Un 2019 muy noir, en cine y televisión

Muy negro y muy criminal. Y policíaco. Así se nos presenta el curso cinematográfico 2019. Y el catódico, que cada vez van más de la mano. Un 2019 noir que va a comenzar de forma muy potente y muy pronto, de la mano de dos pesos pesadísimos de la industria norteamericana: Clint Eastwood y Robert Redford.

Clint Eastwood lleva retirándose de la interpretación tantas veces como Miguel Ríos de los escenarios, pero afortunadamente, ninguno de ellos deja de volver. El estreno de “The Mule” (Mula) en Estados Unidos ha sido recibido con división de opiniones, con el octogenario Clint interpretando a un anciano arruinado que termina trabajando para un cártel mexicano de la droga.

Teniendo en cuenta que el gran testamento cinematográfico y vital de Eastwood fue la prodigiosa “Gran Torino”, pero que en “Golpe de efecto” no estaba mal, esperemos que esta (pen)última interpretación nos deje en la retina al mejor Clint posible. De momento, el póster de “The Mule” es maravillosamente estimulante. La respuesta, en marzo.

Antes, este mismo mes de enero, Robert Redford pone fin a 56 años de carrera con “The Old Man and the Gun”, también basada en hechos reales y en la que el rubicundo actor se pone en la piel de un contumaz atracador de bancos a la vez que escapista profesional, acompañado por Sissy Spacek, una actriz por la que siento debilidad.

¿Creen ustedes en la casualidad? Pues si son ustedes tan escépticos como yo, tan solo recordarles que “Dos hombres y un destino”, la mítica película sobre atracadores de bancos interpretada por Paul Newman y Robert Redford cumple este 2019 la nada desdeñable edad de… 50 años. ¿Se puede elegir una efeméride mejor para ponerle punto y final a una carrera cinematográfica? Entre atracadores anda el juego…

También esperamos mucho de “Glass”, una de las secuelas más extrañas que se recuerdan, en la que un redivivo M. Night Shyamalan hace confluir las historias de dos de sus películas: la olvidada -necesario recuperar- “El protegido” (2000) y la fascinante “Múltiple” (2016), que también hay que volver a ver. Y ya que estamos con crossovers genéricos -o mezcolanzas, en román paladino- no lea usted nada sobre “Border”… y cruce los dedos para que se estrene en una sala cercana, el próximo 11 de enero.

Este mes -ya ven que va a ser duro y exigente- vuelve a la tele una de las series más esperadas, “True Detective”, tras unos años en el rincón de pensar. Sin hacernos ideas apriorísticas sobre lo nuevo de Nic Pizzolatto, promete que los protas sean el oscarizado Mahershala Ali y Carmen Ejogo, que la trama conecte argumentalmente con la primera temporada de la serie y que el escenario sean los Ozarks que ya descubrimos en la serie homónima de Netflix.

También esperamos mucho de la segunda temporada de “Mindhunter”, la serie sobre asesinos en serie de David Fincher, de lo mejor que vimos el pasado año; de la tercera entrega de “The Deuce”, de David Simon, y del más que presumible adiós de Carrie Mathison y “Homeland”, después de 8 años viviendo en la cuerda floja.

Antes de dejar el universo catódico, un recordatorio: ya se están escribiendo los guiones de la segunda temporada de “Gigantes”, la serie de Enrique Urbizu de la que tenemos mucho -y bien- que hablar. Y muy buen cine español en la lista: “Quien a hierro mata”, de Paco Plaza, en septiembre, y lo nuevo de Rodrigo Sorogoyen.

Igualmente para la vuelta de verano, apunten “La mujer en la ventana”, basada en el best seller de A.J. Finn, protagonizada por Amy Adams y Julianne Moore. Antes, Nicole Kidman nos va a poner el corazón en un puño en “Destroyer”, a mitad de febrero. Y un biopic todavía sin fecha de estreno, pero cuyas primeras imágenes cortan el hipo: “Fonzo”, con esa mala bestia que es Tom Hardy en la piel de Al Capone.

Y nos quedan los dos grandes nombres, los que contribuirán de forma decidida a que 2019 pase a la historia del cine con mayúsculas: Quentin Tarantino y Martin Scorsese, con dos de los proyectos más fascinantes que se puedan imaginar.

