La entrada del AVE

Lo que más me llamó la atención sobre el plan para soterrar la entrada del AVE en Granada, presentado hace unos días por el equipo de Francisco Cuenca, es lo rápido que mucha gente se le lanzó al cuello. Y no para darle besos, precisamente.

Cuando vi las dimensiones del proyecto y la cantidad de administraciones e instituciones implicadas, mi primera reacción fue pensar que nacía muerto. Que era imposible poner de acuerdo a tantas partes. Lo siguiente que pensé, inmediatamente después, era que había que esperar, profundizar en el proyecto, reflexionar sobre los pros y los contras… y atender a las reacciones de los unos y de los otros. Que lo mismo nos encontrábamos con una agradable sorpresa, en forma de consenso.

 

Pero no. ¡Para nada! Los partidos de la oposición pusieron el grito en el cielo, el gobierno central se quejó de que no eran maneras, la rectora de la Universidad dijo que nones y, en general, el clamor fue ensordecedor. Negativamente hablando, por supuesto.

MESA POR EL FERROCARRIL FOTOGRAFIA: ALFREDO AGUILAR

Pasados los primeros días de furia mediática, el ministro ha pedido que le manden el proyecto –se supone que para estudiarlo- y la rectora se va a reunir con el alcalde, a ver si hay forma de llegar a un acuerdo sobre la ubicación del campo de rugby de la UGR y de los Comedores Universitarios. Que, de repente, ambos espacios parecen formar parte de la vida y/o de la memoria sentimental de miles y miles de granadinos que se rasgan las vestiduras ante la mera posibilidad de reubicarlos.

 

Que Granada tiene un problema con la entrada del AVE, es un hecho. Que la entrada en superficie rompe en dos una parte de la ciudad, es un hecho. Que no hay dinero, pasta ni presupuesto para construir la estación de Moneo, es un hecho. Que el Ayuntamiento no tiene un euro, acosado por las deudas, la herencia recibida y la incapacidad de los concejales para aprobar un presupuesto, es un hecho.

¿Es la mejor de las soluciones, dar cabida a más cemento, construyendo por encima de la entrada del AVE a Granada, levantando pisos, bajos comerciales y esos llamados “espacios de ocio”?

 

No. No lo es. Sería mucho mejor tener un parque, zonas verdes y un nuevo pulmón para la ciudad. Pero, ¿es posible? Y, de no serlo, ¿qué hacemos? ¿Nada, como siempre?

 

Jesús Lens

Granada ceniza

-Yo soy de Graná.

-¡Anda! ¡De Granada! No veas qué suerte. Qué ciudad más maravillosa la vuestra…

-No creas. Tampoco es para tanto. Para ir un fin de semana, de visita, está bien, pero para vivir en ella todo el año…

-¡Pero hombre! ¡Si tenéis la Alhambra y el Albaycín!

-Pues eso digo. Que para hacer turismo, vale. Pero que no vamos a estar todo el día subiendo a la Alhambra.

-Hombre no. Claro. Pero es que tenéis Sierra Nevada y el Mediterráneo a tiro de piedra. ¡Y las Alpujarras!

-Sí, pero todo eso es cosa de ocio y de vacaciones. Ya te digo: vivir en Granada no tiene nada que ver con la playa ni con la montaña.

-Vale. Pero es una ciudad joven, ¿no? Es decir, una ciudad histórica y milenaria, pero llena de estudiantes. Que tenéis una de las mejores universidades de España.

-¡Foh! La Universidad… no veas. Todo lleno de estudiantes fiesteros que solo piensan en el Botellón. Y ahora, con los Erasmus, peor. Que esos solo vienen de juerga, a sacarle rendimiento a la beca Orgasmus, ya sabes.

-¿Sí? Algo estudiarán, ¿no? Por cierto, que tenéis el Parque de las Ciencias, el museo más visitado de Andalucía. Y ahora se ha instalado el PTS…

-¡Ja! ¿Sabes cómo le llaman? El Puto Ese. Que no veas la que nos han querido meter con el hospital. Un caos y un despropósito, habérselo llevado tan lejos.

