Los infiltrados van a la oficina

Ya que los distribuidores de la serie en España han bautizado con el nada atractivo título de “Oficina de infiltrados” a una de las mejores series de la televisión contemporánea, permítanme que contribuya un poco más a su descrédito nominal a través de otro título infame: los infiltrados van a la oficina.

“Le bureau des légendes” es el título original de la serie producida por el Canal + francés. Bureau, en su primera traducción, es despacho. Y légendes… pues eso. Leyendas. Así las cosas, el que decidió ponerle “Oficina de infiltrados” a una de las perlas de la televisión europea, se quedó a gusto y descansando.

De hecho, cada vez que la recomiendo, me harto de usar peros, sin embargos y demás adversativas: al ver la cara de suspicacia de mi interlocutor cuando le juro que tiene que ver “Oficina de infiltrados”, le insisto en que es una serie cojonuda, a pesar de tener un nombre tan ridículo y poco convincente.

Pero vayamos al grano. ¿Quieren saber ustedes cómo funcionan los servicios secretos en el siglo XXI? Vean “Oficina de infiltrados”. Y ya está. Punto. Así de claro y rotundo lo digo. Ni la igualmente brillante “Homeland” transmite esa sensación de credibilidad, de apego a la realidad.

El personaje central de la serie protagonizada por Mathieu Kassovitz y sobre el que pivota la trama es un agente francés infiltrado en Siria que vuelve a Francia. En Damasco deja a una mujer con la que ha entablado una relación sexual. ¿Quizá también afectiva? ¿Amorosa, incluso? Porque es cierto que los agentes infiltrados se acuestan con sus fuentes, si lo consideran necesario o beneficioso para su coartada.

Guillaume Debailly conocido en la Dirección General de Seguridad Exterior francesa como Malotru, retorna a París después de varios años infiltrado entre Siria y Jordania. En Oriente Medio vivía y trabajaba desempeñando el papel de un investigador y escritor bajo el nombre de Paul Lefevre. Estamos en plena guerra de Siria y su trabajo como agente infiltrado puede haber sido determinante -o no- en diversas operaciones contra el terrorismo yihadista.

Al volver a casa y tras devolver -casi- toda la documentación de Paul Lefevre, Malotru se incorpora a un frío edificio administrativo compartido por un amplio ramillete de jefes, colaboradores y subordinados, donde comen menús de cafetería mustios y poco apetitosos y se comportan como cualquier otro funcionario del estado. Malotru comienza a hacer un burocrático trabajo de despacho mientras intenta recomponer su relación con una hija adolescente. Y entonces, aparece ella. En París. Misteriosamente. Nadia El Mansour.

Se trata de la especialista en historia y geografía de Oriente Medio con la que Lefevre mantuvo un tórrido idilio en Damasco. Solo que ahora, Malotru ya no es Lefevre. ¿O sí? Ni que decir tiene que debería mantenerse alejado de ella. Pero la tentación es tan fuerte…

Mientras que este hilo de la trama avanza por un lado, a lo largo de las tres adictivas temporadas de “Oficina de infiltrados” estrenadas hasta ahora asistimos al adiestramiento y puesta en servicio de otra agente, Marina, que operará en Irán. Y es que la DGSE está presente en diferentes escenarios conflictivos del mundo contemporáneo, teniéndoselas que ver con la CIA, el Mossad o el MI6 que, en unas ocasiones son aliados y, en otras, rivales.

Triangulaciones a través de satélites, sofisticados métodos de escuchas y, también, obtención de información tete a tete. Persecuciones y seguimientos que nada tienen que ver a los que estamos acostumbrados en los thrillers del Hollywood más convencional. Operaciones arriesgadas al borde de la lógica y el sentido común. Canjes de prisioneros. Deserciones. El papel de las grandes corporaciones en el concierto geoestratégico mundial, la colaboración de diferentes instituciones del estado en la consecución de los objetivos del Elíseo… Y el ISIS. Y Daesh. Y la guerra en Siria. Y los esbirros de Bashar al-Asad. ¿No se les ha acelerado el pulso?

