Orejas cortadas

¡Qué rabia, que la más reciente película de Ridley Scott -sí, ese Ridley Scott, de los Scott de toda la vida- esté pasando sin pena ni gloria por nuestras pantallas! Porque “Todo el dinero del mundo” es una película enorme.

Pero antes de hablar de ella, una confesión: aunque mi favorito para el Óscar al Mejor Actor de Reparto era Willem Dafoe, que en “The Florida Project” está descomunal y su papel como teniente Elías en “Platoon” es de los que más han marcado mi vida cinéfila; tenía la secreta esperanza de que fuera Christopher Plummer quien se alzara con la estatuilla, por su papelón en la película de Scott. Papelón, en todos los sentidos de la expresión.

Y es que, a sus 88 años de edad, Plummer se encontró con la papeleta de tener que sustituir a Kevin Spacey una vez terminada de filmar la película, por culpa del escándalo sexual que afectó al actor. Una sustitución que implicó volver a filmar todas las escenas protagonizadas por Spacey. Y hacerlo en tiempo récord, lo que obligó a Plummer a hacer un ingente esfuerzo memorístico. Y todo ello, insistimos, a sus 88 años de edad.

Al margen de la opinión que nos suscite lo de eliminar a un actor de una película por cuestiones (no solo) morales, el hecho es que la interpretación del anciano Plummer como John Paul Getty, resulta memorable, componiendo a uno de los personajes más turbios y siniestros del cine de los últimos años.

El concepto de millonario, aplicado a John Paul Getty, nos conduce a una dimensión que va mucho más allá de lo puramente dinerario o económico. La riqueza de John Paul Getty era realmente obscena, con él mismo declarando a la prensa que solo es realmente rico, rico de verdad, quien no puede contar todo su dinero.

Entonces llegó el secuestro. Años 70. Roma. Un joven y despreocupado jovenzuelo camina por el lado oscuro de la vida, tratando de experimentar emociones fuertes en los barrios más sórdidos y peligrosos de la capital italiana. Hasta que unos tipos enmascarados terminan abruptamente con sus devaneos. Se trataba del nieto de Getty.

Hasta ahí, todo normal. Un joven rico, un secuestro, la petición de un rescate a la familia… Las cosas comenzarán a complicarse, sin embargo, cuando el excéntrico millonario, famoso por ser más avaro que el mismísimo Mr. Scrooge, se niega a pagar el dinero exigido por los secuestradores, comenzando un interminable juego del gato y el ratón con numerosos actores protagonistas y secundarios: una madre angustiada, un padre incapacitado, analistas de la CIA, carabinieri, grupos de extrema izquierda, paparazzi y, por supuesto, la Mafia…

El momento álgido de las tensas negociaciones entre los secuestradores y la familia llegó cuando le cortaron una oreja al pobre nieto rico de Getty, enviándola por correo y dándose la desgraciada circunstancia de que una huelga en el servicio postal italiano la dejó varada en un almacén durante tres semanas. ¡Podrán imaginar el aspecto que presentaba el apéndice cuando finalmente llegó a la redacción del periódico a la que había sido remitida, para que todo el mundo conociera las intenciones de los secuestradores!

La amputación de apéndices no vitales del cuerpo humano es habitual en el mundo de la delincuencia y el crimen organizado, cuando de presionar a una contraparte se trata.

Tenemos que recordar, por ejemplo, la durísima secuencia de la tortura en “Reservoir Dogs”, en la que el personaje interpretado por Michael Madsen baila al son de la música mientras se acerca al policía infiltrado al que retiene atado en una silla y le rebana la oreja. Un momento terrible que, sin embargo, consagró a Quentin Tarantino como el go to guy del cine contemporáneo, al ganar su pulso a la productora Miramax, que se estaba pensando si cortar la secuencia para no irritar al público.

 

Era un momento realmente estremecedor que, en cada pase de la película, echaba a un buen número de espectadores de las salas de cine. Algo que, para Tarantino, era un triunfo personal. Y, finalmente, para la Miramax también, como su máximo responsable, el hoy defenestrado Harvey Weinstein, se encargó de remarcar al debutante director: “Que no se te olvide que ha sido Miramax quien ha permitido que tu película salga exactamente como tú querías”.

Es obligatorio dedicar un minuto a la otra gran oreja amputada de la historia del cine: la que Jeffrey Beaumont encuentra al comienzo de esa joya que es “Terciopelo azul”, de David Lynch.

¿A quién pertenecería dicha oreja y por qué se la habrán cortado? Esas dos preguntas llevan a Jeffrey a sumergirse en un mundo extraño, tal y como lo define Sandy, la inocente hija del jefe de policía; y a conocer a la misteriosa Dorothy Valens y al psicópata de Frank. Desde entonces, nada volverá a ser igual en la vida de Jeffrey. Ni en la nuestra, por supuesto.

Jesús Lens