Ser peatón en Granada

Hay noticias que, siendo de fuera, las sentimos como propias. Esta, por ejemplo: «Muere atropellado un menor en patinete en un paso de peatones en Madrid». Como todavía se está investigado el accidente, nada se sabe sobre responsabilidades y/o culpabilidades.

Le presté especial atención a esa información porque la leí tomando café en una terraza  justo después de que una moto se saltara un semáforo en rojo en la Avenida de Cádiz y estuviera a punto de ser arrollada por el coche que salía de la calle perpendicular. Eran las 11 de la mañana y nada hacía presuponer que el motorista estuviera bajo los efectos del alcohol o de cualquier otra sustancia psicotrópica. Sencillamente, se saltó el semáforo.

Como la bicicleta que, hace unos días, estuvo cerca de atropellarme en el Puente Verde. En realidad, de haber colisionado conmigo, la mujer se habría llevado la peor parte, que era liviana como una pluma, pero estaba tan preocupada por incorporarse al tráfico cuando no debía que a punto estuvo de ser empitonada por este morlaco. O viceversa.

Lo sé, soy un plomo recordando cada dos por tres que ahora camino mucho, pero eso de recorrer las calles de la ciudad a pierna suelta me da mucha perspectiva. Y ahora me acuerdo, por ejemplo, de ese patinete que me rozó por la espalda a la vera del río Monachil, cuando circulaba por plena acera. La calzada estaba completamente vacía, pero el chavea prefería ir a toda mecha por donde los viandantes, jugando a sortearnos como en una carrera de obstáculos.

Cuando uno escribe estas cosas corre el riesgo de parecer un viejo cascarrabias, con el ñañañá en la boca. Patinetes y bicicletas son tendencia y sus conductores molan todo. Son sostenibles, modernos y ecológicos. Eso sí, verles respetar un semáforo o un paso de peatones es más difícil que acertar la Bono-Loto. Que haberlos, haylos, como las meigas, pero nunca son los que se cruzan con uno. ¡Ya es mala pata, oiga!

Jesús Lens

¡Es la ciudad, estúpido!

Vaya por delante que, mientras escribía esta columna, me ha petado el portátil, algo que a usted debería traerle al pairo, pero que quiero resaltar porque es relevante para el tema del que vamos a hablar.

Si un portátil potente tiene, pongamos, 32GB de RAM, el mío tenía una memoria extendida (o como se diga) que llegaba hasta los 64 GB. Contíconeso, cuando le he dicho que me busque toda la información sobre el 2+2 y la alcaldía de Granada, el bicho ha empezado a echar humo. Tras varios minutos procesando, la pantalla me ha mostrado dos pestañas: Cancelar y Continuar. La primera era mucho más grande y luminosa que la segunda. Nada más darle a Continuar, el pobre ordenador ha comenzado a convulsionar, se ha agrietado la pantalla y, segundos después, ha pegado el reventón final.

Lo del 2+2 tiene mucho vicio. Desde que el domingo pasado hablara Fran Hervías, la cosa se ha puesto al rojo vivo. Durante la semana, cada vez que he salido a la calle me he llevado conmigo el cable de carga de la batería del móvil, que apenas tardo cuatro o cinco horas en fundirla mientras rastreo en tiempo real las últimas declaraciones y movimientos en torno al culebrón de la Plaza del Carmen.

Si TG7 hubiera hecho un reality con el tema, lo de Rocío Flores y Tele 5 y el bombazo informativo de la entrevista de Évole a Bosé —el amante bandido consumió drogas en su momento, ¡paren las rotativas!— se habría quedado en mera anécdota catódica en los anales de la historia de la televisión española.

A estas harturas, saber quién será el Alcalde de Granada en verano es mucho menos interesante que el día a día de insultos, traiciones, conversaciones desveladas y pactos de ¿caballeros? de los unos y los otros.

