Metro y grandes murales

Este fin de año me he escapado unos días a Valencia y apenas estoy viendo nada. En el sentido tradicional de ver: monumentos, entradas, colas… ustedes ya saben. Pero es que hace tan ‘buen’ tiempo y esta ciudad es tan prodigiosa que pide a gritos andarla, patearla, pasearla y caminarla como el perro callejero que soy.

Una visita sí tenía entre ceja y ceja: el mural de Paco Roca en una de las estaciones del Metro valenciano. Y tenía tal cacao de murales en la cabeza que, por no pararme a mirar en condiciones, tardamos más en dar con él que con la placa a Ángel Ganivet en Riga. Y es que mezclé el mural de la estación Amado Granell-Montolivet, que era el que buscaba, con otro que Roca hizo en Natzaret. Entre eso y que el personal del Metro no tenía muy claro qué es el mural, dimos más vueltas que un trompo. Pero mereció la pena. Y la alegría. El que nos hubiéramos pimplado una botella de vino con el arroz negro de la comida contribuyó a hacerlo más llevadero, también se lo digo.

Si ustedes han leído ‘Los surcos del azar’, la portentosa novela gráfica de Roca publicada por Astiberri, conocerán el trasfondo de la historia de ese mural. Un viaje en el tiempo que comienza bajando unas escaleras hacia el exilio provocado por la Guerra Civil y termina subiendo otras que nos llevan a la Europa unida y a la democracia. En el camino, la II Guerra Mundial y la liberación de París por La Nueve en la que se integró el homenajeado con la estación de Metro en que nos encontramos. Una obra de arte descomunal que justifica la visita por sí sola.

Como lo debe ser el mural de Natzaret referido, el que hay en la Facultad de Derecho y uno más en el Metro, pero de Madrid.

Es puro cómic, noveno arte tamaño XXL y dimensiones colosales que, en una estación, impresiona, anima y enriquece. Como decían los soviéticos sobre el Metro de Moscú, llevarle el arte a la gente y mostrárselo allá por donde transita diariamente.

En Francia también son muy de vestir los espacios públicos con cómic. A ver si en Granada alguien cae en que tenemos a algunos de los mejores dibujantes de cómic del mundo. Al mundo mundial, me refiero. Lo mismo se les podría encargar algún tipo de obra monumental que enriquezca el patrimonio artístico de la ciudad, conquistando a la gente joven de paso. ¿Se imaginan? Porque nuestro Sergio García, sin ir más lejos, le han encargado maravillas como ésta nada menos que en el Metro de París. (AQUÍ, toda la información).

¿Es o no es como para flipar?

Jesús Lens