la seriedad de los tebeos, como si el galardón concedido a Art Spiegelmal por su recreación del Holocausto judío le hubiese terminado de conferir al llamado Noveno Arte su auténtica carta de naturaleza como disciplina artística adulta y apta para mayores.

 

Sin embargo, una visita a los templos egipcios de Luxor o a los museos en que se conservan los códices mayas acredita que el arte secuencial viene acompañando al ser humano desde que el hombre es hombre. Antes que la palabra fue la imagen y, por eso, históricamente ha sido habitual que las comunidades contaran sus avatares a través de historias secuenciadas en imágenes.

 

De ahí que, por ejemplo, la reciente publicación en España por parte de Panini de «11-M: la novela gráfica», con guión de Antoni Guiral y Pepe Gálvez y dibujo de Joan Mundet, no sea sino un hito más en la historia milenaria de la humanidad, narrada a través de imágenes. El álbum, que cuenta con un prólogo de Pilar Manjón, recrea los atentados de 2004 en Madrid a la vez que trata de rendir homenaje a las víctimas de la infame masacre. El punto de partida de esta novela gráfica es la sentencia dictada por el Tribunal, queriendo huir sus autores de cualquier polémica acerca de unos atentados que aún siguen ocupando las portadas de algún periódico. Pero, además, sus autores quisieron aportar algo más que la mera traslación de la sentencia a imágenes, por lo que crean a tres personajes ficticios que sirven para dramatizar la obra.

 

En el origen de este álbum se encuentra otro de similares características que, en EE.UU., fue un sorprendente best seller de muy largo recorrido: «El informe 11-S», una novela gráfica de Sid Jacobson y Ernie Colón, que en España también fue publicado por Panini y en cuya portada reza la siguiente leyenda: «El 11 de septiembre de 2001 fue un día de asombro y dolor sin precedentes en la historia. ¿Cómo ocurrió? ¿Cómo evitar que se repita semejante tragedia? Los diez miembros de la comisión recibieron el mandato de hallar las respuestas y efectuar las recomendaciones pertinentes. El 22 de julio de 2004 hicieron público su informe…»

 

Un cómic que contó con el aval tanto del presidente como del vicepresidente de la Comisión del 11-S, quienes escribieron un sentido prólogo para el mismo, en que señalaban: «nos complace… elogiar a los magníficos autores de esta novela gráfica por su fidelidad a las conclusiones, las recomendaciones, el espíritu y el tono general del informe propiamente dicho. Esta adaptación transmite buena parte de la información contenida en dicho informe.»

 

Paradójicamente, el 11-S devolvió al premiado Art Spiegelman al mundo de los cómics. En la presentación de su monumental «Sin la sombra de las torres», publicado por Norma Editorial, señala lo siguiente: «aquella mañana prometí volver a dedicarme a tiempo completo a los cómics, a pesar de que éstos pueden suponer un trabajo tan intenso que uno ha de asumir que vivirá eternamente para poder hacerlos… Había pasado gran parte de la década anterior al cambio de milenio intentando evitar hacer cómics, pero durante un tiempo desde 2002 hasta septiembre de 2003 me consagré a lo que se convirtió en una serie de diez páginas de gran tamaño sobre el 11 de septiembre y sus repercusiones».

 

El resultado, una abigarrada consecución de imágenes caóticas y sólo aparentemente sin sentido, repletas de mensajes, explosiones, dudas e interrogantes. Y una leyenda, tan enigmática como cierta: «Justo después del 11-S, mientras que esperaban a que algún otro terrorista dejara caer cualquier cosa, muchos encontraron consuelo en la poesía. Otros lo hicieron en los cómics de periódicos antiguos.»

 

Es muy llamativa esta alusión a los tebeos como vía para exorcizar demonios y vencer miedos. Exactamente lo que hace Ari Folman en la película de animación «Vals con Bashir», posteriormente convertida en un interesante y clarividente cómic, editado por Salamandra.

 

La historia parte de los sueños y la amnesia de los integrantes de un batallón de israelíes que participaron en la guerra del Líbano de 1982. El protagonista tiene sueños extraños y, por la noche, se le vienen imágenes sueltas a la cabeza. Sabe que estuvo en aquella guerra, pero no recuerda nada del frente ni de las batallas. Hasta que comienza a hablar con algunos de los compañeros de su pelotón. Y, como si de un puzzle se tratara, las piezas empiezan a encajar, hasta llegar al dramático desenlace en que se cuenta la brutal masacre de Sabra y Chatila, un genocidio ejecutado contra los palestinos refugiados en Beirut por parte de las Falanges libanesas cristianas, ante la pasividad de las tropas israelíes.

