Hay que ver ‘Nomadland’

Es una de las películas del 2021 que más ansiosamente esperaba y ha querido la buena fortuna que su estreno coincidiera con la reapertura de los cines en Granada, más allá de la modélica y numantina resistencia del Madrigal. Así las cosas, volver a la pantalla grande para ver ‘Nomadland’ ha tenido un regusto especial.

En enero les recomendaba leer el libro de no ficción ‘País nómada. Supervivientes del siglo XXI’, de la periodista Jessica Bruder, publicado por Capitán Swing. (Leer AQUÍ) La película de Chloé Zhao recién estrenada está libremente basada en él, con la propia autora como consultora técnica, y ya se ha alzado con el Globo de Oro a la mejor película dramática y a la mejor dirección. Además, es una de las favoritas para los Oscar, con toda justicia y merecimiento.

Dentro de unos días, ‘Nomadland’ estará disponible en plataformas, pero les aconsejo verla en el cine: en pantalla grande brilla más. Por una parte, los espacios abiertos que muestra la cineasta. Las imágenes de las montañas y los desiertos, de las caravanas en continuo movimiento. No esperen épica, eso sí, en el sentido tradicional del término, que no estamos frente a un wéstern o una película de aventuras, aunque de todo ello hay en la historia de estos nómadas del siglo XXI.

Frente al paisaje terráqueo está el paisanaje humano, igualmente retratado de una forma física por Zhao. Los primerísimos planos de Frances McDormand (que no le dieran el Globo de Oro como mejor actriz es un escándalo) se recrean en las arrugas de su rostro, las bolsas bajo los ojos, los pliegues de la carne, el pelo cortado a machete, las comisuras de los labios, la tristeza de su sonrisa. Primeros planos que hablan de dignidad y orgullo. De la ética de la resistencia.

Lo mismo ocurre con el resto de personajes, Linda May, Swankie y Bob Wells; auténticos nómadas que viven en la carretera y se interpretan a sí mismos en una película de rezuma realismo poético por los cuatro costados. Más dramatizada que el libro original, atención a la música, impecable y emocionante.

‘Nomadland’ habla más de la soledad, la pérdida y el desarraigo, de la solidaridad, el espíritu comunitario y el apoyo mutuo; que de las infames condiciones de trabajo de las personas de la tercera edad de los Estados Unidos, clave del libro de Bruder. Un mismo material para contar dos historias complementarias, diferentes y ambas extraordinarias.

Jesús Lens

Contrapaso, uno de los cómics del 2021

En un momento de la investigación que llevan a cabo los protagonistas de ‘Contrapaso. Los hijos de los otros’, el portentoso cómic escrito, dibujado y coloreado por Teresa Valero; asistimos al siguiente diálogo:

—Gracias por recibirme, doctor. Investigo la muerte de Rosa Saura. Creo que usted la conocía…

—¿Investigar? ¿Eso no lo hace la policía?

—Pues no siempre. No señor.

Una sola viñeta le basta a Teresa Valero para subvertir el orden establecido y, desde el punto de vista de dos periodistas de Sucesos del diario ‘La Capital’, conducir al lector a través de una investigación apasionante, inquietante y, por momentos, aterradora.

Sé que es muy osado, tan a principios de año, aventurar algo así, pero tengo el convencimiento de haber leído uno de los cómics del 2021. Negro como la pez. Negro como esa España de mitad del siglo pasado que con tanta brillantez nos muestra la autora.

Una trama policíaca en la que nada es lo que parece, protagonizada por Emilio Sanz, un veterano y desencantado periodista, falangista hasta la médula, pero de vuelta de todo. Así escrito, puede tirar para atrás. Y ahí radica el mérito de este personaje: como señala la propia autora, genera atracción y simpatía a la vez que, ideológicamente, provoca rechazo. La polémica que mantiene con su director sobre cómo tratar la ejecución de un reo ya nos presenta a un personaje llamado a hacer historia.

Junto a Sanz, un joven y prometedor reportero le acompaña en sus investigaciones por las calles de Madrid. Viene de París y su imagen, atractiva, está inspirada por Alain Delon. Y tenemos a Paloma, una dibujante que trata de abrirse camino profesional en las revistas de la época. En este caso, el referente gráfico es Shirley MacLaine.