“Once Upon a Time in Hollywood” hablará de la familia Manson y del asesinato de Sharon Tate. Para contar aquellos años contradictorios, Tarantino ha reunido a Leonardo DiCaprio, Brad Pitt, Margot Robbie, Al Pacino, Lena Dunham, Kurt Russell, Bruce Dern y Tim Roth en la que podemos aventurar será una de las películas de la década.

Y nos queda “The Irishman”, una película que, para los aficionados al género negro, es el culmen definitivo, la obra magna. El fin de una época, también. Robert de Niro, Al Pacino, Joe Pesci y Harvey Keitel protagonizan una cinta cuya expectación solo alcanzó el estreno de “El Padrino III”.

En la confianza de que Scorsese haya filmado una nueva obra maestra incontestable, el estreno de “The Irishman”, a finales de año, se convierte en el argumento definitivo para disfrutar de un 2019 felizmente negro.

Jesús Lens

Western Noir con acento andaluz

Si ustedes siguen las noticias de sucesos sabrán que esta semana ha habido otro tiroteo en la Costa del Sol, saldado con la muerte de un ciudadano francés con antecedentes penales.

Fue a las ocho y media de la tarde, en plena vía pública, en una de esas lujosas urbanizaciones propias de Marbella. Un hombre de 58 años de edad se dirigía a su casa cuando un motorista lo acribilló a balazos. El arma utilizada fue un AK-47, el famoso Kalashnikov, un fusil de asalto de fabricación rusa capaz de efectuar 600 disparos por minuto.

Desplazados al lugar de los hechos, los agentes del Grupo de Homicidios de la Udyco, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la policía, han calificado los hechos como un probable ajuste de cuentas.

El western es un género netamente norteamericano que, dotado de una serie de características fundacionales, resulta perfectamente ampliable, adaptable y exportable. Entre sus características esenciales: los protagonistas, indomables e inadaptados. Y el paisaje. El espacio físico. El territorio. Sobre todo, el territorio de frontera. También los temas arquetípicos: la búsqueda y la persecución, la justicia, la venganza… y los robos. Los atracos. Y está la violencia. Las armas. Los tiroteos. Los disparos.

Y por todo ello me gustó que el excepcional novelista Justo Navarro definiera a la novela “En el vientre de la roca”, de Jerónimo Andreu, publicada por Salamandra Black, como una novela del Nuevo Lejano Oeste, jugando con la resonancia mítica de dicha conjunción de conceptos.

El protagonista de “En el vientre de la roca”, una de las mejores y más sorprendentes novelas negras del año, se llama Joseph Sánchez y está ya muy baqueteado. Tanto que hace todo lo posible por no beber alcohol, algo que su notable perímetro abdominal agradece sobremanera. Y por no jugar. Que de aquellos polvos… Sánchez fue poli. Y por eso, cuando se cruza con Stuart, un antiguo compañero, en un control policial, sostiene diálogos como este:

—¿Qué problema hay? Estoy limpio.

—Don’t mess with me, anda. Twenty scooters, man. Diez cartones en cada una. Te has caído con todo el equipo.

También ocurre que, un poco después, cuando le lleven frente a Marc Parody, tenga que escuchar lo siguiente:

—Joseph, siéntate. Qué alegría. ¿Cuánto hace desde la última vez? How’s life? ¿Una cocacolita o algo? It won’t take us too long. I have got something for you. An easy job, como en los old times…

Y es que Marc Parody es, efectivamente, el Honorable Chief Minister de Gibraltar, un tipo perfectamente adaptado al territorio y que maneja el “llanito”  (*) con toda soltura. Y tiene una propuesta para Joseph, al que han pillado contrabandeando en la Verja: localizar a una joven desaparecida, hija de un alto funcionario de Foreign Office que no quiere que la cosa trascienda.

En sus pesquisas, Joseph Sánchez podrá cruzar a uno y otro lado de la Verja con soltura. Tendrá libertad de movimientos. Lo que para un contrabandista… Aprovechará el conocimiento que tiene sobre el terreno. Y a sus contactos. Por ejemplo, a cierto secretario de un ayuntamiento gaditano de costumbres inconfesables. O a otro poli, español en este caso, con cierta querencia por las relaciones peligrosas.

