Turismo de riesgo

El primer impulso al escuchar la noticia es preguntarnos que cómo se les ocurrió a esos turistas gaditanos meterse en la favela brasileña donde una de ellas recibió un disparo que acabó con su vida. El disparo, paradójicamente, vino de la policía brasileña, sin que esté claro qué ocurrió en realidad.

Foto: EFE Antonio Lacerda

-Si no hubieran estado en la favela, nadie les habría disparado- es lo primero que pensamos. De hecho, ya me imagino próximos artículos y columnas de escritores cipotudos criticando esa modalidad de turismo en la que los incautos viajeros se meten innecesariamente en la boca del lobo.

 

¿Iría usted a visitar una favela, de viajar a Río de Janeiro, o se limitaría a bailar samba en un club nocturno con seguridad en la puerta y a bañarse en la playa de Ipanema? A mí me gusta viajar para conocer la realidad de los países que visito. O, al menos, para intentarlo. Y la realidad de ciudades como Río de Janeiro es contradictoria. Tanto que las propias agencias de viaje organizan visitas a las favelas para los turistas que quieren ver con sus propios ojos cómo son las condiciones de vida reales de decenas de miles de habitantes de Río.

Le preguntan a una española residente en Brasil y se echa las manos a la cabeza al saber que los turistas estuvieron en la Rocinha. Pero también confiesa que ella misma ha entrado en una favela, en coche, movida por la curiosidad. No. No creo que este tipo de visitas sea hacer turismo en la miseria de los demás. Por esa regla de tres, cualquier viaje a África, a América Latina o a la mayoría de países asiáticos debería estar vetado.

 

¿Hicieron bien los turistas gaditanos en meterse en la Rocinha? A la vista de lo que ha ocurrido, claramente no. Pero, ¿tiene sentido viajar y quedarse en la superficie de las cosas, contemplando el Cristo redentor y comiendo Rodizio en una churrasquería típica?

Miren qué paradoja de noticia, sin tanto eco ni repercusión: “Muere un turista español en Florencia al caer un capitel”. Se trataba de un barcelonés de 52 años que se encontraba en la basílica de la Santa Croce cuando un trozo de mármol de 40 centímetros de lado cayó desde 30 metros de altura y le golpeó en la cabeza.

La policía observa el lugar donde cayó en trozo de capitel

¿Y si mejor nos quedamos en casa?

 

Jesús Lens

 

 

Inversiones redentoras

¡Cómo disfruté, el pasado viernes, conversando con Petros Márkaris en un Centro Lorca abarrotado de gente, en la clausura de Granada Noir! Como se trataba de presentar su más reciente novela, “Offshore”, publicada por Tusquets, conduje la charla entre el presente más rabioso y el origen de algunos de sus personajes de cabecera, pensando que sería muy interesante conocer quién es Jaritos, en realidad. Y Zisis, Adrianí o Katerina, por supuesto.

Foto: Antonio Casas

Para el tramo final, Márkaris, a sus envidiables 80 años de edad, se animó a participar en un juego: yo decía una palabra y él explicaba qué sentido le encontraba. Empecé por SEAT, seguí por “atasco”, “Sintagma” y, gracias a una pregunta del público surgió “Estambul”. Entonces, se terminó la conversación, que ya estábamos fuera de hora.

 

Y una palabra se quedó en el tintero: “inversión”. Un concepto que tiene mucho que ver con “Offshore”. Y como tuve la suerte de compartir con Petros buenos ratos, fuera del escenario, gracias a los buenos oficios de Fundación Tres Culturas y tomando una Cerveza Alhambra Especial –o dos-, me voy a permitir explicarles lo que significa dicha palabra para el maestro, a la que concede un halo casi religioso.

Y es que, hoy en día, la palabra “inversión” tiene propiedades mágicas y místicas: aparece un fulano trajeado, extiende un talón con varios ceros -metafóricamente hablando, que eso del cheque es un concepto viejuno y trasnochado- y todo son loas, alabanzas y parabienes.

