El último lapón

Confieso que dudé al abrir el paquete recién llegado desde la librería Negra y Criminal.

(Uno de los grandes momentos de cada mes, dicho sea de paso, es el de abrir esa caja de cartón, procedente de La Barceloneta, y asomarme a descubrir los tesoros que los sabios Paco Camarasa y Montse Clavé le han añadido, por su cuenta, a mis peticiones).

 El último lapón

Digo que dudé porque ahí estaba, entre otros títulos, la novela El último lapón, dedicada por su autor. Y como no hace mucho que estuve en Noruega, Suecia y Finlandia, me apetecía enfrentarme a una trama negra y criminal que acontece en un escenario tan improbable como la gélida Laponia, solo comparable a aquella Antártida del tebeo Whiteout, de tan grato recuerdo.

Pero… ¿y si Olivier Truc era otro de esos autores nórdicos pesimistas y apesadumbrados que necesitan tres páginas para decidirse a abrir la puerta del dormitorio, al levantarse de la cama?

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Jesús Lens

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Operación Dulce

Llevaba tiempo sin leer a Ian McEwan. Mucho tiempo. Y al ver que había vuelto al género de espías, me lancé como un poseso sobre “Operación Dulce” ya que no solo el tema me gusta sobremanera sino que su memorable “El inocente” me impresionó, y mucho, en su momento.

 Operación Dulce

Efectivamente, esta novela cuenta la historia de una joven estudiante reclutada por el MI5 británico. Pero no con el fin de convertirla en una superagente o tan siquiera en una sagaz analista, dada su especialización en matemáticas; sino para aprovechar una de sus grandes pasiones: su amor por la literatura y su compulsiva forma de leer (casi) todo lo que se publicaba en Inglaterra.

¿Con qué fin?

Con el fin de que ayudara a poner en marcha una fundación que apoyara a novelistas y otras gentes de letras que escribieran para socavar los fundamentos del comunismo, muy atractivos entre determinados colectivos de una Gran Bretaña sumida en el caos provocado por la crisis energética de los años 70, la huelga de los mineros del carbón y los atentados del IRA.

 Operación Dulce caricatura

Pero la clave de la Operación Dulce radicaba en que los autores no podían saber quiénes les subvencionaban ni con qué fin; por lo que su proceso de reclutamiento era complejo. Y, después, el seguimiento de su trabajo, más aún.

Estas son las mimbres de una novela con muchos planos y dimensiones diferentes. Por un lado, el contexto. Esa Inglaterra confusa y confundida en la que la herencia de los hippies norteamericanos chocaba con una sociedad perpleja y atribulada.

Por otra parte tenemos el trabajo de los servicios de inteligencia. El trabajo sordo, aburrido y tedioso. Un trabajo en absoluto lucido, espectacular o reconocible. Un trabajo, sin duda, imprescindible, como bien saben los norteamericanos que nunca permiten que sus películas sean consideradas como un producto industrial más en las rondas de la Organización Mundial del Comercio. El cine, como la literatura, la televisión o la música, son instrumentos de exportación social y de colonialismo cultural de primer orden. Y hay que estar muy encima de ellos.

 Operación Dulce portada

Y luego está la intrahistoria. Los personajes. Los protagonistas. Los secundarios. El día a día. La vida, o sea.

Me ha gustado “Operación Dulce”. Me ha parecido muy interesante su planteamiento y, sobre todo, me ha gustado el papel de la protagonista. Precisamente por su inconsistencia. Por sus carencias. Por sus dudas y debilidades. A fin de cuentas, hablamos de una veinteañera sin ningún don especial, en el sentido que solemos entender cuando hablamos de espías y de servicios secretos.

Y, además, hay un ejercicio metaliterario muy interesante del que no voy a contar nada, pero que incluye a personajes tan conocidos como los Amis, padre e hijo. O Ballard. Y tantos otros escritores que publicaban en aquellos excitantes años setenta.