Sin olvidar la conexión iraní. Que Marina es una experta sismóloga que, a través de su vasto -¿o no tanto?- conocimiento de las fallas tectónicas y los terremotos, es invitada a participar en importantes congresos en países estratégicos de Oriente, como Azerbayán. O a colaborar con institutos científicos de Irán, lo que le permitirá tener acceso a información sobre la capacidad nuclear del país de los Ayatolás.

Piratería informática, infección de redes a través de troyanos, modernas técnicas psicológicas para desenmascarar a agentes dobles, cómo engañar al polígrafo… “Oficina de infiltrados” es una mina de información que, por supuesto, deja un amplio espacio a las relaciones personales entre los protagonistas de la serie. A sus relaciones laborales y afectivas. Porque la tecnología resulta imprescindible en el espionaje contemporáneo, pero nunca se puede echar al olvido el célebre factor humano que tan bien relatara el pionero Graham Greene en su famosa novela sobre el MI6 británico.

A la espera del estreno en España de la cuarta temporada de “Oficina de infiltrados”, que ya está a punto de caramelo, con Rusia como nuevo escenario en el tablero del juego geoestratégico; no dejen de ponerse al día con una de las mejores series de este siglo.

Jesús Lens

Granada, tierra de inspiración Noir

Granada, la tierra soñada por creadores y artistas de todos los tiempos, más allá de ser una provincia y una ciudad milenaria, es un estado mental que enamora, inspira e invita a componer, escribir, pintar y dibujar.

¿Qué tiene Granada, cuna y hogar de decenas de magníficos dibujantes que, con su arte, su talento y su trabajo, están conquistando las cotas más altas de reconocimiento internacional?

De eso hablábamos un día, allá por noviembre del año pasado, Gustavo Gómez, Enrique Bonet y yo. Hacía frío. Estábamos en el Realejo, la tercera edición de Granada Noir acababa de terminar y, por supuesto, ya estábamos trabajando en la cuarta. La de 2018. La que se inaugura mañana viernes.

Bebíamos el café a sorbos, calentándonos las manos. Y trazábamos planes. “Tenemos que montar algo que sirva para reivindicar el inmenso talento concentrado en Granada en torno al mundo del tebeo”.

Ese algo ya es una realidad. En concreto, una exposición de cómic que se inaugura mañana viernes en La Madraza, comisariada por el propio Enrique Bonet y por Ricardo Anguita, director del Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada.

“Rueda de reconocimiento. Huellas del Noir en el cómic granadino” muestra el trabajo de dieciséis dibujantes granadinos -de nacimiento, formación y/o adopción- que, con sus buenas artes, han situado a nuestra tierra en un lugar destacado dentro del concierto creativo internacional.

Como tantas veces ocurre, en “Rueda de reconocimiento” son todos los que están, pero no están todos los que son, que el sesgo noir del proyecto condicionaba la nómina de artistas. Una selección siempre tiene mucho de cruel e injusto, pero resultan incontestables los nombres de Sergio Arredondo, Enrique Bonet, Natacha Bustos, Adrián Fernández, Javi Fernández, Chema García, Sergio García, Rubén Garrido, Juanjo Guarnido, Gabriel Hernández Walta, Jorge Jiménez, Joaquín López Cruces, José Luis Munuera, Belén Ortega, Francis Porcel y Kenny Ruiz.

Cuando el proyecto había echado a andar, pensamos que Granada Noir 4 tenía que dedicar una parte importante de su programación al cómic. De ahí que el festival arranque, mañana viernes y antes incluso de su inauguración, con una mesa redonda que le hará un retrato al cómic granadino. Conducida por Enrique Bonet, contará con la participación de Belén Ortega, Kenny Ruiz, Gabriel Hernández Walta y Francisco Porcel. ¡Queremos saber! Queremos saber qué tiene Granada que tanto inspira, cautiva y enamora.

