El poder

El poder, o se tiene o no se tiene.

Y, si se tiene, se utiliza.

Y punto.

 House of cards

Quien tiene el poder tiene la fuerza. Y ha de demostrarlo. Y aprovecharlo.

Que no aprovecharse.

El poder se ejerce. Se emplea. Se muestra. Y se demuestra.

El que no tiene el poder, debe aspirar a tenerlo. Legítimamente.

Mientras, quien no lo ostenta, debe controlarlo, fiscalizarlo, criticarlo, acotarlo, presionarlo…

Lo que no es posible ni resulta admisible es acercarse al poder para no llegar a ejercerlo y contentarse con rozarlo y acariciarlo. Con sentirlo. Con respirar su mismo aire. Con lucir junto a él.

No, oigan, no.

El PODER es algo muy serio que no admite tibiezas ni medias tintas. Que no permite acercamientos furtivos, coqueteos y aullidos a la luna.

 Borgen

Por eso hay tantos que, cuando se asoman al poder, sienten vértigo. Miedo paralizante. Pánico.

Y por eso naufragan, una y otra vez.

¡Seguimos!

Jesús Lens

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Todo es imposible en Granada

El runrún habría empezado a correr como la pólvora por las calles… si no fuera porque nos encontramos en pleno siglo XI, en la época de los ziríes.

-¿Qué van a hacer… quééééééé?

 

-En serio. Te lo juro. Que van a abrir una nueva puerta en la muralla.

 

-¿Otra puerta? ¿Pero qué necesidad hay? ¿Es que no tenemos bastante con la Puerta Monaita y con el Arco de las Tinajillas?

 

-Eso es lo que dice la gente. Que no se entiende un dispendio de semejante calibre. Sobre todo, porque va a romper la maravillosa simetría de la muralla. ¡Más vigilancia para evitar pintadas es lo que se necesita, y no otra puertecita de las narices!

 OLYMPUS DIGITAL CAMERA

Aunque peor fue la que se montó años después, cuando Yusuf I decidió ampliar la Puerta de Elvira y convertirla en fortaleza autónoma, con sus cuatro torres, sus tres barbacanas y sus dos puertas, además de la exterior.

-¡Qué derroche! ¡Qué ostentación! -se escuchaba en los mentideros de la ciudad.

Y eso no fue nada en comparación a lo que tuvo que soportar, allá por el año mil doscientos y pico, el sultán Al-Ahmar, cuando empezó a rumorearse que tenía intención de erigir una fortaleza en lo alto del monte situado frente a la ciudad, al otro lado del río. Ni siquiera la promesa de, a la vez, construir una acequia que canalizara las aguas del Darro y permitiera a los agricultores regar los huertos con mayor facilidad, consiguió templar los ánimos.

 Granada es imposible Al Ahmar

-¡Qué barbaridad! Con lo bonita que es la vista del bosque, en las faldas de la gran montaña, sobre todo en invierno, cuando se encuentra repleta de nieve… y ahora aparece el listo éste, un recién llegado de sus aventuritas y sus conquistas, un advenedizo cualquiera; y decide que hay que construir una fortaleza.

Todo esto, por supuesto, se decía en voz baja y solo en los círculos más íntimos. Que Al-Ahmar no estaba para bromas en aquellos tiempos revueltos, posteriores a descomposición del imperio almohade. Cuenta la leyenda que incluso hubo unos activistas que, tratando de defender el bosque, se ataron a  los árboles, entonando la consigna: “No nos moverán, no los talarán”. Pero las fuentes consultadas para la redacción de este artículo no lo recogen en sus anales.

 Granada es imposible Albaicín

-Y, encima, ¡rojas! ¡Ahí!. ¡Con dos cojones! Las murallas, rojas. Para que no pasen inadvertidas. Es que se necesita tener mal gusto. ¿No podía el sultancito ser más discreto e intentar que su fortaleza quede integrada en el paisaje?