Sánchez se dejará caer por los ambientes más lumpen de Algeciras y La Línea, que la chica desaparecida tenía querencia por la mala vida. Pero su investigación también le llevará hasta Marbella, donde se pondrá a prueba su pericia como husmeador. Una Marbella peligrosa y conflictiva, como hemos tenido ocasión de comprobar y como Jerónimo Andreu cuenta con profusión de datos e información, muy bien hilvanados en la trama. Una Marbella en la que diferentes clanes mafiosos están disputando una guerra que ha dejado de ser sorda y secreta.

“Y fue justo por esos días cuando un hombre llegó a Marbella haciendo preguntas incómodas con un acento que nadie terminaba de identificar. La respuesta que recibía era siempre la misma:

—Vete a tomar por el culo”.

Aun así, nuestro Joseph Sánchez continúa con una investigación que le llevará a descubrir algunos de los secretos mejor guardados de la Roca, convertida en espacio mítico, en ese territorio de frontera por el que transitan personajes de puro western. Western Noir, contemporáneo y muy de aquí, de nuestra tierra.

Durante la última edición de Granada Noir organizamos una mesa redonda sobre el género negro en Andalucía. Hubo opiniones divergentes entre quienes pensaban que sí, que hay un noir andaluz con características propias y definidas; y quienes sostenían que no. Que tal no existe.

Como persona que huye de todo lo que huela a nacionalismo, me traen sin cuidado las partidas de nacimiento, pareciéndome mucho más literarias las partidas de cartas. Pero sí es destacable cómo escritores de la talla de Lorenzo Silva o, ahora, Jerónimo Andreu; visitan Andalucía y prestan atención a historias, paisajes, relaciones y conversaciones que, después, transforman en apasionantes novelas negras muy apegadas a lo que ocurre en nuestro entorno. Algo a tener muy en cuenta…

(*) Que esos diálogos en llanito no alarmen al lector. Los hay con cuentagotas, son descacharrantes y están muy bien dosificados.

Jesús Lens

Los infiltrados van a la oficina

Ya que los distribuidores de la serie en España han bautizado con el nada atractivo título de “Oficina de infiltrados” a una de las mejores series de la televisión contemporánea, permítanme que contribuya un poco más a su descrédito nominal a través de otro título infame: los infiltrados van a la oficina.

“Le bureau des légendes” es el título original de la serie producida por el Canal + francés. Bureau, en su primera traducción, es despacho. Y légendes… pues eso. Leyendas. Así las cosas, el que decidió ponerle “Oficina de infiltrados” a una de las perlas de la televisión europea, se quedó a gusto y descansando.

De hecho, cada vez que la recomiendo, me harto de usar peros, sin embargos y demás adversativas: al ver la cara de suspicacia de mi interlocutor cuando le juro que tiene que ver “Oficina de infiltrados”, le insisto en que es una serie cojonuda, a pesar de tener un nombre tan ridículo y poco convincente.

Pero vayamos al grano. ¿Quieren saber ustedes cómo funcionan los servicios secretos en el siglo XXI? Vean “Oficina de infiltrados”. Y ya está. Punto. Así de claro y rotundo lo digo. Ni la igualmente brillante “Homeland” transmite esa sensación de credibilidad, de apego a la realidad.

El personaje central de la serie protagonizada por Mathieu Kassovitz y sobre el que pivota la trama es un agente francés infiltrado en Siria que vuelve a Francia. En Damasco deja a una mujer con la que ha entablado una relación sexual. ¿Quizá también afectiva? ¿Amorosa, incluso? Porque es cierto que los agentes infiltrados se acuestan con sus fuentes, si lo consideran necesario o beneficioso para su coartada.

Guillaume Debailly conocido en la Dirección General de Seguridad Exterior francesa como Malotru, retorna a París después de varios años infiltrado entre Siria y Jordania. En Oriente Medio vivía y trabajaba desempeñando el papel de un investigador y escritor bajo el nombre de Paul Lefevre. Estamos en plena guerra de Siria y su trabajo como agente infiltrado puede haber sido determinante -o no- en diversas operaciones contra el terrorismo yihadista.

