Somos adictos al crimen… literario

Con ocasión de la Semana Santa me concedí una tregua lectora y aparqué el noir durante unos días. Me entregué a la ciencia ficción, el otro género que más disfruto de un tiempo a esta parte. Leí seguidas ‘La vieja guardia’, de John Scalzi; que me encantó y ‘Proletkult’, del colectivo italiano Wu Ming. Llevaba tiempo queriendo leer algo de ellos, pero me ha parecido, si no panfletaria, sí demasiado discursiva.

También disfruté de ‘Rodaje’, una novela sobre cine del director Manuel Gutiérrez Aragón que transcurre en un intenso puñado de horas, entre cafés, bares, salas de cine… y comisarías de policía. Son los estertores del franquismo, Berlanga rueda ‘El verdugo’ y un joven guionista trata de terminar su primer libreto. Muy buena. No se la pierdan. ¡Y también cayó el ‘Gordo de feria’ de Esther García Llovet, una de las escritoras más inclasificables de nuestro país! Su estilo propio, marca de fábrica, la hace inconfundible.

Antes de este interludio había terminado ’64’, de Hideo Yokoyama; y ‘Salamandra’, la extraordinaria vuelta al policial de nuestro paisano José Abad. De ambas escribiré largo y tendido próximamente, pero hoy quiero comentarles los títulos previstos para los próximos meses en el club de lectura Adictos al crimen, impulsado por Penguin Random House y la librería Picasso, por si les apetece apuntarse.

Tras una larga e ilustrativa conversación con Claudia Piñeiro, que se conectó desde Buenos Aires para hablar sobre ‘Catedrales’, una perturbadora novela que nos ha dejado sin aliento; este mes cambiamos de tercio y leemos a Nagore Suárez y ‘La música de los huesos’.  Se trata de una novela negra muy millenial en la que la mensajería instantánea, los festivales de música y las nuevas tendencias tienen mucho protagonismo. Con decirles que uno de los personajes bebe kombucha, el fermentado de té que tan de moda está…

Seguiremos con ‘1794’, la esperadísima continuación de ‘1793’, del escritor nórdico Niklas Natt och Dag. Novela a caballo entre lo negro-policial y lo histórico, perfectos engranajes espacio temporales que te transportan, literal y literariamente hablando, a la ciudad de Estocolmo que, a finales del XVIII, se debatía entre una estructura casi feudal y los aires de cambio provocados por la Revolución Francesa.

Hace unos meses decíamos que la ciudad de Estocolmo huele en estas novelas. Huele el cieno de sus canales. Huele el sudor de los trabajadores. Huelen los restos de vino acumulados en la barra de los garitos más infectos.

Así describíamos a los protagonistas, a quienes queremos seguir acompañando en sus investigaciones: la dialéctica entre la razón y la fuerza, entre el rigor científico y la contundencia de los puños desnudos, entre la deducción y la implosión; está perfectamente representada por la dupla protagonista: el tísico y delicado Winge y el bruto de Cardell. Como en tantas novelas y películas antes, el recurso de la pareja de socios a la fuerza funciona a las mil maravillas. Resultan tan distintos como complementarios. Guantes de seda y puños de acero para abrirse paso en una sociedad compleja e igualmente contradictoria, cargada de prejuicios y que, aferrada a la tradición, se resiste a cambiar.

Ojo a la nueva edición de un clásico del noir contemporáneo: ‘Mystic River’, de Dennis Lehane. Será la siguiente en la lista y nos permitirá hacer ese juego que tanto nos gusta: comentar la novela y, de seguido, su adaptación cinematográfica, dirigida nada menos que por Clint Eastwood y atesoradora de dos Óscar y seis nominaciones. Se trata de un ejercicio de lo más estimulante. Y ya en julio, antes del parón del verano, le llegará en turno a ‘Madame B’, de Sandrine Destombes. ¿Nos acompañan?

Jesús Lens

El Lobo impúdico

Una semana más, la entrevista de fondo de Quico Chirino del domingo en IDEAL me deja servida en bandeja de plata la columna del lunes. En esta ocasión le ha tocado pasar por el confesionario a Fran Hervías, exsecretario de organización de Cs devenido en asesor aúlico del PP, popularmente conocido como el Lobo.

A ver qué les parece esta perla: “Tengo en Ciudadanos muchísimos amigos. El 80% de los que están ahora mismo ocupando puestos están ahí gracias a mí, porque en su día los ayudé y les eché una mano. Si no llega a ser por mí no estarían donde están la mayoría de ellos”. (Aquí, esa parte de la entrevista completa)

Deténganse un momento y procésenla. Léanla otra vez, por favor. ¿Qué les parece? ¿Es o no es para flipar? Que los partidos políticos se han convertido en agencias de colocación masiva es algo que ya sabemos, ¿pero no deberían disimular aunque sea un poco? Tampoco es que ahora me vaya a hacer un capitán Renoir y escandalizarme por descubrir que en Rick’s se juega mientras el crupier me cambia las fichas en efectivo, pero sería exigible un poquito de decoro, ¿no les parece?

