La España hundida

Pensemos en una España hundida, en el sentido literal del término. O sumergida, para evitar las connotaciones económicamente catastrofistas. Se habla mucho, acertada y oportunamente, de la España que se va quedando vacía, pero deberíamos empezar a hablar de la España que se nos va a quedar debajo del mar si, como predicen los científicos, continúa el cambio climático.

¡Qué día tan bueno hizo ayer! Como el que hará hoy: a mitad de febrero, en manga corta, disfrutando del sol y de estas benignas temperaturas. Pero, ¿y si no fuera bueno, en realidad, estar ya en plena primavera? Este invierno no ha hecho frío, más allá de los embites de Gloria. Eso sí, cuando se puso brava, Gloria hizo estragos en diferentes puntos del litoral mediterráneo.

Ustedes lo saben porque, de un tiempo a esta parte, el cambio climático ha mudado en crisis o emergencia. Por fin empezamos a llamar a las cosas por su nombre. Y uno de los efectos de este ciclo que está por venir, si es que no ha llegado ya, es el de la subida de los mares. 1,1 metros en los próximos 80 años, lo que supondría, de facto, el adiós a muchas calas y que urbanizaciones en primera línea de playa puedan terminar convertidas en el hogar de pulpos, erizos, mejillones y otros pescados.

Lo decían los expertos Wenceslao Martín y Gustavo Calero el pasado jueves, durante la sesión dedicada al agua en el programa ‘Los ODS de cine’ que Acento Comunicación está organizando junto a la cátedra Hidralia y la ETS de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos: la gestión del ciclo integral del agua es uno de los retos más importantes a los que nos enfrentamos en un futuro que ya es presente.

El agua para beber y el agua para regar. El agua para ducharnos y para cocinar. Y el agua del mar, también, que se nos comerá un metro de costa y hará que la España que pueda quedar hundida demande soluciones inmediatas y perentorias. ¿Está pensando alguien en esa otra España? La España hundida. La España sumergida.

Jesús Lens

La ruta de los kioscos

Uno de mis trayectos diarios y habituales está conformado por los 500 metros que separan mi casa del kiosco de Paco, en la Avenida de Cádiz. Es el último del Zaidín. Al menos, del corazón del Zaidín.

A la altura del ambulatorio sí queda uno abierto. Además, en el hospital del PTS y en la librería del Carrefour también venden prensa, pero kiosco como tal, vivito y coleando… el de Paquito y pocos más.

La otra gran arteria del Zaidín, la Avenida de Dílar, está repleta de cadáveres de kioscos, más cerrados que la defensa de un equipo de Javier Clemente. Convertidos en soporte para cartelería, son mudos testigos de un tiempo pasado que no volverá. De ahí que la iniciativa del Ayuntamiento de reabrir 20 de ellos sea feliz y afortunada.

La nueva ordenanza que posibilitará la reapertura de esos kioscos les autoriza a vender un montón de cosas, de planos y souvenirs a entradas para espectáculos, tarjetas para móviles, agua, chuches y otra amplia variedad de objetos y servicios. La idea es que terminen convirtiéndose en puntos informativos y de referencia, que le den vida a las calles y a los barrios y, de paso, que generen empleo y reporten beneficios.

Románticamente, me gustaría que los kioscos se pudieran mantener vendiendo periódicos y revistas, libros y coleccionables, álbumes y cromos. Pero eso es más un deseo nostálgico que una realidad probable, por lo que bienvenida sea la nueva normativa que facilitará la reapertura de 20 de ellos, a los que duele ver herméticamente cerrados, como la ‘tortuga’ de las legiones romanas.

Ha ocurrido con muchas librerías de barrio: para sobrevivir, se han convertido en prestadoras de mil y un servicios que van mucho más allá de la venta de libros. Desde puntos de impresión para quienes no queremos tener impresora a proveedores de material escolar para colegios e institutos.

En el caso de los kioscos, ni siquiera aplica lo de renovarse o morir. Se trata de devolver a la vida a decenas de establecimientos que llevan mucho tiempo muertos. Esperemos que la iniciativa sea venturosa.

Jesús Lens

De lo macro a lo micro

Las cifras macro sobre el turismo en Granada son espectaculares. Más de dos millones de visitantes durante el 2019, un 7,3% más que el año anterior. En una década, casi un 50% más de pernoctaciones en hoteles granadinos. Son cifras elefantásicas, casi desmesuradas. ¿Ilusionantes? ¿Esperanzadoras? ¿Inquietantes? ¿Preocupantes?

