Las dos Españas

Hoy publicamos este artículo en IDEAL, que no sé qué os parecerá, dado que hoy estamos en clave mortuoria y, a la vez, piadosa

Las Dos Españas han vuelto, si es que alguna vez se fueron. Por un lado está la España de currantes y trabajadores, más o menos en activo. Por otro, la España de parados, que ya suma la vergonzosa y escalofriante cifra de cinco millones de personas.

Y ambas Españas están volviendo a verse confrontadas, en las plazas de nuestro país, tomadas por miles de ciudadanos indignados que parecen haber dicho eso de “hasta aquí hemos llegado”. Todo lo Democracia Real y el 15-M mola mucho, sí, pero en las redes sociales y en los análisis de prensa. Porque a la gente normal, a aquellos seres racionales que se toman las tapas y raciones en los bares (Siniestro Total nos viene al pelo), los acampados les parecen unos vagos de tomo y lomo, unos jetas, unos perroflautas, pies negros, hippies trasnochados, tirados y pirados.

Es sintomático: los españoles con curro, esos millones de afortunados que sentimos el peso de la sanidad, la seguridad social y la educación del país sobre nuestros hombros, tendemos a pensar que, por no tener trabajo, los indignados son unos flojos y unos cuentistas. Sobre todo, por haberse concentrado para demandar, entre otras cosas, una ocupación digna. Que tendrían que trabajar más y concentrarse menos, en pocas palabras.

Tanta gente no puede ser solo Perroflauta...

Da igual que las imágenes nos muestren a personas de todo tipo de origen, pelaje, indumentaria y aspecto físico: los acampados son unos okupas de la vía pública que se lo están montando de fábula para vivir en las mejores zonas de la ciudad, gratis total. Y encima, ¡organizados! Con sus letrinas, enfermerías, guarderías, etcétera. ¡Y sin pagar un euro por todos esos servicios!

Podríamos discutir sobre la naturaleza de los concentrados, entre los que hay de todo: pasotas fumetas irredentos y sospechosos habituales, claro, pero también hastiados profesionales sin ocupación y honrados padres, madres y abuelos de familia. ¡Ay, los abuelos! ¿Qué sería de esta sociedad sin el trabajo sordo y bienintencionado, de los abuelos? Pero me interesa mucho más la capacidad de organización y autogestión de estos campamentos. ¡Eso sí que da miedo y otorga esperanzas en una sociedad que ha privatizado y puesto precio a prácticamente cualquier resquicio, producto y actividad de la vida de sus ciudadanos!

Más allá de la Red en que nacieron, los movimientos libertarios del 15-M tomaron la calle, se hicieron fuertes en las plazas y no sólo fundieron en negro una campaña electoral lamentable, patética y mugrienta, poniendo en cuestión la actual partitocracia de este país, sino que además han demostrado que hay alternativas al individualismo mercantilista que nos ciega y nos arrastra.

Puerta del Sol: ciudad alternativa.

A las acampadas les queda poco tiempo de vida. A estas horas, seguramente ya se habrán autodisuelto y todo volverá a la aparente normalidad de siempre. Pero el toque de atención ha calado. De repente, parece que sí hay un futuro por el que luchar.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

¿Por qué ahora?

Mientras que la celebración del 1 de mayo apenas convocó a un millar de fieles, las calles de Granada fueron tomadas, ayer, por más de 5.000 manifestantes que, organizados a través de las Redes Sociales, exigen cambios. Una noticia que ha pillado por sorpresa a los de siempre. Y que nos llena de orgullo. Quizá empiece a ser la respuesta a la última pregunta que planteamos, hoy, en este artículo que publicamos en IDEAL, con el que no sé si estaréis muy de acuerdo…

La lista de los libros más vendidos de no ficción está copada por los panfletos que, en su versión original francesa y en su adaptación a la realidad española, instan a los jóvenes a reaccionar, indignarse y decir “hasta aquí hemos llegado”.

Lo primero que llama la atención es que dichos llamamientos a la acción vengan de parte de venerables ancianos, octogenarios, como Stephan Hessel o José Luis Sampedro. Pero ¿qué esperábamos? ¿Qué fueran los Ni-Ni (esos jóvenes que no tienen ni estudios ni trabajo) quiénes llamaran a la rebelión?

