El jugador siempre pierde

“Porque habéis usurpado la función de los dioses que en otro tiempo guiaron la conducta de los hombres, sin aportar consuelos sobrenaturales, sino simplemente la terapia del grito más irracional: el delantero centro será asesinado al atardecer”.

Este anónimo, recibido en las oficinas de cierto club de fútbol que es más que un club, hará saltar todas las alarmas. La directiva decide contratar a Pepe Carvalho, un detective privado, para que eche una mano con la investigación, que el fichaje de Jack Mortimer ha costado una pasta y de su éxito depende la continuidad del presidente en su cargo.

A través de “El delantero centro fue asesinado al atardecer” -¡eso eran spoilers, y no lo de ahora!- Manuel Vázquez Montalbán hace una precisa disección de diferentes aspectos que orbitan en torno al fútbol: política, intereses económicos, corrupción… Todo, menos deporte.

“El delantero centro fue asesinado al atardecer” es una de las grandes novelas de la serie Carvalho, personaje que volverá a las librerías el próximo enero, redivivo gracias al magisterio del gran Carlos Zanón, en lo que será el acontecimiento literario del 2019 noir. En ella, MVM también habla del otro fútbol. Del fútbol de Tercera y Regional que se jugaba en campos de tierra, en unas condiciones muy precarias y donde la limpieza de los vestuarios dejaba mucho que desear.

No descubrimos nada nuevo si decimos que el fútbol es un gran negocio. Y que, donde hay negocios de altos vuelos, siempre hay tentaciones que acaban desembocando en corrupción. En un solo párrafo, Vázquez Montalbán describe a la perfección el estado de las cosas: “Desaparecidos los fotógrafos y los periodistas, Mortimer había perdido el aura de dios de las áreas y parecía un muchacho que se había equivocado de salón y de compañía. Especialmente en relación con Basté de Linyola, empresario y ex político que había hecho de la presidencia del club una cuestión de penúltima significación social”.

“El delantero centro fue asesinado al atardecer” es una novela que debemos reivindicar por poner de manifiesto que, en las megaestructuras organizadas en torno al deporte rey, el futbolista acaba siendo el eslabón más débil. Muchachos. Eso son los futbolistas. Muchachos cargados de sueños y ambición. Imberbes muchachos de apenas veinte años que, sin embargo, cargan a sus espaldas con una de las mayores responsabilidades que se puedan imaginar: portar la ilusión de miles y miles de aficionados.

Muchachos que, en muchos casos, cegados por el oropel de la fama y los flashes de las cámaras, toman decisiones equivocadas, deportiva y financieramente hablando. Muchachos que, si tienen la mala pata de caer en manos de representantes demasiado avariciosos o la mala fortuna de recalar en clubes gestionados de forma cuestionable; pueden acabar convertidos en juguetes rotos.

Lo estamos viendo a lo largo de los últimos meses, con grandes luminarias del fútbol desfilando por los juzgados para declarar por sus problemas con Hacienda. Que los Messi y Ronaldo copan las portadas, pero que Hacienda somos todos y en el resto de divisiones del fútbol profesional también cuecen habas.

Una de las nuevas series de producción propia de Movistar: “Todo por el juego”, en la que el cineasta Daniel Calparsoro es showrunner y director de los ocho episodios de la primera temporada, tiene al fútbol como eje central de una trama apasionante y en la que se tocan diversos aspectos relacionados con el deporte rey, de la corrupción urbanística a las connivencias entre políticos y directivos.

La serie está basada en una novela de Javier Tebas, presidente de nuestra Liga de Fútbol Profesional, e inspirada en hechos reales, ciertos y contrastados. Cuenta la historia de Mariano Hidalgo, un empresario de la construcción de una ciudad de provincias y furibundo hincha del equipo local, un Deportivo Leonés que juega en Segunda División y corre serio peligro de descender, dada la errática gestión de su presidente, Fernando Saldaña. El próspero empresario, cansado de ver perder a su equipo, decide tomar cartas en el asunto y enfrentarse a Saldaña. A partir de ahí, la guerra. Sucia. Muy sucia.