 Operación Dulce Ian McEwan

Si quieres saber cómo es el mundo del espionaje, desde un punto de vista absolutamente nuevo y distinto, lee “Operación Dulce”. Y si dudas de que esa fórmula de luchar durante la Guerra Fría fuera utilizada, haz un googling y busca CIA y revista Encounter.

Jesús Lens

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La última tumba

Yo no soy de los que creen que las Crisis traen cosas buenas, pero sí espero que, al menos, ésta que nos aflige se lleve consigo algunos vicios lamentables heredados de épocas pretéritas. Como lo políticamente correcto, por ejemplo.

 La última tumba ravelo

Que no sé hasta qué punto, por ser políticamente correctos, hemos admitido, aunque sea silenciosamente, determinados comportamientos que han terminado por demostrarse de mal gusto, notablemente inmorales y, sobre todo, éticamente dudosos.

Este año, habiendo leído las dos novelas más recientes del autor canario Alexis Ravelo, me he dado cuenta de que la novela negra española tenía mucho de políticamente correcto, ignorando algunos de los aspectos más sórdidos de la sociedad y maquillando el lado más oscuro de sus protagonistas.

Y es que Alexis no se anda con chiquitas y, así, en su electrizante “La estrategia del pequinés”, que ya comentamos aquí, no dudaba en llevarse por delante y darle boleta a cualquier personaje, en desnudar algunos de los comportamientos más deleznables de esa Beautiful People que resultó ser mucho más fea de lo que el bótox permitía atisbar.

 La última tumba portada

Ilusionado con la que espero sea otra novela negra, negra como el petróleo; me lanzo sobre las páginas de “La última tumba”, galardonada con la XVII edición del Premio de Novela Negra de Getafe, publicado por la editorial Edaf en su colección Voz y Tiempo; y me encuentro con 250 páginas volcadas hacia un único propósito: hacer justicia a través de una brutal reivindicación de la venganza como instrumento para reparar los errores del pasado.

Conoceremos al protagonista de la novela, Adrián, cuando sale de la cárcel en 2011, tras haber cumplido más de veinte de los veintinueve años de prisión a los que fue condenado por el brutal asesinato de Diego Jiménez.

A finales de los 80, Adrián era un chapero drogadicto que hacía cualquier cosa para conseguir unos miles de pesetas. Diego, por su parte, era el reputado y refinado asesor de un conocido dirigente insular. Tras conocerse en un monasterio, donde el chapero trataba de desintoxicarse y el probo hombre de negocios hacía un retiro espiritual; Adrián y Diego iniciaron una complicada relación erótico-amatoria con tintes de Pigmalión que terminó una noche, abruptamente, cuando alguien mató a Diego… y le cargó con el mochuelo al infeliz de Adrián.

 La última tumba autor

En los tiempos del euro, por fin libre y gracias al apoyo de su hermano, Adrián vuelve a sentirse persona, trabajando en la tienda que fue de sus padres. Limpio de drogas, ni siquiera bebe alcohol. Solo se permite fumar. Y pensar. Pensar en cómo vengarse de quiénes le condujeron a la cárcel. No le importan las razones por las que lo hicieron. Solo quiere justicia. Y, en su caso, la justicia equivale a venganza.

A partir de ahí, la narración de Ravelo avanza a pasos agigantados, urdiendo una trama que, progresivamente, se va complicando. Porque, en esta vida, para saber quién lo hizo, hay que saber por qué lo hizo. Y, entonces, las razones vuelven a ser importantes.

El lector de “La última tumba” se va a encontrar con una novela escrita a tumba abierta, en la que el autor no dudará en aplicar las necesarias dosis de violencia que la misma requiere. Y, como veréis, son muchas. Y variadas. Y sangrientas. Y no le temblará el pulso a la hora de hacerlo. Como a su protagonista.

Porque hay otra novela negra, hard boiled, descarnada, dura y salvaje. Como la realidad. Y Alexis Ravelo es, hoy por hoy, su mejor exponente.

 La última tumba

Si te gustan las emociones literariamente fuertes y los personajes sólidos, rocosos, decididos y con las cosas claras, no dejes de leer “La última tumba”. Te va a gustar. Eso sí, hazte a la idea de que estas páginas salpican. Sangre.

