Salvar al aceite

Misión: salvar al aceite andaluz. Y al vino. Y a los turborreactores y turbopropulsores. Salvar a todos los productos andaluces que se ven amenazados por los aranceles de Trump, ese estrafalario y atrabiliario personaje que, algunas veces podría olvidársenos, es presidente de los Estados Unidos.

Hombres granadinos en Nueva York

Les confieso que me llevé un chasco ayer por mañana cuando, a eso de las 9, nuestro compañero Javier Morales dejaba ver su patita a través de Facebook. Porque Javier ha estado informando puntualmente y sobre el terreno sobre el programa de actividades de la legación granadina desplazada a Nueva York en misión comercial impulsada por la Cámara de Comercio.

—¿Qué haces despierto a estas horas?— le pregunté—. ¿No estabas por Little Italy, siguiendo el rastro de los Corleone y los Soprano?

Y es que, estos días, todo se tiñe de noir en mi vida diaria. No sé si será por el influjo de las Especiales de Cervezas Alhambra, pero no dejo de ver gángsteres, blanqueo de dinero, mafias, metralletas, tiros, amenazas, etc.

Cena homenaje al 50 aniversario de la publicación de El Padrino

—Acabamos de llegar a Barajas— me dice Javier.

Mi gozo en lo más hondo de un pozo. Ciego, además. Porque albergaba yo la secreta esperanza de que, aprovechando su estancia en Nueva York, Luis Salvador hiciera gala de sus dotes de liderazgo y capacidad de negociación —no es fácil convertirse en alcalde con tan pocos concejales— y obligara a Trump a recular. Y a envainársela.

¡Eso sí que hubiese sido un sensacional colofón a la misión comercial granadina a la Gran Manzana! Anda que no se hubieran cerrado bocas, llegado el caso.

Lo sé, lo sé. Lo de Trump y los aranceles es un tema serio y hay que ser cautos a la hora de bromear sobre ello. Nuestra economía se puede ver muy afectada y repercutirá en el bolsillo de muchas familias.

Es lo que tiene el acceso al poder de políticos populistas, de fantoches iluminados, de personajes grotescos que, con sus arbitrarias decisiones, condicionan la vida de miles y miles de personas. Lo del Brexit, sin ir más lejos.

Jesús Lens

Jóvenes por la igualdad

“¿Por qué maltratan los hombres a las mujeres?”, le pregunta un joven a Fernando Marías en La Madraza, durante el encuentro promovido por el festival Granada Noir para hablar sobre igualdad.

Más de un centenar de estudiantes de los institutos Alhambra, Veleta, Padre Manjón y Padre Suárez conversaron con el escritor Fernando Marías sobre ‘Como tú. 20 relatos y 20 ilustraciones por la igualdad’, un libro coordinado por Marías y publicado por la editorial Anaya. La chavalada ya había leído los cuentos en clase, había dialogado sobre ellos. Y sobre las ilustraciones. Y se les notaba con ganas de hablar.

Gracias al festival patrocinado por Cervezas Alhambra, tuvieron la ocasión de intercambiar pareceres con el promotor del proyecto, que se mostró encantado por la participación y la pasión mostrada por los estudiantes. Por ejemplo, cuando una de las jóvenes señala que “la fuerza no está en los músculos ni en los huesos, sino en la cabeza”. Fernando Marías sonríe mientras otros muchos jóvenes asienten con decisión.

“Me parece terrorífico que una vez a la semana, de promedio, una mujer muera a manos de un hombre con el que ha tenido una relación. Es un dato espeluznante y esto está ocurriendo aquí y ahora. En España. No ocurre en otro país o en otro planeta”, señaló Marías.

Más preguntas y preocupaciones del alumnado: los riesgos de subir fotos e imágenes íntimas a la nube. O si hay miedo de usar una palabra como ‘feminismo’. O si los celos son algo malo. “Son malos. Hacen daño. Extirpan el diálogo y restan naturalidad en una relación. Son una patología que conviene vigilar y mantener bajo control”, señaló Fernando Marías sin titubear.

Y como colofón final: la necesidad de cambiar la sociedad en la que vivimos. Dirigiéndose a los jóvenes: “Sois vosotros los que podéis hacerlo. Como ocurre con la cuestión del cambio climático, que sois los que estáis movilizando a la gente y reivindicando una solución a este problema”, concluyó Marías.

Un tema que, efectivamente, preocupa a la juventud. ¿Será hora de plantear un proyecto parecido a ‘Como tú’ en ese sentido?

Jesús Lens

Viajar tiene mala prensa

El pasado sábado, mientras su pareja salía de pintxos por el centro de Pamplona, el escritor Carlos Bassas preparaba un pequeño petate y se dirigía a la estación de tren. Fijo que le habría encantado acompañarla, descabezar un sueñecito e irse a ver ‘Ad Astra’. En vez de eso, aprovechó para trabajar en el AVE.

Llegó a Granada a eso de las 11 de la noche, por lo que se perdió la mitad del cabaret que organizamos en Granada Noir y que abarrotó el Teatro CajaGranada. Ojeroso y cansado, el domingo nos acompañó en todas las charlas del festival. Tras su conversación con Carlos Zanón sobre el mito del eterno retorno del héroe mediterráneo y sus conexiones con el imaginario del western, de la mano de la Fundación Tres Culturas; Bassas pidió disculpas y nos dijo que no se quedaba a cenar. Tenía billete para el AVE el lunes a las 7am y tenía que preparar una clase para esa misma tarde.

