GRANÁFRICA

A ver qué les parece la columna de hoy de IDEAL, que toma un distanciamiento con la actualidad… ¿o no?

 

En la presentación del libro «Tombuctú. El reino de los renegados andaluces», Antonio Claret se refirió a la abismal separación que suponen los catorce kilómetros del Estrecho de Gibraltar. Una insalvable brecha no sólo económica, sino también social y cultural, de forma que lo que ocurre al otro lado del Mediterráneo, a los europeos, nos interesa poco o más bien nada.

 

Pero esto no siempre fue así. Como el libro de Antonio Llaguno se encarga de demostrar, hubo un tiempo en que la relación de España con Marruecos y los reinos del sur del Sahara fue fluida y abundante. Sobre todo, por razones geográficas, los andaluces jugaron un papel determinante en tierras africanas: «A pesar de las vicisitudes por las que pasó, la estructura política-administrativa creada por los hispano-marroquíes en la curva del Níger en 1591 pervivió casi dos siglos y medio y significó, entre otras cosas, la presencia duradera de las dos riberas del Mediterráneo en ese rincón del África Negra.»

 

«Tombuctú. El reino de los renegados andaluces» cuenta la historia de un almeriense, Yuder Pachá, que protagonizó una apasionante aventura en el corazón del continente negro, conquistando todo un Imperio. Y el mismo Antonio Llaguno publicó en la editorial Almuzara otro libro con una temática parecida: «La conquista de Tombuctú». Libros hermosamente editados, con el mimo y el cariño del trabajo artesanal bien hecho.

 

No es casual que, al frente de Almuzara, se encuentre Manuel Pimentel, una de esas personalidades arrolladoras que no tienen empacho en presentar su dimisión como Ministro de Trabajo cuando no le gusta lo que ve, para lanzarse a una de las aventuras más osadas que pueda haber: convertirse en editor independiente y, en muy poco tiempo, levantar una de las editoriales más señeras, activas e interesantes de nuestro país.

 

Una editorial que publica libros de éxito, como «Entre limones» de Chris Stewart, pero que también está haciendo un ímprobo esfuerzo por recuperar la memoria histórica de la presencia andaluza en África, siempre ensombrecida por la especial vinculación de nuestro país con el continente americano. El propio Pimentel ya escribió «Los otros españoles. Los manuscritos de Tombuctú: andalusíes en el Níger», a cuatro manos, con el maliense Ismael Diadie Haidara y ahora acaba de publicar una apasionante novela, «El arquitecto de Tombuctú», en que cuenta la intensa vida de un granadino universal: el poeta, arquitecto y viajero Es Saheli.

 

Además, la editorial granadina Almed va a recopilar próximamente todo el ciclo africano del novelista Manuel Villar Raso, auténtico precursor de esta recuperación del legado andaluz en África con la lejana publicación de un libro capital: «Las Españas perdidas».  

 

A través de esta encomiable labor, escritores, investigadores y editores están contribuyendo a acortar la brecha cultural que nos separa de un África que, de forma incomprensible y paradójica, estaba mucho más cerca de nosotros cuando los viajes se hacían en camello y duraban varias semanas.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

SETEM

La columna de hoy viernes de IDEAL. ¿Otro mundo en posible?

«Eso se lo dirás a todos», piensa Manuel cuando le comento que, de todas las charlas que doy a lo largo del año con relación al crédito social, los Montes de Piedad y el microcrédito; la que me invitan a impartir en SETEM es la más agradable, interesante y encantadora de todas. Con diferencia.

 

Y lo es porque, haciendo un tremendo frío en el aula del Paseo de los Basilios, pocos ambientes más cálidos se pueden encontrar para un ilustrativo y creativo intercambio de ideas y opiniones: un público de unas treinta personas que escuchan la charla atenta y pacientemente, pero que después la cuestionan. Y preguntan, apostillan, critican y comentan, incluso cuando ya hace rato que deberían estar tomando café. Y todo ello, un sábado por la mañana.

