Un singular problema colectivo

Ayer por la mañana, las webs de los medios de comunicación abrían sus ediciones con los atentados de Kabul, que habían provocado quince muertos. Un par de días atrás, esos mismos medios daban cuenta de otro atentado terrorista, más letal todavía: cerca de cincuenta muertos en el Malí.

Pasé un par de horas recorriendo los muros y timelines de la gente de mi entorno, en Facebook y Twitter. Nada. Cero. Silencio. Ni una palabra. Como si el tema no existiera.

Las cuestiones del momento eran la sentencia de La Manada y el problema singular que el ministro de Justicia achacaba al deleznable juez pro libre absolución de los despreciables tipejos condenados por abuso sexual en Pamplona, el frío que vuelve a hacer en pleno puente de mayo, la Liga del Barça, el cese de Morilla, la cosa esa de Eurovisión y, los más afortunados, nos daban envidia con sus escapadas vacacionales.

Solemos quejarnos de que las grandes tragedias que asolan países lejanos resultan invisibles para unos medios de comunicación que, sin embargo, vuelcan su atención informativa hacia los atentados que ocurren en París, Berlín, Barcelona o Londres.

Sin embargo, los salvajes asesinatos de Kabul y Malí, que estaban en todos los grandes medios, han pasado completamente inadvertidos en nuestra vida virtual. No les hemos prestado ninguna atención. No les hemos hecho ni puto caso, por decirlo burdamente.

Sé que es difícil, harto complicado y gravemente perjudicial para la salud estar pendientes de todas las tragedias que sacuden al mundo, desde los atentados terroristas a los naufragios de pateras, por no hablar de los cientos de niños que, todos los días, mueren de hambre.

Dicho lo cual, tengo la sensación de que, en España, cada vez prestamos menos atención a lo que sucede en el exterior, tan preocupados como estamos por las cosas de casa, saltando de escándalo en escándalo a una velocidad vertiginosa, indignándonos por encima de nuestras posibilidades.

Siempre he defendido que las personas medianamente inteligentes podemos ver un partido de baloncesto antes o después de debatir sobre política o economía y que no es incompatible reír tomando una cerveza con los amigos después de discutir acaloradamente sobre el cambio climático. Pero, insisto: de un tiempo a esta parte, nos percibo como contemplándonos fijamente el ombligo, demasiado preocupados por la pelusilla de alrededor, ciegos e inmunes a lo de fuera.

Jesús Lens

Diferentes Ismos

Comía con la ensayista y novelista croata Slavenka Drakulic tras una de las sesiones del Tres Festival, Voces del Mediterráneo, y conveníamos en la intensidad de las charlas y conversaciones sobre periodismo, compromiso y literatura de la mañana. Tanta intensidad que echábamos de menos hablar sobre el proceso creativo en sí mismo, sobre personajes y argumentos, tramas y atmósferas.

—Pero es el signo de los tiempos, inevitable, en esta complicada época que nos ha tocado vivir— concluíamos.

Nacionalismo, fascismo, integrismo, terrorismo y populismo han sido cinco de los temas sobre que más hemos oído hablar estos días, en boca de autoras y autores de ambas orillas del Mediterráneo.

¡Qué tiempos, cuando los ismos eran otra cosa! ¿Se acuerdan? Hubo una época en que los ismos hacían referencia a “tendencia innovadora, especialmente en el arte y el pensamiento”, muy de la mano del vanguardismo, estético e intelectual.

Por desgracia, el siglo XXI nos está devolviendo a unos ismos reaccionarios y empobrecedores, situados en el centro de debates más propios del siglo XIX que de la actualidad, debates que creíamos falsamente superados.

Ha habido otro ismo, este mucho más feliz y absolutamente moderno y necesario: el feminismo. Hemos hablado mucho de ello, por ejemplo, en el club de lectura sobre la novela “Canción dulce”, de Leila Slimani, en conexión con el hiercapitalismo que amenaza con devorarnos.

