Sur-realismo

Vamos a despedir el año con el artículo que publico hoy en IDEAL. El 31 de diciembre es un buen día para reflexionar sobre este Sur-realismo tan peculiar en el que vivimos, ¿no te parece?

Sé que no tenemos la exclusividad. ¡Ni la queremos! Pero ahora que estamos en el tránsito interanual, me ha dado por recopilar ciertas realidades de este sur en que vivimos que, por decirlo suavemente, resultan ser de lo más surrealistas.

 Surrealismo

Por ejemplo, esos presuntos cursos de formación de un sindicato que, en realidad, versaban sobre el noble arte de pelar langostinos. Que no es nada fácil hacerlo con la rapidez y la destreza suficientes como para que no se te quede cara de panoli viendo a tu compañero de parranda zamparse tres piezas -¡y chupándoles la cabeza!- mientras tú te peleas por pelar solo uno, con una cierta dignidad. Y gracia.

Lo que me lleva a los autos que emite, habitualmente de madrugada, la jueza del maletín rodante, cuyo estilismo ya marca tendencia. Esos autos en los que destaca, con luz propia, la figura del preboste de la Junta que despachaba indemnizaciones millonarias en los bares, tumbando gin-tónics mientras su compañero-chófer, presuntamente, iba a pillar unos pollos que le permitieran al abnegado funcionario seguir rindiendo subvenciones, mañana, tarde y noche, sin bajar la intensidad.

 Surrealismo ciudad

Y como ahora parece que los máximos responsables de la patronal andaluza también van a ser imputados por un quítame allá unas turbias promociones inmobiliarias; es posible que de aquí un tiempo sea en el trullo donde más se hable de esa concertación social andaluza que ahora mismo está en punto muerto. ¡La que se les viene encima a los funcionarios de prisiones! Máxime si coinciden, en el espacio y en el tiempo, otros conocidos personajes de la farándula futbolero-taurina cuya libertad empieza a depender de ese postrer recurso conocido como indulto, el más injusto de todos.

En materia de infraestructuras, además de la inefable e interminable autovía, tenemos una surrealista presa que, además de haber costado un potosí y de necesitar reparaciones urgentes; no ha servido para regar ni una hectárea de terreno cultivable por determinados errores estructurales de complejísima solución. Además, tenemos atascado desde hace lustros un Centro Lorca cuya mera apertura podría poner a miles de turistas (más) en camino hacia Granada. Eso sí, lo de llegar a nuestra tierra… complicado. Por mar, se encuentran con un Puerto aislado. Por tierra, sin AVE. Y por aire, lo más probable es que los viajeros terminen en Málaga.

 Surrealismo barcos

Porque igual que hay ciudades con aeropuertos de reciente construcción en los que aún no ha aterrizado ni un vuelo comercial, nosotros nos hemos empeñado en despojar de aviones un aeropuerto con más de cuarenta años de antigüedad. Y eso que somos una ciudad turística por excelencia. Y una potencia cultural. Y universitaria. En la que no hay ni una sala de cine convencional que proyecte cine de autor en versión original y cuyo Parque Tecnológico no tiene habilitadas las canalizaciones para aguas residuales ni permite que opere una empresa porque no hay suficiente potencia eléctrica. ¡Puro Sur-realismo!

Jesús Lens

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¿Y tú quién eres?

Hoy, en IDEAL, uno de esos artículos que surgen cuando te paras y echas la vista atrás. O adelante…

Todo empieza cuando te encuentras hablando de determinados programas de televisión que viste, casualmente, mientras hacías zapping. O cuando te descubres estando de acuerdo con ciertos columnistas de opinión a los que antes jamás habrías leído y con las opiniones de algunos contertulios de radio a los que ni siquiera sabes desde cuándo escuchas.