El sábado por la mañana, dos invitados de lujo y excepción: un maestro del cómic internacional, el argentino José Muñoz, padre del detective Alack Sinner; en conversación con José Luis Munuera. Y Antonio Altarriba, Premio Nacional del Cómic y autor de la desasosegante “Yo, asesino”, dialogará con Sergio García. Después, firma de cómics, ¡claro que sí!

Durante la tarde del sábado, los dibujantes harán una ruta turístico-cultural por las calles de Granada, descubriendo su vertiente más noir al seguir esas huellas del crimen que también forman parte de nuestra historia. Guiados por el magisterio de Blanca Espigares Rooney y su Másquetours, descubriremos las tétricas historias que esconden los preciosos palacios nazaríes, sabremos de la sangre derramada en los callejones del Albaicín y de las ejecuciones públicas en las plazas de Granada.

Y por la noche, un fabuloso reto creativo en el primero de los Encuentros Especiales Cervezas Alhambra, que se celebrará en La Cueva de 1900, en su local de Avda. de la Constutición, 39. Esa noche, muchos de los dibujantes que forman parte de la exposición -y otros que no, pero que se suman a la iniciativa- se armarán con un bolígrafo y participarán en la iniciativa Trazos en una servilleta.

¿Cómo surge la chispa de la creatividad? ¿Y si la inspiración no le hace caso a Picasso y, en vez de trabajando, nos encuentra echando una birra, acodados en la barra del bar? Históricamente, las servilletas han sido grandes depositarias del fruto del chispazo creativo…

Como homenaje al arte efímero que se escribe o se dibuja en una sencilla servilleta, La Cueva de 1900 se convertirá en un festivo y lúdico espacio creativo para dibujantes y aficionados con ganas de escribir, dibujar, flipar con el talento creativo de nuestros dibujantes… y pasarlo bien. Sobre todo, pasarlo muy bien.

La parte dedicada al cómic noir culmina el domingo 30 por la tarde, en el Hall del Teatro CajaGranada, donde José Muñoz, Enrique Bonet, Sergio García, Antonio Altarriba, Francis Porcel y Lola Moral firmarán sus álbumes a todos los aficionados que quieran. Tanto en La Cueva de 1900 como en CajaGranada, la librería Picasso tendrá a la venta los libros de los autores.

La exposición “Rueda de reconocimiento. La huella del noir en el cómic granadino” estará en cartel hasta el 16 de diciembre, lo que permitirá organizar actividades relacionadas con ella a lo largo de los próximos meses. Por ejemplo, la presentación del catálogo de la muestra, que va a ser algo espectacular; una pieza de coleccionista. Pero de todo ello hablaremos más adelante. Ahora es momento de disfrutar de Granada Noir, del cómic, la literatura y el cine.

En los próximos días pasarán por nuestra ciudad algunos de los autores de cuyas obras hemos hablado en esta sección en los últimos meses, como Mabel Lozano, Fernando Marías, Juan Madrid, Miguel Ángel Hernández, Carlos Bassas, Carlos Casas, Mariano Sánchez Soler y un largo etcétera.

Y es que, como reza el lema del festival: el crimen sería perdérselo…

Jesús Lens

Western Noir en Mongolia

Uno de los temas sobre los que tenemos que reflexionar en los próximos meses, largo y tendido, es ese Western-Noir sobre el que hemos ido dejando apuntes en esta sección a medida que hablábamos de películas como “Comanchería” o las dos entregas de “Sicario”, de series como “Ozark”, de cómics como “Scalped” o de novelas como “Bull Mountain”.

Para mí, que soy un mordido tanto por el género negro como por el western, esta fusión entre ambos universos me parece magnífica y estoy convencido de que seguirá deparándonos obras excitantes y portentosas.

Por ejemplo, “Yeruldelgger. Tiempos salvajes”, la segunda entrega de las aventuras del singular policía mongol publicada por Salamandra Black y de la que es autor el francés Ian Manook, cuya participación en la inminente cuarta edición de Granada Noir se aguarda con enorme interés y altísima expectación.