Y, por supuesto, en la conversación con Antonio Lozano y Alicia Giménez Bartlett, en el Centro Lorca, bajo el título de “Fundido en negro”. Por una parte, hablamos de Petra Delicado, uno de los personajes fundacionales de la novela negra europea contemporánea. Se trata de una inspectora de policía que, por primera vez, era protagonista absoluta de la historia, con entidad propia. No era la secretaria, la pareja o la ayudante de nadie. Ni era la cansina y repetida mujer fatal que conducía a la perdición al héroe de la historia.

Antonio Lozano, por su parte, nos recordaba a la protagonista de “Un largo sueño en Tánger” y, en general, a la mujer como soporte esencial de la comunidad en el continente africano, piedra angular de cualquier narración realista que transcurra en el Malí, Senegal o Congo.

Esencial, el Tres Festival, como espacio de reflexión que aúna creatividad y cultura; literatura, cine, música, cómic y fotografía con compromiso social y análisis político sobre la coyuntura en los países mediterráneos.

Jesús Lens

Celebrar a Mandela

Hoy despedimos la Feria del Libro. Y lo hacemos a lo grande, con una presentación especialmente ilusionante: “Nelson Mandela. El camino a la libertad”, de mi querido Antonio Lozano, publicada por la editorial Anaya.

El próximo 18 de julio celebraremos el centenario del nacimiento de una de las grandes personalidades del siglo XX, un ser humano excepcional y un infatigable luchador por la libertad que, además, nos dio inmensas lecciones de humanidad: Nelson Mandela.

Les confieso una cosa: como buen conocedor de la historia de Mandela, al que dediqué un apartado muy especial de mi libro sobre el cine occidental sobre historias africanas, “Cineasta Blanco, Corazón Negro”; pensé que no tenía nada que aprender sobre él. Que lo sabía todo.

Afronté la lectura del libro de Antonio, por tanto, como ejercicio de estilo y viaje literario a caballo entre lo emocional y lo sentimental. Sin embargo, cuando terminé de leerlo, me encontré con un folio abarrotado, repleto de abigarradas anotaciones, citas y referencias a 200 páginas de vibrante narración que, al final, me arrancaron las lágrimas.

¿Cómo es posible que un tipo negro y criminal de cerca de dos metros de altura, acabe llorando con un libro sobre Mandela, del que creía saberlo todo; insisto? Justo eso es lo que voy a tratar de averiguar esta mañana, a las 12, en la Sala Zaida de la Rural, en el interrogatorio al que voy a someter a Antonio Lozano, más que amigo, mi hermano mayor.

“Nelson Mandela. El camino a la libertad” es una biografía novelada, como bien advierte Antonio, en la que todo lo que se cuenta sobre él es radicalmente cierto y está documentado y contrastado, pero que incluye a varios personajes de ficción que sirven para hacernos llegar la historia de Mandela de una forma emocionante, directa, sencilla… y majestuosa.

Walter, Sipho, Thanwide… ¡amo a esos personajes! Los quiero. Los adoro. Ya forman parte de mi personal y particular imaginario colectivo de seres de ficción que me gustaría que fueran reales. ¡Así de vivos y auténticos me los ha hecho sentir Antonio Lozano, mientras leía la novela!

Es la magia, la alquimia de la literatura: desear que unos personajes de ficción se hagan carne para poder irte con ellos de cañas y seguir hablando, más allá de las páginas del libro. Para empezar, hoy, lo haremos con su autor.

Jesús Lens

¡Viva la Vega… Viva!

Esta mañana culmina la semana de reivindicación y defensa de la Vega de Granada, con la lectura de un manifiesto y la entrega de premios Amigos de la Vega.

Son ya nueve años de festiva reivindicación, alegre y colorista, con cientos de estudiantes que recorren los pueblos de nuestro entorno para desembocar en el Parque Tico Medina, frente a la Puerta de las Culturas del Centro Memoria de Andalucía.

Este año, la Comunidad Educativa-AMPA del colegio Gómez Moreno va a tener un especial protagonismo, en reconocimiento a su trabajo diario en pos de una alimentación sana, ecológica y equilibrada entre su alumnado, en el que solo hay un 8,8% de niñas y niños con sobrepeso, por un 30% de media en el resto de España.

