Sociedad civil vs. Política profesional

¿En qué quedamos? ¿Queremos que la sociedad civil se incorpore a la vida pública o seguimos defendiendo la política como una carrera profesional? Menuda se ha liado con lo de Pepu Hernández, antiguo seleccionador nacional de baloncesto, como candidato a la Alcaldía de Madrid.

No tiene que ver -al menos, no solo- con lo de la facturación de charlas y conferencias: muchas de las críticas más furibundas vienen de los propios militantes del PSOE, que no entienden por qué Pedro Sánchez les ha puesto un tapón de semejante calibre. En su lenguaje, políticamente correcto, lo llaman malestar. La realidad: que están jodidos. Mucho.

Insisto: ¿en qué quedamos? ¿Queremos que gente de fuera de los partidos de el salto a la política? En ese caso, ¿qué se les va a pedir? ¿Que empiecen de meritorios y calienten banquillo, curtiéndose en los entrenamientos antes de salir a jugar a la cancha? Evidentemente, no. Más que nada porque, en ese caso, pocas personas se animarían a interrumpir sus carreras profesionales, en aras del bien común.

La de los partidos con la sociedad civil es una relación problemática y un tanto esquizofrénica: la interpelan continuamente, aluden a ella, la rondan, la requiebran y la tientan, pero cuando se acerca demasiado; sospechan. Y, en muchos casos, reniegan.

Los partidos políticos, más allá de ideología y creencias, son empresas. Empresas que contratan a cientos de miles de trabajadores, de forma directa o indirecta. Empresas de las que comen, literalmente, infinidad de trabajadores a quienes la llegada de uno de esos de fuera, además de quitarles un puesto, les descoloca y altera su statu quo.

En cualquier formación política hay más códigos internos y normas no escritas que en una multinacional de alcance planetario. Hay jerarquías. Y familias, lealtades, grupos y ‘roalillos’ de toda laya.

Entonces aparece él. O ella. El que viene de fuera. El ungido. O ungida. Al que han presentado para cambiarlo todo. Solo que los de dentro, en su inmensa mayoría, tampoco creen que deba ser para tanto. ¿Toda una vida dedicada al partido, en cuerpo y alma, para que llegue un advenedizo y ponga en solfa su trayectoria? ¿Qué sabrán ellos? No, gracias.

Lo de Pepu en Madrid. Lo de Imbroda en Andalucía. Lo de Duque en el gobierno de Sánchez. Ejemplos de que algo puede estar cambiando… ¿para seguir todo igual?

Jesús Lens

Nutrición del siglo XXI

Ya estamos terminando la primera edición de Gravite, un festival multidisciplinar que esta tarde recala en La Madraza, para disfrutar del magisterio de Juan Varo. El profesor de lingüística nos guiará en un periplo temporal a través de la literatura universal, haciendo diferentes escalas en clásicos imprescindibles de la ciencia ficción que tienen al viaje en el tiempo como eje central.

Aunque seguiremos haciendo diferentes Encuentros Satelitales para maridar historia, ciencia, arte y creatividad, como el viernes 15, en la peña La Platería, donde Juan Pinilla nos guiará en un viaje por la historia y el futuro del flamenco; le echamos el cierre a un festival diferente, nuevo y original que ha sido extraordinariamente bien acogido.

Una de las etapas de Gravite recaló en el restaurante El Claustro. En la pelea por las estrellas, Michelin en este caso, creemos que dar a conocer nuestra gastronomía en el marco de un festival cultural puede sumar y contribuir, aunque sea de forma mínima, a la difusión de las bondades culinarias de Granada.

El insultantemente joven, pero sobradamente preparado chef Rafael Arroyo reinterpretó en clave de cocina contemporánea algunos platos del recetario tradicional granadino, como el puchero de hinojos o el mismísimo plato alpujarreño. Un delicioso viaje a través del sabor del que participaron escritores, artistas, cocineros y periodistas como Javier Olivares, Fernando Marías, Marta Aguilar, Víctor Amela, José Caracuel, Cristina Higueras o Félix J. Palma. Damos fe de que se fueron encantados y enamorados de nuestra cocina.