De su mano conocemos la redacción de un periódico como los de antaño y los bares y cafés de la época. Las casas de las personas más adineradas y las chabolas de las más pobres. Y las calles de Madrid. Sus edificios, vehículos y comercios. Un conocimiento minucioso y preciso, que la labor de documentación de Teresa Valero, sin lastrar las viñetas con su peso, nos permite recuperar un tiempo perdido y demorarnos en la contemplación de aquella España que alguna vez fue.

La historia es densa y con múltiples capas. Toca muchos y muy diversos temas a lo largo de sus 152 exuberantes páginas. De forma más o menos disimulada, en escena aparecen algunos de los psiquiatras más reconocibles del franquismo, como Vallejo-Nágera. Y por el subtítulo del álbum, ‘Los hijos de los otros’, ya se pueden imaginar qué otro hilo narrativo cose este ‘Contrapaso’.

La idea de Teresa Valero era basarse en ‘El Caso’, aquel semanario especializado en la crónica negra y la nota roja, siempre al borde de la censura. Al filmarse la serie televisiva que ficcionaba su historia, la autora desechó esa opción y se quedó con los periodistas de Sucesos de un diario convencional.

Cuatro largos años de un trabajo minucioso y primoroso han fructificado en un álbum que acaba de ponerse a la venta. En la tradición de la mejor narrativa gráfica negro-criminal, ‘Contrapaso’ es una obra maestra de lectura obligatoria para los amantes del noir, los amantes del cómic… y los amantes de la belleza. Un tebeo que es una oda al diálogo y a la capacidad de reconciliación de personas que piensan de forma diferente. En estos tiempos de polarización extrema, da gusto leer algo así.

Les aconsejo que se hagan con un ejemplar de la primera edición. Teresa Valero ya está trabajando en la segunda entrega de una serie con visos de convertirse en un clásico instantáneo. Cómprenlo por el disfrute de leerlo, claro, pero también porque de aquí a no mucho tiempo, una primera edición de ‘Contrapaso’ valdrá su peso en oro. Luego no digan que no avisamos.

Jesús Lens

Defender el Palacio

Hace bien Luis Salvador en defender el Palacio de Congresos de Granada como en las películas medievales se defendía el castillo o, en los wésterns, el fuerte. Toca hacerse eso, fuertes, e impedir que Sevilla se apodere de ninguno de sus órganos de gestión. Sevilla como concepto, ustedes me entienden.

Es lugar común en Granada, entre tercios y ‘follazas’, quejarse en el bar de que, si pudiera desmontarlas, la Junta se llevaría la Alhambra y la Sierra a Sevilla. No creo que el Palacio de Congresos, en la ruina, despierte tantas pasiones, pero por si acaso, el alcalde ha estado hábil y rápido de reflejos para evitar que la secretaría del consorcio que rige sus destinos se lleve desde orillas del Guadalquivir. Lo que pase a partir de ahora, está por ver.

También ha estado certero Salvador bajando la cuestión a la arena política y alejándola de la judicial. La actual corporación municipal se ha encontrado con un marronazo heredado de las anteriores y es justo que su resolución involucre a la Junta, no le dé por salir por patas, hacer un ‘simpa’ y si te he visto no me acuerdo.

En la jerga económico–empresarial se habla de ‘too big to fail’ para referirse a la situación de una institución financiera cuya caída tendría nefastas consecuencias para la economía y que, por tanto, precisa un rescate de los poderes públicos.

Verbigracia, la ya extinta Bankia, cuyo logo ha sido desmontado del Cubo a lo largo del fin de semana. Ojalá que, cuando la estrella de Miró nos salude desde lo alto, no sea a modo de imagen o recurso publicitario, sino porque el edificio de Campo Baeza tenga auténtico contenido económico, laboral y empresarial para Granada a través de Caixabank.

Dejar caer el Palacio de Congresos sería un mazazo y, aunque no supondría la ruina de miles de familias, sería la puntilla para la imagen de la ciudad. Insisto: en este contencioso, Luis Salvador está haciendo las cosas bien. Ojalá que tenga buena resolución. Óptima no será. Pero al menos, que sea la mejor de las posibles.

Jesús Lens

Aviso a navegantes

Se me quedó la vista imantada a la fotografía del barco atravesado en el Canal de Suez. ¡La que ha liado el Ever Given! Poco menos que el colapso del comercio internacional, así a lo bruto y sin ganas de andarme por las ramas. Un dato: cada hora con el tráfico marítimo interrumpido supone pérdidas de 400 millones de dólares.