 Y tu quien eres

La sintomatología crece cuando de tu boca brotan las prestaciones de ese BMW cuya compra no pudiste evitar, dada la oferta que te hicieron en el concesionario, merced a la mediación de un compañero de trabajo. ¡Y mira que tú buscabas una moto! Pero ocasiones como ésa son únicas… Por cierto, ¿no fue el mismo compañero que te animó a vender el piso de la ciudad y a dejar el barrio para irte a la urbanización de las afueras, mucho más tranquila y recogida?

Esa noche estás con los amigos, cenando en ese restaurante de grandes platos cuadrados del que todo el mundo habla. Que tú hubieras preferido la taberna de toda la vida, pero que Margarita consiguió una mesa en el reservado. Solo para vosotros. Los amigos. Los de verdad. Con los que te fuiste a aquel resort del Caribe en vacaciones, aunque el cuerpo te pedía irte de mochilero a Nueva Zelanda…

 Y tu quién eres

Esos amigos con los que comentas lo del colegio privado para el pequeño Jorgito. Y la posibilidad de mandar a Ana a la Pontificia. No porque tú seas religioso ni comulgues con determinadas confesiones sino porque los mejores expedientes y las mejores oportunidades surgen de esos centros. Y, ya se sabe, con la educación de los hijos ni se juega, ni se especula ni, mucho menos, se escatima. Y más, en los tiempos del PISA…

Como con la salud. Que no están las cosas como para hacer tonterías con algo tan importante como la salud. Que siempre has sido un gran defensor de la sanidad pública, pero que para ciertas cosas es mejor estar cubierto por un seguro privado. ¡Dónde va a parar, la atención, en según qué consultas y para según qué especialidades! Eso sí: para las cosas realmente graves (toquemos madera), no hay que desdeñar, de momento, a los profesionales y los recursos de la Seguridad Social. De momento…

 Y tú quien eres fonendo

A la hora de pagar, Andrés se hace cargo de la cuenta. De la factura, más bien, que la puede desgravar. Los demás le dais el dinero en efectivo. Doscientos euros por barba, redondeando, que Andrés es muy detalloso y siempre paga las copas en el Club.

Esa misma noche, cansado y ojeroso, al entrar en el coche, sufres un sobresalto: miras por el retrovisor y, con la guardia baja, tu propia imagen te pilla de improviso. Ahí estás tú, mirándote de frente y dándote cuenta de que, en realidad, no tienes nada que decirte. Nada de lo que hablar. Porque, poco a poco, te has convertido en un gran desconocido para ti mismo.

Jesús Lens

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Patriotismo

Hoy, en IDEAL, una columna sobre el Patriotismo, tal y como yo lo veo y lo siento:

Siempre he defendido que el mejor patriota es el que paga sus impuestos, puntual y religiosamente. Que no hay mejor muestra de amor por un país que contribuir económicamente a su sostenimiento, vía impositiva: ser contribuyente es la mejor vía para ser un buen ciudadano.

 Patriotismo fiscal

Sé que esta tesis es nada romántica, poco lustrosa, bastante incómoda y muy, muy impopular. No creo que haya nadie en este mundo al que le guste pagar impuestos. Pero tampoco nos gusta ir al médico. Y sí. Es cierto que hay ocasiones en que resulta doloroso ver muchas de las cosas que los diferentes gobiernos locales, provinciales, autonómicos y nacionales hacen con nuestro dinero. Pero eso no invalida la importancia que una contribución fiscal regularizada y generalizada supone para el sostenimiento de un país.

Ahora bien, desde que escuché al catedrático Juan Torres hace unos días, hay otra dimensión del patriotismo que me parece especialmente relevante y digna de tener en consideración: la de trabajar con “los otros” para la consecución del buen fin de determinadas empresas y proyectos de interés general.

 Patriotismo otros

Trabajar codo con codo y a brazo partido con un grupo de gente con la que comulgas, te entiendes y hasta te llevas (medio) bien, es muy loable. Pero lo realmente meritorio, lo verdaderamente difícil y complicado, es hacerlo con personas con las que no te identificas, que no terminan de gustarte y con las que mantienes muchas y grandes diferencias de criterio, opinión, credo o ideología.