Si descendemos a lo micro, sin embargo, el panorama es muy diferente. Y desolador. En esos mismos diez años de milagro turístico, de acuerdo con los datos del INE, el personal medio empleado en los hoteles de Granada… ¡ha descendido! Un 0,3% menos, tal y como nos contaba Mercedes Navarrete. En 2009 había 3.680 empleados en los hoteles de Granada. A finales del año pasado, 3.644. (Aquí, todas las cifras)

Comisiones Obreras explica la triste y lamentable verdad que se esconde detrás de esta flagrante contradicción: la precariedad, la economía sumergida que ahoga al sector —que el sindicato cifra en un 40%— y el sistemático incumplimiento del convenio colectivo, un secreto a voces para todo el que tenga un mínimo de curiosidad por el tema y se interese por los derechos de los trabajadores del auténtico motor de la economía granadina, en jerga empresarial.

Echar horas no cotizadas es un clásico del sector hostelero. Trabajar jornadas maratonianas con contratos mínimos de cuatro horas y no respetar turnos ni descansos obligatorios; también. ¿Cómo estará afectando el tema del registro de jornada? Quizá sea pronto para tener datos concretos y fehacientes, pero la inspección de trabajo debería estar atenta para evitar el célebre ‘hecha la ley, hecha la trampa’.

Recordemos que cada hora trabajada y no cotizada, además de ser una flagrante vulneración de los derechos del trabajador individualmente afectado, es una estafa a la sociedad en su conjunto. Como el dinero negro, las facturas en B y toda esa mandanga. Cada euro de impuestos evadidos es un robo perpetrado contra usted. Contra mí. Contra todos nosotros.

Otro dato: la rentabilidad del sector hotelero en Granada (ingreso medio por habitación disponible) ha crecido un 7,3% en 2019, acumulando un incremento del 48,8% en la última década. ¿En qué proporción lo han hecho los sueldos? Pasapalabra.

Jesús Lens

Vuelve Ripley

He esperado a ver si ganaba el Oscar al mejor guion adaptado por ‘El irlandés’ antes de escribir esta entrega del Rincón Oscuro, pero no hubo suerte. Steven Zaillian se fue de vacío. Le ‘birló’ la estatuilla Taika Waititi, por su libreto de ‘Jojo Rabbit’, igual que Quentin Tarantino le ganó la mano en los Globos de Oro. Y eso que el guion de ‘El irlandés’ es prolijo y complejo, con tantos hilos temporales diferentes y esos múltiples personajes sin dejar de entrar y salir de escena.

El caso es que Zaillian está trabajando en el que debe ser uno de los grandes proyectos audiovisuales del futuro más o menos inmediato: la adaptación para la televisión de todo el ciclo literario protagonizado por Tom Ripley, el personaje de cabecera de Patricia Highsmith, en una producción de Showtime.

De todos los personajes de la historia del género negro, Tom Ripley es uno de mis favoritos. No es poli. No es agente del FBI, la CIA o el Tesoro. No es detective privado. Tampoco es un gángster. Ni un chorizo. Ripley es… Ripley. Ripley es un género en sí mismo.

Su nacimiento literario acaeció en 1955, en la novela ‘El talento de Mr. Ripley’, escrita por la texana Patricia Highsmith tras su primer viaje a Europa, costeado por la venta de los derechos cinematográficos de ‘Extraños en un tren’ a Alfred Hitchcock.

Ripley no es un villano al uso. No es un malo de manual. Ripley, tal y como se le ha considerado habitualmente, es amoral. Hace todo lo que tiene que hacer para sobrevivir, adaptándose al entorno, suplantando personalidades, robando, engañando, estafando, falsificando y, si es necesario, matando.

Ripley es un personaje fascinante. Contradictorio, complejo y perturbador. De ahí que la lectura de sus novelas resulte tan adictiva: sabiendo que es un canalla y un taimado vividor, quieres saber cómo se las ingeniará para salir airoso de las diferentes situaciones que se le plantean. Pero es que, además, quieres que lo consiga. Y sufres por él… lo que te convierte en cómplice de sus fechorías. Aunque sea una complicidad por simpatía.

Aquella primera novela de Ripley cosechó un enorme éxito de crítica. Ganó el Gran Premio de Literatura Policíaca y fue finalista del Edgar, uno de los galardones más prestigiosos del noir. Después llegaron ‘La máscara de Ripley’, ‘El juego de Ripley’, ‘Tras los pasos de Ripley’ y la última del ciclo: ‘Ripley en peligro’, publicada en 1991, casi cuarenta años después de su alumbramiento.