 

El marco en que se desarrollan estas charlas es el de los ciclos de Educación para el Desarrollo que, desde hace quince años, viene organizando SETEM, «una Federación de ONGs de solidaridad internacional que centra su trabajo en concienciar a nuestra sociedad de las desigualdades Norte-Sur, denunciar sus causas y promover transformaciones sociales, personales y colectivas, para conseguir un mundo más justo y solidario».

 

Y, sinceramente, no se pueden hacer idea de lo reconfortante que resulta ver que, durante cerca de quince semanas, un grupo de personas invierten las mañanas y las tardes de los sábados en estudiar, aprender y formarse… con el fin de ayudar a los demás.

 

Rocío, una de las participantes en el ciclo formativo, me decía lo siguiente: «soy una persona que necesita sentirse útil, pero sentirme útil de verdad. Me encanta la idea de colaborar, de comprometerme, de aprender con los demás; me gusta hacer cosas que, en la medida de mis posibilidades, sirvan a alguien o para algo que no sea mi propio beneficio. Aunque tú también te beneficias… pero de eso te das cuenta después.» Y lo dice con la humildad y el convencimiento de una envidiable juventud, cargada de optimismo y confianza en el futuro.

 

Hace tiempo leí una de esas frases lapidarias que, con muy pocas palabras, tanto dicen: «O formas parte de la solución, o formas parte del problema. Si no, formas parte del paisaje.» Rocío y sus compañeros no se resignan a ser aquellos veintegenarios que cantaba Albert Pla: Jóvenes pero ancianos / ya nacimos cansados / pasa el tiempo despacio / somos veintegenarios…  aquí nos quedaremos / no moveremos ni un dedo / pasaremos de tó de tó…

 

Rocío y sus compañeros trabajan, luchan y se esfuerzan por ser parte de la solución. Y para ello utilizan uno de nuestros tesoros más preciados: el tiempo. Da gusto comprobar cómo, en estos tiempos de pereza y abulia generalizadas, hay personas empeñadas en desmentir tópicos y lugares comunes. Personas convencidas de que otro mundo es posible, pero que, para alcanzarlo, no basta con proclamas, buenos deseos y mejores intenciones.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

CARTA DEL BANCO

Entrada dedicada a todos mis compañeros

de las sucursales de CajaGRANADA.

Ellos son quienes dan la cara y tienen que decir

un duro: «No. We can´t.»

 

 

Llámenme corporativista, vendido al capital y todo lo que quieran. Pero esta carta que hoy transcribe Ignacio Camacho en el periódico ABC dice, muy a las claras, lo que pasa con los créditos y los bancos. Sin desperdicio. Y para contextualizar, muy interesantes estas notas de El País: El misterio del crédito que no aparece.

 

Léanla y lo hablamos.

 

«ESTIMADO señor, trabajo en banca desde hace dieciocho años, y actualmente soy director de sucursal en un pueblo de Andalucía. Le escribo desde la inquietud que me han provocado las palabras del ministro Sebastián y otros dirigentes socialistas, que acaso no sean conscientes de hasta qué punto nos han puesto a los trabajadores de este sector en la picota. El Gobierno nos ha identificado como los malos de la película de la crisis, porque somos nosotros los que damos la cara ante la gente. Yo no sé quién tiene la culpa del aumento del paro, o quizá sí lo sepa, pero es muy fuerte que nos la echen a nosotros para sacudirse las responsabilidades políticas».

 

«Mire, yo no estoy aquí para dar esperanzas, sino para dar dinero… a quien lo pueda devolver. En el último trimestre del año, en mi oficina la demanda de crédito se ha reducido en un ochenta por cien. Y el veinte por ciento restante es prácticamente inatendible, porque en la mayoría de los casos se trata de personas con préstamos pendientes que solicitan otro para pagar los que ya deben. Los que tienen trabajo estable no se quieren endeudar, y los comercios y pequeñas empresas zozobran en su cartera de clientes, llenas de impagados.

