BIENVENIDOS, MR. OBAMA & MR. BATMAN

Arden los Foros con las más malévolas interpretaciones a costa de esta viñeta de Ricardo, en El Mundo.

 

¿Se ha transmutado la España de ZP en un cruce entre el «Bienvenido Mr. Marshall» de Berlanga y las dotes orales de aquella Mónica de grato recuerdo?

 

Por cierto, que no es San Barack Hussein el único americano que viene a salvarnos de los terrores del siglo XXI.

 

Miren quién viene a proteger las góticas torres de la Sagrada Familia…

 

Directamente, desde Gotham City, tenemos a «Batman en Barcelona», con portada de Jim Lee y ejecución de Mark Waid y Diego Olmos.

 

¡USA al rescate!

 

Jesús Lens, admirador de los Superhéroes.

WATCHMEN. LA PELÍCULA

Han sido muchos, muchos años de angustiosa espera. Muchas dudas, inquietudes y zozobras. Porque, cuando se anuncia que uno de tus libros favoritos va a ser llevado al cine, te asaltan sentimientos contradictorios. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo?

 

Aún recuerdo, en aquel aula de Derecho, la estupefacción que nos asaltó a Jorge y a mí cuando leímos en el periódico (entonces no había Internet y de estas cosas también te enterabas por la prensa) que Tom Hanks iba a encarnar a nada menos que el Amo del Universo, Sherman McCoy, en la adaptación cinematográfica de «La hoguera de las vanidades», que filmaría Brian de Palma.

 

Entonces, Hanks todavía no había desembarcado en Normandía, no había corrido miles de kilómetros como Forrest Gump ni había desentrañado el Código Da Vinci. Era un melifluo e insignificante actorcillo, protagonista de comedias estúpidas y sin gracia. ¡Qué indignación! ¡Que enfado!… y qué falta de visión de futuro, la verdad.

 

Por eso, cada noticia sobre la adaptación cinematográfica de una de las piedras angulares de mi canon libresco, «Watchmen», era acogida con la misma carga de excitación y de temor reverencial. Han sido muchos nombres los barajados a lo largo de estos años para poner en imágenes esa obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons.

 

En su momento, la adaptación de otro tebeo de Moore, «V de vendetta», ya me dejó un excelente sabor de boca. Sí. Los tebeos, por densos y complejos que sean, se pueden adaptar bien al cine, cuando hay talento a la hora de escribir el guión y de situarse tras la cámara.

 

La controvertida, discutida y tan alabada como denostada «300», de Zack Snyder, nos hizo pensar, por fin, que esta vez sí. Que «Yes, he can». Porque el elegido para afrontar uno de los retos fílmicos más importantes de este arranque del siglo XXI fue el director de la adaptación al cine de la epopeya espartana de las Termópilas, dibujada por Frank Miller y Lynn Varley.

 

Y fueron llegando noticias. E imágenes. Y aquel primer trailer, espectacular, en Alta Definición. Y empezamos a soñar. Porque tenía muy buena pinta. Excelente. Y después, este segundo trailer. Y una fecha: 03.06.09. Que no era el 3 de junio, sino el 6 de marzo. O sea: ayer.

 

Nos juntamos una buena y variopinta tropa para ver «Watchmen». Unos hemos leído el tebeo. Varias veces. Y lo adoramos. Otros llegaban limpios de polvo y paja al cine. Tres horas después, tomando unas populosas y nutridas Alhambras Especiales en el bar del O2, el veredicto era (casi) unánime: ¡Sí!

 

¡»Watchmen» es, también, una grandiosa película!

 

No me atrevería a decir que es una obra maestra. O quizá sí. Cuando la vuelva a ver. Más tranquilamente. Es, por supuesto, la más fiel adaptación del tebeo que imaginarse pueda. Los personajes, la estética, el espíritu… todo está ahí, por mucho que Alan Moore, para variar, haya renegado de la adaptación cinematográfica.

 

Y no es una película fácil, que conste. A algunos les pareció algo indigesta la mística del Dr. Manhattan y hay quién considera que el culebrón sobre la paternidad de Espectro de Seda II era algo redundante. En algunos momentos puede bajar el ritmo y la parte de la Antártida puede llegar a hacerse algo larga.

