La Oficina del Granaíno

Estos días habrá nervios en los restaurantes del centro por donde habitualmente pasean palmito nuestros políticos. Aunque, prevenidos, los actores de las negociaciones de última hora pueden jugar al despiste y citarse en la periferia.

Luis Salvador se mostraba confianzudo en la entrevista de ayer con Quico Chirino: el alcalde será Cuenca. Más concretamente, el candidato que presente el PSOE. ¿Alguien duda, sin embargo, de que el PP intentará movimientos de última hora a ver si, cochinillo mediante, le hace cambiar de opinión? No sería la primera vez… Tampoco será fácil, visto lo que Salvador ha soltado por su boquita sobre Lucía Garrido, Manuel Olivares y Sebastián Pérez. ¡Qué buen rollito en aquel equipo de gobierno! La cohesión de la nueva política.

Lo que más ha llamado la atención de la entrevista, sin embargo, son los halagos de Salvador a Espadas. Solo le faltó decir que se pone a disposición del nuevo líder del PSOE andaluz para lo que desee, mande, quiera o se le ocurra. Y tembló el misterio.

Hace unos días se conocía el chollo —un chiringuito es algo demasiado serio para dejarlo en manos de esta tropa— que Ayuso le ha montado a Cantó con su Oficina del Español. Va muy en la línea de las prebendas que Sánchez ha repartido a diestro y siniestro, siguiendo el ejemplo de sus antecesores en el cargo. ¿Le plantearán alguna cosa por el estilo a Salvador? Algo modernillo, en plan Human Tech Luz o Smart Fond.

Lo mismo en la Junta, presente o futura, se plantean montar la Casilla del Andaluz. Incluso se puede ir creando una Oficina del Granaíno que incluya entre sus competencias un Observatorio de la Malafollá, como me apuntaba un internauta de afilado ingenio.

Otro posible destino sería la Oficina Técnica de la Capitalidad Cultural 2031, sita en la que fuera Sala de Exposiciones de CajaGranada en Puerta Real, cerrada a cal y canto desde hace más de un año por una cabezonería —por decirlo suavemente— que solo ha servido para hurtarle a Granada y a los granadinos otro de sus grandes referentes culturales.

No piensen que me tomo todo esto a chirigota. Al menos, no más que los actores protagonistas. Si los artífices de este sinsentido, los Hervías, Teodoros y compañía, fueran guionistas de Netflix, estarían despedidos por su rotundo fracaso. Como son políticos, ahí siguen, viendo pasar el tiempo… y los cadáveres de los alcaldes quemados en Granada, oliendo a chamusquina.

Jesús Lens