Infiltrados contra los ciberataques

Noticia del viernes 15 de febrero de 2019: el gobierno español crea el Centro de Operaciones de Ciberseguridad. Su objetivo es, según el Centro Criptológico Nacional, la prestación de servicios horizontales de ciberseguridad que aumenten la capacidad de vigilancia y detección de amenazas en las operaciones diarias de los sistemas de información y comunicaciones de la AGE, así como la mejora de su capacidad de respuesta ante cualquier ataque.

Noticia del lunes 11 de marzo de 2019: nuestro gobierno crea una unidad para combatir bulos, noticias falsas y ciberataques con el fin último de evitar injerencias en las próximas elecciones, tanto en las generales como en las autonómicas y europeas. En dicha unidad se integran expertos de Seguridad Nacional y de diferentes ministerios: Exteriores, Interior y Defensa.

Noticia del martes 12 de marzo de 2019: el Ministerio de Defensa da parte a la Fiscalía de un posible ciberataque a su red informática interna. El incidente se encuentra ahora mismo en fase inicial de investigación y están trabajando sobre él tanto el Mando de Ciberdefensa como el Centro de Sistemas y Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CESTIC).

Les confieso que leyendo todas estas noticias, además de algo bastante parecido al sudor frío, sentí un cierto deja vù. Porque todo esto yo ya lo he visto. Hace muy poco. En una película de la HBO: ‘Brexit: The Uncivil War’, de la que les hablé aquí, y en la cuarta temporada de una de las mejores series de la historia de la televisión europea: ‘Oficina de infiltrados’.

La película interpretada por Benedict Cumberbatch no es policíaca, pero hay que destacar la trama protagonizada por Cambridge Analytica, la tenebrosa empresa de Robert Mercer y Steve Bannon, con su opaco trabajo de minería de datos, análisis del big data y utilización del microtargeting a través de las redes sociales, dado que algunas de sus prácticas fueron calificadas como ilegales por las autoridades británicas.

La que sí entra dentro de nuestro rango temático es esa ‘Le Bureau des légendes’ de la que ya les hablé hace unos meses (leer AQUÍ) y cuya cuarta temporada es tan buena como las anteriores, si no mejor. ¿O será que estoy obsesionado con la cuestión del terrorismo cibernético?

Ha querido la casualidad que viera una nueva andanada de las aventuras de Malotru, el espía francés, justo cuando Granada se convertía en la capital oficiosa de la Inteligencia Artificial española, acogiendo un congreso en que se ha debatido sobre las potencialidades de esta revolución tecnológica y su dimensión ética.

Casualidad porque la trama más importante de la cuarta temporada de una de las mejores series de espías jamás filmadas tiene que ver, precisamente, con la colusión entre la IA y su injerencia en los procesos electorales y democráticos.

Al comienzo de la misma descubrimos a Malotru, el proscrito y repudiado miembro de los servicios secretos franceses interpretado por un magistral Mathieu Kassovitz, escondido en Rusia. No tarda en ser descubierto por los agentes del gobierno de Putin.

En Francia, sus antiguos compañeros entran en pánico al conocer la noticia, temiendo que les traicione. Sobre todo porque acaban de infiltrar a una agente en Moscú que les ha puesto tras la pista de un objetivo muy goloso: el centro de estudios ruso en el que la inteligencia artificial trabaja para influir en las elecciones de cualquier país del mundo.

En una reunión del máximo nivel de los servicios de seguridad franceses se discute si conviene o no infiltrar a un agente en dicho centro. Y asistimos al siguiente diálogo:

—“Excepcionalmente voy a citar a Putin: “quien se convierta en líder de la inteligencia artificial, será quien domine el mundo”. Es como si en los años 30  introdujésemos un agente en un centro de investigación nuclear ruso y volviera con los planos de su bomba atómica”.

No les cuento nada más sobre esta subtrama, en la que hay varios personajes implicados y enredados entre sí, incluyendo a esos hackers reconvertidos en servidores de la ley y el orden.

Mathieu Kassovitz (Malotru)

Por otro lado, hay una trama sobre islamismo radical y atentados terroristas protagonizada por un analista experto en interrogatorios… cuyo notable sobrepeso le pone en complicadas tesituras cuando tiene que actuar sobre el terreno. Tampoco faltan los conflictos habituales entre unos oficinistas cuyos trabajos, tantas veces al límite, contrastan con su existencia gris y burocrática.