 

Personalmente, nada de ello me pareció así. Todo encaja como un puzzle e incluso el protagonismo final de uno de los personajes más aparentemente inanes de la historia está perfectamente tomado del giro final, brutal e inesperado, del tebeo.

 

Así que, a la espera de vuestros comentarios y del necesario debate que espero se genere sobre una de las grandes películas del año, diré que de «Watchmen», como del cerdo, me gusta todo. Hasta sus andares. El cásting, perfecto. El diseño de producción, impecable. La presentación de la historia y de los personajes, a través de una canción mítica como el «The times they`re changing» de Bob Dylan, sensacional.

 

Y, por supuesto, Rorschach.

 

Me manda Frankie un mensaje:

 

«Qué grande es Rorschach…

 

BÚHO NOCTURNO: Deberías abrigarte más.

RORSCHACH: (Subiéndose el cuello de la chaqueta): Estoy bien así.

 

Como diría Enrique V. Vegas… «No se puede molar más»

 

Y tanto.

 

Terminamos con otra impagable frase de ese enjuto, duro e insobornable pelirrojo, cuando le meten en la cárcel y los presos amenazan con torturarle y matarle, por ser el justiciero que les enchironó en su día: «Todavía no os habéis enterado. Yo no estoy encerrado con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados conmigo».

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

¿Who watch the Watchmen?      

CARLOS GIMÉNEZ

Fue en mi primera Semana Negra. Le conocí en la caseta de Negra y Criminal, de la mano de Paco Camarasa. Entonces no había leído nada de él y me intenté justificar diciendo algo así como que a mí me gustaban más los libros que los tebeos.

 

  • – Es que los tebeos son libros – me dijo Giménez, dejándome mudo de vergüenza.

 

Reparen es que he dicho que esta salida de pata de banco la perpetré en mi primera Semana Negra. Es decir, que todavía estaba por desbastar, pulir y educar. Entonces aún creía en categorías, etiquetas, géneros y diferentes gradaciones literarias.

 

Vamos, que era un idiota.

 

Gracias al magisterio del Jefe Taibo, Justo Vasco, Cristina Macía y el resto de la manada negra, vi la luz y, desde entonces, lo único que distingo es entre buena y mala literatura, teniendo en cuenta que la buena es la que a mí me gusta, me divierte y me apasiona mientras que la mala es la que me aburre, me hastía y me cansa.

 

Años después de aquel desdichado encuentro, me hice con una edición muy especial de la más conocida obra de Carlos Giménez: «Todo Paracuellos» que, con prólogo de Juan Marsé, fue editado por Random House Mondadori.

 

Paracuellos.

 

Un nombre con resonancias.

 

Recuerdo que Gonzalo, colega de mi amigo Briones y un adicto a los tebeos, hablaba maravillas del Paracuellos.

 

Y no es para menos.

 

Aunque debo confesar que, a mitad del tercer álbum, tuve que interrumpir su lectura. Porque, por las noches, los niños del Auxilio Social creados por Giménez se me aparecían en sueños. Y no es ninguna exageración o recurso literario. Lo juro. Me pasaba las noches viviendo las aventuras de esos chavalitos pelones, con orejas de soplillo, ojos soñadores, pecas en la cara, tirillas por piernas bajo sus pantalones cortos.

 

¡Qué duro, todo lo que cuenta Paracuellos! Los sueños rotos, las decepciones, las lágrimas, las frustraciones y la violencia de unas vidas muy difíciles, en la España de los años 50. Vidas cotidianas de unos niños para los que un tebeo del Cachorro o una pelota de fútbol hecha con trapos eran tesoros de valor incalculable.

 

Y, después, los mayores. Los adolescentes que, en los Hogares del Auxilio Social imponían una férrea dictadura y, por supuesto, los maestros tiránicos, que aplicaban algunos castigos a los niños que ni el más rebuscado de los torturadores…

 

Pero todo ello contado con una ternura y con una capacidad de empatía por parte de Carlos Giménez que, como antes dije, conseguía encastrar a sus diminutos personajes en mis sueños.

 

Hace unas semanas se ha constituido una Plataforma para que a Carlos Giménez le sea concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes.

 

Por supuesto, me sumo a dicha iniciativa.

 

Y os invito a todos a que, a través del mail encuentros@semananegra.org hagáis lo mismo. Los niños de Paracuellos bien que se lo merecen.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.