Al volver a casa y tras devolver -casi- toda la documentación de Paul Lefevre, Malotru se incorpora a un frío edificio administrativo compartido por un amplio ramillete de jefes, colaboradores y subordinados, donde comen menús de cafetería mustios y poco apetitosos y se comportan como cualquier otro funcionario del estado. Malotru comienza a hacer un burocrático trabajo de despacho mientras intenta recomponer su relación con una hija adolescente. Y entonces, aparece ella. En París. Misteriosamente. Nadia El Mansour.

Se trata de la especialista en historia y geografía de Oriente Medio con la que Lefevre mantuvo un tórrido idilio en Damasco. Solo que ahora, Malotru ya no es Lefevre. ¿O sí? Ni que decir tiene que debería mantenerse alejado de ella. Pero la tentación es tan fuerte…

Mientras que este hilo de la trama avanza por un lado, a lo largo de las tres adictivas temporadas de “Oficina de infiltrados” estrenadas hasta ahora asistimos al adiestramiento y puesta en servicio de otra agente, Marina, que operará en Irán. Y es que la DGSE está presente en diferentes escenarios conflictivos del mundo contemporáneo, teniéndoselas que ver con la CIA, el Mossad o el MI6 que, en unas ocasiones son aliados y, en otras, rivales.

Triangulaciones a través de satélites, sofisticados métodos de escuchas y, también, obtención de información tete a tete. Persecuciones y seguimientos que nada tienen que ver a los que estamos acostumbrados en los thrillers del Hollywood más convencional. Operaciones arriesgadas al borde de la lógica y el sentido común. Canjes de prisioneros. Deserciones. El papel de las grandes corporaciones en el concierto geoestratégico mundial, la colaboración de diferentes instituciones del estado en la consecución de los objetivos del Elíseo… Y el ISIS. Y Daesh. Y la guerra en Siria. Y los esbirros de Bashar al-Asad. ¿No se les ha acelerado el pulso?

Sin olvidar la conexión iraní. Que Marina es una experta sismóloga que, a través de su vasto -¿o no tanto?- conocimiento de las fallas tectónicas y los terremotos, es invitada a participar en importantes congresos en países estratégicos de Oriente, como Azerbayán. O a colaborar con institutos científicos de Irán, lo que le permitirá tener acceso a información sobre la capacidad nuclear del país de los Ayatolás.

Piratería informática, infección de redes a través de troyanos, modernas técnicas psicológicas para desenmascarar a agentes dobles, cómo engañar al polígrafo… “Oficina de infiltrados” es una mina de información que, por supuesto, deja un amplio espacio a las relaciones personales entre los protagonistas de la serie. A sus relaciones laborales y afectivas. Porque la tecnología resulta imprescindible en el espionaje contemporáneo, pero nunca se puede echar al olvido el célebre factor humano que tan bien relatara el pionero Graham Greene en su famosa novela sobre el MI6 británico.

A la espera del estreno en España de la cuarta temporada de “Oficina de infiltrados”, que ya está a punto de caramelo, con Rusia como nuevo escenario en el tablero del juego geoestratégico; no dejen de ponerse al día con una de las mejores series de este siglo.

Jesús Lens

El reino más necesario

En un momento dado de la imprescindible y soberbia película “El reino”, de Rodrigo Sorogoyen, la secretaria de organización del indeterminado partido político que protagoniza la trama le pregunta a un grupo de sus dirigentes, acusados de corrupción: “¿para qué entrasteis en política?”

Automáticamente el espectador recuerda el “para forrarme” de Vicente Sanz, secretario general del PP valenciano, escuchado en una grabación. O el “me tengo que hacer rico” de Zaplana, que oímos entre filtraciones.

Cartel alternativo al oficial de la película «El reino», de Rodrigo Sorogoyen.