Pero lo peor de todo llegó cuando, a mitad del siglo XIV, Mohamed V se empeñó en gastarse una pasta en varios caprichos: el Palacio de Comares, con su patio de los Arrayanes, el Patio de los Leones, con la dichosa fuentecita -¿desde cuándo es el león un animal relacionado con esta tierra? -criticaban los expertos?; la Sala de las Dos Hermanas, el Mirador de Lindaraja, la sala de los Abencerrajes y las dos reformas de la Puerta del Vino.

 Granada es imposible Patio Leones

¿Una pasta hemos dicho? ¡Un pastón! Una auténtica insensatez. Una locura. Es que ni en la época del Califato de Córdoba, oiga. ¡Dónde va a parar! Y es que el tal Mohamed debía estar bastante endiosado, la verdad. Porque vaya palacio que se construyó, el tío, todo lleno de folletaícas.

-Y, encima, sin conexión con la ciudad. ¿Quién se habrá creído que es?

-Dicen que sí está conectada la Alhambra con la ciudad, a través de unos túneles…

-A mí, la verdad, me trae sin cuidado. Lo único que digo es que, con lo que se han gastado en esos Palacios, hubiera yo organizado unos cursos de formación en todo el Al-Andalus, que ríete tú de los listos esos del norte, lindando con los Pirineos…

Jesús Lens

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¿Es la cultura electoral?

Hoy publico en IDEAL un artículo propuesta que no sé qué te parecerá. Me gustaría conocer tu opinión y, además, que la compartieras… ¡Gracias!

Cuando era joven, escuchaba con estupefacción las historias que me contaba mi padre sobre los viajes a Perpiñán de los cinéfilos españoles que querían ver determinadas películas que, por razones diferentes, no se estrenaban en España. La más famosa fue “El último tango en París”, pero hubo otras. Muchas. Demasiadas.

 Censura tango

Hace unos días me descubrí escrutando la cartelera… de Málaga, para organizar una escapada de fin de semana que me permitiera ver algunas de las películas más interesantes que se han estrenado en España, pero que no han llegado a la cartelera granadina. ¡Qué triste, tanto progreso y tanto desarrollo, para volver a un ignominioso punto de partida!

De un tiempo a esta parte, asistimos a un debate más o menos abierto sobre el bajonazo de Granada en el mapa cultural andaluz y español. Un debate que, a mi juicio, se está centrando mucho en la gestión de los monumentos, en la importancia de las grandes infraestructuras culturales  y en los eventos más mediáticos; pero muy poco en los contenidos que, día a día, deberían beneficiar intelectualmente a los granadinos.

El debate está focalizado en la cultura como motor de desarrollo económico y en su capacidad para atraer turismo foráneo que genere recursos para el sector de la hostelería, lo que me parece muy bien y es muy necesario, pero siempre que no obviemos esa otra cultura, la del día a día, la que se disfruta a pie de calle por los residentes en la provincia.

 Censura magical girl

Y, con ello, volvemos al cine. Las salas comerciales privadas deciden estrenar las películas que consideran más rentables y, para ello, reservan tres cuartas partes de su aforo a Sombras, Esponjas y Pingüinos. Por su parte, la Diputación, la Filmoteca de Andalucía, los Festivales y los Cine Clubs dedican sus recursos a un cine que está fuera de los circuitos comerciales. Un cine necesario e imprescindible, vanguardista, clásico, diferente y arriesgado. Lo que antes se llamaba Cine de Arte y Ensayo.