No tenía claro si a Hervías le apodaron el Lobo por el personaje de Tarantino, famoso por arreglar problemas, o por el amoral y sinvergüenza protagonista de ‘El lobo de Wall Street’, un corredor de bolsa sin escrúpulos que terminó condenado por fraude. Tras leer la entrevista, en la que no para de hablar de componendas, arreglos, traiciones, amiguismos, regalías y pactos me queda meridianamente claro.

Insisto: aquí nadie se ha caído de un guindo y todos sabemos que los partidos necesitan a sus expertos en fontanería, con independencia de su espectro ideológico. Eso sí: unos serán elevados a la categoría de gurú y otros terminarán acusados de trabajar para las cloacas, sean del estado que sean.

Más detalles de la entrevista (aquí, la otra parte): en varias ocasiones, Hervías alerta del peligro que suponen Iglesias y Sánchez para España en general y para Granada en particular. ¡Que viene el comunismo! ¡El lobo! ¡El lobo! Penilla que, sin embargo, no diga una sola palabra de algo que sea de utilidad para la ciudadanía.

¡Ay esos políticos que viven en una realidad paralela hecha de moquetas, tuits, teléfonos y telegram, completamente despegados de lo que pasa por la calle! Y luego se preguntan del porqué de la desafección y se sorprenden por el abstencionismo creciente y el voto de castigo.

Jesús Lens

Sumar y ganar

Es un secreto a voces que las dos direcciones territoriales de la Caixa en Andalucía se van a quedar en Sevilla y en Málaga. En realidad, secreto no es, la verdad sea dicha, que todos lo tenemos ya asumido. Sería más difícil traerse una de ellas al Cubo que la remontada del Granada C.F. en Old Trafford.

Sin embargo, sorprende el silencio de políticos e instituciones. Con la excepción de Paco Cuenca, no se ha oído una palabra. Aunque fuera por disimular, nuestros representantes deberían hacer siquiera un poquito de postureo, como si el tema les interesara mínimamente, por mucho que ya no haya dietas. O la Cámara de Comercio y la Confederación Granadina de Empresarios, qué sé yo…

En realidad, tampoco pasa nada. Si algo hemos aprendido estos meses es que el estado físico de la cuestión no importa. Mientras el Cubo siga teniendo actividad productiva y la Caixa genere empleo en Granada, que la toma de decisiones esté en Málaga forma parte del guion.

Cuestión aparte es la Fundación. Dado que políticos e instituciones han optado por no presentar la batalla de la territorialidad financiera, esperemos que se muestren más activos en la dimensión social, cultural y medioambiental del asunto.

A nadie escapa que Fundación la Caixa es una de las más importantes del mundo, cuantitativa y cualitativamente. Si Granada aspira, de verdad, a la Capitalidad Cultural del 2031, deberíamos estar trabajando, todos a una, para que su huella en la ciudad sea mucho más visible y perceptible a partir de ahora. Sería beneficioso para la ciudadanía, por supuesto. Pero saldría ganando, sobre todo, el tejido cultural y social de nuestra provincia, que está canino y en un estado paupérrimo, abandonado a su suerte.

La cultura son exposiciones, conciertos y actividades literarias. Danza, cine, teatro, cómic y música. Pero la inversión en cultura también supone generación de riqueza y puestos de trabajo, algo de lo que estamos muy necesitados. ¿Y qué decir del sector social y asociativo en los tiempos del covid?

Para la Caixa, Granada también es un escaparate idóneo donde lucir sus mejores galas. A pesar de tantos pesares, Granada es una ciudad universal con reconocimiento internacional. Todo el mundo quiere venir a Granada, una y otra vez. No es solo el marco incomparable. Es su vibrante escena musical, su literatura, poesía, historia y pensamiento. Ojalá que, por una vez, sumemos todos y salgamos ganando en este envite. Es lo único que nos queda.

Jesús Lens

Pasión por el Granada C.F.

Ayer, desde que salí a la calle, todo era rojiblanco. En el Zaidín había banderas colgadas de los balcones y, al llegar al kiosco, la portada de IDEAL supuso un chute de energía.

Estuve comiendo en María de la O y durante las Jornadas Gastronómicas de Cervezas Alhambra, de lo que se hablaba en las mesas era de fútbol y del Granada C.F., además de elogiar el soberbio menú diseñado por Chechu González y de comentar la contundencia de las cervezas negras recién presentadas en sociedad. (Lo cuento AQUÍ).

