OBAMA ¿EL PRESIDENTE DEL SIGLO XXI?

Obama aspira a ser el Presidente del siglo XXI. Hablamos de ello hace unas semanas, comentando el tema de la soledad del líder. De momento, ha cumplido con el primero de los requisitos: convertir su imagen en la de un tipo popular, cercano y afable. De hecho ¿no tenéis la sensación de que un día cualquiera pueden llamar a tu puerta y, al abrir, puedes darte de bruces con el Barck Hussein, con total naturalidad, armado con una pizza y unas birras, dispuesto a ver en la tele un partido de baloncesto contigo?

 

Sí.

 

Obama está llamado a ser el Presidente del siglo XXI. Y para saber cómo ha llegado aquí y cómo se ha labrado esa imagen tan cálida y asequible, no dejen de leer el ilustrativo artículo que José Manuel Navarro Llena publica hoy en IDEAL sobre el tema.

 

Y, sin embargo, si Obama quiere pasar a la historia, su gran reto no será tanto salvar al Capitalismo del colapso en que supuestamente se encuentra (ya se salvará solito, que buenas muestras de sus habilidades para la supervivencia ha dado a lo largo de la historia) cuanto resolver el conflicto de Oriente Medio, si tal es posible.

 

Se lo decía hoy a Jerónimo Páez, después de leer el lúcido, recomendable, valiente y comprometido artículo que publica hoy en El País. Si Obama quiere responder a las expectativas creadas en torno a su mesiánica figura, el reto lo tiene en Irán, Siria, Líbano, Palestina e Israel.

 

¿Estará a la altura?

 

El tiempo lo dirá.

 

Jesús Lens.

GRANADA: DESTINO IMPOSIBLE

Debutamos en la sección Puerta Real, de IDEAL. Año nuevo, etapa nueva. Espero que las columnas del sigan gustando e interesando.

 

Lo malo no es, a la vuelta de un lejano viaje a Damasco y Beirut, tener que coger dos aviones y hacer escala en el aeropuerto de Estambul. Lo realmente ingrato es, una vez aterrizado en Barajas, tener que bajar hasta Granada, apenas quinientos kilómetros que uno, la verdad, no sabe cómo afrontar.

 

La primera intención es, por supuesto, coger un avión. Pero las tarifas y los precios de Iberia no es que animen a ello, precisamente. Máxime porque bien sabemos que una de las costumbres más arraigadas de dicha compañía, como si de una perpetua broma pesada se tratara, es suspender sistemáticamente los vuelos entre Madrid y Granada. O diferirlos. O hacerlos bien sufridos, llevando al pasaje hasta Málaga para luego traerlo en autobús, después de una espera infamante.

 

Resulta llamativo que, al final, sea mucho más largo el pomposo nombre de «Aeropuerto Internacional Federico García Lorca de Granada y Jaén» que la lista de vuelos que operan con la capital nazarí, tras la cancelación de las conexiones británicas, parisinas e italianas que se vendieron a bombo y platillo.

 

Descartado el avión, pues, nos quedaría el tren. El tren de toda la vida, claro, que el AVE no vuela hasta Granada. El problema del tren es doble: el trayecto dura muchas horas y RENFE adolece de una escasísima frecuencia horaria, con lo que difícilmente te arriesgas a que un retraso de los habituales en Barajas te deje tirado en Madrid, cansado y ojeroso, al regresar de un viaje por tierras lejanas.

 

Y queda, por fin, el socorrido autobús. La Alsina, vendida primero a Alsa, que luego fue Continental y ahora pertenece a una multinacional británica. Lo bueno del bus es que es relativamente barato y los hay casi a todas las horas del día. Hay que pasar, eso sí, por esa auténtica Corte de los Milagros que es la Estación Sur de Autobuses, donde he llegado a ver a un sujeto tumbado, inconsciente, en su puerta y a los transeúntes pasando por encima de su cuerpo tendido, sin concederle la más mínima importancia.

 

El pasado lunes, pues, cogí el autobús para bajar a Granada, tras volver de Damasco. Y me encontré con una desagradable sorpresa que nos retrotrae al abismo de los tiempos: resulta que los dueños de la franquicia transportista, por aquello del ahorro de costes, no pagan la licencia preceptiva para proyectar películas en el autobús, con lo que los pasajeros nos vimos obligados a soportar, durante más de cinco horas, la Cadena Dial y el Canal Fiesta Radio.

