Vuelo a Japón en clase Noir

Hideo Yokoyama está convencido de que escribir sobre individuos es escribir sobre la sociedad. Por eso, su ‘Seis cuatro’ —que no 64— es una minuciosa descripción de una parte concreta, pero muy representativa, de la sociedad japonesa: la policía, con sus lealtades y traiciones, sus luchas de poder, sus grandezas y sus miserias a cuestas.

Vaya por delante que estamos ante una lectura exigente. Exigente por lo tocho que es ‘Seis cuatro’, publicada hace unos meses por Salamandra, una de mis editoriales de referencia por cuanto al mejor noir internacional. Son 650 páginas bien aprovechadas.

Exigente, también, por el detalle con que se describen las relaciones entre la prensa y la policía, que el protagonista es un veterano oficial del cuerpo encargado de las relaciones con los periodistas. Una relación nada fácil. Una relación que está a punto de romperse muchas veces. Una relación complicada, como en los estados de Facebook.

En la novela se investiga un secuestro con asesinato a punto de prescribir y al que, por diferentes razones, se trata de dar un impulso. A la vez, un accidente de tráfico mantiene en vilo a la prensa, que exige conocer el nombre de la persona que, al volante, atropelló a un pobre anciano. La Policía es remisa a hacerlo público. Y comienzan los problemas. ¿Qué pesa más, el derecho a la información o el derecho a la intimidad y la protección de datos? Un debate abierto en Japón… y en todo el mundo.

650 páginas dan para varias tramas y subtramas. La pugna entre la transparencia a ultranza y el bloqueo informativo es una de ellas. Porque la policía necesita a la prensa en muchas ocasiones. Y la prensa depende de las fuentes policiales para alimentar sus páginas de Sucesos y Tribunales y mantener informados a lectores, oyentes y espectadores. ¿Relación de conveniencia o parasitaria? Habría que preguntarles a unos y a otros. Sobre todo, cuando se marchan por la noche juntos al karaoke.

El protagonista carga, además, con un gran peso a sus espaldas: su hija adolescente se ha fugado de casa. Aquejada de dismorfofobia, trastorno dismórfico corporal; no soporta su aspecto físico. Odia su imagen y culpa de ello a su padre. Porque él, bonico, lo que se dice bonico; no es.

La imagen y su reflejo, la aceptación de nosotros mismos; desempeñan un papel igualmente importante en la narración. La aceptación y la superación de las tragedias personales a las que más pronto o más tarde nos tenemos que enfrentar, sí o también.

Otra cuestión de imagen: la de la sacrosanta organización a la que pertenece el individuo, siempre superior y más importante que cualquier persona o cargo. La institución por encima de (casi) cualquier cosa y al precio que sea. Incluida la verdad.

Si van a leer ‘Seis cuatro’, dense tiempo y tómense la lectura con calma. Entréguense a los personajes, pero no esperen adrenalina a raudales, persecuciones electrizantes ni sangrientas matanzas entre los miembros de la yakuza. Es todo más sutil y primoroso. Más delicado. Más complicado, también.

No estamos en Tokio, una de esas megalópolis abiertas las 24 horas del día. Estamos en una ignota prefectura de una zona montañosa, muy parecida al lugar donde vive el autor. Hideo Yokoyama, que fuera periodista de sucesos en su juventud, es un autor tan meticuloso que ‘Seis cuatro’ le llevó más de diez años de denodada escritura, le costó un infarto y le hizo romper varios borradores. Un best seller que en Japón vendió un millón de ejemplares en la primera semana de publicación y que, por fin, podemos disfrutar en España.

Jesús Lens