Pero, ¿es para tanto lo la ciberguerra? Estoy convencido de que sí. Unos datos: a lo largo de 2018, el CNI contabilizó unos 38.000 ciberincidentes de diferente gradación dirigidos contra instituciones públicas y empresas de interés estratégico, lo que supone un 43% más que el año anterior. De dichos ataques, un 5% fue calificado como de peligrosidad muy alta y 102, críticos. Solo en enero de este año, el Centro Criptológico Nacional del CNI, identificó más de 4.000 incidentes cibernéticos.

Así las cosas, solo me queda una duda: ¿cómo es posible que los guionistas de ‘Oficina de infiltrados’ vayan por delante del gobierno español a la hora de calibrar la trascendencia de la ciberseguridad?

Jesús Lens

Don Winslow remata su Trilogía del Narco con ‘La frontera’

Es uno de los monumentos literarios del siglo XXI. Don Winslow ha invertido nada menos que veinte años en terminarlo, ¡pero cómo lo ha rematado! De forma espectacular y esplendorosa.

Tras cinco días de lectura compulsiva, dedicado en cuerpo y alma, he terminado de leer ‘La frontera’, recién publicada por la editorial Harper Collins, y todavía me tiembla el pulso. Y no porque el libro de Winslow sea un tocho de casi mil páginas, precisamente… Al menos, no solo por eso.

Teniendo en cuenta que ‘La frontera’ es un libro que denuncia el tráfico de drogas, me parece de mal gusto utilizar expresiones como novela adictiva o que su lectura engancha. Sin embargo, la narrativa de Don Winsow provoca ese efecto en el lector: cada una de sus páginas es una papelina de droga dura. Droga literaria, pero droga, al fin y al cabo.

Mi idilio con Winslow y con Art Keller, su personaje de cabecera, comenzó a comienzos de 2010, cuando el llorado y siempre recordado Paco Camarasa me recomendó ‘El poder del perro’ durante una visita a su librería de la Barceloneta.

Comienzo a leer: “El Sauzal. Estado de Baja California. México. 1997. 

El bebé está muerto en los brazos de su madre. 

A juzgar por la forma en que yacen los cuerpos (ella encima, el bebé debajo), Art Keller deduce que la mujer intentó proteger al niño. Debía de saber, piensa Art, que su cuerpo no podría detener las balas (de rifles automáticos, desde esa distancia), pero el movimiento debió de ser instintivo. Una madre interpone el cuerpo entre su hijo y quien quiera hacerle daño. Así que se dio la vuelta, se retorció cuando las balas le alcanzaron, y después cayó sobre su hijo.

¿De veras creía que podría salvar al niño? Tal vez no, piensa Art. Tal vez no quería que el niño viera surgir la muerte del cañón del arma.

Tal vez quería que la última sensación del niño en este mundo fuera la de su pecho. Envuelto en amor”.

A partir de ahí, 700 páginas de adrenalina pura. Esto fue lo que escribí en su momento, enfervorecido tras la lectura: “Para no ser reduccionistas, ¿cómo contamos de qué va ‘El poder del perro’ en un puñado de palabras? Va de todas esas noticias que, día a día, leemos en la prensa, sobre lo que pasa en países como México, Colombia y alrededores: drogas, muertes, capos, venganzas, decapitaciones, masacres indiscriminadas, la DEA, la CIA, la Contra nicaragüense, el tráfico de armas, las FARC, la mafia irlandesa, la frontera y el Río Grande, las fidelidades, traiciones, vendettas, amores y desamores…”.

Ha sido uno de los libros que con más pasión he recomendado. Con acierto, casi siempre. Una amiga, sin embargo, me dijo que no pudo con él. Que era demasiado violento, sangriento y truculento. Le recordé las palabras del propio Winslow, respondiendo a esa crítica: “hay personajes ficticios y en más de una ocasión he fundido y mezclado acontecimientos; pero hay muy poco en el libro que no haya realmente sucedido. Eso es lo que da miedo. Mi editor se la pasaba diciéndome “Don, esto es demasiado”, y yo le respondía: “De acuerdo, yo pienso lo mismo. Pero es verdad”.

