Todo parece ilimitado

Ahora que han pasado un par de días de la muerte de Bernardo Bertolucci y se apagan los ecos de los encendidos panegíricos y las demoledoras críticas por el rodaje del tango en París, quiero recordar una de las secuencias de la historia del cine que más me han emocionado en mi vida cinéfila.

Se trata del final de “El cielo protector”, cuando Kit regresa a Tánger tras su peregrinar por el desierto y las áridas y duras tierras del África subsahariana. Afectada por todo lo que le ha ocurrido, escapa de la gente y, en su deambular, recala en un café. Suena la música. Una voz le pregunta si se ha perdido. Ella responde que sí. Y la cámara se fija en el narrador, que recita uno de esos soliloquios imposibles de olvidar. De los que marcan. Por siempre jamás:

“Como no sabemos cuando vamos a morir, creemos que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo todo sucede sólo un cierto número de veces. Y no demasiadas. ¿En cuántas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de la infancia, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia? Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir el resto de tu existencia sin ella. Quizá cuatro o cinco veces. Quizás ni siquiera eso. ¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado.”

El narrador es nada menos que Paul Bowles, el autor de la esplendorosa novela original. No tardaría mucho en morir. Cuando estuvimos en Tánger, la pasada Semana Santa, mi querido Antonio Lozano nos llevó a los cafés en que Bertolucci filmó diferentes secuencias de la película.

Volví a sentir la emoción. Del viaje, de la ciudad, del cine. La emoción de vivir momentos únicos. Del tiempo. “Kit y Port nunca se habían fijado objetivos concretos. Tal vez por eso habían cometido el error de contemplar el tiempo de forma confusa. De considerarlo inexistente. Para ellos un año era igual a otro, cualquier cosa que les pudiera ocurrir sucedería por casualidad”.

Buen viaje, maestro.

Jesús Lens

Entre el Talgo y el Hyperloop

Cuando estuve en China, hará quince años, nos hablaron del Tren Maglev que comunicaba el aeropuerto de Shanghai con la estación de Longyang Road en 7 minutos. Lo que no tendría nada de particular si no fuera porque distaban 30 kilómetros entre sí.

El Tren Maglev alcanza picos de velocidad de 431 kms. por hora gracias a su sistema de levitación magnética y no es ningún sueño, proyecto o quimera: circula diariamente, entre las 6.45 y las 21.40, y el precio del billete es de 50 yuanes.

Si a ustedes les gusta el mundo de la innovación también habrán oído hablar del Hyperloop, una modalidad de transporte basado en tubos al vacío que permitiría desplazar a personas y mercancías casi a la velocidad del sonido. En este caso sí se trata de un proyecto: podría acabar conectando Los Ángeles y San Francisco en 35 minutos y, sin embargo, va a empezar a dar sus primeros réditos en Andalucía.

Habrá que ver en qué termina la cosa, pero Málaga y Cádiz aparecen citados como posibles escenarios para el Hyperloop. La línea del llamado “AVE Fantasma” entre Marchena y Antequera puede ser usado como banco de pruebas para el invento de Elon Musk y Susana Díaz estuvo hace unas semanas en El Puerto de Santa María, mostrando su orgullo y satisfacción por una empresa especializada en fibra de carbono llamada a construir las cápsulas con las que funcionará esta nueva tecnología.

Y mientras, en Granada…

Mientras, en Granada, ayer; políticos, asociaciones e instituciones celebraban por todo lo alto la llegada del Talgo que nos conecta con Madrid… en cinco horas y media, aproximadamente. Que sí, que la llegada de este tren rompe un bochornoso aislamiento ferroviario de más de tres años, pero ¿en serio hay algo que festejar?

Cuenta la leyenda que, una fría tarde de 1896, los hermanos Lumière proyectaron en un café de París una película llamada “Llegada del tren a la estación de La Ciotat” y el público, que no sabía lo que era el cine, al ver cómo se aproximaba la locomotora, huyó en estampida.