Una de las subtramas de “Todo por el juego” pone el foco en las mafias de las apuestas deportivas. Describe con todo lujo de detalles cómo se las ingenian para aprovecharse de los futbolistas más vulnerables y conseguir que jueguen para ellos: les ponen delante de las narices coches deportivos de alta gama, despampanantes mujeres, pases VIP para las mejores discotecas, sustancias tóxico-recreativas… Y cuando pican, aunque sea una sola vez, ya los tienen agarrados por donde más duele.

Por la pantalla también desfilan representantes que prometen el oro y el moro a jóvenes futbolistas sudamericanos que, ante la perspectiva de jugar en España, Italia, Inglaterra o Francia, firman lo que les pongan por delante. Y los viejos entrenadores de poder omnímodo que pueden hundir la carrera de las jóvenes promesas, dejando de convocar a un jugador si no se pliega a sus intereses espurios.

Porque en esto del fútbol, como en los demás órdenes de la vida, a nada que no sepan de quienes rodearse, los jugadores siempre pierden.

Jesús Lens

Western Noir con acento andaluz

Si ustedes siguen las noticias de sucesos sabrán que esta semana ha habido otro tiroteo en la Costa del Sol, saldado con la muerte de un ciudadano francés con antecedentes penales.

Fue a las ocho y media de la tarde, en plena vía pública, en una de esas lujosas urbanizaciones propias de Marbella. Un hombre de 58 años de edad se dirigía a su casa cuando un motorista lo acribilló a balazos. El arma utilizada fue un AK-47, el famoso Kalashnikov, un fusil de asalto de fabricación rusa capaz de efectuar 600 disparos por minuto.

Desplazados al lugar de los hechos, los agentes del Grupo de Homicidios de la Udyco, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la policía, han calificado los hechos como un probable ajuste de cuentas.

El western es un género netamente norteamericano que, dotado de una serie de características fundacionales, resulta perfectamente ampliable, adaptable y exportable. Entre sus características esenciales: los protagonistas, indomables e inadaptados. Y el paisaje. El espacio físico. El territorio. Sobre todo, el territorio de frontera. También los temas arquetípicos: la búsqueda y la persecución, la justicia, la venganza… y los robos. Los atracos. Y está la violencia. Las armas. Los tiroteos. Los disparos.

Y por todo ello me gustó que el excepcional novelista Justo Navarro definiera a la novela “En el vientre de la roca”, de Jerónimo Andreu, publicada por Salamandra Black, como una novela del Nuevo Lejano Oeste, jugando con la resonancia mítica de dicha conjunción de conceptos.

El protagonista de “En el vientre de la roca”, una de las mejores y más sorprendentes novelas negras del año, se llama Joseph Sánchez y está ya muy baqueteado. Tanto que hace todo lo posible por no beber alcohol, algo que su notable perímetro abdominal agradece sobremanera. Y por no jugar. Que de aquellos polvos… Sánchez fue poli. Y por eso, cuando se cruza con Stuart, un antiguo compañero, en un control policial, sostiene diálogos como este:

—¿Qué problema hay? Estoy limpio.

—Don’t mess with me, anda. Twenty scooters, man. Diez cartones en cada una. Te has caído con todo el equipo.

También ocurre que, un poco después, cuando le lleven frente a Marc Parody, tenga que escuchar lo siguiente:

—Joseph, siéntate. Qué alegría. ¿Cuánto hace desde la última vez? How’s life? ¿Una cocacolita o algo? It won’t take us too long. I have got something for you. An easy job, como en los old times…

Y es que Marc Parody es, efectivamente, el Honorable Chief Minister de Gibraltar, un tipo perfectamente adaptado al territorio y que maneja el “llanito”  (*) con toda soltura. Y tiene una propuesta para Joseph, al que han pillado contrabandeando en la Verja: localizar a una joven desaparecida, hija de un alto funcionario de Foreign Office que no quiere que la cosa trascienda.

En sus pesquisas, Joseph Sánchez podrá cruzar a uno y otro lado de la Verja con soltura. Tendrá libertad de movimientos. Lo que para un contrabandista… Aprovechará el conocimiento que tiene sobre el terreno. Y a sus contactos. Por ejemplo, a cierto secretario de un ayuntamiento gaditano de costumbres inconfesables. O a otro poli, español en este caso, con cierta querencia por las relaciones peligrosas.