Jesús Lens

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Malasaña Chai Tea

Hace unos días, cuando un amigo preguntaba a través del Facebook por algunos títulos a los que hincarle el diente estas navidades, además de recomendarle los últimos títulos de Javier Márquez y de Alexis Ravelo, le decía que apuntara el nombre de Rafael Sarmentero. Y le daba mis razones: “no es que sea un soplo de aire fresco en la actual narrativa española, ¡es que es todo un vendaval!”.

 Malasaña Chai Tea

Y se lo decía cuando iba por la mitad de la lectura de “Malasaña Chai Tea”, su más reciente novela, publicada de nuevo por la editorial Algón. Ahora, cuando ya la he terminado, lo repito: ¡Sarmentero es la leche!

Imagina que estás al borde de los cuarenta años, que ya no te queda nadie a quién decepcionar, que tu pareja más reciente te acaba de dejar y que tienes un trabajo tan normalito como inane. Entonces, llegas a un convencimiento: “La sociedad quiere que juegues con sus reglas. Pero tú te resistes. Entonces encuentras la solución: hacer trampas”.

Por ejemplo, hacerte pasar por detective privado.

¿Por qué no? Es decir, un detective privado debe ser un tipo al que le pasen cosas. Y, por tanto, debe ser un tipo interesante. Porque, como sostiene el protagonista de la novela, “lo importante es la historia. No lo que ocurre, sino lo que cuentas… Desde los tiempos más remotos, el que manda es el que cuenta la historia”.

 Malasaña Chai Tea Presentación

Rafael Sarmentero es un cuentista nato. Como ya demostrara en su anterior novela, “Qwerty/Vintage”, dando vida a sujetos que se ocultaban en chats para tratar de seducir a otros personajes, tan reales y tan falsos como ellos mismos; Sarmentero es un narrador excepcional, dotado de una desbordante imaginación, sobre todo, para alumbrar personajes de una fuerza arrebatadora.

Además del protagonista, homérico y extraordinario, “Malasaña Chai Tea” presenta a una nómina de personajes secundarios de los que se quedan grabados en el inconsciente lector, por siempre jamás. Como el antiguo campeón de tenis infantil, devenido en un insoportable neurótico que juega al pádel y llora por las esquinas. O el golfista que viaja por el mundo con un solo palo. O la amiga-confidente del protagonista, que no solo le aguanta sus neuras, sino que le estimula y anima a seguir cometiendo locuras.

 Malasaña Chai Tea autor

Y está el decepcionado padre que habla de usted a su hijo. Y el enigmático albino con unas cuantas lecciones por dar. E Irene, la ex. La que encarga su primer caso a ese detective de ficción que, efectivamente, parece mucho más interesante cuando investiga un caso que cuando solo vendía libros.

¿Es posible averiguar si un hombre que se suicidó, muchos, muchos años atrás; en realidad fue asesinado? No es sencillo el primer caso al que se enfrenta el voluntarioso detective vocacional que no solo reside en Malasaña, sino que vive allí. Porque Malasaña no es un barrio cualquiera. Es uno de esos barrios que imprimen carácter y por cuyos cafés, bares y garitos nos irá acompañando el inefable protagonista de una novela cargada de recursos literarios, de diálogos memorables y de momentos para el recuerdo y la recreación.

 Malasaña Chai Tea portada

Yo, si fuera tú, no tardaría mucho en conocer el personalísimo, peculiar y particular universo de Rafael Sarmentero. Después, cuando todo el mundo hable de él, siempre podrás sacar pecho, enarcar cejas y lucir palmito, poniendo esa mirada de “yo lo descubrí primero”.

Jesús Lens

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Afilado como un blues a medianoche

Hay reseñas en las que no puedo ser objetivo y ésta sobre la última novela de Javier Márquez es una de ellas. Por varias razones.