Antes de la cena, otro de los grandes momentazos del festival patrocinado por Bankia: Ángel Gil, presidente de la Fundación Iberoamericana de Nutrición, impartió una lección magistral sobre la evolución de los alimentos, desde el pasado más remoto hasta el futuro que nos espera.

Dos apuntes: una de las mejores medicinas que existen es la comida. Medicina preventiva. No debería tratarse, solo, de comer para alimentarnos. O por placer. Que también. Pero en los alimentos que decidimos echarnos a la boca hay mucho de salud… o de enfermedad.

Y, de cara a un futuro que ya es presente: la alimentación personalizada. No por gustos, aromas o estímulos visuales. Que también. Pero Ángel Gil nos habló de la personalización a través de nuestro ADN, el único que nos puede decir qué alimentos son realmente buenos, y en qué dosis y cantidades, para cada uno de nosotros.

Jesús Lens

Materia gris made in Granada

De mi amigo Eduardo Ros, catedrático del departamento de Arquitectura y Tecnología de Computadores de la UGR; les he hablado otras veces, que tiene la extraña habilidad -mutada en superpoder- de hacer fácil, asequible, comprensible y hasta divertida una materia tan a priori abstrusa como es la Física.

Lo volvimos a comprobar el pasado jueves, en el Teatro CajaGranada, durante la jornada de Gravite dedicada al acelerador de partículas. Junto a Eduardo intervino Javier Praena, profesor del Departamento de Física Atómica, Molecular y Nuclear, también de la UGR; y ambos nos dieron una lección magistral sobre el halagüeño futuro que nos espera, si conseguimos materializar el proyecto del Ifmif-Dones.

Me quedo con dos frases de Eduardo. La primera debería estar esculpida en mármol: la gran riqueza de Granada es el conocimiento, la materia gris. En nuestra provincia no hay materias primas de especial relevancia, no hay oro o diamantes. En Granada, nuestro petróleo, es neuronal. Es la inteligencia. Es la sabiduría dimanante de una Universidad con siglos y siglos de tradición, situada entre las 300 mejores del mundo. Algunas de sus especialidades están entre las 50 mejor valoradas en los rankings internacionales.

Granada también es una ciudad atractiva para la gente. Para investigadores y científicos. De ahí que el acelerador de partículas esté llamado a desempeñar un papel trascendental en nuestra socio-economía.

En el festival patrocinado por Bankia, Eduardo Ros y Javier Praena desgranaron datos y cifras sobre el impacto económico directo e indirecto que tendría el acelerador en Granada y cómo contribuiría al PIB provincial en un 4%.

A la salida de la charla, Eduardo ponía un símil que me parece de lo más acertado: igual que los nazaríes construyeron la Alhambra hace cientos de años y, todavía hoy, sigue siendo nuestro recurso económico más importante; una tecnología como la del acelerador está llamada a perdurar y a trascender en el tiempo.

Porque, además de su uso directo en el estudio de materiales para la generación de una energía limpia, sostenible e infinita; los neutrones provocados por el acelerador tienen diferentes utilidades en campos tan distintos como motores de hidrógeno, grafeno, medicina o bioquímica. De momento.

En el mundo hay pocos aceleradores de partículas. Tener acceso a uno de ellos es necesario en mil y una investigaciones. ¿Empezamos a soñar con un Neutron Valley en Granada?

Jesús Lens

Acercar el Acelerador a la Gente

Lleno total y absoluto en la Escuela de Caminos, ayer, para escuchar a Carlos Alejandre, director general del Ciemat, que vino a contar cosas sobre la candidatura de Granada al proyecto IFMIF-Dones de acelerador de partículas.

Un llenazo más que justificado por la importancia de un proyecto que, como he escrito otras veces en este espacio, está llamado a cambiar la socio-economía de la provincia de Granada.

La intervención de Alejandre tuvo un segmento puramente científico y otro que conjugó variables económicas y socio-culturales. Que las partidas invertidas en ciencia deben considerarse como inversión y no como gasto es una de esas perlas que deberíamos grabarnos a fuego, todos y cada uno de nosotros. Pero, sobre todo, los responsables de la gestión pública. En ese sentido, España está consiguiendo importantes contratos internacionales en el marco del programa europeo “Fusion for Energy”.