Hace unos meses escribía lo siguiente sobre la primera aventura del singular personaje: “ese gran Yeruldelgger ocupa desde ya un lugar preeminente en mi galería de personajes favoritos del noir, junto a Sam Spade, Philip Marlowe, Pepe Carvalho o Kostas Jaritos». Y eso es mucho decir… (Leer aquí esa reseña)

Me gustó mucho “Yeruldelgger. Muertos en la estepa”, con sus contrastes entre la Mongolia ancestral y espiritual que pervive en las estepas y la brutal voracidad del capitalismo más depredador, enseñoreado en Ulan Bator, la capital del país, sometida a un brutal proceso de acelerada transformación.

Una vez leída la continuación de aquella historia, les confieso que “Yeruldelgger. Tiempos salvajes”, me ha gustado más aún. Por varias razones. La primera, como pasa con las buenas sagas, porque ya les tienes cariño a los personajes, te resultan familiares y cercanos y vives con más intensidad sus aventuras, zozobras y ansiedades.

Me ha impresionado el uso que Ian Manook hace del tiempo atmosférico como algo clave en la narración. “Tiempos salvajes” transcurre durante un fenómeno climático llamado Dzud, que se produce de forma cíclica en la estepa mongola. Se caracteriza por un invierno con temperaturas extremas tras un verano muy seco, lo que provoca la muerte de miles de cabezas de ganado por hambre o frío y obliga a los personajes a tratar de no congelarse durante buena parte de la narración.

El villano de la función, el archienemigo de Yeruldelgger, también resulta más amenazante en esta entrega de la saga mongola. Como ya le conocemos y sabemos de qué atrocidades es capaz, su aliento se siente desde el principio de la narración, convirtiéndose en una ominosa presencia constante que, de forma velada e invisible, condiciona la vida de los protagonistas. Además, la aparición en escena de otro de esos personajes bigger than life, más grandes que la vida, introduce una variable nueva en la obra de Manook: el espionaje.

Si podemos describir a “Yeruldelgger. Tiempos salvajes” como un Western-Noir que, sobre todo en su desenlace, convierte las blancas y gélidas llanuras de una Mongolia helada en un trasunto de “Las aventuras de Jeremiah Johnson” o de la mismísima “El renacido”; la aparición en escena de los servicios secretos del país asiático le confiere una fascinante dimensión a lo John le Carré.

Directamente vinculado con ello está la ampliación de escenarios que propicia la trama: parte de la novela transcurre en Europa, con el puerto de Le Havre como escenario principal, dado que el comercio clandestino y tráfico de seres humanos tiene gran importancia en la historia. Y es que Manook escribe sobre algunos de los temas más candentes de la actualidad informativa global…

Para el final he dejado a Yeruldelgger, el protagonista principal de la saga. Para describirle, le cedo la palabra a Margarita Buet, la presidenta de la Alianza Francesa de Granada, quien ha devorado las dos novelas de Manook este verano y que será la persona que dialogue con él durante su presentación en Granada Noir. Para Margarita, en clave positiva, está el fuerte contraste entre la brutalidad que se exhibe en algunos pasajes de la narración y otros en los que hay descripciones de auténtica belleza, fruto de la mirada de un gran observador y conocedor de la naturaleza. Y es la relación entre la brutalidad del ser humano y ese remanso de paz y belleza que brinda la naturaleza lo que permite que el libro sea de más fácil lectura.