En Granada estamos más cerca del tren de los Lumière que del Hyperloop de Musk y hemos llegado a tal punto de rendición que celebramos la llegada de un Talgo, lento y achacoso, como si de un hito histórico se tratara.

Jesús Lens

Arterrorizado

Aterrorizado me quedé con algunas de las piezas de arte que integran la exposición “Incertitudes”, de Gorlob, que se puede visitar en el Cuarto Real gracias a la clarividencia de la Alianza Francesa de Granada.

¡Luego no me digan que no avisamos! Tienen que ir a ver esta exposición. Y punto. A sabiendas de que hay piezas espantosas. Que provocan espanto, quiero decir. Por ejemplo, cierta máquina para destruir el mundo que cuelga de la pared, como quien no quiere la cosa.

Arterrorizan, también, las piezas dedicadas a Nuestra Señora de la Comunicación, tanto las vidrieras como esa inquietante “Desearía hablar con Dios” en la que la telefonista informa que no es posible establecer la conexión porque todas las líneas están ocupadas.

Máquina para destruir el mundo, con contador de víctimas

¿En serio? ¿De verdad dan miedo? A mí, sí. Me arterrorizan las piezas creadas por Guillermo Rodríguez de Lema porque me invitan a reflexionar, a cuestionarme algunas de esas verdades inmutables que, a nada que pienso sobre ellas, se tambalean como un flan mal cuajado.

Todos y cada uno de los arte-factos de Gorlob son paradojas en sí mismos. Desde la radio con aspecto de deidad africana al trozo de iceberg contra el que chocó el Titanic. De los libros negros que nada bueno auguran a quien los lea -¿para qué tanto saber?- al plan de fomento de la lectura a medio germinar, congelado por falta de fondos.

¿Cuántos libros es necesario quemar para conseguir un buen café? ¿Cuáles son límites de la nouvelle cuisine a la hora de considerar comestible un plato? ¿No deberían arañar, y no picar, las arañas? ¿Se puede escribir un cuaderno de viajes con sentido si viajas con los mapas erróneos?

Gorlob nos arterroriza porque convierte en amenazadores elementos cotidianos de nuestra vida que, cuando cerramos los ojos y abrimos las puertas de la percepción, no se comportan como deberían. Un microondas que explota al introducir en su interior un libro de teatro francés; unos cruasanes de madera que, por tanto, están duros; la bombilla del eureka fuera de servicio que nos deja sin ideas; Smiley parapetado bajo una tapa de alcantarilla en Mayo del 68…

Deidad radial de una remota etnia patazónica

Si a usted le gusta el arte que va más allá de lo aparente, que le interpela y le sacude como espectador, las “Incertitudes” de Gorlob son la pregunta que estaba esperando, la respuesta que nunca esperaba haber hallado.

Jesús Lens

Tú tan cáncer y yo tan virgo

¿No les parece una virguería de título? Me llamó la atención cuando se alzó con el Premio Jaén de Narrativa Juvenil de este año y mucho más cuando, al abrirse la plica para conocer el nombre del autor galardonado, resultó que estaba escrito a cuatro manos.

Begoña Oro y Alberto J. Schuhmacher. No me sonaban de nada. Empezamos a buscar en internet información para la nota de prensa y la sorpresa fue mayúscula: Begoña ha dedicado su vida a “hacer lectores”, como ella misma señala. Es editora, traductora, experta en fomento de la lectura, escritora y, ahora, autora premiada.

¿Y Alberto? Alberto es un científico que dirige el grupo de Oncología Molecular del Instituto de Investigación Sanitaria Aragón. Trabaja buscando nuevos métodos de diagnóstico y tratamientos contra los tumores más letales y soluciones para enfermedades raras conocidas como rasopatías. Una vida azarosa, la suya: en 2003 se vio obligado a marcharse de España ante la falta de oportunidades. Trabajó en Ginebra y en el Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York hasta 2013, cuando volvió a España, fichado por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) con sede en Madrid.