El problema radica en ese otro cine que se estrena comercialmente en toda España, pero que, siendo minoritario, no llega a Granada. Por ejemplo, de los últimos Goya, más de la mitad de las cintas seleccionadas no tuvieron un estreno normalizado en nuestras salas. Y no vamos a hablar de las Palmas de Cannes, los Osos berlineses, las Conchas de San Sebastián o los Leones venecianos; por centrarnos en los Festivales más famosos del mundo. Solo el cine Madrigal programa cine alternativo, de forma habitual.

 cine madrigal

La pregunta es: ¿por qué no se utiliza el Teatro Isabel la Católica, de gestión pública y municipal, como sala de proyecciones para ese otro cine comercial que, sin reventar taquillas ni arrastrar a las masas, sí resulta imprescindible para la salud intelectual de una ciudad supuestamente culta y universitaria como Granada?

Teatro Isabel la catolica

De cara a las próximas elecciones, más allá de estériles polémicas partidistas e interesadas, deberíamos estar muy atentos a las concretas y factibles propuestas culturales de los programas electorales de los partidos. Para mí, desde luego, será un importante factor a la hora de decidir mi voto.

Jesús Lens

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Cambios disruptivos: ¡ojito!

Mi columna de hoy, en el periódico IDEAL. No sé cómo verás la cuestión y si estás o no muy de acuerdo… ¿Eres de cambios disruptivos o tiendes más al lampedusianismo del que “todo cambie para que todo siga (más o menos) igual?

Hay un momento en la película “Detour”, un clásico del cine negro norteamericano de los años 40 del pasado siglo, en que un personaje llama por teléfono a su novia, desde Nueva York a Los Ángeles. Utiliza una cabina y las imágenes, para mostrar lo importante, larga y complicada que es la llamada, muestran a las célebres operadoras, afanándose en meter y sacar las clavijas de conexión en inmensos paneles frente a ellas.

 Disruptivos

Quiso la casualidad que viera esta película poco después de “10.000 kilómetros”, una de las candidatas a los Goya de este año, en que se cuenta la relación a distancia de un chaval de Barcelona con su pareja, que se ha mudado a Los Ángeles. Lo novedoso de la película es que todo su desarrollo está basado en los diálogos, las conversaciones, las broncas y discusiones que mantienen los dos únicos personajes… a través de las novísimas tecnologías de la comunicación. Así, ambos duermen junto a sus portátiles, acompañados por la imagen del otro en pantalla. Hablan por Skype, se comunican por Whatsapp, a través de Facebook, por correo electrónico… hasta un tutorial de cocina on line se hacen, a través de Internet, en vivo y en directo. ¡Un no parar de estar permanentemente comunicados!

 Disruptivos 10000

En unas decenas de años, todo lo referente a la comunicación ha ido sufriendo avances tan prodigiosos que podríamos trazar un larguísimo itinerario de hitos disruptivos, desde el primitivo telégrafo hasta los actuales (y tiranos) Smartphones. Ahora, cuando el Whatsapp se cae un par de horas, las Redes Sociales hierven de indignación. ¡El horror! ¡El horror!

 Disruptivo WhatsApp

Así las cosas, nos hemos acostumbrado a tantos y a tan vertiginosos cambios tecnológicos que nuestra vida cotidiana se nos va quedando atrás, incapaz de proporcionarnos las satisfacciones que debería. Si los teléfonos y las televisiones cambian a tal velocidad, ¿por qué no deberíamos hacerlo nosotros, como personas y como sociedad?

Es entonces cuando empezamos a barajar la posibilidad y el anhelo de cambios disruptivos, también, en la realidad que nos rodea, en nuestro día a día. Solo que no debemos olvidar que esos grandes cambios, excitantes de por sí, además de provocar una brusca ruptura con lo anterior, conllevan la desaparición de costumbres, productos y servicios que eran de uso habitual en la sociedad.

 Disruptivo Televisión curva

Y es que el cambio disruptivo nos hace considerar que todo lo anterior, lo viejo; no solo está desfasado, sino que también es inferior en cuanto a calidad, prestaciones y satisfacciones.

