MIL-NO

Antes de nuestra columna de hoy viernes en IDEAL, un recordatorio:

 

¿Nos vemos? Digan ustedes que sí…

 

Y ahora sí: la columna, en plan castizo:

 

Para la Junta pesoísta, que se haya marchado David Aguilar debe ser un revulsivo para el Milenio. ¡Toma ya! Pero es que para los peperos, el mejor Milenio es el Milenio muerto. Y enterrado.

 

En serio, ¿qué hemos hecho los granadinos para merecer esto? Aparte de votarlos, quiero decir… Da pena comprobar, una y otra vez, que vivimos en una ciudad acostumbrada a vegetar en el limbo de la mediocridad. En ese sentido son muy reveladoras las declaraciones de Jerónimo Páez en las que señalaba que el mando y el destino de Granada están en manos de burócratas y chupatintas sin criterio, talento o prestigio alguno.

 

Escuece constatar que el principal objetivo del equipo de gobierno municipal es que nunca pase nada, hasta el punto de que se inventan una Ordenanza para intentar garantizar el sosiego, la paz y el silencio perpetuos. Del «Todo es posible en Granada» hemos pasado al «Nada es deseable en Granada».

 

Por eso, cuando surge la oportunidad del Milenio, tiembla el misterio. Hace tiempo que le perdimos la pista al debate histórico sobre si, efectivamente, hay algo que celebrar en el 2013. En un ejercicio de pragmatismo posibilista, se alcanzó un consenso tácito para aprovechar una oportunidad única y poner en marcha uno de esos proyectos ilusionantes y transformadores de Granada y sus alrededores. Con la excusa del Milenio, se diseñaría la metrópolis del siglo XXI.

 

La primera propuesta fue convertir la Vega en un parque metropolitano con una extensión descomunal, hasta el punto de que haría palidecer a sus homónimos londinenses o neoyorquinos, reducidos a unos jardincitos de nada, en comparación. Idea peregrina en la que ya nadie parece creer. Y después… la nada. Hasta que llegó la designación de David Aguilar, una de esas personas de reconocido prestigio que parecían aquilatar y aportar la prestancia necesaria que el proyecto requería. Por fin daba la sensación de que esta vez sí que sí.

 

¡Que tiemble Central Park!
¡Que tiemble Central Park!

Entonces comienzan los auténticos despropósitos: el nombramiento que no se materializa, unos presupuestos olvidadizos y, sobre todo, un ambiente frío, desganado y carente de cualquier interés. Tras los fuegos artificiales y el calor de la Anunciación llega la crudeza de un día a día sin ideas, sin proyectos, sin ambiciones. Hasta que Aguilar se cansa y se va.

 

Y así estamos, compuestos y sin Milenio. Con su hueca retórica habitual, la Junta dice que todo está mejor que bien. El Ayuntamiento, que aquí huele a muerto. Así las cosas, ¿sabe alguien, en realidad, qué queremos que sea el Milenio? ¿Nos lo hemos planteado? Por ejemplo, Cervezas Alhambra podría diseñar una botella especial, en conmemoración del Milenio. Aunque, bien pensado y tal y como van las cosas, con la celebrada y querida 1925, la popularmente conocida como «Mil-No», yo creo que vamos bien servidos.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¿QUÉ NOS TRAERÁ EL 2010?

Y tras dos viernes desaparecido, por aquello de los calendarios y los días festivos, vuelve nuestra columna a IDEAL… ¿Qué esperáis del enigmático año XX-X? Y, lo que es más importante, ¿qué vamos a hacer para alcanzarlo?

 

Hace unas semanas reflexionábamos sobre la década 00 que acaba de terminar, bastante inane y pobre para con esta Granada cuya constante sangría de habitantes hace que, cada año, se nos aparece como más empequeñecida, poco atractiva y venida a menos.