 Afilado como un Blues a Medianoche

La primera, porque Javier es un tío cojonudo. Y eso, imprime carácter y marca a la hora de escribir sobre cualquiera de sus textos o actividades, desde un cuento a un reportaje en las estupendas revistas Forbes o Esquire, a una entrevista o… por supuesto, una novela.

La segunda razón por la que no puedo ser objetivo es porque “Afilado como un blues a medianoche” es un proyecto que conozco desde hace tiempo y que he visto nacer, crecer, madurar, podar y hasta bautizar; por lo que lo siento como un poco mío. Tras haber hablado largo y tendido con el autor sobre la trama, los personajes y las diferentes situaciones que plantea, hasta llegar a su portentoso final; feo estaría ahora que dijera que hay algo que no me gusta, no me convence o me chirría.

 Afilado como novedad

Una tercera razón por la que me chifla, subjetivamente, esta nueva entrega de Márquez es que estamos ante la continuación de aquella joya titulada “Letal como un solo de Charlie Parker” que ya comentamos aquí y que no me cansé de recomendar, ígnea y abrasadoramente, a todo bicho viviente que me pedía consejo lector… y también al que no me lo pedía.

Y cuando digo continuación quiero decir, sí, segunda parte. A mucha honra y sin prejuicio alguno. Porque una de las muchas cosas que agradecerle a Coppola es que dinamitara e hiciera saltar por los aires, con El Padrino II, el manido tópico de que Segundas partes nunca fueron buenas.

¿Qué no?

¡Espérate a leer la segunda de las aventuras protagonizadas por el inefable, grandioso y colosal Eddie Bennett y me lo cuentas! Una novela que, por supuesto, se disfruta aunque no hayas leído la primera de la saga.

 Letal como un solo de Charlie Parker

Y es que, aunque la siguiente exclamación sea una subjetividad tan grande como la capacidad lumínica de Las vegas, ¡has de leer esta novela, sí o también! Porque te lo vas a pasar… de cine.

Y ahí ya soy muy, pero que muy objetivo. Porque el universo que ha creado Márquez es muy, muy cinematográfico. Muy de mitad del siglo pasado. Y muy, profundamente norteamericano. Y es que Eddie Bennett vive y trabaja en las míticas Las Vegas en que reinaban Sinatra, Sammy Davis Jr. y, por encima de ellos, Dean Martin.

Pero los que gobernaban, en la sombra, eran otros personajes. Gángsteres y mafiosos sin escrúpulos que tenían conexiones con la mismísima Casa Blanca, convertida en el Camelot de los Kennedy. Y está Marilyn, claro. Porque el trabajo de Bennett, una especie de Sr. Lobo cuya especialidad es arreglar problemas, le lleva a trabar conocimiento con una leyenda del cine que, también era mujer. Además, Bennett se hará colega de un tipo que dejará mudos a todos los amantes del género negro y criminal.

Podría pensar alguien, eso sí: ¿qué hace un tipo de Sevilla y, además, insultantemente joven, escribiendo sobre Las Vegas y el Hollywood de los 60?

 Afilado como Javier Márquez

Créanme: el caudal de información y documentación que atesora Márquez sobre todo aquello de lo que escribe le convierte en una voz tan autorizada en la materia que no será raro que Martin Scorsese lo contrate como consultor cuando, por fin, enfrente el rodaje de su película sobre Dean Martin.

Ritmo, música, balas, peleas, juego, conspiraciones, estilo, copas y algunos de los diálogos más cínicos, crudos y descarnados de la actual narrativa española se encuentran, sabiamente combinados, en “Afilado como un blues a medianoche”. Una novela, además, dotada de una sólida estructura y que confirma a Javier Márquez como uno de los grandes de las letras negras escritas en castellano.

 Afilado como un Blues a Medianoche portada

Pero, claro. Esto es solo mi opinión. Subjetiva. Ahora, de ti depende si me crees y, de paso, te haces un favor a ti mismo; o si no lo haces y decides pasar de leer una de las grandes novelas del 2013. Lo que, sin duda, sería un gran error. Por tu parte.

Jesús Lens

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