Debería haber una App para consultar ‘Quién es quién’ en este nuevo vodevil y un servicio de alertas que avise de cada nuevo movimiento en el tablero de ajedrez. ¿O es al Monopoly a lo que están jugando en plena cuarta ola de la pandemia, con Granada al borde de un nuevo cierre perimetral?

Lo más gracioso del tema es que, cuando les preguntan, tienen el cuajo de decir, sin sonrojo, que lo importante es la ciudad. Que el equipo de (des)gobierno sigue trabajando por y para Granada. Les falta mirarnos y, enarcando una ceja, escupirnos lo de “¡Es la ciudad, estúpido!”

Jesús Lens

Ver al otro Costa

No sé si tenían pensado hacer algo extraordinario este fin de semana, aunque sea dentro de nuestro perímetro provincial, pero como va a hacer malo (o bueno, depende de cómo se mire) y se pasará el fin de semana lloviendo, les aconsejo darse un salto al Centro Guerrero para ver la exposición ‘Solo’, del fotógrafo Matías Costa.

Vayan con tiempo. Es una exposición que pide calma y sosiego dado que está compuesta por siete series diferentes de fotografías, con lo que ello supone. Y ojo a los horarios de apertura y cierre del Centro, que resulta complicado saber qué actividades son esenciales o incidentales en cada momento.

En la planta baja del maravilloso edificio de la calle Oficios, tres series de fotografías que se hablan, colisionan e interaccionan entre sí muestran la vertiente más pura y clásica del Matías Costa fotoperiodista. Instantáneas sobre inmigración, la huella de la limpieza étnica en Ruanda e ‘Hijos del vertedero’, sobre la comunidad roma de Madrid que, desalojada del lugar en que vivía, se tuvo que instalar en un vertedero. Fotografías en un intenso blanco y negro que conectan universos geográficos solo aparentemente lejanos y distanciados entre sí.

La serie china, una explosión de color, tiene imágenes que lo mismo recuerdan al cine preciosista de Won Kar Wai que a fotogramas de las películas de gángsteres de Scorsese.

Reflejos

Y están los mundos extinguidos o en proceso de extinción. Las secuencias de Panamá que muestran los lugares abandonados por los norteamericanos tras el cambio de manos del Canal y las de los marineros varados en sus barcos, son pura fantasmagoría. Imágenes repletas de sugerencias, evocaciones y matices. En unas, los espacios vacíos parecen convocar fantasmas. En otras, los navegantes anclados en tierra se asemejan ellos mismos a espectros, atrapados y desvelados por la lente de Costa.

Marineros varados

Sobre The Family Project no les diré nada, invitándoles a que lo descubran ustedes mismos. Solo les avanzo que le da todo el sentido a esa obsesión por el desarraigo, el exilio y la otredad de Costa. Miren sus cuadernos de viaje. Sus diarios. Las fotos intervenidas.

“Estamos hechos de otros. Llevamos a otros dentro, como muñecas rusas”, escribe el fotógrafo en uno de los cuadernos. Ya desde el título de la exposición, ‘Solo’, asistimos a un vaciamiento existencial en el que tiempo y espacio se ven tensionados por el ojo atento y la lente prodigiosa de un fotógrafo extraordinario.

Jesús Lens

Ir, verlo y contarlo

No sé si habrá sido cosa de la casualidad o de la causalidad, pero una entrada en Facebook de mi tocayo y esporádico contertulio cinéfilo, Jesús Quero, se da la mano con el libro que estoy leyendo ahora mismo.

La foto de la escultura de Fernando de los Ríos que preside la rotonda que lleva su nombre, de la que es autor José Manuel Darro y que se encuentra frente al Cubo; ilustraba un texto en el que Quero recuerda el viaje del pensador y político socialista a Moscú, «para conocer sobre el terreno la situación en Rusia después de la revolución bolchevique de 1917. Allí se entrevistó con Lenin, que le explicó los logros que se estaban consiguiendo. De los Ríos le hizo la observación de que, a pesar de esos avances, encontraba todo bajo un excesivo control y con una práctica ausencia de libertades, a lo que Lenin le contestó: «¿Libertad, para qué?» «Libertad, para ser libres», fue la respuesta de don Fernando».