 

Este pueblo venía tirando razonablemente bien gracias a la construcción, pero ahora se ha triplicado el desempleo y la gente está angustiada por sus deudas. Yo no puedo darle un crédito a un parado o a un eventual que me lo pide para hacer frente a las cuotas pendientes de la hipoteca y del coche. Le podría contar que hasta ha venido alguna persona ofreciéndome como aval… ¡el subsidio de paro de él y de toda su familia!»

 

«La situación se ha vuelto angustiosa. Para un bancario denegar un préstamo es como para un médico anunciar una enfermedad grave, el peor trago profesional, con la diferencia de que el enfermo no te echa la culpa de que no puedas curarlo. Sabes que detrás de cada petición hay un drama, pero tienes que decir que no porque los impagos son cada vez mayores. Es cierto que antes éramos los propios bancos los que dábamos facilidades, pero no somos nosotros los que hemos frenado la economía, sino la economía la que nos ha frenado a nosotros.

 

Probablemente yo ni siquiera voy a cubrir la expectativa de resultados que me pide la entidad. Pero ahora resulta que yo tengo la culpa de que crezca el paro. No se puede imaginar cómo nos miran ya nuestros vecinos. Un día va a pasar algo, y entonces espero que alguien le pida cuentas a los que nos han arrojado a los leones».

 

«Si publica esta carta, arregle usted la sintaxis, yo soy más hombre de números que de letras. Y le aseguro que si los números no cuadran no es por nuestra culpa…»

NÚMEROS UNO

Dejamos la columna de hoy de IDEAL, en clave turística, ahora que comienza el año y ha terminado ese FITUR…

Más difícil que llegar a ser el Número Uno en cualquier disciplina es mantenerse ahí arriba, de forma continua, mes a mes, un año detrás de otro. ¡Que se lo digan a Federer, ese suizo tan elegante, peinado, aseado y aparentemente inalterable, que vivió en lo alto del top ten del tenis mundial durante años, hasta que llegó el ciclón Nadal para arrancarle sus lágrimas de campeón, el pasado domingo, en Australia!

 

Viendo la foto de Rafa con el trofeo y, en segundo plano, a Roger llorando a lágrima viva, me acordaba de Granada, FITUR y de las magnitudes económicas derivadas de un sector turístico en que, hoy por hoy, seguimos siendo los reyes. Pero a la baja.

Está claro que la Alhambra es el motor de desarrollo de un turismo cultural que atrae a millones de visitantes a nuestra ciudad, que Sierra Nevada es un paraíso para los amantes de los deportes de invierno y que la magia de un nombre, Granada, sigue siendo suficiente para conseguir que vengan personas de todo el mundo.

 

Pero ni podemos, ni debemos relajarnos. Hay proyectos tangibles, como la ampliación del Parque de las Ciencias o la construcción del Centro Cultural CajaGRANADA y Museo de la Memoria de Andalucía que están contribuyendo a ampliar nuestra oferta cultural y de ocio hacia zonas distintas de la ciudad, de forma que, por primera vez, los turistas podrán pasar un fin de semana en la capital sin necesidad de cruzar la hipotética frontera del río Genil que da paso al centro histórico de la misma.

 

Y, sin embargo, hay otros muchos aspectos en los que no hemos avanzado ni un ápice. Un dato: en Madrid se vendieron a lo largo de 2008 más entradas para el teatro que para el fútbol. ¿Piensa alguien que la programación de nuestros teatros -o el tirón de nuestros equipos deportivos, excepción hecha del CeBé- es susceptible de atraer a un solo visitante de fuera?

Por unos meses, los vuelos baratos parecieron ser la panacea de un nuevo e incipiente turismo: el de los viajeros ilustrados e independientes que aspiran a disfrutar de un novísimo Turismo de las Sensaciones y que prefieren la autenticidad del Albayzín en una tarde de miércoles o una visita temática y especializada a la Alhambra más desconocida que el bullicio de los grupos organizados del fin de semana.