 Pérdidas que, de forma más o menos directa, nos afectarán a todos. Ya saben ustedes que las ganancias multimillonarias son de unos pocos, pero cuando toca apoquinar derramas extra… De aquí a nada veremos escasez de productos imaginables y de otros inimaginables y, poco después, la subida de precios. “Es por lo de Suez, ya sabe usted”… ¡Ah claro, lo de Suez! Faltaría más. Y eso que, según ha anunciado la Autoridad Portuaria, el Puerto de Motril no se ve afectado.

Qué añito llevamos de efecto mariposa. O de cisne negro, dependiendo del caótico animalito que más le guste o más simpático le parezca. Desde la famosa sopa de murciélago y pangolín del mercado de Wuhan esto es un no parar de aleteos sin sentido.

Las redes no dejan de mostrarme recuerdos de años anteriores. Qué coraje me da. Cuando no estaba en Tánger, me encontraba en Perú, en San Petersburgo o Persia. ¡En Doñana, incluso! Qué tiempos aquellos… Ahora, ir al cine o acudir a la presentación de un libro son acontecimientos memorables que celebramos con el alborozo del niño que cumple años.

Nuestro horizonte vital y personal no nos permite alcanzar Alcalá la Real, Villanueva del Trabuco o Adra. Es de justicia poética —que no monetaria— que los objetos y mercancías que viajan por los siete mares hayan encallado en Egipto.

Además de los salvoconductos, tan de Miguel Strogoff y el Conde de Montecristo, estos días se pondrán de moda los piratas que, a la vuelta del Cabo de Buena Esperanza, tratarán de asaltar a los mercantes en las aguas del Índico, como en ‘Capitán Phillips’.

Así las cosas y por lo que pueda pasar, me he bajado a la frutería de la esquina a comprar plátanos, no sea que para venir de Canarias al Zaidín pasaran por Suez. Y otro concepto, este más moderno, que cobra todo su sentido: km.0. A falta de productos de importación, disfrutemos de los espárragos y las alcachofas de nuestras vegas, del cordero segureño, el pulpo a la salobreñera y los aguacates de Almuñécar.

Jesús Lens

Una de conspiraciones

Esta columna, sépanlo ustedes, a punto estuvo de costarme una monumental borrachera. Había salido a caminar el miércoles a mediodía y paré en una terraza a tomar una cerveza mientras leía un rato al sol. En la mesa de al lado, un sujeto hablaba en alta voz. La cosa iba de enfermedades y dolencias, entre juanetes, muelas picadas, alopecia, tensión oscilante y gases, muchos gases. El parlante era un rubiasco desteñido de unos 30 años. Junto a él, dos oyentes incapaces de meter baza en la conversación.

Aunque trataba de enfrascarme en mi novela, una de ciencia ficción, el runrún no cesaba. El monólogo había girado hacia La Cosa, como era previsible. Lo que no era tan fácil de prever es la tesis de que el coronavirus es un ente maligno que llega de otros universos a través de agujeros de gusano. Es inerte y necesita interactuar con una célula viva para activarse. Como el SIDA, otro virus del pasado.

A esas alturas había pedido una segunda birra, claro. Hacía como que leía. Y tuiteaba. Aquello era mejor que una serie de Netflix. El coronavirus sería la primera andanada de una guerra bacteriológica (o la segunda, si contamos el VIH, imagino) y la siguiente no tardará en llegar: nos la meterán en la comida para que caigamos como chinches. A los pobres supervivientes solo les quedará la esclavitud.

Y es que, pásmense, la pandemia y el chip —porque el chip ya nos lo han metido a través del móvil— daría razón a los mayas: hace años se cambió el calendario y, en realidad, 2021 es 2012. ¿Se acuerdan de aquellas profecías sobre el fin del mundo? Pues tenían un número bailado.

A esas alturas había pedido un tercer tercio y el sol hacía hervir la cerveza en mi cerebro. Pero el fulano seguía sin parar de hablar. Sobre cualquier tema tenía una teoría conspiranoica, de las pulgas, los ajos y los vampiros a la cerveza sin alcohol, cuya espuma no es más que detergente.

En un momento dado confesó que durante una época de su vida había consumido “droguillas”, pero no sirve como eximente. Ni siquiera como atenuante. No hay droga que haga tanto daño en un cerebro. El desojono final llegó cuando, muy serio, exclamó que él leía mucho. Que se IN-FOR-MA-BA. En ese momento pedí la cuenta y volví a casa pensando que ese individuo también es sujeto de derechos. Como votar.

Jesús Lens