 

Sara Oblisar y el año 2010
Sara Oblisar y el año 2010

Acabamos de estrenar 2010 y, además de desearnos felicidad y prosperidad, todos andamos preguntándonos por lo que nos depararán los próximos trescientos y pico días que tenemos por delante. En buena lógica, deberían traernos lo que nosotros mismos seamos capaces de arrancarles ya que un año no es sino una conjunción de cifras que resume 365 días con sus noches, un puro eufemismo al que pedirle dinero, trabajo o salud es como hacerle un brindis al sol.

 

Se cuenta que, allá por el siglo XIX, uno de esos viajeros románticos ingleses tan curiosos, de los que se interesaban por todo lo divino y lo humano, comentaba que buena parte de los españoles eran hojalateros. Ante la cara de estupefacción de su interlocutor, el viajero decía que sí, que se pasaban el día rogando al cielo: «ojalá encuentre trabajo, ojalá me toque la lotería, ojalá encuentre una buena mujer».

 

Ojalá ganemos el Mundial
Ojalá ganemos el Mundial

No. El año 2010 no nos sacará de la crisis ni nos traerá un cambio de modelo productivo. El 2010 no vendrá con la economía sostenible debajo del brazo ni cuajado de Brotes Verdes. O nos arremangamos y cogemos la espiocha o el Milenio y proyectos por el estilo nos pillarán en ropa interior, coloquialmente hablando.           

 

Si algo ha demostrado la crisis, si alguna lección debemos sacar de ella, es que los millones no llueven del cielo, por mucho que durante años hayamos creído en el milagro de los IBEX, los ladrillos y los fondos FEDER. A ver si, de una vez, tomamos conciencia de que nuestro destino lo tenemos que fabricar nosotros mismos, día a día, con nuestro trabajo, esfuerzo y compromiso.

 

2010, efectivamente, el año en que hicimos el contacto
2010, efectivamente, el año en que hicimos el contacto

Uno de los libros del 2009 ha sido la biografía que Luis García Montero escribió sobre Ángel González y cuyo título, «Mañana no será lo que Dios quiera», no está elegido precisamente al azar. Mañana no será lo que Dios quiera. ¡Cuánto sentido en tan pocas palabras! Estos días, cada vez que digamos eso de «Feliz año nuevo», seamos conscientes de que la felicidad es para el que la trabaja y lucha por conseguirla. Que la consecución de la felicidad, como la de la riqueza o la prosperidad, supone esforzarse, compartir y comprender. Y hacerlo todos y cada uno de los días del año. Lo que no es ni mucho menos fácil.

 

Por todo ello, más allá de los tan loables como improbables «dejar de fumar» y «apuntarme a un gimnasio», con el cambio de década deberíamos hacer propósitos de año nuevo que realmente tengan significación de cara al logro de metas importantes en nuestra vida. ¡Hagamos que la crisis sirva para algo!

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

00

La columna de hoy de IDEAL, haciendo recopilación, como corresponde en estas fechas.

 

Llega 2010. Cambiamos de década y los años que nos quedan por delante ya no llevarán impreso el Doble Cero que nos ha acompañado desde aquél ya pretérito y olvidado año 2000. ¡Quién lo diría! Con lo lejana que, de críos, veíamos esa mítica fecha. ¡El año 2000! ¡Qué viejunos seríamos entonces!

 

Y, sin embargo, aquí estamos, entrando en el 2010, peinando canas y queriendo olvidar las matemáticas y el calendario, un poco aterrados y en clara situación Precrisis de los Cuarenta, sinceramente. Y dado que mirar adelante da vértigo, es mejor echar la vista atrás, para ver qué nos ha dejado esta década que ya termina.

 

Y, la verdad, a grandes rasgos, lo más característico de la misma es, precisamente, el 00. La atonía. La nada, mayormente. ¿Qué grandes cosas le han pasado a Granada en esta década? Así a vuela pluma, podríamos decir que la consolidación y ampliación del Parque de las Ciencias, la puesta en marcha del Parque Tecnológico de la Salud y la sucesiva construcción de la Sede Central de CajaGRANADA y, sobre todo, de su Centro Cultural y Museo de la Memoria de Andalucía.