Estos días estamos asistiendo a una recreación periodística de aquellos intensos meses de trabajo que permitieron alumbrar la Constitución Española, una labor ímproba que obligó a entenderse a personas que, poco tiempo antes, ni se habrían saludado.

Parece mentira que, hoy, España sea un país mucho más fragmentado que entonces, en el que la politización de todas las facetas de la vida social y comunitaria, desde el Poder Judicial a las Asociaciones de Vecinos de los barrios o las AMPAs de los centros escolares; nos tienen paralizados y atados de pies y manos, bloqueando iniciativas y proyectos que redundarían en beneficio de todos.

Evidentemente, toda generalización es injusta, pero que los grandes partidos no hayan sido capaces de consensuar una política educativa de mínimos es muy elocuente acerca de una sociedad en la que todo lo que propongan los otros será recibido, en el mejor de los casos, con una condescendiente indiferencia (lo normal será ir a degüello) mientras que cualquier cosa que propongan los nuestros, aunque sea una chuminá campestre, será obligatoriamente aplaudida y defendida, a capa y espada, con furibunda ostentación de gestos y ademanes.

 Patriotismo aplauso

Ojalá que los Hijos de la Crisis estén aprendiendo de nuestros errores y, dentro de unos años, sean capaces de trascender el partidismo mental que nos ciega, para construir una sociedad sin anteojeras, más lúcida que ésta en la que actualmente chapoteamos.

Jesús Lens

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¡Vámonos de librerías!

Hoy publico este artículo en IDEAL. ¿Celebramos este Black Friday comprando libros y/o visitando librerías?

Coincido con Elvira Lindo en que no es lo mismo ser un vendedor de libros que un librero. Ser librero implica más, mucho más que subir y bajar volúmenes de los anaqueles y despacharlos desde detrás de un mostrador. Ser librero supone conocer el producto que tienes entre manos para, de esa manera, estar en condiciones de ofrecer a cada cliente lo que pueda necesitar, gustar e interesar.

Si Tony Montana fuera librero, ¿qué recomendaría?
Si Tony Montana fuera librero, ¿qué recomendaría?

Cuando un lector se decide por un libro, se apresta a pasar varias horas en su compañía y, por tanto, la elección no es baladí. Es responsabilidad del librero aconsejar, proponer, ofrecer y dirigir a la persona que, indecisa, busca un título para leer. Por eso, además de conocer el género, el verdadero librero tiene que tener dotes psicológicas para saber si toca recomendar un dramón, una novela de aventuras, una historia cómica o unos versos descarnados; una historia de zombis o una de vampiros; una utopía o una distopía.

El librero, como el médico o el maestro, es una persona de confianza que, a través de las lecturas de sus clientes, empieza por descubrirlos, aprende a conocerlos y, después, cuando ya son amigos; les descubre nuevos horizontes lectores y diferentes joyas y tesoros bibliográficos.

 Amarillo

Porque hay personas que saben lo que quieren y que van a tiro fijo, cuando entran en una librería. Pero si son buenos lectores, además de llevarse lo que iban buscando, husmearán entre las mesas de las novedades. Además, si tienen tiempo, se aplicarán con el fondo editorial que toda buena librería atesora. Pero, sobre todo, siempre sacarán unos minutos para charlar con el librero que, a buen seguro, le tiene reservada alguna sorpresa.

Y es que no hay nada más placentero, para un lector, que descubrir un libro del que no tenía referencias o a un autor que, hasta ese momento, le era completamente desconocido. Adentrarse en uno de esos libros es emprender una travesía por mares ignotos, sin brújula ni mapa que te señale el camino.

 Afilado como un Blues a Medianoche

Por muchos suplementos literarios que leamos, por muchas revistas de libros a las que estemos suscritos y programas culturales que escuchemos o veamos (si es que queda alguno en parrilla), el mejor amigo de un lector siempre será un buen librero.