 

La palabra “inversión”, en el discurso oficial, va seguida de “generación de riqueza y creación de puestos de trabajo”. Y, a partir de ahí, no hay nada más que decir. ¿A quién le importa que el inversor venga de un país en el que no se respetan los derechos humanos, por ejemplo? Que le pregunten a Kichi, el alcalde podemita de Cádiz, por las fragatas para Arabia Saudí, sin ir más lejos.

 

Es de muy mal gusto, en un mundo en crisis, pedir explicaciones sobre la procedencia de su dinero a un inversor que tiene a bien instalarse en nuestra comunidad y arriesgar su capital en nuestra tierra, contribuyendo de esa manera a… ¡generar riqueza y crear puestos de trabajo!

Foto: Alfredo Aguilar

De ahí que Márkaris haya escrito “Offshore” y, en ella, haya asesinado a un personaje icónico de sus anteriores novelas. Uno que no se conformaba con una respuesta esquiva y facilona y trataba de investigar e ir más allá de las apariencias. No les digo más para no reventarles la novela. Solo insistirles: léanla.

 

Jesús Lens

Desconfianza empresarial

No. No me refiero a los empresarios catalanes que están mudando el domicilio social fuera de su región autónoma. Aunque no se lo crean, hay parcelas de la actualidad que no tienen que ver con EL tema.

Por ejemplo, el suplemento Expectativas de este periódico, ayer domingo, traía una noticia que debería preocuparnos a todos: los empresarios granadinos, además de ser los menos optimistas de los empresarios andaluces, muestran menos confianza en el futuro que en los años 2013 o 2014, cuando estábamos en lo peor de la crisis.

 

¿Por qué será que, mientras Málaga es la provincia con mejor situación empresarial y más halagüeñas expectativas de Andalucía; Granada y Jaén son las dos únicas que señalan una tasa de variación negativa en el Índice de Confianza Empresarial correspondiente al cuarto trimestre del año, recientemente publicado por el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía?

 

Ahora que el PSOE provincial estrena secretaría general y nueva ejecutiva, debería echarle una pensada al tema de por qué los empresarios granadinos ven las cosas tan negras y muestran semejante falta de confianza y pobres expectativas de futuro.

El PSOE es el partido que nos gobierna en la comunidad, en la provincia y en la capital. Y no parece que, con sus políticas, esté precisamente encandilando a los empresarios. Esos empresarios que, al margen de esa inmensa maquinaria que es la administración, en su doble vertiente de oficial y paralela, son quienes generan riqueza y empleo. O, al menos, deberían hacerlo.

 

El análisis publicado en Expectativas señala que “los retrasos en las infraestructuras y proyectos de futuro” pueden ser una de las causas del pesimismo circundante, en palabras de Luis Aribayos, secretario general de la Confederación Granadina de Empresarios.

 

Lo de las infraestructuras tiene que influir, necesariamente. Pero… ¿proyectos de futuro? ¿De qué proyectos de futuro hablamos, aplicados a Granada? Porque yo me pongo a pensar y, excepción hecha del acelerador de partículas y de la Capitalidad Cultural del 2031 -¡cuán largo me lo fiáis!- no caigo en ninguno.

Pero también es verdad que es domingo y tengo las meninges aletargadas. ¿Serán las conducciones de la presa de Rules? ¿Será la ampliación de las líneas del Metro? ¿Serán los 8.000 millones del pacto para la Estrategia Industrial 2020 de Andalucía, firmado por Junta, CEA y sindicatos el pasado enero… y del que nunca más se supo?

 

Jesús Lens

Escritor de falsas biografías

¡Máxima atención, headhunters, cazatendencias y prosprectores del futuro laboral! Después de ver la segunda parte de “Blade Runner” y de tragarme íntegramente la serie “Westworld”, veo muy claro cuál será una de las profesiones del futuro: la de escritor de biografías falsas.

O, mejor dicho, la de inventor de biografías, que no es lo mismo. Biografías para esos robots que, según los profetas, nos acompañarán de aquí a nada, en cuanto la inteligencia artificial sea una realidad tangible y palpable en vez de un argumento para apocalípticas distopías de ciencia ficción.