Porque Yeruldelgger es un tipo que comulga con la naturaleza y con las ancestrales fuerzas espirituales de la estepa, pero cuando le ponen a prueba y le presionan en demasía, puede convertirse en una bestia desencadenada. Entre medias, está su cariño por la Alianza Francesa, el lugar en que ha estudiado y se ha formado intelectualmente y que le conecta con la gran cultura universal. La Alianza Francesa de Ulan Bator es el espacio que conecta las diversas facetas de su personalidad y termina de conformarle como ser humano completo, como ciudadano del mundo. El que permite a Yeruldelgger vivir con un pie en el Séptimo Monasterio o en el corazón de la estepa y otro en los grandes clásicos de la literatura y el pensamiento enciclopédico franceses. En las manos, eso sí, un rifle con mira telescópica y una pistola: la convivencia entre la pluma y la espada caracterizan a uno de los grandes personajes del Noir contemporáneo.

Jesús Lens

Alack Sinner, Muñoz & Sampayo: un monumento al Noir

Cuando ustedes paseen por los anaqueles de la librería Picasso Cómics, entre los Blacksad de Guarnido y Canales, La araña del olvido de Bonet, La Visión de Hernández Walta y el Millenium de Belén Ortega -estos nombres no están citados al azar, ejem, ejem- se toparán con un volumen espectacular, sólido y rocoso, negro como la pez; editado por Salamandra Graphics.

Es fácil de reconocer: desde su portada se verán ustedes taladrados por la intensa mirada de un tipo cuyo rostro, pétreo y coriáceo, muestra tantas arrugas como el del actor Tommy Lee Jones. Un tipo que fuma y que lleva el nudo de la corbata, negra, un poco aflojado. De hecho, ustedes podrían pensar que se trata de uno de los protagonistas de “Reservoir Dogs”, la película de Tarantino…

Pero no. Porque un par de palabras en letras rojas no dejan lugar a la duda. Se trata de Sinner. Alack Sinner. Y las 700 páginas con la recopilación de todas sus historias es un monumento tan majestuoso que podríamos situarlo a la altura de una Catedral gótica o de un roble centenario.

¿Quién es Alack Sinner? Hablamos de uno de los personajes esenciales en la historia del cómic. Creado por dos autores argentinos, el guionista Carlos Sampayo y el dibujante José Muñoz, Sinner nació en 1975, cuando sus primeras historietas aparecieron publicadas en Italia. A España no tardó en llegar, que lo publicó Totem a partir de 1977.

A Sinner lo conocemos al principio de su carrera. Acaba de volver de la guerra de Corea y es un joven agente de policía que trabaja en las duras calles de Nueva York. Un agente con fama de recto e insobornable, por lo que no tardará en chocar… con sus propios compañeros. Aunque su comisario se muestra comprensivo con él, una conversación con el mismísimo jefe de policía de Nueva York le abrirá los ojos:

—Vivimos momentos duros. Muchas veces la ley no basta. La democracia es un gran sistema, pero a veces se mueve con lentitud, sobre todo cuando se trata de aplicar o no aplicar la ley… Así que es importante que los miembros de este cuerpo utilicen sus propios criterios… Somos un sistema dentro de otro sistema. Un poder, si me permite el término. Por esa razón no solo tenemos el derecho, sino también la obligación de conservar nuestra integridad. Es posible que usted no haya caído en eso, lo cual me hace preguntarme: ¿es usted un ingenuo un poco mongólico o un simple hijo de puta?”

A la semana siguiente, Sinner dejará la policía y abrirá su propio despacho, convertido en detective privado. Y sus choques con la policía serán constantes, de ahí en adelante.

Hubo un tiempo en que Nueva York era una ciudad dura y complicada. De hecho, durante los años 80 del pasado siglo, estaba catalogada entre las más peligrosas del mundo. De ahí el poderoso aspecto visual que presenta la ciudad en las historias de un Sinner que acabará perdiendo su licencia de detective, conducirá un taxi y, posteriormente, se convertirá en un ciudadano más de la Gran Manzana cuyo papel será… relacionarse con los demás. Vivir y nada más, como explicaba José Muñoz en una entrevista concedida a David Muñoz que apareció publicada en la revista de crítica e información de cómic “U”.