Y ahí radica el quid de la cuestión. Estando de acuerdo con el análisis de los dos autores y con el diagnóstico tan grave y pesimista que hacen de la actual coyuntura europea, me pregunto: ¿por qué ahora? Es decir, ahora es buen momento, claro. Millones de parados, falta de expectativas, empobrecimiento generalizado… de acuerdo. Ante una situación como ésta, un mensaje altisonante e incendiario es fácil que llegue a la gente. Pero, ¿por qué no se instó a la rebelión y a la toma de conciencia hace años, en la época de las falsas vacas gordas o edad de la gamba de plata a punto de pudrirse y echarse a perder?

¿Por qué no se indignó nadie cuando toda una generación de alumnos dejó las aulas, en muchos casos sin haber obtenido el graduado escolar, para subirse al andamio y ganar un pastizal que, a la vuelta del tiempo, se ha convertido en una losa insalvable? ¿Por qué nadie publicaba manifiestos cuando quiénes queríamos comprar una vivienda, para vivir, teníamos que pagar un sobrecoste brutal para satisfacer a tanto especulador que ahora va llorando por las esquinas?

¿Dónde estaban los panfletos criticando un modelo productivo basado, exclusivamente, en el cemento, el urbanismo desbocado, la construcción y las obras públicas faraónicas y descomunales? Y en el turismo. ¡Menos mal! ¿Dónde estaban los panfletos animando a los jóvenes a formarse y a protagonizar ese cambio de modelo productivo que nadie sabe en qué consiste?

Es fácil, cuando todo está peor que mal, clamar, gritar y patalear. Y llamar a la acción, claro. Lo difícil es que una sociedad narcotizada, una sociedad basada en el pelotazo y el enriquecimiento con pies de barro, una sociedad acostumbrada a cabalgar a lomos de la ley del mínimo esfuerzo, ahora, vaya a reaccionar.

En realidad, ¿quiénes estamos leyendo las obras de Hessel y Sampedro, en España? Y esa lectura, ¿qué efectos tiene? Porque aquí, el puto amo de la indignación es Mourinho y a buena parte de la generación Ni-Ni, lo que en realidad le interesa es el trato de favor de los árbitros al Barcelona. Como a buena parte de la sociedad con estudios y con trabajo, por otra parte.

Sí. Indignarse está bien. Muy bien. Pero la pregunta sigue siendo: ¿Y ahora, qué?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

 

PD.- ¡Qué me gustaría que, a la vista de esta portada de IDEAL, este artículo ya estuviera desfasado…!

Por el cambio

Lo sé. No va a gustar. Lo sé. No va a gustar. Lo sé. Y, aún así…

Nadie dijo que fuera fácil. Y, sin embargo, cuando nos preguntan, todos nos mostramos proclives y favorables al cambio. Pero ¿lo somos? Hace unos días disfrutaba con unos documentales sobre el viajero tangerino Ibn Batuta en que se reivindicaba la frescura del agua que fluye libremente frente a las aguas estancas, proclives al enrarecimiento y la corrupción. Y leía a Kapuscinski: “¿Podríamos acaso imaginarnos la civilización humana sin la aportación de los pueblos nómadas?”

Sí. La acción, el cambio y el movimiento perpetuo son conceptos que visten mucho. Se perciben como románticos, intensos y literarios. Dan lugar a infinidad de citas, aforismos, refranes y perlas de la sabiduría universal. Lo escribíamos tiempo ha, cuando hablábamos de la innovación, a la que definíamos como una actitud para el cambio. Pero entonces, la crisis apenas empezaba a ser una amenaza, pálido reflejo de la tragedia en que se ha terminado de convertir para cientos de miles de personas.

El cambio ya no es un recurso literario o una metáfora poética. Ahora es una necesidad, casi una obligación y, consecuentemente, se ha convertido en sinónimo de zozobra. Las aguas abiertas ya no son tan estimulantes: las tormentas las convierten en algo pavoroso y nos da por pensar que mejor haber sido marineros de agua dulce en pantanos de poco calado. El cambio, cuando nos toca, produce vértigo y provoca ansiedad.

Y entonces nos toca volver a los clásicos y recordar conceptos tan básicos como las Leyes de Newton. Primera Ley, de la Inercia: “Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo a no ser que sea obligado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.” ¡Ay, la inercia! La propiedad de los cuerpos a de resistirse al cambio de movimiento.