En el año 2015, Winslow se alzaba con el Premio RBA de Novela Negra con ‘El cártel’, continuación de su anterior novela. Su lectura no me conmocionó de la misma manera. Seguí los pasos de los protagonistas y volví a vibrar con ellos, pero el factor sorpresa se había diluido. Entre una y otra lectura habían ocurrido demasiadas cosas: la brutalidad de la película ‘Sicario’, por ejemplo. O el impacto de la serie ‘Breaking Bad’ y las narrativas transmedia de David Simon, Dennis Lehane y George Pelecanos.

¿Por qué, entonces, me ha subyugado de tal manera la lectura de ‘La frontera’ con la que Winslow cierra su Trilogía del Narco? Por supuesto, por el ritmo. Eso es lo primero y más importante. ¡Increíble la cantidad de hilos narrativos que mantiene en tensión, a lo largo de 1.000 páginas! Para conseguirlo, el autor utiliza un recurso estilístico interesantísimo: escribe en una falsa tercera persona que, en cada capítulo, se convierte en monólogo interior de un personaje. Esto permite al lector ponerse en la piel de todos y cada uno de los protagonistas, de sentir como propios e interiorizar sus anhelos, dudas, miedos y zozobras.

También es importante que, tal y como nos han acostumbrado las series contemporáneas, cualquier personaje es susceptible de morir en cualquier momento de la novela. Y, pueden creerme: la Boda Roja de ‘Juego de tronos’ se queda en comunión de tercera categoría cuando los cárteles comienzan a matar.

La trama, además, cabalga a lomos de la realidad de más rabiosa actualidad. De hecho, estos días estamos leyendo en la prensa noticias sobre el posible impeachment al presidente de los Estados Unidos y precisamente ese es uno de los hilos argumentales de ‘La frontera’, yerno incluido. Y está la terrible y dolorosa historia de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, México, en 2014.

Y están esos periodistas que se enfrentan al Narco y se empecinan en contar la verdad, aunque se jueguen la vida en el intento. De hecho, Winslow les dedica sus libros a ellos, a los periodistas muertos en acto de servicio. Y a los periodistas de todas partes.

 

Termino con una analogía que ha hecho fortuna: la Trilogía del Narco es ‘El Padrino’ del siglo XXI. Yo mismo la he utilizado en más de una ocasión. Tras leer ‘La frontera’, me reafirmo en la misma, aunque también la pongo en sordina. Mientras leen la novela, déjenme que me cargue de argumentos, en uno y otro sentido, y lo comentamos próximamente.

Jesús Lens

Con Carvalho, en Sevilla

Va a ser extraña, esta tarde, la presentación del Carvalho de Zanón en Sevilla. Va a resultar emocionante. Y dolorosa. Va a ser difícil. Muy difícil. Porque tres de las personas implicadas en la presentación seguimos conmocionadas y muy heridas por la muerte de nuestro querido Antonio Lozano. (Lo contaba ayer en esta columna)

Tanto que hasta nos planteamos cancelar la charla. Pero Antoñito se hubiera mosqueado. Y mucho. Para Antonio Lozano no había nada más importante que cumplir con la palabra dada. Sobre todo, en cuestiones vitales, como las literarias y culturales.

El año pasado, por ejemplo, Antonio tenía que intervenir un jueves en Granada Noir. Tenía su billete de avión y estaba todo organizado. Sin embargo, a última hora, le programaron una inaplazable sesión médica. ¿Qué hizo? Sacar billete para el día siguiente, a sabiendas de que su conversación con Augustin Ndour sobre Mandela y los desafíos literarios y sociales del África subsahariana corría el riesgo de pasar inadvertida, ya fuera de programa.

Al final, aunque llegó muy cansado, delgado y ojeroso, la conversación entre Antonio y Augustin fue una de las más emocionantes y memorables de #GRN4.

Así las cosas, ¿cómo no vamos a presentar “Problemas de identidad” esta tarde, en la sede de la Fundación Tres Culturas; Olga Cuadrado, Carlos Zanón y un servidor? Sería una traición.

Para mí, el de hoy es uno de los acontecimientos literarios del año. Y no se pueden imaginar el orgullo que es para Granada Noir que nos quieran en Sevilla, en la presentación de uno de los grandes libros policíacos de la década. Orgullo y responsabilidad. E ilusión. Mucha ilusión.

Porque el Carvalho de Zanón me ha encantado. Y fascinado, intrigado y emocionado, en determinados momentos. Y me he reído, también. Que hay mucho de cinismo e ironía en el Carvalho de Zanón.