-¿Lejos? Pero si está en el Zaidín.

-Pues eso: lejos. Para los granaínos, el Zaidín está lejos.

-Vale, vale. Pero el Parque de las Ciencias, bien, ¿no? Que anda que no tenéis cultura en Granada, empezando por el Festival de Música y Danza. Que menudo nivel…

-Bueno, nivel, para el que lo pueda pagar. Que las entradas son muy caras y el FEX ése está lleno de cosas raras. Y lo del Parque de las Ciencias, su Biodomo y sus cosas creo que es para chaveas, más que nada.

-Menos mal que os quedan las tapas.

-No creas. Que cada vez hay más gastropijadas y empieza a ser difícil encontrar un plato de carne con tomate o unas migas como los de antes.

-Bueno, hombre. Lo que sí veo es que hay algo que no cambia: la malafollá de los granaínos…

 

Jesús Lens

Archienemigo

Reconózcalo: usted también tiene un archienemigo. Porque no hace falta ser Spiderman, Batman o Supermán para cosecharlos. Leyendo la Wikipedia como ejercicio de documentación para esta columna, descubro que el archienemigo no tiene por qué ser el mayor enemigo del protagonista de la historia; usted, en este caso. Tampoco es el peor de los villanos.

El archienemigo es el opuesto al héroe, al que se enfrenta más veces y al que más trabajo le cuesta vencer. Suele haber sido amigo o compañero del héroe en el pasado, por lo que ambos se conocen muy bien. De esa manera, el archienemigo se convierte en una fuente constante de padecimiento. En un coñazo manifiesto, o sea.

 

¿A que ahora mismo está usted pensando en alguien en concreto? Yo, desde luego, sí. Porque, ya les digo, cada uno tenemos archienemigos en nuestra esfera íntima. Puede ser un compañero de trabajo especialmente tocapelotas, un colega de la peña de baloncesto que suele ponerte un gorro cuando crees tener la canasta hecha, uno de los integrantes de la pandilla de amigos que siempre tiene una réplica más ingeniosa que la tuya o, en el ámbito familiar, ese cuñado que sabe bien cómo dejarte en mal lugar.

El archienemigo, antes conocido como Bestia Negra, Bestia Parda o Némesis, siempre saca lo peor de nosotros mismos, nos crispa y hace que perdamos los nervios. ¡Ahí radica su superpoder! Y ahí está, precisamente, el antídoto que nos protege contra él.

 

Porque no hay mejor fuente para el autoconocimiento que los postulados, las tesis y las opiniones de nuestro archienemigo. El truco está en dejarle hablar a él primero. Templanza. Paciencia. Autocontrol. Si a tu archienemigo no le ha gustado una película, ya puedes dar por sentado que será buena. Si abomina de un libro, será una obra maestra. Y si pone la mano en el fuego por alguien, ve afilando la espada.

 

Un buen archienemigo es la mejor piedra de toque para nuestro día a día. Si no le gusta tu ropa, es que has acertado con la indumentaria. Si critica tu trabajo, es que vas bien. Si un bar le parece chungo… ¡ya estás reservando mesa!

La clave, pues, radica en ser muy selectivos y exigentes a la hora de elegir a nuestro archienemigo. Que dice mucho de una persona, conocer a su Némesis…

 

Jesús Lens

El Quico Chirino novelista

Vamos a empezar por el principio, para evitar malos entendidos: la novela que usted debe leer este verano, “A la izquierda del padre”, publicada por la editorial Samarcanda, es de Quico Chirino. Y Quico, no solo es mi amigo, sino que también es uno de los pilares de este periódico.

Por todo ello, usted deberá poner en cuestión todo lo que voy a escribir a partir de ahora, ¿de acuerdo? Y es que, digámoslo ya, “A la izquierda del padre” es una de las mejores novelas negras que he leído en los últimos tiempos. Y, créame: he leído muchas. ¡Muchísimas! Y vuelva a creerme: yo, de novela negra, sé. Un rato.