 

¿Qué pecado hemos cometido, los granadinos, para tener que escuchar seis o siete veces al Melendi en una misma tarde? En serio, bien entrado el siglo XXI ¿puede alguien explicar por qué sigue estando Granada situada, exacta y literalmente, en el culo del mundo?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

EL ACENTO ANDALÚ Y LA PIJA DE LA MUERTE

Hace unos años tuve que hablar en público en la capital del reino. No sé exactamente la razón, pero aquel día me dio por intentar pronunciar «mejor» de lo habitual e intentar cerrar palabras como «bocado» o «apelmazado».

 

Hasta que me di cuenta de que, de tan amilanado y acomplejado, iba a acabar diciendo «bacalado con Cola Cado» y, por tanto, haciendo un ridículo espantoso. Así que decidí relajarme y, en vez de utilizar un remedo de castellano con falsete, volví a mi granaíno natural. Paradójicamente sentí que el auditorio empezaba a prestarme más atención. Sin risitas ni nada por el estilo. Sencillamente, la espontaneidad conectaba con la gente.

 

Por eso, la supuesta gracia de la señora Nebrera, diputada autonómica catalana del PP, acerca del habla andaluza, me ha parecido bochornosa. ¿La han escuchado? Pinchen, escuchen… y lloren.

 

A la señora, no es que se le vaya la pinza un momento o que suelte un exabrupto extemporáneo. No. Intentando hacer mofa de la ministra Álvarez, lo que hace es menospreciar, insultar y vejar no ya a los andaluces, sino a cualquiera que tenga un acento regional más o menos marcado.

 

A mí, más allá de llamar «cosa» a la Ministra o de tildarla de «chiste», lo que me indigna es la parte en que dice que llama a Córdoba por teléfono y no entiende a su interlocutor. No sé. Tengo que preguntarles a mi amiga Marta y a mi amigo Paco si, cuando me llaman desde la ciudad condal, les cuesta entenderme. Por lo que nos reímos y las muchas cosas que nos contamos, yo creo que no. Pero nunca se sabe.

 

Ahora sería muy fácil entrar en el tema del catalán y lo difícil que es entenderlo para los andaluz-parlantes, pero desviaríamos la atención de lo que no es sino una mamarrachada propia de una señoritinga con delirios y pretensiones, una especie de Señorita Escarlata, pija de la muerte. Una redicha que, con su salida de tono, flaco favor le hace a Javier Arenas, perenne candidato a presidir la Junta de Andalucía pero que, con compañeras de viaje como la Nebrera, pasará a la historia como el auténtico protagonista de «Lo que el viento se llevó», versión andalusí.

 

Sé que a los andaluces, en general, les habrá tocado las narices lo de la chistosa, que no hace sino abundar en el despropósito a través de su Blog personal. ¿Qué opináis? ¿Qué os parece, andaluces y no andaluces? ¿Y qué pensáis los hermanos de allende el Oceáno? Porque mira que los cubanos, argentinos y mexicanos también habláis rarito, colegas 😉

 

¿Qué os parece la humorada de la Montse?

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

LÍBANO

Ayer anticipábamos este fin de semana que vamos a dedicar al Líbano con una foto muy sencilla. Las de hoy, ilustrando la columna de IDEAL, no lo son tanto, por desgracia. Mañana sí tocamos una cara más amable del Líbano. Por cierto, ¿han comprado la edición impresa del periódico? ¿Han reparado en un importante detalle?

 

Lo escuché mientras me lavaba los dientes, en el boletín radiofónico de la mañana: «Líbano lanza tres misiles contra Israel». Y me dio un escalofrío. Porque sólo hacía tres días que había regresado de mi viaje por aquellas tierras mediterráneas. Después, a lo largo de la mañana, las webs de los periódicos abundaban en ello: «Israel responde al ataque con misiles lanzado desde Líbano.»

 

Cuando decidí pasar las Navidades en el Oriente Próximo, nada hacía pensar que se iba a producir una escalada bélica como ésta, aunque la verdad sea dicha, Oriente Próximo, violencia y odio cerval parecen ser sinónimos desde tiempos inmemoriales.

 

Las sensaciones vividas a lo largo de estas dos semanas han sido extremas. Por un lado, la magia de una ciudad milenaria como Damasco, cargada de historia y una belleza todavía suspendida en el tiempo. Después, la singular orografía libanesa, el súbito tránsito de los bosques de cedros cubiertos por la nieve a la paz de un Mediterráneo en calma. La quietud de las majestuosas ruinas romanas de Baalbek y los paseos por los zocos medievales de ciudades como Tiro y Sidón. Y la radical modernidad más chic y cool de una Beirut vibrante, divertida e hiperactiva.