Inmediatamente después y cargada de toda la lógica y el sentido, el filósofo, físico, matemático y alquimista inglés dicta la Segunda y consecuente Ley de Fuerza: “el cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa y ocurre según la línea recta a lo largo de la cual aquella fuerza se imprime.” A estas alturas de siglo XXI, creo que no hay que insistir en la magnitud de las fuerzas que nos andan zarandeando…

Y, por fin, llega la Tercera. La auténticamente novedosa, revolucionaria y preclara famosa Ley de Acción y Reacción, con la que Newton termina de rizar el rizo: “Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: o sea, las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto.”

Cuando las fuerzas empiezan a empujarnos, nuestra reacción natural es ofrecer resistencia. A mayor presión, más capacidad de aguante. Pero, ¿qué pasa cuando las fuerzas son desiguales? Que fallan las defensas, se desgasta la capacidad de resistencia y el proceso de reacción termina por carecer de lógica y efectividad. ¿Y de sentido?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

De verdades, mentiras, vivos y muertos

(Participa en la Encuesta de urgencia de la Margen Derecha, sobre si te crees o no lo de Bin Laden)

Arden los países árabes. Y arden los Estados Unidos. Explotan bombas, las personas se manifiestan y luchan a muerte y, parece ser, los Marines han matado a Bin Laden. Pero el cadáver no ha sido visto. ¿Arrojado al mar? ¿Quién se puede creer semejante cosa?

Reza un viejo adagio que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.

¿Estáis de acuerdo con ello?

A quiénes nos gusta el cine siempre nos ha parecido deslumbrante una vieja frase de “El hombre que mató a Liberty Valance”, que tiene mucho que ver con la anterior afirmación: “Cuando los hechos se convierten en leyenda, imprime la leyenda”.

¡Imprime la leyenda!

Resulta enormemente satisfactorio, divertido y aleccionador ver cómo ha reaccionado Barack Hussein Obama ante las mentecateces de Donald Trump acerca de su lugar de nacimiento y la posibilidad de que el Presidente estadounidense fuera inmigrante, más o menos legal.

Primero, pasó de él. Después, no tuvo rubor en mostrar en público su partida de nacimiento, aún a sabiendas de que Trump y sus corifeos seguirían incordiando con el tema. Porque la verdad es, en este caso, lo que menos importa. Lo único realmente trascendental es el ruido y la furia mediáticos, mantener elevada la temperatura del acoso periodístico, dejando a un lado no sólo la vergüenza, la sensatez y el decoro, sino las evidentes pruebas de que las chorradas esgrimidas contra el Presidente de los Estados Unidos no son más que eso: chorradas.

Pero la última jugada, magistral, de Obama, ha sido lo mejor: delante del propio Trump y de otros 2.500 invitados a una cena ofrecida a los corresponsales de la prensa extranjera, se ha descolgado con las siguientes, sorpresivas e imprevistas declaraciones:

«Por si acaso alguien no se ha quedado satisfecho, esta noche vamos a dar un paso más. Esta noche, por primera vez, voy a dar a conocer mi vídeo oficial de nacimiento. Pero les aviso, nadie ha visto estas imágenes en 50 años. Ni siquiera yo.»

¿Y qué contenían esas imágenes?

Un fragmento del principio de la película “El rey león”. Exactamente el fragmento en que el que pequeño Simba nace y es presentado en sociedad.

¿Nació Obama en el Serengeti?

A partir de ahí, Obama siguió cachondeándose de Trump, al que invitó a dar por zanjado el tema y a dedicarse a otras cuestiones igualmente trascendentales para la humanidad: ¿llegó realmente el hombre a la luna? ¿Hubo extraterrestres en Roswell?

A buen seguro, Trump y otros como él seguirán utilizando la demagogia y los altavoces mediáticos de esa derecha americana, capitalizada por el Tea Party, para seguir intoxicando, mintiendo y enmarañando, de cara a las elecciones del 2012.

Y habrá algunos que les crean, claro. Pero el común de los mortales, la gente normal que sabe pensar por su cuenta, no tendrá problemas en discernir la realidad de la ficción peor intencionada.

Porque después de las cuchufletas, llega la real politik: ¿Han matado los americanos, de verdad, a Bin Laden?

¿No está como muy rejuvenecido?

Hablemos de cosas serias, por favor, que está cayendo la del pulpo y no debemos quemarnos con según qué barrabasadas…

Jesús lion king Lens

PD.- Confirmado: es un fake que lleva meses en Internet.

¡No estaba muerto, que estaba de parranda!