¿Cómo coinciden Begoña y Alberto y cómo se deciden a escribir un libro juntos? Ardía de curiosidad, lo confieso. Y en cuanto les tuve a tiro el pasado viernes, en el acto de entrega de los Premios Literarios Jaén de CajaGranada y Bankia, fui a degüello.

Como tenía que hacerles una entrevista, fue una de las primeras preguntas. En la respuesta, otra sorpresa: era Alberto quien quería escribir una novela para jóvenes con el cáncer como protagonista. Para desdramatizar. No en plan Mr. Wonderful o Coelho, sino desde su experiencia como médico e investigador oncológico. Porque el cáncer, hoy, en cada vez más casos, se cura. La identificación entre cáncer y muerte es algo del siglo pasado. Y nada mejor que una novela escrita a cuatro manos con una experta autora de narrativa juvenil para contárselo a la juventud y animarla, también, a adquirir determinados hábitos saludables, de forma sencilla, a modo de prevención.

Pero la gran sorpresa, la traca final, fue averiguar que Begoña y Alberto han donado los 10.000 euros del premio a la Asociación Española contra el Cáncer. De forma discreta, sin ruido ni alharacas. ¿Se puede ser más, más, MÁS…?

Jesús Lens

Agro vital

Con qué contundencia habló ayer Clara Aguilera sobre los retos del sector agroalimentario, en el Foro sobre cooperativismo organizado por las fundaciones Cajasol y CajaGranada.

Contundencia, claridad y mensajes diáfanos. Avisos a navegantes, incluso. Por ejemplo, sobre la cuestión del Brexit. Que puede parecer una relación distante y lejana, la de Downing Street y el campo andaluz; pero que no lo es. Porque el aleteo de una mariposa en Bruselas o Estrasburgo puede acabar con la polinización de nuestros olivares.

Habló Clara Aguilera de la cuestión de la despoblación y de la importancia de seguir contando con ayudas económicas comunitarias para fomentar el desarrollo rural, única forma de evitarla. Esencial que determinadas comarcas de Andalucía no sigan los pasos de Castilla-León, por mucho que chinche y rabie la ex-ministra Tejerina.

Habló también de la negociación de la PAC, esa Política Agraria Común en la que tanto nos jugamos en nuestra tierra. Una negociación a cara de perro que está vinculada al acuerdo sobre Gibraltar, el propio Brexit y hasta al presupuesto europeo. ¿No le pedían a Pedro Sánchez ser más español y muy español? Pues ahí tienen el órdago a la grande.

Aguilera, vicepresidenta de la Comisión de Agricultura y Desarrollo Rural del Europarlamento, también habló de una reglamentación sobre prácticas comerciales desleales en el sector agroalimentario que se aprobarán a vuelta de año. Se trata de beneficiar y proteger al productor y al consumidor, controlando la cadena de distribución y evitando, por ejemplo, la venta a pérdidas que promueven determinadas compañías.

Acostumbrados a escuchar discursos sobre el cambio de modelo productivo, la economía del futuro o los desafíos del siglo XXI, corremos el riesgo de olvidar al campo y al sector agroalimentario, auténticos sostenedores de nuestra economía.

Ojo, que el agroalimentario también se enfrenta a esos retos y nuevos paradigmas. Sobre todo en lo tocante a la industrialización del sector. Que somos buenos productores, pero nos falta impulso para ser pieza clave en el resto de la cadena, sobre todo, en la comercialización y distribución. Importante que, a través de FAECA, cundan más ejemplos como el de La Palma, empresa líder en exportación.

El campo. No nos olvidemos del campo andaluz. Está bien que mimemos el turismo, la construcción y la cultura, pero siempre conviene recordar a ese sector que tanto y tan bien nos da de comer.

Jesús Lens