Mientras, se fueron sucediendo las adaptaciones cinematográficos. Ripley ha sido Alain Delon, por ejemplo. Y Dennis Hopper, Matt Damon o John Malkovich. La pregunta es: ¿quién le dará vida en la serie de televisión? Posiblemente será el irlandés Andrew Scott, el actor que interpretó a Moriarty, el archienemigo de ‘Sherlock’ en la adaptación al siglo XXI del mito holmesiano. Por su parte, el diletante Dickie Greenleafe será interpretado por Johnny Flynn. Sangre fresca para esta nueva vida de una saga mítica.

El formato que plantea Zaillian es una serie de cinco temporadas —una por libro— con ocho episodios cada una. Pero todo dependerá, como pasa en televisión, del éxito de la temporada anterior. Tomemos como ejemplo lo que ha hecho Showtime con Ray Donovan: después de siete temporadas, se carga la serie… ¡sin cerrarla! Ya les vale. Siete años con Ray para terminar acabando con él de mala manera, sin depararle un final en condiciones. Aunque fuera el de ‘Los Soprano’. No me extraña que el actor Liev Schreiber haya hecho un llamamiento a los aficionados para que exijan a Showtime un final como Dios manda al bueno de Ray.

A Zaillian, ganador del Oscar por ‘La lista de Schindler’, no le es ajeno el formato televisivo, no en vano es cocreador de esa maravilla titulada The Night Of, una de las últimas obras maestras noir de la HBO, junto al novelista y guionista Richard Price. De hecho, dirigió algunos de los episodios, debutando detrás de la cámara.

De momento, Zaillian está buscando exteriores en Italia, donde transcurre buena parte de la trama de la primera aventura de Ripley. Dado que la fecha prevista de estreno es 2021, tenemos tiempo de leer —o releer— las cinco novelas de Highsmith, compiladas por la editorial Anagrama en un único volumen, totémico y escultural, absolutamente imprescindible.

Uno de mis propósitos para este 2020 es disfrutar con historias de seres inexistentes, dobles, fingimientos y suplantadores de personalidad. De entre todos ellos, Ripley es uno de los mejor creados y trazados, que Patricia Highsmith es una maestra del suspense psicológico. ¡Qué ganas de volver a toparme con él!

Jesús Lens

Agujeros y socavones

Podría dedicar esta columna al lamentable estado del firme —por llamarle de alguna manera— de algunas calles de nuestra ciudad. Lo del entorno de las Fuentes del Zaidín, por ejemplo. Si bajas en coche y eres copiloto o pasajero, más te vale tener cuidadín con el móvil o terminará cayéndosete de las manos. Y si conduces, agarra con fuerza el volante, como si fueras el piloto de un avión que entra en una zona de fuertes turbulencias.

Spielberg ha rodado una nueva versión de sus ‘Cuentos asombrosos’ para Apple TV. Los zarandeos de un sencillo paseo en coche por las Fuentes podrían transportarnos a un multiverso paralelo mucho más fácilmente que un espeso banco de niebla en una carretera perdida de Arkansas.

Pero no. No es de esos socavones de los que quería hablarles. Hoy quiero poner el acento en dos noticias que deberían hacernos poner los pies en el suelo sobre la realidad de esas Granada cultural que tanto se reivindica desde los micrófonos, los altavoces y la política ficción, pero a la que tan poco se apoya desde los despachos, los presupuestos y la política real.

Por una parte, las instituciones descartan incrementar la dotación de personal en el Centro Lorca, tal y como reclamaba de forma insistente y urgente su gerente. ¿La solución para tratar de paliar los problemas de recursos humanos? Reducir la partida dedicada a actividades. De los 312.856 euros presupuestados para darle vida al Centro en 2019 se pasa a los exiguos 200.000 euros para el 2020. ¡Toma ya!

Y eso que el alcalde, Luis Salvador, destacó el año pasado que su gobierno iba a hacer un centro de referencia mundial, dado que Lorca es a Granada tanto o más que Picasso a Málaga.

Por otra parte tenemos ese otro agujero, cada vez más insondable, que mantiene lastrada a la OCG: el año pasado aumentó su deuda en otros 616.000 euros.

Así las cosas: ¿reabrimos el debate sobre la promesa de un nuevo Espacio Escénico, también llamado Palacio de las Artes, en la pasada campaña electoral a la alcaldía?

Jesús Lens