¿Le mereció la pena a Carlos invertir el fin de semana de esta manera? Si le pregunto, seguro que me dice que sí. Pero yo sé que no, crematísticamente hablando. Que fue una paliza. Que lo hizo por amistad. Y, también, por profesionalidad.

Cada vez que oímos hablar de ‘viaje’, pensamos en vacaciones, postales idílicas, fiesta y cachondeo. Y en algún museo, por cumplir. Los viajes de trabajo, en el imaginario colectivo, siguen siendo un batiburrillo de desayunos bufé, copiosas comidas, cenas alargadas y copas hasta el amanecer.

De esa manera, el moralista que llevamos dentro se irrita cuando escucha lo de los viajes de negocios. Con la de cosas que hay pendientes de hacer en casa, ¿qué necesidad hay de salir ahí fuera? ¿Para qué tanto gasto?

El domingo, antes de que se volviera al hotel, una lectora se acercó a Carlos Bassas. Llevaba todos sus libros en una bolsa y quería que se los dedicara. Las amables palabras y las grandes sonrisas que ambos se cruzaron fueron la mejor demostración de que sí. De que el viaje había merecido la pena.

Jesús Lens

Vivir al día

Sábado a mediodía. Terraza de la Ruta del Azafrán, al pie de la Alhambra, combatiendo los rigores del veranillo de San Miguel con tercios de Alhambra Especial bien fría. Disfrutábamos de las estupendas viandas preparadas por el cocinero Antonio Martínez y charlábamos con Marta Robles y Carlos Zanón, dos de los autores que han estado con nosotros en Granada Noir.

Hablábamos de la próxima edición de BCNegra, hoy por hoy, el mejor festival noir de España. Y de la inminente nueva novela de Marta, que aparecerá en enero. Trazábamos alianzas y estrategias. Hablábamos de lecturas y de películas. Pasadas, pero también futuras.

—Imagínate que, de repente, tu futuro no existe. Que te despiertas por la mañana y que sólo tienes 5 euros en el bolsillo. Ninguna red de seguridad. Ningún plan. Nada. La ropa que vistes, un puñado de monedas y 24 horas por delante.

Zanón ejerció como abogado de oficio durante más de 20 años, haciendo la asistencia al detenido en cientos de guardias. A la vez, escribía novelas. Y artículos, cuentos, poemas y letras de canciones. Él sí tenía un plan. Como usted, que está leyendo estas líneas. Como yo, que las escribo.

Pero ahí fuera hay miles de personas que están solas. Que son invisibles y sienten que su vida es intrascendente, sin sentido. Personas para quienes la violencia es una forma de autoafirmación. La única forma posible de tratar de que cambie su suerte, de buscarse la vida, de reparar una sensación de injusticia.

Y la pregunta: ¿puede la cultura ayudar a combatir la delincuencia? Gracias a la Fundación Tres Culturas, sobre ello conversaron Carlos Zanón y Jesús Garrote, director de Santiago Uno, un centro educativo de Salamanca cuyos alumnos participaron en el pasacalles inaugural de Granada Noir. Garrote explicó que han cambiado a los guardias de seguridad por payasos, montando una escuela de circo y una de cine para chavales de más de 20 nacionalidades distintas.

Darles afecto. Escucharles. Hacerles partícipes en la toma de decisiones. Reconstruir un universo de afecto a su alrededor. Hacerles trabajar. Darles responsabilidades. Ayudarles a planificar un futuro.

Jesús Lens

Granada, para comérsela

Hoy domingo, en Granada Gourmet, hay una comida muy especial, preparada a 14 manos por 7 reputados cocineros granadinos. ¿A qué sabe Granada? Hoy podremos descubrirlo en uno de los momentos álgidos de una de las citas imprescindibles con la gastronomía andaluza.

Granada, créanme, está para comérsela. Lo que van a hacer hoy Raúl Sierra, Ismael Delgado, Diego Higueras, José Caracuel, Antonio Lorenzo, Marcos Pedraza y Álvaro Arriaga es pegar un puñetazo en la mesa y reivindicar el poderío, el talento y el buen hacer de los restauradores granadinos.

En los últimos meses me he metido a fondo, profesionalmente hablando, en el mundo de la gastronomía. Poco a poco voy hablando y conociendo a distintos cocineros de nuestro entorno y me gusta mucho lo que veo. Sobre todo, por la claridad de ideas y el empuje de los jóvenes cachorros, dispuestos a darle la vuelta a los fogones y a poner patas arriba las cocinas de Granada.

Lo que están haciendo Manolo Adame, Rafa Arroyo, Samu Cala, Chechu González, Miguel Castilla, Iván Serrano o Álvaro García, entre otros cocineros de nuestra tierra, tiene mérito. Mucho mérito.

Son chavales jóvenes dotados de un inmenso talento culinario, con una sólida formación y una acreditada experiencia acumulada que les hace encarar el futuro con los pies bien anclados en el presente. Cocineros viajados y leídos que conocen de primera mano lo que se está haciendo por ahí fuera. Gente emprendedora y valiente que, al frente de conocidos restaurantes de la ciudad, tampoco dudan en poner en marcha sus propios negocios.

Lo que más me gusta de estas hornadas de cocineros, los más veteranos y los más jóvenes, es que apuestan por el producto granadino de alta gama y de la mejor calidad. Sus menús están confeccionados con platos que usan nuestros aguacates, mangos, quisquillas, espárragos y corderos segureños. Un compromiso firme y decidido con el Km. 0, el producto de mercado y una slow food sana, saludable y, sobre todo, exquisita. Y diferente.

Las cosas están cambiando en la Granada gastronómica más valiente y desprejuiciada. Y eso nos deparará grandes alegrías.

Jesús Lens