Ojo: “A la izquierda del padre” es novela negra. Muy negra. Trata sobre el mundo de la droga y la marginalidad en la Sevilla de los años 80 y su acción transcurre en el asentamiento chabolista de El Vacie. Los protagonistas: dos muertos, quemados en una choza, un niño berreando y un joven periodista que se interesa por el asunto, tratando de ir más allá de la verdad oficial. Y lo que va a descubrir será complicado de digerir.

Así las cosas, que nadie espere una novela del Quico Chirino periodista en la Granada contemporánea, entre operaciones Nazaríes, mociones de censura y políticos locales. Porque Quico ha sido mucho más valiente que todo eso y ha puesto su descomunal prosa al servicio de una historia fascinante, protagonizada por personajes trágicos que, como los héroes del western, están llamados a trascender.

Les garantizo una cosa: ustedes van amar a Angelita la Negra y a su hermano Manuel. Y eso que los van a conocer ya muertos. Y chamuscados. Y enganchados a la heroína. Porque Quico Chirino ha titulado La última escena al primer capítulo de “A la izquierda del padre”, poniendo las cartas sobre la mesa desde el arranque de la novela, para que el lector compruebe que no hay trampa ni cartón.

Hay que ser muy buen novelista para hacer eso. Hay que estar muy seguro de tener una historia potente entre manos y a unos personajes sólidos para sustentarla, cuando uno arranca la historia por el final.

Por todo ello, duden de esta columna, pero compren la novela en su librería más cercana, léanla este verano y, en septiembre, nos juntamos para comentarla. Palabrita (noir) de Niño Jesús.

Jesús Lens

Granada: Ciencia y Ficción

Estoy muy contento de que haya arrancado el diseño de Granada como “Ciudad de la Ciencia y de la Innovación” y de que ya funcionen cuatro mesas tan diferentes como complementarias: búsqueda de oportunidades de financiación, fomento de la pyme innovadora, gestión municipal innovadora y comunicación y, por último, divulgación de la ciencia.

Conozco más o menos de cerca a tres de los cuatro responsables de las mesas: Luis Aribayos, Juanjo Ibáñez y Francisco Luís Benítez. Y me parecen tres personas capaces, válidas y trabajadoras; con ganas, empuje, experiencia y conocimiento. A Alicia Pelegrina, del Instituto de Astrofísica de Andalucía, no tengo el gusto de conocerla, pero doy por supuesto que estará ahí por méritos propios y con todo merecimiento.

Me gusta que la distinción de Ciudad de la Ciencia y de la Innovación busque  desde el principio conexiones con el mundo de la empresa, de forma que su utilidad se pueda cuantificar lo más pronto posible. Aunque no hay que pedir resultados inmediatos, que el método científico debe ser de cocción lenta, por su propia naturaleza.

Igualmente me parece muy oportuno que Granada, como ciudad, busque beneficiarse de la inversión realizada para conseguir la distinción. Que las etiquetas, si no se rentabilizan y no se dotan de contenido, solo hacen bonito. Pero nada más.

Dicho lo cuál, pasemos a la ficción. Que, si por algo se está caracterizando la Granada del último año, es por mezclar y maridar. Libros con música. Rock con clásica. Flamenco con jazz. Café con ciencia. Y cerveza… con casi todas las artes y disciplinas. Granada es Ciudad de Literatura UNESCO y, por tanto, el maridaje entre la ciencia y la ficción no es que esté servido… ¡es que es obligatorio!

Espero que en las mesas dedicadas a comunicación y divulgación, la ciencia ficción ocupe un lugar preeminente y que no tardemos en disfrutar de unas jornadas, semana, certamen o festival basados en dicho género.

Creo que un certamen dedicado tanto a la pura ciencia como a la ciencia ficción, en que científicos y creadores se dieran la mano, sería algo inédito en nuestro país y cosecharía un extraordinario éxito. Ver “Interestelar” y conocer qué hay de científico en la cinta de Nolan y qué es puramente fantástico, por ejemplo, sería muy interesante. Y, si hablamos de inteligencia artificial y distopías… SOY, mi Robot, ya se relame.

Jesús Lens