¿Les parece reiterativo el uso de la coletilla ‘el Carvalho de Zanón’? No es casual. En absoluto, como ya tendremos ocasión de contar. Porque en un par de meses, Zanón presenta en Granada a su Carvalho, en la Feria del Libro. Y allí estaremos, también, para desgranar todos los secretos de una novela con infinidad de diferentes lecturas, empezando por el título, “Problemas de identidad”.

Por ejemplo, ¿a que no se podrían ustedes imaginar que la cerveza favorita de Carvalho, la que pide en los bares de Barcelona, es Alhambra, bien fría?

Jesús Lens

ADN, ingeniería genética y código negro

¿Cuántos científicos se habrán tenido que enfrentar a la coletilla “jugar a ser Dios” a lo largo de la historia de la humanidad, mientras investigaban y trabajaban para mejorar las esperanzas y expectativas de vida de sus congéneres?

El más reciente -que conozcamos- es un científico chino que modificó los genes de dos bebés y que ha admitido otra fecundación con embriones alterados. He Jiankiu se ha declarado orgulloso por los logros conseguidos: “Puede ser la única manera de curar alguna enfermedad… si la tecnología está disponible, podemos ayudar a la gente que lo necesita”, explicó en la Segunda Cumbre de Edición de Genoma Humano, a finales del año pasado.

Sin embargo, sus colegas denuncian que ha traspasado límites éticos y deontológicos, yendo contra los códigos de buenas prácticas. ¡Qué difícil y complicado, delimitar este tipo de fronteras!

Acabo de leer “El error de Clara Ulman”, de la popular actriz, productora y ahora también escritora Cristina Higueras; una novela imprescindible en el actual panorama literario contemporáneo, con la cuestión de la ingeniería genética situada en el centro de la trama.

Descrito como “inquietante y subversivo thriller científico-criminal”, el libro de Cristina Higueras sitúa al lector frente a esa contradicción que, desde tiempos inmemoriales, ha asaltado a los seres humanos: ¿nos estaremos metiendo en terreno privado de Dios?

Como Prometeo, por ejemplo, cuando robó el fuego de los dioses para ponerlo a disposición de la humanidad, ganándose el castigo Zeus. O el mismísimo y celebérrimo doctor Frankenstein, no por casualidad bautizado como el Nuevo Prometo por Mary Shelley.

En el festival GRAVITE, el sábado 2 de febrero, vamos a hablar de todos estos temas. Porque la ingeniería genética fuera de control puede ser el Frankenstein del siglo XXI. Y lo haremos en un espacio mítico de Granada: el Teatrillo del hotel Alhambra Palace, un lugar que es un viaje en el tiempo en sí mismo. Participarán el escritor Fernando Marías, el forense Miguel Botella, el dibujante Javier Olivares -Premio Nacional del Cómic- y la propia Cristina Higueras.

Trazaremos un recorrido por el mito de Frankenstein desde su origen hasta la actualidad. Reflexionaremos sobre su representación gráfica, su conexión con la ciencia forense y la evolución operada en estos doscientos años, desde que Mary Shelley publicó su libro, allá por 1818.

Evolución que ha encontrado un filón extraordinario en las novelas criminales de Cristina Higueras. Si “El extraño del ayer” estaba protagonizada por un forense que se ve involucrado en un enigmático asesinato ritual, el personaje principal de “El error de Clara Ulman” es una científica especializada en genética dispuesta a llevar sus investigaciones hasta donde no se han atrevido sus colegas más osados.

Clones. ¿Quién no ha soñado alguna vez con tener un clon que haga las tareas más ingratas y fatigosas? Un clon que vaya a esa reunión que se prevé insoportable. Un clon que prepare la cena mientras nosotros leemos un par de horas, cómodamente tumbados en el sofá.

Un clon, también, por si necesitamos repuestos de partes de nuestro propio cuerpo. Un hígado, por ejemplo. O un corazón. ¿Por qué esperar el trasplante del órgano de un desconocido y rezar para que nuestro organismo no lo rechace, en caso de que aparezca, pudiendo tener a nuestra disposición, gracias al ADN y a las células madres, duplicados de nuestras propias vísceras?