No es solo que la Asociación de Madres y Padres del Gómez Moreno ponga en la mesa productos ecológicos sanos y diseñe menús ricos, nutritivos y equilibrados; es que fomenta hábitos alimenticios saludables y enseña a los 192 alumnos las bondades de la dieta andaluza y mediterránea.

Sin embargo, por diferentes problemas burocráticos, plazos, normativas; es muy posible que el comedor del Gómez Moreno termine siendo gestionado por un catering, como ocurre en la mayoría de centros educativos de Andalucía.

Y da pena, la verdad. Da pena que el esfuerzo colectivo y el compromiso de una comunidad educativa muy concienciada y activa, termine chocando con el muro de realidad impuesto por una maraña legislativa que termina desembocando en la solución más fácil… y menos beneficiosa para esos dos centenares de jóvenes.

Insisto en la complejidad de la situación y en lo problemático de la anulación de una licitación ganada en tiempo y forma por una empresa que ha concurrido a un concurso cumpliendo con todos los requisitos. Pero me gustaría pensar que existen posibilidades de, en situaciones concretas y puntuales, salirse del camino trazado.

Porque el trabajo de la comunidad educativa del Gómez Moreno es excepcional. Y se merece seguir teniendo la oportunidad de educar a sus estudiantes de acuerdo con un credo que apuesta por la formación integral de los alumnos, combinando la conciencia ecológica y la nutrición con la práctica de deporte al aire libre, la convivencia y la vida sana, en todos los órdenes de la vida. Ojalá que la Consejería de Educación encuentre la fórmula y de con la tecla.

Jesús Lens

 

La inmortalidad era esto

Ayer me desperté con molestias en la garganta, mareado, con flojera y escalofríos. Tenía fiebre y no había pegado ojo, con el viento salvaje golpeándolo todo. Me encontraba hecho un guiñapo, sin cuerpo para nada.

Entonces me acordé de que aquello no era posible. No podía estar pasando. No podía encontrarme mal… ¡por que ya era autónomo! En ese momento se me vinieron a la cabeza las citas y reuniones que tenía esa mañana, los compromisos, los artículos por escribir, los mails por contestar y las llamadas por hacer.

Me aclaré la garganta, tragué y comprobé que, milagrosamente, ya no me dolía. La cabeza volvía a estar en su sitio, la temperatura corporal había bajado, los escalofríos habían cesado y me levanté de un salto de la cama, fresco como una lechuga.

Hice unas flexiones de brazos, di unos enérgicos saltos, hice varias series de sentadillas, dominadas y abdominales y, tras unos concienzudos estiramientos, me duché con agua fría. Tomé café, mucho café, mientras leía la prensa, y a la calle, que tenía que proveer.

Después de toda una vida cobrando una nómina, se me hace extraño esto de estar a la intemperie, ahí fuera, como los polis de Hill Street. Ojo: es bonito e ilusionante, no se lo voy a negar, pero duro y complicado.

Eso sí: lo alucinante de verdad es el apoyo, la ayuda y el acompañamiento que he encontrado en las diferentes instancias administrativas con las que me he ido relacionando a lo largo de estas semanas, del SEPE al CADE.

En el servicio de empleo, además de atenderme con una puntualidad prusiana y con un trato exquisito, me pusieron los pies en la tierra, que llegué cargado de fantasías y leyendas urbanas sobre el emprendimiento. Ni internet ni conversaciones de barra de bar: quienes saben, son los funcionarios.

Y después, en el Centro de Emprendimiento de la Junta de Andalucía, lo mismo: máxima colaboración, precisos -y preciosos- consejos y todas las facilidades para convertirme en autónomo.

No se lo van a creer, pero me gusta esta sensación. Como si todo estuviera por hacer. Semanas vertiginosas en las que mi vida ha dado un giro de 180 grados, atisbando un futuro repleto de ideas, proyectos y posibilidades. No sé cómo terminará esta aventura, pero aburrida no es. Gracias a todos los que están ahí, apoyando. ¡Seguimos!

Jesús Lens