A partir de ahí, Quero recuerda el informe desfavorable que Fernando de los Ríos presentó en un Congreso Extraordinario del PSOE y las diferencias entre la Segunda y la Tercera Internacional.

Me ha gustado encontrar ese texto en las redes sociales justo cuando tengo entre manos ‘El pensamiento vivo de Fernando de los Ríos’, recién publicado por Diputación de Granada bajo la coordinación de Rafael Gil Bracero y Antonio Mª Claret García, que fuera mi jefe varios años y al que considero gran amigo.

Fue gracias a Claret que descubrí el socialismo humanista, corriente de pensamiento que deberían refrescar más de uno y más de dos autodenominados representantes de la izquierda y muy de la izquierda.

Pero hoy, lo que quiero resaltar, es la importancia de no dejarse embaucar. Frente al discurso oficial, hace un siglo, Fernando de los Ríos decidió no conformarse y se marchó a Rusia a ver con sus propios ojos lo que estaba pasando. Y lo que vio no le gustó. Y a su vuelta, no se lo calló. Además del informe citado, escribió ‘Mi viaje a la Rusia sovietista’.

Hoy, sin embargo, nos cuesta trabajo hasta comprobar el origen y la veracidad de la información que vuela por la red. Y así se cuela tanto bulo.

Jesús Lens

Rovi, Moderna, Pfizer y el PTS

Ayer podíamos leer dos buenas, dos grandes noticias en IDEAL. Y ambas de carácter económico. ¡La repanocha! La primera rezaba así: “La subida del aceite marca el fin de la crisis del olivar tras dos años de venta a pérdidas”. Para mí, es uno de los grandes misterios por resolver de nuestra economía. Cuando hablamos del aceite de oliva y nos ponemos poéticos, lo definimos como oro líquido. Será por sus propiedades saludables y nutricionales, que no por su precio en el mercado mayorista.

En parte, este cambio de tendencia tiene que ver con la supresión de los aranceles en Estados Unidos, una vez desalojado Trump de la Casa Blanca. ¡Para que luego digan que las elecciones yanquis no nos afectan! Tanto o más que las de Madriz. Y sin necesidad de ver a Ayuso haciendo como que corre un domingo cualquiera.

La otra buenísima noticia: “Rovi fabricará en el PTS el principio activo para las vacunas de Moderna”. ¡Ahora sí! Por fin cobra todo el sentido tener un Parque Tecnológico de la Salud en Granada en tiempos de pandemia. Porque ojo al subtitular: “El laboratorio refuerza su colaboración en el proceso de producción y hará de Granada la primera planta de España con tecnología de ARN mensajero”.

Lo más ilusionante es que no hablamos de una inversión diferida en el tiempo, que fuentes de Rovi hablan del tercer trimestre de 2021. No sé cuánto supondrá todo esto en términos puramente cuantitativos, pero cualitativamente, Granada acaba de dar un paso de gigante en su posicionamiento global como ciudad de la ciencia. ¡Esto habría que celebrarlo a lo grande! Una vez que una inmensa mayoría estemos vacunados, se entiende. Incluyendo a los astrazínicos.

Como ya les he contado otras veces, este año estoy caminando 10 kilómetros diarios. Por su cercanía al Zaidín, muchas noches recorro el PTS escuchando los programas de Pódium Podcast, otra de mis adicciones más recientes. Siempre que paso por el edificio de Genyo y veo el logo el Pfizer en la puerta, me entra un no sé qué por el cuerpo.

No sé si en dichas instalaciones también se está trabajando en algo relacionado con la vacuna. ¿Se imaginan, Granada como centro neurálgico de dos productos que, hoy por hoy, son lo más parecido a la piedra filosofal que imaginarse pueda? Ayer, martes y 13, se volvió a demostrar que todo es posible en Granada. Esta vez, en clave positiva. ¡Salud!

Jesús Lens