A Clara Ulman, las cuestiones morales no le afectan. Ella es una brillante científica y, en su trabajo, deja a otros las disquisiciones éticas. Más complicado será, sin embargo, poder avanzar en sus investigaciones sin interferencias. Por ejemplo, de los accionistas mayoritarios de la nueva empresa que la ha contratado, española, trayéndola de vuelta de los Estados Unidos. Un fichaje de campanillas.

Clara despliega una inteligente estrategia para trabajar con desahogo en proyectos llamados a cambiar la historia de la ciencia. Y, sin embargo, cometerá un error de consecuencias imprevisibles.

Trama adictiva, personajes bien trazados y perfectamente creíbles, escenarios tan desasosegantes y asépticos que parecen sacados de una película de David Cronenberg y cuestiones éticas, morales y filosóficas de plena actualidad. ¡Y en formato de thriller!

Lo mejor de la novela de Cristina Higueras es que, a través del punto de vista que adopta a lo largo de la narración, obliga al lector a tomar partido. Y lo hace sin engaños, manipulaciones o subterfugios. La autora plantea una serie de situaciones a las que Clara se debe ir enfrentando a lo largo de la historia, forzándola a actuar en consecuencia. Y convierte al lector en juez. Y parte. Porque el lector se siente continuamente interpelado y concernido por las actitudes, las razones y las justificaciones de Clara. Pero… ¿hasta dónde será capaz de acompañarla?

“El error de Clara Ulman” demuestra, una vez más, que son las mujeres de este país quienes están escribiendo la novela negra y policial más apegada a la actualidad informativa del momento, tratando los temas de mayor relevancia social con gran maestría y una sólida solvencia narrativa y documental.

Jesús Lens

Entre Pablo2 y Juane2

Fue pura casualidad: ayer estuve entre dos Juanes, Bas y Bolea; y dos Pablos, Gargallo y Serrano. Invitado a participar en el magnífico FAN, Festival Aragón Negro, brillantemente organizado por Juan Bolea, para hablar de bandas sonoras en el cine policíaco y sobre escritura en prensa; aproveché la mañana para pasear por Zaragoza y, en compañía del escritor Juan Bas y del editor Gregori Dolz, además de charlar de cine, literatura, risas y comedias, visitamos dos museos de la capital aragonesa.

Con Gregori Dolz, frente al Mazinger Z

El primero, el espectacular Pablo Serrano, dedicado al arte contemporáneo, donde se encuentran los grandes lienzos dedicados a “Frankenstein resuturado”, el proyecto impulsado por Fernando Marías, I Premio Viajero en el Tiempo del festival Gravite y sobre el que hablaremos en unos días en el Teatrillo del hotel Alhambra Palace.

Nos encontramos, además, con una soberbia exposición de Mordzinski, el fotógrafo que más y mejor ha retratado a los escritores de ambas orillas del Atlántico. Me han resultado especialmente evocadoras las fotos de paisanos nuestros como Luis García Montero, a caballo, en Managua; o la de Antonio Muñoz Molina paseando, cazado justo cuando pasaba por delante de una puerta… en pleno campo.

Una imagen de Andrés Neuman al mando de un enorme avión, tomada desde el exterior de la cabina, un divertidísimo José Manuel Fajardo y una fotografía enormemente nostálgica de Francisco Ayala y Carolyn Richmond en Granada, en una habitación rebosante de luz.

Juan Bas, integrado en un cuadro de Yann Leto

¿No les pasa, cuando están de viaje, que se encuentran a un paisano y pegan la hebra como jamás lo harían de toparse con él en una cafetería del Zaidín? Pues así me he sentía viendo el trabajo de Mordzinski con nuestros escritores más cercanos.

Disfrutamos de los bustos de Serrano -los de Cela y Unamuno son particularmente reseñables- y de los sorprendentes, irónicos, coloristas e hipercríticos Safaris del francés Yann Leto antes de partir en busca de la obra escultórica de Gargallo, coetáneo de Picasso.

Callejeando por Zaragoza y tratando de protegernos del cierzo, hablábamos sobre el sentido que deben tener los festivales culturales. De la importancia de cuidar al público, de ofrecer un programa de calidad que resulte atractivo y de seguir manteniendo la llama prendida, después. Ahí saco yo pecho de nuestro colectivo Uno de los Nuestros, fieles aliados y grandes lectores de Granada Noir, que empiezan a ser referente a nivel nacional.

Jesús Lens