Pero hay otra dimensión, igualmente importante, reivindicada por Carlos Alejandre: el conocimiento por parte de la sociedad de un proyecto de la entidad del Acelerador, de forma que los ciudadanos podamos valorar y reconocer su estratégica importancia. Como señaló el conductor del acto, abrir la ciencia a la sociedad.

Ha querido la casualidad más causal que, imbuidos por ese espíritu y antes de la proyección de “Doce monos” en el Teatro CajaGranada, dediquemos la jornada de hoy de Gravite al Acelerador de Partículas.

Dos profesores de la UGR, Eduardo Ros Vidal y Javier Praena, expertos conocedores de todo lo que rodea al Acelerador, impartirán sendas charlas divulgativas y didácticas, orientadas a que el público profano sepa -y entienda- qué es un acelerador de partículas, para qué sirve y qué posibilidades de desarrollo conlleva su instalación.

También nos mostrarán cómo sería, en concreto, el ingenio que se instalaría en Escúzar e, igualmente importante, los ponentes responderán a las preguntas que les planteen diferentes representantes de la sociedad granadina, con el Defensor del Ciudadano a la cabeza.

Si éste se ha enterado, todo el mundo podrá hacerlo

En Gravite nos encanta maridar disciplinas, pero la difusión científica es uno de los aspectos que más y mejor queremos cuidar. Y, créanme: si yo he sido capaz de comprender qué es el Acelerador de partículas, gracias a las charlas y conversaciones de estas semanas con Eduardo y Javier, toda persona que vaya esta tarde al Teatro CajaGranada saldrá entusiasmada con el proyecto y mucho más sabia e instruida.

Jesús Lens

Patrimonio y nuevas tecnologías

—Por perfecta que sea la réplica de la Cueva de Altamira, si tuvieras la posibilidad de elegir entre visitar la original o la copia, ¿en cuál entrarías?

No hay más preguntas, señoría.

Con ese inapeable e incontestable argumento desmontó Soledad Gómez, la responsable de la empresa granadina Mediamusea, lo que yo entendía que era una duda razonable, durante la jornada de ayer de Gravite, en el Cubo de Bankia.

Hablábamos sobre el conocimiento del patrimonio y la importancia de las nuevas tecnologías. Soledad nos había comentado cómo se está pasando de las cartelas, las recreaciones y las visitas guiadas o teatralizadas a modalidades de experiencias inmersivas mucho más completas, con el video mapping y la realidad virtual como recursos cada vez más extendidos.

Nos iba proyectando vídeos con ejemplos tan fascinantes -lo del yacimiento íbero de Ullastret y la recreación del pueblo primitivo, incluyendo un motor de videojuegos que abre un abanico inmenso de futuras posibilidades, es alucinante- que el viejuno que llevo dentro se echó a temblar.

¿Y si las experiencias inmersivas y sensitivas resultan tan intensas y adictivas que la sencilla realidad de un recinto arqueológico, un monumento o un cuadro no es suficiente? La Gioconda, por ejemplo. ¿No es frustrante? Vas a París, recorres el Louvre, haces cola y, cuando te llega el turno, ¿qué ves, entre empujones y codazos más salvajes que los de un pívot de la NBA?

Llegados a este punto, aplica el ejemplo de Altamira. Porque la contemplación de realidad artística o histórica siempre es mucho más intensa que cualquier recreación. Puede ser menos bonita, menos perfecta, más incómoda o costosa. Pero la autenticidad no tiene precio.

Me pasó en Troya, donde apenas queda nada. ¡Pero era Troya! ¡La Troya de verdad! La de Aquiles, Héctor, Paris y el caballo de marras. Y ni siquiera los abdominales de Brad Pitt le pueden hacer sombra a la hierba que crece entre las piedras de Troya, por mucho cuento que hubiera en “La Ilíada”.

Las nuevas tecnologías, como el cine o la literatura, son extraordinarias aliadas para el conocimiento del patrimonio. Y para su difusión y popularización. Por ejemplo, ya ardo por conocer la intervención de Soledad Gómez en la Casa de Zafra del Albaicín, que permite ver cómo se encuentra en la actualidad y cómo era hace siglos, un diálogo que se promete apasionante.

Jesús Lens