Pero pronto despertamos del sueño para darnos de bruces con la realidad de los acuerdos congelados y las conexiones aéreas suspendidas. Y, aunque ahora ciframos las expectativas del sector en la celebración del Milenario de la ciudad, no deberíamos dormirnos en los laureles si no queremos terminar llorando como Federer, rememorando laureles pasados y viéndonos sobrepasados por la pujanza, el empuje y el músculo de destinos como Bilbao, Madrid, Barcelona o Valencia, auténticos torbellinos que han sabido aprovechar las infraestructuras culturales para revolucionar la vida ciudadana en su integridad.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

RETROBACK COMO SÍNTOMA

La columna de hoy de IDEAL que, más que polémica, espero encuentre buena acogida y genere complicidad.

 

«Otra vez mirando atrás y haciendo ejercicios de nostalgia». Reconozco que ésa fue mi primera reacción cuando me enteré de que Granada iba a contar con un nuevo festival de cine, llamado Retroback, para que no cupiesen dudas. (hace dos días hablabamos también en IDEAL del Festival: «Mitomanía contra la crisis»)

 

Como ciudadano de una Granada que parece aquejada de vértigos, angustias y mareos cada vez que se percata de que hemos entrado en el siglo XXI, me hubiera gustado tener un Festival de Cine Independiente al estilo Sundance, o algo parecido al ArtFutura, para variar. Pero como cinéfilo compulsivo, inmediatamente refrené estos pensamientos. A fin de cuentas, la posibilidad de ver en pantalla grande clásicos inmemoriales de la historia del cine era de lo más apetecible y sugerente.

 

Y llegó el final de la cuesta de enero y, con ella, Retroback. Poco a poco, la ciudad se fue vistiendo de cine. Partiendo de un ajustado presupuesto y a base de detalles tan sencillos como una alfombra roja, un hermoso vestido o un puñado de carteles de gran tamaño, estratégicamente situados por el centro de Granada, la expectación fue creciendo.

 

Las salas de cine abrieron sus puertas y los espectadores… hemos respondido en masa, demostrando que hay criterio y que, cuando nos ofrecen un producto de calidad, bien envuelto y bien servido, no dudamos en consumirlo con pasión. Siempre me ha parecido increíble e inaudito que en una ciudad universitaria y supuestamente culta como ésta no hubiese una sala de cine digna que programara VO o un tipo de cine distinto al habitual. Sí. Estaba el Aliatar. Por eso recalco lo de «digna».

 

El pasado lunes, lloviendo, proyectada en su francés original, una película como «El quimérico inquilino» consiguió abarrotar una sala mediana del Cinema 2000 de Neptuno. Y para ver «Desayuno con diamantes» se ha agotado el billetaje y ha sido necesario programar un pase suplementario y de urgencia, dada la enorme cantidad de peticiones de entradas que había.

 

¿No debería hacernos reflexionar todo esto? Sea mirando hacia atrás, como hace «Retroback», sea mirando hacia la periferia, como hace «Cines del Sur», lo evidente es que, en el supuesto paraíso cultural granadino, ver otro tipo de cine durante todo el año, proyectado de forma regular y en buenas condiciones, debería ser posible. Y hasta exigible.

 

El ejemplo de otra película francesa, «Bienvenidos al Norte», también resulta bien ilustrativo de que, fuera de modas, tendencias o marketing, cuando un producto es bueno, triunfa. Se trata de una película de una sencillez apabullante, que cuenta una historia atemporal, pero tan bien filmada e interpretada que provoca  numerosas carcajadas. Aún basando su humor en algo tan supuestamente localista como el acento de los habitantes de una remota zona de Francia, la película está cosechando éxito y parabienes en todo el mundo. Lo pequeño, lo distinto y lo diferente, cuando se hace con pasión y con talento, tiene alcance universal. Y en Granada ¡queremos verlo!

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.