Sánchez se dejará caer por los ambientes más lumpen de Algeciras y La Línea, que la chica desaparecida tenía querencia por la mala vida. Pero su investigación también le llevará hasta Marbella, donde se pondrá a prueba su pericia como husmeador. Una Marbella peligrosa y conflictiva, como hemos tenido ocasión de comprobar y como Jerónimo Andreu cuenta con profusión de datos e información, muy bien hilvanados en la trama. Una Marbella en la que diferentes clanes mafiosos están disputando una guerra que ha dejado de ser sorda y secreta.

“Y fue justo por esos días cuando un hombre llegó a Marbella haciendo preguntas incómodas con un acento que nadie terminaba de identificar. La respuesta que recibía era siempre la misma:

—Vete a tomar por el culo”.

Aun así, nuestro Joseph Sánchez continúa con una investigación que le llevará a descubrir algunos de los secretos mejor guardados de la Roca, convertida en espacio mítico, en ese territorio de frontera por el que transitan personajes de puro western. Western Noir, contemporáneo y muy de aquí, de nuestra tierra.

Durante la última edición de Granada Noir organizamos una mesa redonda sobre el género negro en Andalucía. Hubo opiniones divergentes entre quienes pensaban que sí, que hay un noir andaluz con características propias y definidas; y quienes sostenían que no. Que tal no existe.

Como persona que huye de todo lo que huela a nacionalismo, me traen sin cuidado las partidas de nacimiento, pareciéndome mucho más literarias las partidas de cartas. Pero sí es destacable cómo escritores de la talla de Lorenzo Silva o, ahora, Jerónimo Andreu; visitan Andalucía y prestan atención a historias, paisajes, relaciones y conversaciones que, después, transforman en apasionantes novelas negras muy apegadas a lo que ocurre en nuestro entorno. Algo a tener muy en cuenta…

(*) Que esos diálogos en llanito no alarmen al lector. Los hay con cuentagotas, son descacharrantes y están muy bien dosificados.

Jesús Lens

Las viñetas más negras de BCN Noire

¡Qué pedazo de proyecto! 23 historietas de género negro ambientadas en la ciudad condal. Publicado por Norma Editorial, el tomo “BCN Noire” es una declaración de amor/odio de medio centenar de guionistas y dibujantes a la ciudad de Barcelona.

23 historias que muestran aspectos muy diferentes de una de las capitales del mundo, una ciudad en permanente proceso de cambio y transformación, sometida a todo tipo de tensiones y siempre en el foco de la actualidad más palpitante.

23 visiones diferentes sobre el lado oscuro de Barcelona, la ciudad del diseño por antonomasia. 23 perspectivas alternativas al discurso oficial, de uno y otro lado. 23 historias protagonizadas por personajes mucho más reales que esos otros cuyos discursos y proclamas nos tenemos que tragar un día detrás de otro.

Como siempre ocurre con las antologías y los proyectos colectivos, unas historietas me gustan más que otras. Por ejemplo, simpatizo más con las protagonizadas por mendigos, putas e inmigrantes que con las tramas de mafiosos de altos vuelos.

Escribe Cristina Fallarás en el prólogo de BNC Noire un perfecto resumen de lo que encontrará el lector a medida que avance en la lectura de sus páginas: “Llegué a Barcelona en los años ochenta, cuando todavía se llamaba a las cosas por su nombre y nosotros no fingíamos creer en la igualdad. Este volumen excelente es un compendio de drogas, sangre y putas. Las cosas por su nombre”.

Efectivamente. Las cosas por su nombre. Por ejemplo, en “Servesa bier amigo” de Salva Rubio + Diego Olmos, una de las historias que más me han gustado, protagonizada por un inmigrante paquistaní que no tardará en saber el precio de ser otro tipo de Messi, en Barcelona.

O la pira funeraria que, por Sant Joan, montan unos okupas. Que hay muchas tribus urbanas representadas en BCN Noire. Si es que a los skin heads más fachas, protagonistas de dos o tres tramas, se les puede denominar así. Aparecen, por ejemplo, en “Bajo presión”, una historieta escrita por Damián Campanario y dibujada por nuestra Natacha Bustos.

Me apropio de “nuestra” Natacha Bustos por dos razones: nacida en Ibiza, estudió Bellas Artes en nuestra fértil y feraz UGR y su obra forma parte de la exposición “Rueda de reconocimiento: la huella del noir en el cómic granadino” que La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea y Granada Noir estrenaron en la tercera edición del festival patrocinado por Cervezas Alhambra y que seguirá en cartel hasta mitad de diciembre, en La Madraza.

En “BCN Noire” hay una historia que homenajea a “Taxi Driver”, algún crimen perfecto que no termina de salir muy bien y venganzas. Muchas y sentidas venganzas. También es una gozada descubrir una crítica certera y afilada a las nuevas y posmodernas modalidades del célebre timo de la estampita y a costumbres del siglo XXI tan ridículas como el Balconing o el Reto del Takifugu: comerse el ponzoñoso pez globo que, mal cocinado, puede ser letal… y subirlo a las redes sociales.

Y hay droga. Mucha droga. Porque la droga forma parte del paisaje de nuestras ciudades y pueblos. De la coca y el caballo a la maría, pasando por la droga caníbal que convierte a los hombres en bestias. También hay locos, pirados, zumbados y chalados; elemento propio de las grandes urbes. Y ojito con ellos, que sus cerebros, más agujereados que un queso gruyere, tienen sinrazones que sus corazones no son capaces de ponderar.

En BCN Noire hay, en fin, brillantes historias de grandes maestros como Andreu Martín o Sánchez Abulí, dos de los padres del género negro en nuestro país.

En su brillante epílogo a este más que recomendable volumen, el padre del proyecto, Raule, explica su génesis: “Se me ocurrió que sería fantástico escribir unas cuantas historietas de género negro ambientadas en Barcelona y que las dibujasen diferentes artistas de la ciudad. Por la eterna falta de tiempo y los muchos proyectos que llevo entre manos, pronto deseché la idea de escribir yo solo todas las historias, así que contacté con mis camaradas guionistas y los sumé al proyecto”.

¡Qué maravilla, encontrar el empuje y la complicidad de tanta buena gente y de semejante caudal creativo para sacar adelante un proyecto de tamaña envergadura!

Y otro apunte importante que hace Raule: “Tuve claro desde el principio que la Ciudad Condal iba a ser un personaje más y que los autores tenían que conocerla como la palma de su mano, por lo que me autoimpuse unas directrices: todos los autores debían llevar muchos años viviendo en Barcelona (aunque no hubieran nacido en ella), ser profesionales del cómic y tener cierta experiencia o trayectoria en el género negro”.

Con esas mimbres, es lógico que Norma Editorial apostara a ciegas por el proyecto: el resultado es de una gran calidad y las 23 propuestas que componen “BCN Noire” permiten hacerse una magnífica idea de las muchas caras alternativas a la oficial de una de las grandes ciudades del mundo.

¿Se imaginan, un libro así basado en Granada, con la cantidad de talento creativo que hay en nuestra ciudad? Ejem, ejem. Ahí lo dejo…

Jesús Lens

Baleares, moscas, asesinatos y desapariciones

Dejábamos la semana pasada al detective Roures muy sudoroso, camino de Palma de Mallorca. Una chica lleva demasiado tiempo desaparecida, la investigación no avanza y el entorno parece convencido de que ha muerto. Pero su madre no se conforma y contrata a un detective para que viaje, en plena canícula de agosto, a las Islas Baleares, y trate de encontrar respuestas. (Lean AQUÍ)

Roures, lo primero que hace, es trasladarse a la zona residencial de la chica desaparecida, una urbanización de lujo en la que todo parece precioso, preciso y perfecto. De inmediato, empieza a hacer preguntas. Y cada una de ellas es como una piedra arrojada a un estanque de aguas calmas: rompe la quietud de la superficie y provoca ondas concéntricas que, al modo del efecto mariposa, puede causar maremotos a miles de kilómetros de distancia. En México, por ejemplo.

Marta Robles ha escrito en “La mala suerte” una novela negra en la que muestra su faceta más periodística, con una trama basada en uno de los temas de discusión habituales en las páginas de Sociedad de nuestros diarios y sobre el que no vamos a adelantar nada para no arruinar la sorpresa al lector.

No deja de ser sintomático que sean periodistas quienes estén escribiendo el noir más apegado a la realidad, el que salta de la negrita de los titulares de la prensa diaria a las páginas de unas novelas que rezuman veracidad y autenticidad por los cuatro costados.

Marta Robles, periodista de raza que lleva haciendo radio, televisión y prensa  escrita desde hace treinta años, ha dado vida a un personaje como el detective Roures, caracterizado por saber preguntar, uno de los rasgos distintivos de todo buen reportero. Y su novela más reciente, “La mala suerte”, permite que el lector se ponga en la piel de una joven de buena familia que, para su desgracia, no entiende nada de lo que ocurre a su alrededor. Una disección de las contradicciones de la sociedad española contemporánea en la que tanto se abusa del concepto “tener derecho a…”. Sobre todo porque, como en el caso que novela Marta, siempre es “a costa de…”.

Foto: Laura Muñoz Hermida

“Como David Lynch cuando buscaba el horror escondido en los barrios residenciales, Pery desnuda lo peor de la condición humana oculto en uno de los paraísos oficiales del turismo. Un noir clásico con interferencias políticas que recuerdan las vinculadas a la última gran crisis española”.

David Gistau también se refiere, efectivamente, a las Baleares, cuando habla de paraísos oficiales del turismo en la solapa de la espectacular novela “Moscas”, de Agustín Pery, publicada por la exquisita editorial Pepitas de Calabaza.

“Pery no ha venido a hacer amigos. “Moscas” es un torrente de mala baba, tan impertinente como irresistible”, señala Lorenzo Silva, comentando una de las grandes sorpresas de la temporada negro-criminal.

Un periodista de investigación que estaba husmeando en temas relativos a la corrupción aparece asesinado en Mallorca. A partir de ahí, de nuevo, las olas concéntricas que remueven las pútridas aguas estancadas de la charca, muy bonita por fuera, con sus nenúfares y sus plantas acuáticas, pero puro cieno bajo la aparente superficie.

Con un estilo seco y brutal, el también periodista Agustín Pery sabe bien de lo que habla, no en vano fue director de El Mundo/El Día de Baleares entre 2007 y 2013, cuando destapó varios casos de corrupción en Mallorca; y actualmente trabaja en ABC.

En “Moscas”, Pery habla de corrupción, efectivamente. Pero va más allá de la corrupción a la que, por desgracia, estamos tan acostumbrados. Y compone un personaje mefistotélico llamado a crear escuela: el prestamista usurero, un tipo que, además de saberlo todo de todo el mundo, tiene cogida por los huevos a buena parte de la alta sociedad mallorquina que solo pudo sortear lo peor de la crisis solicitando sus infernales servicios.

Por supuesto, hay en marcha una investigación sobre el periodista muerto. El encargado de llevarla adelante es uno de esos polis de los de antes, fogueado -literalmente- en el País Vasco y cuyos expeditivos medios son diametralmente opuestos a lo políticamente correcto que ahora tanto se estila. Iñaki Altolaguirre es un borde al que sus jefes gustarían perder de vista. Pero le necesitan. Sobre todo porque los guardaespaldas y emisarios del prestamista usurero no pertenecen a la alta sociedad con la que ellos se codean.

En “Moscas” también hay una jueza de armas tomar. Y un funcionario de Hacienda que, armado con una cartera y una sonrisa, puede ser más letal que un sicario malencarado blandiendo su pipa.

Y está Mallorca, una sociedad conservadora y hostil a los de fuera: por mucho que necesiten a los turistas para hacer negocio, los auténticos mallorquines solo confían, se relacionan -y se casan- entre ellos. Gente de pedigrí que, una vez obligada a agachar la cerviz ante el poder del dinero, nunca se sabe cómo va a reaccionar.

Lean a Marta Robles y a Agustín Pery y completen con la mejor novela negra contemporánea los huecos que quedan vacíos entre los titulares de los periódicos de más rabiosa actualidad.

Jesús Lens

Historia de dos detectives

No es fácil ser detective privado en España. ¡Ni se les ocurra pensar que la realidad es como las malas películas, en las que un tipo alcoholizado y con mal de amores alquila una oficina cochambrosa, la decora con una planta medio muerta, guarda una botella de whisky en el cajón del escritorio y espera a que una mujer fatal entre por la puerta!

El Ministerio del Interior tiene muy tasados los requisitos para ser detective privado. Por ejemplo, el cuarto: “Estar en posesión de un título universitario oficial de grado en el ámbito de la investigación privada que acredite la adquisición de las competencias que se determinen, o bien del título del curso de investigación privada, reconocido por el Ministerio del Interior”.

—¿Sirve el que me dieron en la Tienda del Espía, tras un curso intensivo de fin de semana?

—Claro que sí. Casi tanto como un master telegráfico conseguido durante unas vacaciones de Semana Santa en según qué prestigiosas universidades…

Otro requisito importante para ser detective privado: “Superar, en su caso, las pruebas de comprobación establecidas reglamentariamente por el Ministerio del Interior, que acrediten los conocimientos y la capacidad necesarios para el ejercicio de sus funciones”.

—Yo sé escribir mensajes ocultos con zumo de limón…

—…¿que se hacen visibles al pasar una llama por el papel en que están camuflados?

—Sí, tío. ¿Tú también fuiste al curso de la Tienda del Espía?

—No me hizo falta. Lo leí en “El nombre de la rosa”?

—¿Leído? ¿Pero no era una película?

No. No es fácil ser detective privado en España. Ni resulta sencillo escribir una novela creíble, en nuestro país, protagonizada por uno de ellos. De ahí que en la pasada edición de Granada Noir sentáramos en una misma mesa a dos autores que han publicado novelas recientes con un huelebraguetas como personaje principal: Marta Robles y “La mala suerte”, en Espasa; y Juan Bolea y “Los viejos seductores siempre mienten”, en Alrevés.

“Levábamos cruzados de brazos desde principios de mes. ¿A qué se debería? ¿En enero ya no había adulterios, chantajes, desapariciones? ¿Lo habían declarado mes en blanco del crimen?”

No es fácil ser detective en España, tampoco, porque como bien explica Juan Bolea, solo pueden investigar casos muy tasados y en condiciones muy particulares. De ahí que Florián Falomir & Fermín Fortón no pasaran por su mejor momento y que a la Agencia de Investigación Las Cuatro Efes les estuviera costando trabajo dar contenido a su famoso lema: Fiabilidad-Fidelidad-Fortaleza-Facilidad de Pago.

Entonces suena el telefonillo. Es una voz cristalina y nítida. Sube el ascensor, se abre la puerta y aparece “una señora tan decrépita que más que el umbral de nuestra agencia podría estar cruzando el de su última morada”.

Si han detectado ustedes un toque irónico y burlón en el arranque de la novela de Juan Bolea, o bien han hecho ustedes el famoso curso de la Tienda del Espía o sus dotes detectivesco-literarias están afinadas: efectivamente, “Los viejos seductores siempre mienten” es una novela negra trufada de humor, con tintes paródicos, y en la que también hay mucho sexo.

Foto: Laura Muñoz Hermida

Hay parodia acerca de la novela negra en sí misma, para empezar. Por ejemplo, el detective protagonista desayuna ligero por las mañanas: huevos fritos con longaniza de Graus y morcilla de Burgos; por lo que un Adonis en perfecto estado de revista -y de forma-, precisamente no es. Pero también hay muchas risas en torno a un género literario del que se habla tan poco como mucho se vende: la novela romántica, cada vez más verde y más picante, como diría Arévalo, uno de los mentores y sostenes intelectuales de la ultramontana derecha extrema de este país.

Juan Bolea ha escrito una novela muy divertida, aunque le mete sus dosis de negrura y pesadumbre, llevando al lector a cuestionarse algunas de las convenciones habitualmente aceptadas en el género, del heroísmo y la profesionalidad a ultranza al cinismo y el -mal- humor. Una reflexión, también, acerca de la alta literatura y la literatura de baratillo, la literatura popular. Muy al hilo de las altas y las bajas pasiones.

Llegados a este punto, habría que hablar sobre la segunda novela protagonizada por el detective Roures. Si en la novela de Juan, el cierzo helador condiciona toda la historia, “La mala suerte” de Marta Robles se desarrolla durante un tórrido verano que afecta sobremanera a un detective privado que, a sus sesenta años ya cumplidos, suda por los cuatro costados.

Roures tiene que trabajar sobre una desaparición cuya investigación lleva varada demasiado tiempo. Y, como ser detective no es fácil en España, para ello deberá solicitar la preceptiva autorización judicial, lo que pondrá de uñas a la UCO, la unidad policial encargada del caso.

“La mala suerte” es una novela negra canónica que habla sobre la paternidad y las personas desaparecidas y cuya trama transcurre, en buena parte, en una Mallorca muy negra de la que hablaremos más extensamente la semana que viene, retomando al bueno de Roures.

Jesús Lens