 

La aparición de «Vals con Bashir» provocó una enorme polvareda, al remover turbios asuntos de un pasado sangriento en que estuvo directamente implicado Ariel Sharon. Y es que, sea por acción o sea por omisión, la corresponsabilidad de los crímenes de guerra puede tener alcances inusitados.

 

Otro de los frentes bélicos que mantiene abierto Israel, el conflicto con Palestina, fue tratado a través de las viñetas por Joe Sacco, periodista, guionista y dibujante nacido en Malta, pero que actualmente reside en EE.UU. «Palestina: en la franja de Gaza» es un diario de viajes en que se cuenta la primera intifada de los seguidores de Arafat contra los israelíes, vivida en primera persona por un Sacco que se pasó dos meses de comienzos de los años noventa en la zona, hablando con distintas personas y dejando testimonio de los anhelos, las frustraciones y los sufrimientos del pueblo palestino.    

 

En otro de los conflictos de Oriente Medio están basados los cuatro álbumes de «Persépolis», de la artista iraní Marjane Satrapi. Dibujada con un trazo deliberadamente naif, lo que hace contrastar la inocencia de las imágenes con la dureza de los contenidos, la novela gráfica de Satrapi cuenta la llegada al poder de Persia de los fieles al Ayatolah Jomeini y las contradicciones que la imposición de una teocracia supuso en una sociedad que abjuraba de la tiranía impuesta por el Sha, pero que se encontró con el involucionismo integrista de los barbudos. Y, de inmediato, la guerra contra el Irak de Saddam Hussein.

 

Y todo ello contemplado desde la óptica de una niña que se convierte en adolescente y, después, se marcha a estudiar a Austria. Una niña que no entiende nada de lo que ocurre en su país. No entiende las contradicciones de sus padres, progresistas, que se alegran por la caída del Sha, pero detestan el rumbo que la Revolución impone a unos ciudadanos que cada vez tienen menos derechos y que terminan convertidos en esclavos de un sistema teocrático en el que, desde entonces, Estado y Religión han caminado de la mano, como las recientes elecciones iraníes han vuelto a demostrar.

 

El mismo Joe Sacco ha tratado en viñetas, de forma amplia y prolija, otro de los conflictos bélicos más recientes: la guerra de los Balcanes. Tanto en «Gorazde: zona protegida» como en «El mediador», Sacco utiliza las mejores técnicas periodísticas para hacer un acercamiento lo más objetivo y riguroso posible a una de las guerras más salvajes y crueles del siglo XX.

 

En «Gorazde: zona protegida», el autor cuenta su experiencia en un pequeño pueblo de Bosnia en que residió durante el conflicto, a través de las conversaciones que mantuvo con sus habitantes. «El mediador», por su parte, subtitulado como «Una historia de Sarajevo», narra la vida de un ex-soldado que se dedica a guiar a los periodistas por la ciudad sitiada. A través de numerosos saltos en el tiempo, Sacco aprovecha para desgranar la historia de algunos de los más conocidos líderes de las milicias bosnias, demostrando que la línea que separa a los héroes de los canallas es muy liviana.     

 

Además de estos dos trabajos de carácter eminentemente periodístico, Sacco ha trabajado en otras historias que, reunidas en un tomo titulado «El final de la guerra», son más narrativas, incorporando elementos de ficción, humor negro y una ácida y corrosiva visión del ser humano, siempre con el conflicto de los Balcanes en el horizonte.

 

Y, para terminar, nos tenemos que hacer eco del anuncio de un sorprendente lanzamiento en formato de cómic, previsto para otoño: la versión en viñetas del Génesis bíblico, interpretado por el gran Robert Crumb y al que ha dedicado cuatro largos años de intenso trabajo. El legendario dibujante underground promete no dejar indiferente a nadie en una obra que ya se publicita con esta sugerente leyenda: «El primer libro de la Biblia, explícitamente dibujado. ¡No se ha dejado nada fuera!».

 

Efectivamente. Manteniéndose radicalmente fiel al material original, Crumb publica una historia repleta de incestos, asesinatos, adulterios y todos esos escabrosos detalles que han colaborado a que el Génesis sea una lectura apasionante para todos los públicos, y no sólo para los creyentes.

 

Como hemos podido ver, el mundo de los tebeos tiene una amplísima y generosa oferta de títulos que, a través del arte secuencial, nos hablan de algunos de los asuntos más serios y actuales que afectan a nuestro mundo. La combinación de imágenes impactantes y textos precisos hace que las viñetas se conviertan en un medio idóneo para contarnos, de forma muy visual, esas historias que nos interesan, nos conmueven y, en ocasiones, nos conmocionan.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.