Muñoz y Sampayo conciben a Sinner, al principio, como un personaje canónico del Noir. Un trasunto de Philip Marlowe, pero en la Costa Este. Poco a poco se irán alejando del género y Alack tendrá cada vez más aristas, rostros y dobleces. Como explica José Muñoz en la entrevista referida, se trata de “un caballero que tiene alguna que otra melancolía y alguna que otra herida, diferente a la de Philippe Marlowe, diferente a la de Sam Spade, de Hammett, le dimos más carga humana, digamos, más espesor psicológico que lo de Hammett”.

Y un detalle básico, no muy habitual: Alack Sinner va envejeciendo a medida que pasan los años. A lo largo de las 700 páginas editadas por Salamandra Graphic, también le veremos cambiar físicamente. Acostumbrados a tantos personajes del cómic que siempre presentan el mismo aspecto, Alack Sinner va notando el paso del tiempo y los achaques de la edad. Así las cosas, la experiencia acumulada, además de hacerle más cínico -y sentimental- también le aumenta el número de arrugas en su ajado y baqueteado rostro.

Sus primeras historias nos muestran los códigos tradicionales del género negro. Poco a poco, Muñoz y Sampayo se van soltando, sintiéndose cada vez más libres. Su criatura sigue inmersa en el universo del Noir, aunque cambie su pequeño despacho por un taxi o, más adelante, se dedique a viajar por todos los Estados Unidos. Será testigo de las tensiones raciales que afectan a los afroamericanos y a los sudamericanos. Vivirá de cerca el conflicto de Nicaragua a través de un joven sindicalista y conocerá a una familia de exiliados españoles de Guernica radicados en Nueva York. Sinner es un habitual del Madison Square Garden y sus veladas de boxeo y en Joe’s tiene una segunda casa.

Alack Sinner es una obra total, totémica y monumental. En ella está todo. Como podemos leer en “U”, de boca de José Muñoz: “Nosotros con Alack Sinner hemos contrabandeado vida, hemos contrabandeado sentimientos, hemos contrabandeado opiniones humanas y políticas dentro del cuadro policíaco”.

¿Y saben lo mejor? Lo mejor es que José Muñoz estará en Granada Noir el último fin de semana de septiembre. Mantendrá una conversación abierta al público con José Luis Munuera, en La Madraza, el sábado 29 por la mañana, y firmará sus álbumes a los aficionados. Además, en La Cueva de 1900 y con la colaboración de Cervezas Alhambra, esperamos que participe en una idea tan loca como sugerente, de la que pronto hablaremos: “Trazos en una servilleta”. ¡Permanezcan atentos a su periódico!

Jesús Lens

El dolor de los demás y la autoficción Noir

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—¿Has leído “El dolor de los demás”? Podríamos estar ante nuestra propia “A sangre fría”…

El remitente es, por supuesto, Fernando Marías, una de las personas más atentas a todo lo que ocurre en el mundillo cultural español. Sobre todo, en lo que tiene que ver con la innovación.

Escribo sobre la marcha a Librería Picasso, preguntando si lo tienen en la tienda. Su respuesta me anima a salir a escape en su busca: “nos queda solo uno”.

Empiezo la lectura esa misma tarde. Por la noche tengo que salir. Al día siguiente, lo he terminado. Y contacto con el autor, Miguel Ángel Hernández: “¿Te vendrías a Granada Noir, el próximo octubre?”

Ha sido el libro del verano. No sé en ventas, pero sí en cuanto a reseñas críticas y a referencias en todo tipo de revistas y publicaciones, literarias y no literarias. Y no me extraña. Porque “El dolor de los demás” es uno de esos fenómenos llamados a perdurar y a trascender. A crear escuela. A abrir caminos, ampliar miras y marcar territorios.

1995. Nochebuena. Huerta murciana. Un joven mata a su hermana después de haberla violado y, acto seguido, se suicida, tirándose por un barranco cuando los vecinos, de madrugada, andaban su busca. Es el mejor amigo de Miguel Ángel Hernández y su relación era afectuosa, cálida y cercana. Dado que los hechos están meridianamente claros y el quién lo hizo no admite discusión, la investigación oficial no tarda en cerrarse. Sin embargo, una pregunta sin respuesta se quedó flotando en el aire: ¿Por qué? Nunca llegó a entenderse ni a comprenderse el porqué lo hizo… más allá de la rumorología inherente a un caso de estas circunstancias.