Hoy se celebra el Día de las Librerías. ¿Hace cuánto que no pisas una? ¡Animémonos! ¡Vámonos de librerías con el mismo espíritu con que nos vamos de bares! Un espíritu alegre y festivo que, hoy, los libreros hacen descuento. Y si no tenemos presupuesto para comprar una novedad en tapa dura y lujosa edición, ¡hagámonos con una edición en rústica o en bolsillo!

¡Esta es tu casa!
¡Esta es tu casa!

Y si alguien me pidiera un consejo sobre qué leer, yo aconsejaría el “Amarillo” de Canales y Guarnido, el recién publicado “Afilado como un blues a medianoche”, de Javier Márquez y la segunda novela de Rafael Sarmentero: “Malasaña Chai Tea”.

Lo dicho. ¡Nos vemos en las librerías!

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

 

Mirando hacia atrás sin ira

Ayer domingo IDEAL publicaba esta columna. Serán el frío y el otoño, pero hay veces en que es necesario mirar hacia atrás, sin ira, y recordar pequeñas anécdotas del pasado que contribuyeron a forjar nuestro carácter y a hacer que veamos las cosas como las vemos, hoy…

Hacía un par de horas que se había hecho público el Nobel de Literatura: Kenzaburō Ōe. Pasé por una librería de la que era cliente habitual y vi que tenían un ejemplar de una de las novelas del premiado. Quería sorprender a mi madre y regalársela antes de que los periódicos y los suplementos culturales se llenaran de referencias biográficas, reseñas y entrevistas. Fui a la caja a pagar, comenté la feliz coincidencia de haber encontrado aquel libro tan especial y me encontré con la sorpresa de que me cobraban un recargo tan inesperado como inexplicable. No recuerdo cuánto fue. Estábamos en 1994 así que imagino que serían doscientas o trescientas pesetas. Una nadería. Una nadería que, sin embargo, jamás olvidaré: mi madre tuvo su regalo (luego resultó que aquella novela era terrible y dolorosa, pero esa es otra historia) y aquel librero perdió un cliente. Un extraordinario cliente, como podrá acreditar cualquier persona que haya visitado mi casa.

 Recuerdos

Otro recuerdo: siendo niños, mi hermano y yo bajábamos por Poeta Manuel de Góngora cuando nos abordó un sujeto y nos preguntó que si queríamos ganar cinco duros. Aficionados como éramos, entonces, a las maquinitas de videojuegos de los bares, se nos pusieron los ojos de bolilla.

El tipo nos hizo entrar en un local cercano y nos dijo que le ayudáramos a cargar unas cajas en uno de esos carrillos altos y estrechos que solían usar los reponedores en las tiendas. Mi hermano apenas podía conducir aquél artefacto y a mí me costaba mucho trabajo levantar las pesadas cajas del suelo, por lo que el hombre tuvo que empezar a cargar él mismo las cajas mientras nosotros empujábamos la carretilla. En un momento dado, aquel sujeto, sudoroso y resoplante, nos miró con cara de pocos amigos y nos echó del local, sin darnos las veinticinco pesetas, argumentando que él necesitaba esforzados cargadores de cajas y no diletantes y comodones conductores de carretilla.

 Recuerdos carrillo

Si el libro de Ōe no hubiera sido un regalo para mi madre, seguramente no me habría sentado tan mal aquel puñado de pesetas chuleadas, no habría tardado en olvidar el incidente y habría vuelto a comprar libros en aquella librería.

Si no hubiera sido por la monumental bronca que me habría ganado por hablar con un extraño, me habría encantado denunciar y delatar a aquel miserable explotador y haberle contado a mi padre lo que había pasado para que hubiera ido a exigirle nuestros cinco duros.

 Recuerdos cinco duros

Aquellas dos lejanas experiencias, que recuerdo como si hubieran sucedido ayer, me hicieron aprender dos lecciones que procuro no olvidar jamás y aplicar en la práctica, en mi día a día: no ser un rácano avaricioso, miserable y cortoplacista; y tratar de no ponerme en situaciones personales incómodas y éticamente dudosas que me impidan denunciar una injusticia o reclamar lo que corresponde.

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens