El Defensor de la Gente

Esta columna, homenaje a Demócrito, es un particular ejemplo del azar y la necesidad. A la hora de escribir, unas veces tiro de lo leído en periódicos, libros, tebeos y revistas. Otras, de lo que me cuentan unas fuentes que, depende de la temporada y la estación, fluyen con más o menos generosidad.

En ocasiones, sin embargo, el cuerpo pide marcha y te impele a calzarte las sandalias y echarte a la calle a ver lo que pillas. Ayer me comía ese runrún. Y miren que el día se prometía caluroso, con la mitad de Granada en la playa y la otra mitad, camino del atasco sabatino. Pero aún así. Hasta ahí, la necesidad.

El azar entró en juego cuando, tomando café en el entorno de San Antón, me encontré con Manuel Martín, Defensor de la Ciudadanía. Le vi optimista y esperanzado con el ‘de nuevo’ alcalde, Paco Cuenca, mucho más exigente y contundente respecto a los cortes de luz y los perjuicios que conllevan para miles de familias que pagan religiosamente sus recibos todos los meses.

Está claro que en Granada tenemos un problema, y de los gordos, con la marihuana. El tiroteo del viernes es otra muestra más. Los enganches ilegales perjudican a Endesa, pero de eso no tienen la culpa esos usuarios, honrados a carta cabal, que pagan a precio de oro un servicio tercermundista.

Lo del tráfico de maría no es un problema solo de Granada. Es un problema de estado y así se lo ha comunicado Manuel a Pedro Sánchez en dos cartas que, de momento, no parecen haber surtido efecto, pese a que el finiquitado Iván Redondo le respondiera a la primera, comprometiéndose a trasladar la cuestión al Ministerio de Derechos Sociales.

Aunque salieron a relucir cuestiones de la actualidad política más candente, el Defensor de la Ciudadanía no tardaba en reconducir la conversación hacia las necesidades de la gente. Mostraba su preocupación por el abandono y la dejadez del Albaicín y por el peligro de los perros vagabundos y descontrolados, por ejemplo.

También por la conversión de muchas calles y plazas del centro de Granada en un parque temático para uso y disfrute de turistas y juerguistas. Zonas rendidas a las terrazas, el alcohol y las copas, para desesperación de vecinos y residentes. El ruido y la mierda, otro de los desafíos a los que se enfrenta el equipo de Cuenca. A ver cómo lo encara.

Jesús Lens