 

Pero, por la noche, en la seguridad del hotel, poníamos la televisión y sus imágenes nos ponían los pelos de punta. Porque si, en general, los informativos occidentales suelen mostrar a los árabes furibundos, clamando venganza y poco menos que echando espumarajos por la boca, los noticieros del país mostraban los cadáveres de los niños palestinos, muertos por los misiles israelíes.

 

Y, por la mañana, te levantabas y salías de nuevo a hacer turismo por las tierras que vieron nacer la historia de la humanidad, tal y como la conocemos, de una belleza sin igual, pero tristemente situadas en un lugar muy próximo al centro del infierno.

 

Esquizofrenia viajera (así lo contamos en su día, desde Damasco), como la que nos asaltó cuando arribamos a la ciudad de Trípoli y subimos al famoso castillo de Saint Giles, construido durante las Cruzadas, y nos lo encontramos literalmente tomado por el ejército libanés. No es que hubiera unos cuantos militares por allá. Es que el ejército parecía haber instalado en el mismo su cuartel general. En la puerta, tres tanquetas perfectamente equipadas con sus ametralladoras y, circulando por el interior del castillo, decenas de soldados impecablemente pertrechados, con sus chalecos antibalas, sus cascos y, por supuesto, sus armas reglamentarias.

 

Aunque no decían nada, nos miraban extrañados, ataviados con nuestros vaqueros y forros polares, armados de nuestras diminutas cámaras digitales. Y, entonces, surgía la famosa pregunta que, en algún momento, se hace todo viajero y que fuera inmortalizada por Bruce Chatwin: «¿qué hago yo aquí?» Y, la verdad, de vuelta en casa, horrorizado antes las noticias que nos llegan de Oriente Próximo, todavía no he terminado de encontrar una respuesta.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

OTRA GRANADA

La primera columna del año, en IDEAL. A ver qué les parece.

 

Kandor Graphics. ¿Les suena? ¿Y Almed? Quizá no. Pero si hablamos de una película como «El lince perdido», que ojalá esté batiendo récords de taquilla, y de un libro titulado «Los sueños de mi padre», autobiografía de Barack Obama, seguramente sí sea más fácil ubicarnos. ¿Y qué tiene que ver Obama con el lince de Banderas? Pues que ambos proyectos, uno editorial y el otro cinematográfico, están radicados en Granada. Y que ambos tienen proyección internacional, habiendo encontrado eco y cobertura en los medios de comunicación de todo el país.

 

Dejando aparte la cuestión turística y monumental, no es fácil que nuestra tierra suene más allá de nuestras fronteras. Salvo por noticias chuscas o desastrosas, quiero decir, que todo es posible en Granada. Por eso es muy de destacar la labor que, entre lo cultural y lo empresarial, desarrollan personas como Jerónimo Páez, predicadores con el ejemplo, que hacen cosas y van más allá de las meras proclamas, filípicas o declaraciones de intenciones.

 

La editorial Almed es modélica, habiendo publicado libros exquisitos y de una factura formal admirable. Si pasan por una librería, deléitense pasando los dedos por las hermosas ediciones de los títulos dedicados a la historia de Constantinopla, Florencia o de esas tres puertas del Mediterráneo que cuenta Daniel Rondeau. Pero, además, tenemos la suerte de poder disfrutar de libros necesarios y esenciales para comprender el mundo de hoy, de «Los Vulcanos. El gabinete de guerra de Bush» a la referida autobiografía de Obama o los interesantísimos «Marruecos en transición» o «Islam y libertad».

 

Como envidiable es lo que han hecho Manuel Sicilia y Raúl García con «El lince perdido», nominada a los Goya como «Mejor película de animación» y producida por Kandor Graphics, una empresa a caballo entre Granada y Los Ángeles con un currículum envidiable, un portfolio que quita el hipo y una lista de clientes que acredita a los Kandor como unos auténticos cracks: formados en Pixar, han puesto su talento al servicio de ideas y propuestas que, basadas en nuestro imaginario más cercano, están llamadas a trascender fronteras.

 

Qué alegría comprobar que tenemos en Granada a personas que, interesadas por la cultura, están fuera de las vendettas de los vates locales, habiendo sido capaces de poner en marcha proyectos empresariales que apuestan por una radical independencia de contenidos, logrando éxito y reconocimiento más allá de los asfixiantes límites de nuestro entorno.

 

Ejemplos de que otra Granada es posible. Una Granada que, sin titubeos, pelea con las grandes multinacionales de la edición y la producción cinematográfica, poniendo el talento de personalidades de todo el mundo al servicio de proyectos empresariales de aspiración global, pero con inequívoco acento local. Una Granada globalizada, moderna, sin complejos, con las miras fijadas en los cuatro puntos cardinales del planeta.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.