Porque los robots -denominación que urge actualizar, que “robot” tiene unas connotaciones que para nada les favorece- también tienen su corazoncito, aunque sea de metal. Y nos van a exigir un relato para sus vidas. Las célebres preguntas que todos nos hacemos en las noches de verano -sobre todo, después de unas sangrías- tumbados en la arena de la playa o sobre la hierba del prado, mirando al cielo estrellado; los robots se las harán desde el instante en que cobren conciencia de sí mismos: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?

Replicantes en animada conversación conversación con sus creadores

Y ahí es donde entramos nosotros, los humanos. Sobre todo, los cuentistas. ¡Nos vamos a poner la botas, con este nuevo género literario! Ojo, que tampoco es nada realmente novedoso: John Ford ya escribía las biografías completas de los protagonistas de sus películas y se las daba a los actores, para que interiorizaran sus personajes y les sirvieran para comprender sus reacciones y comportamientos.

Hace un tiempo invité a algunos amigos a un divertimento / experimento literario: escribir una biografía fingida de nosotros mismos, en primera persona y en un máximo de 500 palabras. ¿O eran 1.000? Quizá fueran 300… Da lo mismo. Lo importante era fabular, imaginar, soñar y, por supuesto, mentir. Como bellacos.

Recuerdo que me divertí mucho con aquel experimento. Lo que nunca imaginé es que, en el futuro, pueda ser una profesión, una forma de ganarnos la vida; un género literario en sí mismo que requerirá de un agresivo formato transmedia para que nuestros hermanos robots nos compren las historias que, sobre ellos, vayamos inventando.

Este tiene hechuras de escalador, por ejemplo

Y ahí sí que no caben el tongo o la manipulación. El consumidor tendrá la última palabra y será quién decida si hacer suya la vida que tú le has inventado… y continuar con ella. ¡Qué curiosidad! ¡Qué responsabilidad!

Jesús Lens

Afrancesada, Margarita

Hay personas cuya sola mirada es capaz de iluminar una estancia en penumbra, llenándola de luz y alegría gracias a sus ojos y su sonrisa. Margarita es una de ellas, una de esas personas cuya mera presencia reporta sosiego, calma y felicidad.

Foto: Pepe Marín Zarza

El pasado jueves, a Margarita Buet le impusieron la condecoración que la acredita como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, una de las más altas distinciones del gobierno francés, instituida en 1957 por el ministro André Malraux y otorgada por el Ministerio de Cultura de Francia  “a las personas que se han distinguido por sus creaciones en el dominio artístico o literario o por la contribución que han aportado al esplendor de las artes y las letras en Francia y en el mundo”.

 

Durante su discurso de agradecimiento, en el Carmen de los Mártires, una emocionada Margarita recordaba cómo, en su juventud, algunos compañeros la llamaban la Afrancesada, con un cierto retintín, por su amor y su pasión por una cultura francesa en la que había crecido durante su infancia en Tánger, una ciudad que adora y a la que vuelve siempre que puede, sea físicamente o a través de novelas y películas que transcurren en ella.

Foto: Pepe Marín Zarza

Seguía comentando Margarita que, en realidad, nunca le molestó aquello de la Afrancesada. Que, muy al contrario, la llenaba de orgullo ese apelativo, que la hacía inmensamente feliz. Por eso, cuando se instaló en nuestra ciudad definitivamente, comenzó a formar círculos de amigos de la cultura gala, antecedente de una Alianza Francesa de Granada que cumple 30 años y que, como bien señaló José Vallejo, forma parte activa de nuestra vida cultural, cada vez más presente en diversos festivales, ciclos e iniciativas artísticas, como aquella extraordinaria exposición de arte contemporáneo en la que jóvenes creadores galos mostraban sus miradas sobre el Quijote, y que pudimos disfrutar en el Centro Lorca hace unos meses.

 

Para primeros de noviembre, la artista Virginia Vera presenta otra exposición de pintura protagonizada por árboles y basada en poemas franceses, un nuevo maridaje literario-artístico que da todo el sentido a una palabra, Alianza, tan en desuso hoy día y que tantas connotaciones positivas tiene, como recordó José Vallejo.

Enhorabuena, Margarita Buet; divina Afrancesada. Enhorabuena, Alianza Francesa de Granada. Es un privilegio contar con personas e instituciones tan comprometidas con nuestro tejido artístico y cultural.

 

Jesús Lens