El viaje de Arlo

Dedicado a mi sobrina Carmela,

que también está llamada

a dejar huella.

 

El reto era, en un mismo año, estrenar dos películas. Y eso, teniendo en cuenta que Pixar se tomó un 2014 sabático, tras el batacazo de “Cars 2”, la tibia acogida de “Brave” y la intrascendencia de “Monsters University”… es mucho decir.

El viaje de arlo río

Así, en verano pudimos disfrutar de esa obra maestra que es “Inside Out”, de la que hablamos, mucho y bien, en esta misma sección. Y en Navidad le tocaba el turno a Arlo, el dinosaurio parlanchín.

Y, por desgracia, esta nueva entrega de Pixar no está a la altura de “Inside Out” ni de esas joyas que son “Toy Story 3”, “Up”, “Wall E” o “Ratatouille”.

Cierto. Es muy complicado mantener un nivel rayano en la genialidad con cada película, pero da la sensación de que, desde que Pixar fue integrado en Disney, sus responsables son mucho menos osados y valientes con los proyectos que emprenden.

El viaje de arlo

Así, “El viaje de Arlo” es una película técnicamente perfecta, espectacular y exuberante, pero el guion no está a la altura, limitándose a contar una historia mil veces antes vista, sin ápice de originalidad en su planteamiento, desarrollo y desenlace.

(Sigue leyendo la reseña en mi Espacio Lensanity)

Jesús Lens

Twitter Lens

El perro ladrador vuelve a morder

El entrega del Día de Reyes en El Rincón Oscuro tuvo a un protagonista muy especial…

Hubo un tiempo en que, para comprar libros, había que ir a las librerías. Y como no existían redes sociales, webs, blogs ni apenas revistas literarias, internarse entre sus anaqueles, repletos de títulos por descubrir, era toda una aventura.

Perfidia Rincón Oscuro

Hace muchos, muchos años, cuando todavía no conocía a nadie que leyera habitualmente novelas policíacas, me hice con una edición barata de “El gran desierto”. El autor era un tal James Ellroy, absolutamente desconocido para mí. Y es que, por aquellos entonces, “L.A. Confidencial” solo era la segunda entrega de un ciclo literario conocido como La Tetralogía de Los Ángeles.

Los libros de James Ellroy son voluminosos. Y densos. Están repletos de personajes, principales y secundarios. Y las tramas de sus novelas se dividen en subtramas que, poco después, vuelven a subdividirse… para terminar conectando con la trama principal.

El gran desierto

Fascinado y rendido a la abrasadora y eléctrica prosa del autor norteamericano, uno de los mejores momentos lectores de mi vida llegó un domingo por la tarde, justo después de comer, cuando me senté en un sillón y ya no me levanté hasta la hora de la cena. Me leí de una sentada las doscientas o trescientas últimas páginas de ese poderosísimo “El gran desierto”, vibrando como pocas veces me ha hecho vibrar una novela.

Aquella lectura, desmesurada y excesiva, narcótica y adictiva; me ganó para el noir por siempre jamás.

LA Confidencial

Después he ido leyendo la mayoría de los libros de Ellroy, incluyendo sus relatos, reportajes y, por supuesto, ese tortuoso y visceral descenso a los infiernos que es la autobiográfica “Mis rincones oscuros”, a la que esta sección homenajea cada semana, en las páginas de IDEAL.

Hasta que llegó la Trilogía de América. Y ahí se rompió el idilio. Me costó terminar “América”, dejé a medias “Seis de los grandes” y ni siquiera lo intenté con “Sangre vagabunda”. El estilo de Ellroy se había hecho tan telegráfico y despojado que, más que novelas, tenía la sensación de estar leyendo los documentos desclasificados en los que se basó el autor para contar la historia de los Estados Unidos, entre 1958 y 1972.

Perfidia IDEAL

Y mira que ese período me apasiona… pero no podía. No conectaba. La mezcla de personajes reales y de ficción, marca de la casa, alcanzaba el paroxismo y no conseguía sacudirme la sensación de que Ellroy estaba presumiendo de su ingente labor de investigación. Como si vas a ver una catedral gótica y te encuentras todos los andamiajes, poleas y herramientas utilizados para su construcción a la vista, tapando las esculturas, retablos y vidrieras.

2015. Lo anuncian todos los medios: con “Perfidia”, James Ellroy regresa a Los Ángeles de antaño. A los primeros años 40 del pasado siglo. A los días del ataque a Pearl Harbour, cuando una familia de japoneses aparece muerta, tras un sangriento suicidio ritual. Y ahí tenemos al habitual reparto coral de las novelas del Perro Loco Ellroy: federales que bordean la ley, turbios agentes de la policía de comportamiento más turbulento aún, fiscales comprometidos, boxeadores no tan sonados, conflictivas mujeres de la vida, avispados traficantes de Chinatown, supremacistas blancos enfrentados a la amenaza fascista del eje germánico-nipón y, por supuesto, los sospechosos habituales, con el mafioso Bugsy Siegel a la cabeza.