Aprovechando que estaba en mi antiguo barrio, en la Carretera de la Sierra, me acerqué al Asador Curro para reponer existencias de su extraordinario Vermú de Garaje. Quiso la casualidad que me encontrara con Curro y con su socio, Bubi Morenodávila, que el martes y miércoles de la semana que viene organizan unas jornadas gastronómicas con una pinta extraordinaria, de la mano de Royal Bliss. Como la cabra tira para el monte y soy bien facilón, sucumbí a la tentación de tomarme uno de los míticos gintonics de Curro en la terraza del Asador. ¿De qué se hablaba en las mesas colindantes? Del partido de anoche.

Ustedes lo saben bien. No soy futbolero. De hecho, a la hora de escribir estas notas, el partido ni siquiera está próximo a comenzar. Les confieso que no tengo pensado verlo. Mientras el Granada C.F. juega contra el Manchester United, yo estaré viendo una película. Creo. Lo mismo, al final, me animo a sintonizar alguna cadena que lo emita, si es de libre acceso. Pero ya les digo que, en principio, me resbala.

Y, sin embargo, me encanta que la ciudad hable de fútbol, respire fútbol y esté enfervorizada con el fútbol. Disfruto con la campaña del Granada C.F. y espero que consiga doblegar a los Diablos Rojos.

Hubo un tiempo en que sí era futbolero. Me encantaba la pasión que exudaba la Premier League y era fan del Manchester United, precisamente. ¡Lo que son las cosas! Mis referentes son Schmeichel, Cole, Ince, Giggs, Cantona, Scholes, Beckham… Cuando ahora leo que Solskjaer es el entrenador de los Red Devils, le recuerdo como jugador.

Se ha dicho y escrito hasta la saciedad: ¡quién nos iba a decir que veríamos al Granada C.F. jugar contra el Manchester United en partido oficial! Y en competición europea. Rectifico. Paso de películas. Veré el partido, ¡qué demonios!

Jesús Lens

Cine que nos hace reflexionar

Ayer volví a hablar de cine, una de las actividades que más me fascina. Fue a través de Zoom, en la primera entrega de un ciclo organizado por la facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la UGR, compartiendo escenario virtual con Carmen Lizárraga para hablar sobre el fenómeno de la desigualdad a partir de ‘Parásitos’, esa magistral bomba cinematográfica filmada por Bong Joon-ho, de la que escribí aquí en una columna que titulé, precisamente, ‘Reflexionar con ‘Parásitos’.

Me gustó mucho que en la introducción del V Ciclo de cine Economía y Sociedad, que lleva como subtítulo ‘ODS de cine para cambiar nuestro mundo’, Rafael Cano, Decano de la facultad, mezclara en la misma frase ‘diversión’ y ‘rigor científico’. Es una de mis máximas. Hacer presentaciones amenas y atractivas para el público. Charlas que le saquen risas o, al menos, sonrisas a la gente y que, a la vez, les hagan reflexionar.

Para eso, nada como una buena película. No se ha inventado una herramienta más útil, práctica y directa. De ahí, también, que me parezca muy acertado lo de combinar los objetivos de desarrollo sostenible y cine para cambiar el mundo. ¿Puede una película tener tanta influencia? Sí. Puede. El buen cine nos ayuda a abrir los ojos, primer paso para cambiar las cosas.

Una película, si está bien escrita y bien dirigida, hace que nos percatemos de lo que pasa a nuestro alrededor. Que nos interesemos. Como muestra, ‘El Disidente’, un thriller documental sobre el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi que nos pone alerta, también, sobre el peligroso uso de Twitter promovido por regímenes autoritarios. O ‘Nomadland’, de la que ya les he hablado, además de rogarles encarecidamente que vayan a verla al cine. Digamos, así a lo bruto y con todos los respetos por John Ford, que es ‘Las uvas de la ira’ del siglo XXI.

El cine nos hace cobrar conciencia de lo que ocurre ahí fuera. Y consciencia. Decía Carmen Lizárraga en el coloquio que uno de los problemas del ser humano es que no tenemos empatía con lo que pasa lejos de nosotros. Que nos cuesta ponernos en la piel de los otros y que es necesario trabajar esa cualidad a través de la cultura y la educación. Insisto: pocos instrumentos como el cine para ayudarnos.

Me acuerdo ahora de ‘Adú’, por ejemplo. O de ’14 kilómetros’ y ‘Retorno a Hansala’, excelentes películas españolas que nos ayudan a mirar con otros ojos el fenómeno de la inmigración.

Jesús Lens