En otro momento de la espectacular cinta de Sorogoyen, la fiscalía relata los lugares donde los dirigentes territoriales se reunían para cerrar contratos y rematar negocios. Muchos de ellos tenían nombre de lupanares. Y el espectador piensa automáticamente en la tarjeta de crédito usada en un prostíbulo por Fernando Villén, el responsable de la Faffe, una fundación andaluza de la órbita del PSOE. O en Francisco Javier Guerrero, el fontanero de los ERE con querencia por el Malboro y el gintónic como engrasadores.

“El reino” es una película extraordinaria que funciona como un juego de espejos: todo lo que vemos -y escuchamos- en pantalla nos devuelve el reflejo de la realidad que conocemos gracias a los sumarios, las filtraciones y las informaciones de los medios de comunicación.

Sin necesidad de nombrarles, ahí están la Gürtel y los EREs, Bárcenas, Rodrigo Rato, Pujol, el Bigotes, Camps, Ignacio González y tantos y tantos políticos corruptos convencidos de que su reino no era de este mundo. Seres superiores que vivían en una realidad paralela, ajena por completo a la del común de los mortales.

Una realidad alimentada a base de majestuosas mariscadas -soberbio ese travelling con que arranca la película, recreando una de las secuencias más famosas de “Uno de los nuestros” y que es más, mucho más, que un simple homenaje a Scorsese y sus gángsteres y mafiosos- y regada con Moet Chandon. Una realidad cronometrada a través de caros relojes regalados en la cubierta de un yate bajo el sol de un verano eterno que, sin embargo, no tardará en dejar paso a un otoño pardo y a un invierno frío, gris y ceniciento.

Vean “El reino”. No estará mucho más tiempo en cartelera y sería una pena que dejaran escapar una película que retrata, en dos horas de cine nervioso y adictivo, la España de la corrupción y la podredumbre, ética y moral.

Jesús Lens

El arte de la conversación

Hacía tiempo que una hora no volaba a tanta velocidad. Fue el pasado sábado por la noche, en un Cuarto Real abarrotado. Era la última conversación del programa central de Granada Noir, estábamos cansados, las Alhambras Especiales hacían su efecto y, sin embargo, no se oía una mosca. Silencio sepulcral y expectante ante las palabras que Alicia Giménez Bartlett iba desgranando con una sensibilidad exquisita trufada de un ácido sentido del humor que, entonces sí, arrancaba las carcajadas de la gente.

Fue un privilegio escuchar a la autora galardonada con el IV Premio Granada Noir: mientras hacía un amplio repaso a su carrera literaria, nos hacía partícipes de las historias que están en la génesis de sus novelas, tanto las de la saga de Petra Delicado como “Hombres desnudos”, con la que ganó el Planeta, y “Donde nadie te encuentre”, galardonada con el Nadal y en la que se cuenta la historia de la guerrillera hermafrodita Teresa Pla Meseguer, conocida como La Pastora.

Hablaba de sus novelas y de sus personajes, pero en realidad hablaba de la vida, de la sociedad española contemporánea y la transformación que ha sufrido en estos veinte años. Hablaba de Petra, que ya está en la cincuentena, pero también estaba hablando de nosotros como lectores y del callo que vamos haciendo.

Foto: Laura Muñoz Hermida

Respuestas justas y ajustadas, ni largas ni cortas, repletas de información y de contenido. Respuestas repletas de historias y anécdotas que nos hacen querer y comprender, más y mejor, tanto a sus novelas como a sus personajes. El origen de la idea para “Hombres desnudos”, por ejemplo, una de las novelas más interesantes que se han publicado en España sobre la crisis que nos viene azotando desde hace diez largos e interminables años.

Voló una hora de nuestro tiempo en compañía de Alicia Giménez Bartlett gracias a su conversación rica y feraz; inteligente y de una altura intelectual a la que estamos poco acostumbrados. Sin engolamiento alguno. Con la sencillez y la naturalidad de una persona sabia que deja perlas de su sabiduría con la naturalidad con la que un campesino siembra sus semillas en los surcos recién arados.

Foto: Laura Muñoz Hermida

¡Qué disfrute, haber tenido con nosotros a Alicia Giménez Bartlett! Y qué complicidad con Fátima Gómez Abad, la diputada de Cultura y Memoria Histórica que le hizo entrega del IV Premio Granada Noir.

Jesús Lens