James Ellroy Los Angeles

Tenía mis dudas. Eran más de 700 páginas de letra menuda. Hice la prueba. Proverbios 3, 31:

“No envidies al hombre violento,

ni elijas ninguno de sus caminos”.

Continúa Ellroy definiendo qué es la Quinta Columna y, tras una poética y triste Reminiscenza, llega un Boletín Relámpago: “…los nazis y los japos han entrado en un delirio de destrucción de mil demonios y la guerra, aunque no la merezcamos ni la deseemos, viene derecha hacia nosotros… Y Estados Unidos nunca elude una pelea”.

Los Ángeles / Sábado 6 de diciembre de 1941. 9,08 horas. El atraco a una farmacia. Y todo comienza de nuevo. La excitación, las palpitaciones y el ansia por leer. Porque 172 páginas después, todavía son las 14.21 horas del lunes 8 de diciembre de 1941. Y yo solo tengo un plan en mente: seguir leyendo. Leer. Leer sin parar. Leer hasta que se me agrieten los ojos.

James Ellory Mad Dog

Porque el Perro Loco ha vuelto y, además de aullar, muerde. Como en sus mejores tiempos.

Jesús Lens

Twitter Lens

Desasnarnos, propósito de año nuevo

Mi columna dominical, en IDEAL, muestra un panorama poco halagüeño, lo que nos debería incitar a eso, a desasnarnos:

Lens Ideal

Hace unos días le quemaron el coche a unos vecinos, con nocturnidad, alevosía y no sé si con premeditación. Aunque creo que no, que más parece el acto de golfería de una panda de borrachos con ganas de marcha. Y romper la luna de un coche, rociarlo con un líquido inflamable y pegarle fuego les debió parecer una excelente forma de rematar la noche.

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Mis vecinos utilizaban su vehículo cada mañana, mucho antes del amanecer, para ir a Mercagranada y abastecer su pequeña tienda de barrio de fruta y verdura frescas. Pero todo eso, a los pirómanos nocturnos, les importa una higa. Ellos tenían ganas de juerga y juerga tuvieron.

Quiso la casualidad que dicho incidente ocurriera el mismo día en que algún descerebrado arrojó un adoquín contra la ventana de un autobús, provocando graves heridas a un bebé que sufrió numerosos cortes por las esquirlas del vidrio roto.

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Pero lo peor llegó cuando un conductor falsamente suicida causó un gravísimo accidente de tráfico en la A-92, al circular en dirección contraria y provocar que un camión aplastara a otro vehículo, matando a la chica que lo conducía, embarazada de siete meses y medio. Una vez consumado el desastre, la ranchera se dio a la fuga y, de momento, no ha podido ser identificada.

¿Qué le ocurre a esta sociedad nuestra, en la que no dejan de sucederse aberraciones como las descritas? A lo largo de 2015 fueron asesinadas 57 mujeres por violencia de género. Y todavía hay personas que, cuando muere un hombre a manos de su pareja, equiparan ambas situaciones. Y ahí puede radicar el quid de la cuestión: en el relativismo ético y moral en que parecemos habernos instalado.

Padres que pegan a los maestros de sus hijos. Pacientes que agreden a los médicos en los hospitales y en los centros de salud. Hijos que tienen acogotados y amenazados a sus padres… Y lo peor es que, cada vez que leemos una noticia de este tipo, siempre aparece alguien en escena matizando, explicando y justificando hasta el comportamiento más aberrante. Que si las circunstancias, que si el contexto, que si la crisis…

Completamente obsesionados con todo lo que tiene que ver con la Economía y, a la vez, abstraídos por las folletaícas de turno promovidas por personajes de charanga y pandereta de todo y tipo y pelaje, se nos llena la boca hablando de la Generación Mejor Preparada de la Historia cuando los programas más vistos de la televisión dan vergüenza ajena y lo más buscado en Google a lo largo de 2015 en nuestro país, fue “Gran Hermano”, “Eurovisión”, “Supervivientes”, “La Voz” y, ¡oh sorpresa!… “Elecciones”.

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Perdonen que comience el 2016 de esta manera. Pero es lo que hay. Y todos somos culpables, por acción o por omisión. Así que, ¿qué tal si, como propósito para este nuevo año, hacemos nuestro el reto de desasnarnos lo más posible y contribuir a desasnar a nuestros semejantes?

Jesús Lens