Veinte años después, cuando el manto del olvido parece haber sepultado aquel crimen, Miguel Ángel Hernández vuelve a sus raíces, regresa a la huerta… y comienza a preguntar. Empieza así una investigación que le llevará a reverdecer años pretéritos, dando el pistoletazo de salida de un viaje en el tiempo de consecuencias imprevisibles.

¿Existen límites que no debe traspasar un escritor? ¿Hasta dónde es moralmente lícito remover dolorosos acontecimientos del pasado? Ahí es donde chocamos con el título de un libro tan inclasificable como imprescindible: “El dolor de los demás”.

En España, efectivamente, no estamos acostumbrados a la autoficción en la que la vida del autor se convierte en el material narrativo con el que confecciona su obra. De ahí la sorpresa provocada por Miguel Ángel Hernández: en cuanto empieza a bucear en los acontecimientos que rodearon la tragedia que destrozó a la familia de su mejor amigo, su propio pasado empieza a emerger. Y resultará imposible de contener.

Cuando Miguel Ángel regresa a investigar a la huerta, en 2015, ya estamos bien entrados en los años de la crisis económica y financiera que asoló España. Él es todo un profesor de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, con amplia experiencia investigadora y docente en Estados Unidos. El contraste con la España profunda, por tanto, va a ser enorme. Ahí radica otro de los puntos fuertes del libro.

Más contrastes: la sociedad española de hoy y la de entonces. Nacido en 1977, Miguel Ángel Hernández tuvo que hacer la migración del ciudadano analógico al digital. Y entre la España rural y autárquica de los años 80 del pasado siglo y la España comunitaria de hoy en día también hay un buen trecho. ¿O no tanto? En esencia, quiero decir…

¿Cómo cae la vuelta del profesor universitario a la huerta? Un profesor que, además, ya es escritor. Aunque sus libros están relacionados con la materia docente e investigadora en que se ha especializado: el arte y la estética. Y, más importante aún: ¿cómo se recibe entre los paisanos su intención de escribir sobre un tema tan escabroso? Item más: ¿cómo le acogen, más allá de su labor investigadora?

Y el otro tema esencial de “El dolor de los demás”: el punto de vista adoptado a la hora de interpretar los acontecimientos. Un punto de vista que está íntimamente relacionado con los afectos. Hasta ahora hemos hablado de Miguel Ángel Hernández y de la investigación emprendida para esclarecer los hechos que asolaron a la familia de su amigo. Una investigación que servirá, también, para sacar a flote recuerdos del pasado del propio autor, lo que nos permitirá conocerle y descubrirle. Sin embargo, ¿no echan de menos a otra persona en esta relación de hechos? ¿No falta un factor esencial en la ecuación?

A través de viejos programas de televisión y de fotos olvidadas, de las hemerotecas, las conversaciones y las entrevistas, Miguel Ángel Hernández teje un tupido mosaico en el que todos nos podemos encontrar reflejados. Es la clave de la buena autoficción: hablando de sí mismo y de sus circunstancias, el autor debe involucrar al lector, hacerle recordar cosas de su propia vida, invitarle a que se plantee preguntas, a que reflexione sobre el cuándo, el cómo y el porqué de determinados episodios… y sobre su trascendencia vital.

Y, por si se lo estaban preguntando: ¡SÍ! Miguel Ángel Hernández nos acompañará en la cuarta edición de Granada Noir y, con la colaboración de Cervezas Alhambra, mantendrá una conversación abierta al público con nuestro querido Fernando Marías, el martes 2 de octubre, en el Teatro CajaGranada. Una de esas citas obligatorias e imperdibles.

Jesús Lens