 

Y poco más.

 

Hay muchos centros comerciales, clónicos entre sí. Se ha abierto algún hotel de cinco estrellas y se han inaugurado algunos buenos restaurantes. El Granada CF sigue en 2ªB y el CeBé no se ha metido ningún año entre los ocho equipos de juegan los play off por el título. Ni tan siquiera la Copa del Rey.

 

¿Y qué más?

 

Pues así a bote pronto y sin tirar de hemeroteca o sin recurrir a la memoria de los amigos, poco o nada ha ocurrido en Granada en la década CeroCero. Eso sí, se acaba de aprobar la famosa Ordenanza Municipal que garantiza el descanso, la convivencia, el sosiego y la paz perpetua en las calles de nuestra ciudad. Es el signo de los tiempos. CeroCero, una etiqueta que contrasta con la denominación que los gurús han dado a los años de esta década que ya se termina: los Naughties. Los años traviesos. Los años pícaros. Para nosotros, sin embargo, Tiempos de Nada.

 

¿Cambiarán las cosas?
¿Cambiarán las cosas?

Es muy indicativo que las polémicas de esta década hayan estado protagonizadas por un carril bici destruido (ahora parece que se retoma la idea), por los alcorques de los árboles del Salón y por la renovación del bulevar de la Constitución, farolas futuristas incluidas. Sólo las obras del metro y la perspectiva del Milenio parecen haber suscitado un cierto interés por la Granada del futuro, con el famoso, polémico y debatido Parque. Pero nada más.

 

Magro balance para una década en blanco, inane, sosa y descafeinada. Una década a la que podríamos llamar de muchas formas, pero desde luego, nunca prodigiosa. La década CeroCero que, en tiempos de crisis, aún se contempla más gris, anodina y desangelada.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Y TÚ, ¿CÓMO ACABASTE AQUÍ?

La columna de hoy viernes, en IDEAL, te tipo amejillonado.

 

Estábamos en La Corrala del Carbón. Greg había pedido un Rioja y yo una Milno. Primer tópico que se caía esa noche: estaba seguro de que el australiano pediría cerveza. Y esperaba darle una buena alegría haciéndole descubrir la dimensión «bírrica» de la Alhambra. Pero no. Pidió un Rioja.

 

La charla, tranquila y pausada, nos llevó de un lugar a otro. Para ser un chaval de apenas treinta años, Greg ya llevaba mucho mundo corrido. Era abogado y había dejado su Perth natal para trabajar en una multinacional francesa que le había destinado a Lagos con el fin de empezar un proyecto nuevo en la capital nigeriana. Tenía unos días de vacaciones y, vía Dubai, había recalado en París. De ahí se fue a Barcelona, a conocer personalmente a Luis, uno de los compañeros de la empresa a quién sólo había tratado por e mail. Y tras pasar un fin de semana en la ciudad condal con Luis y Marta, ésta le dijo que se viniera a Granada, que le iba a encantar.

 

Y allí estábamos, en la Corrala, un lunes por la noche, tomando unas tapas y charlando relajadamente. Marta me había dicho que Greg era un tipo majísimo, pero no me había advertido de su insaciable curiosidad por algunos de los acontecimientos históricos de nuestro país. Como, por ejemplo, sobre qué habíamos hecho con todo el oro que nos trajimos de América, un tema que le preocupaba enormemente y que sacó a colación cuando, camino de las Bodegas Castañeda, pasamos por el monumento de Colón e Isabel la Católica.

 

Charlamos acerca de los árabes y su expulsión, de las Alpujarras, de la pujanza de ciudades como Barcelona frente a la abulia de otras, congeladas en el tiempo. Y hablamos de China, donde su novia trabaja seis meses al año. Y, entonces, cuando tomábamos un mojito en el Pícaro, llegó la pregunta: «Y tú, ¿cómo has acabado aquí?»