Leo que la plataforma Uber, una disruptiva pesadilla para los taxistas de las grandes ciudades del Primer Mundo, anda estos días muy preocupada por la irrupción de Google en el mercado de los vehículos sin conductor, controlados y conducidos por GPS y por control remoto. Sin que aún haya sido aceptada, utilizada y digerida por buena parte de la sociedad… ¡Uber empieza a estar obsoleta!

Ojito con determinados cambios disruptivos. Que sí. Que su mera anticipación nos excita y nos saca de la abulia y de los cansinos lugares comunes que nos rodean. Pero que, por su propia naturaleza, esos cambios no solo no tienen marcha atrás, sino que no tardan en ser superados por otros que no habíamos sido capaces de prever y anticipar.

 Disruptivo Televisión

Jesús Lens

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De ser humano a integrista radical y asesino

Hoy publico en IDEAL este artículo que te pone en una pista literaria que, creo, te va a resultar muy interesante. Si es así y el libro te llama la atención, dímelo y hablamos.

¿Cómo se convierte, en tan poco tiempo, un repartidor de pizzas al que le gusta el rap en un asesino en masa que, armado con un kalashnikov, masacra fríamente a una docena de personas? ¿Qué poderosos mecanismos han de operar para que una chica que luce un bikini en una foto, mientras abraza a su pareja, aparezca poco después ataviada con un luctuoso burka, blandiendo amenazadoramente una ballesta?

 Burka

A lo largo de estos días vamos leyendo distintas informaciones y reportajes sobre las vidas de los hermanos Kouachi, Amedy Coulibaly y su pareja, Hayat Boumeddiene; tratando de encontrarle una explicación a sus crímenes.

Cada persona es un mundo, por supuesto. Y la trayectoria vital de cada individuo es distinta a la de los demás. Pero en el proceso de conversión al islamismo radical que desemboca en un ser humano matando y muriendo por Alá, Mahoma y el Corán hay una serie de pasos que el escritor Roger Mimó desgranó en su excepcional novela “Veintidós peldaños”, publicada por la editorial granadina Almed.

 Veintidós peldaños

La novela lleva como subtítulo “Memorias de un terrorista islamista” y los escalones referidos son todos y cada uno de los estadios por los que pasa un muchacho tan brutote como noble, nacido en una zona de Marruecos, hasta verse convertido en una bomba de relojería a punto de estallar.

¿Hay religión en la conversión del protagonista de la novela? Sí, claro. Pero mucha menos de la que el lector pueda imaginar. Y, desde luego, de un tipo diferente a la que podríamos pensar. Porque, para que un chaval normal y corriente decida convertirse en un asesino en masa, la religión tiene que venir acompañada de más cosas. De muchas más cosas.

De una situación económica complicada, por ejemplo. De un entorno familiar que tampoco es fácil. De una sociedad y un ambiente opresivos. De unas expectativas demasiado altas. De una realidad más dura aún. De los sueños que se rompen. De los sueños robados. De los sueños que, al final, se convierten en pesadillas.

 Islam radical

No es igual la situación en Marruecos que en París, por supuesto. Como no lo es en Nigeria, Irak, Arabia Saudí, Argelia, Siria o Egipto. Pero los mecanismos de captación y convencimiento que describe “Veintidós peldaños” pueden ser perfectamente extrapolables.

Hablamos de un libro con enjundia, escrito por un viajero nato, residente en Marruecos desde hace años. Mimó es un buen conocedor del Islam. Tanto que decidió profesarlo, también desde hace tiempo. Lo que no le impide describir la aberración que supone el integrismo radical, el fanatismo y la sinrazón de los terroristas.

 Roger Mimó

Hablamos de un libro adictivo, en fin, que se lee a una velocidad vertiginosa. Una vez que el lector pase las primeras páginas y suba el primer peldaño, ya no podrá dejar de ascender hasta alcanzar el veintidós, el más alto y definitivo. Sin hacer un alto en el camino, sin buscar un rellano en el que coger aliento.

Jesús Lens

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