 

Me sentí como un paleto. No recuerdo qué dije exactamente, pero más o menos farfullé que no. Que yo no había acabado en Granada. Que yo había empezado aquí y que no había salido nunca, excepción hecha de una experiencia laboral de seis meses en Motril.

 

Ojo, me encanta Granada y soy feliz en ella. La pena, de hecho, es que no seamos capaces de convertirla en una ciudad aún más atractiva, creativa y provocadora para que la gente se venga aquí a trabajar, crear y vivir. Pero la pregunta de Greg se me quedó bien clavada, como un anzuelo en el pulgar del pescador inexperto, haciéndome sentir un poco amejillonado, como escribía Álvaro Pombo: de no salir por ahí fuera, de no darles el aire, las mentes corren el riesgo de quedarse tan amejillonadas que no se abran ni con agua hirviendo.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

MÁXIMO MAGO MIGUE

La columna de hoy de IDEAL, que sale después de que, gracias a mi Amiga, anoche pudiéramos disfrutar de un fabuloso espectáculo: los Pagagnini. Si Mago Migue los conoce, fijo que flipa con ellos. Por su talento, por su irreverencia, por su buen humor y, claro, por su calidad. Pero hablemos de Magia…

 

¡Ave Mago! Los que van a reír te saludan. Bueno, los que vamos a reír y también a soñar, a emocionarnos y a disfrutar con ese torrente de sensaciones que provocan las mágicas veladas del Hocus Pocus.

 

Querido Migue, en realidad, había pensado no escribir estas líneas. De hecho, he estado resistiéndome a ello con uñas y dientes. Porque la primera vez que escribí de ti, aunque ya había tenido la suerte de conocerte, tampoco éramos muy amigos. Pero ahora sí. Y, claro, cuando uno escribe cosas buenas de sus amigos se puede entender que es puro peloteo interesado.

 

Pero cuando el viernes llegué a los aledaños del Isabel La Católica, con media hora de antelación al comienzo de la función, y ya estaba abarrotado de padres y niños, expectantes y ansiosos por ocupar su localidad en la platea, pensé que no era justo dejar de hablar de uno de los eventos culturales más importantes de esta ciudad. Evento CULTURAL, sí.

 

Porque cualquiera que el pasado domingo estuviera en un Teatro Isidoro Máiquez lleno hasta la bandera, a pesar del Barça – Madrid y de la desapacible lluvia que jarreaba, puede dar fe de que el Hocus Pocus es mágico, por supuesto. Pero la magia, además de hacerse a base de mucha ilusión y aún más trabajo, se construye a través de la imaginación, la creatividad, la poesía, la inteligencia y el talento, hasta el punto de ser una de las artes más completas que existen. La magia, como el Hocus Pocus acredita, es un espectáculo total.

 

Al salir, tomando la necesaria y reconfortante birra en el «Alegría», me comentaba mi hermano que tenía un compañero de trabajo que ejecutaba muy bien algunos trucos, pero que él mismo confesaba que le faltaban imaginación y talento para engarzarlos en una historia y conseguir que los juegos de manos se transformaran en algo más. Para hacer magia, o sea.

 

Pero lo peor de todo, querido Migue, es que tengas que dedicar buena parte de tu trabajo y esfuerzo a la alquimia más que a la magia, intentando convencer a un montón de gente cargada de prejuicios de que tu arte, vuestro arte, es mucho más que un entretenimiento para niños o un mero pasatiempo.

 

Imagino que cuando visitas a las personas que, trajeadas y encorbatadas, han de dar el «Sí quiero» a colaborar con el Festival, les llevas un buen dossier lleno de números, cifras, barras y quesitos multicolores que acreditan que cada gala del Hocus Pocus es un reventón de gente, lleno total en cada función. La pena es que muchas de esas personas no vean, en vivo y en directo, la cara de emoción de esos cientos de niños (y mayores) que exclamamos sentidos «¡¡¡Ohhhhhhhhh!!!» tras cada número. Porque, efectivamente, además de ver para creer, hay que creer para ver.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.