El sueño de la sinrazón produce novelas

Digámoslo alto y claro, desde el principio: ‘El sueño de la razón’, la novela más reciente de Berna González Harbour, publicada por Destino, es uno de los grandes libros del año, un must en cualquier lista de lecturas pendientes para los próximos meses.

Vuelve Berna González Harbour con una nueva entrega de la serie protagonizada por la comisaria María Ruiz, cada vez más María y menos comisaria, dicho sea de paso.

La saga de María Ruiz se ha convertido, por derecho propio, en una de las series policiacas más importantes de la década, de lectura pausada y obligatoria para quien quiera conocer la evolución del noir en el siglo XXI. Eso sí, si ustedes no han leído todavía ‘Verano en rojo’ y ‘Margen de error’, publicadas por RBA; o ‘Las lágrimas de Claire Jones’, ya en Destino… no se preocupen: pueden leer de forma independiente esta soberbia nueva novela de una de las autoras de referencia de la literatura española contemporánea.

Hay frases célebres tan arraigadas en nuestro inconsciente colectivo que somos capaces de terminarlas nada más escuchar la primera parte de su enunciado. Así, (casi) todos sabemos que el sueño de la razón produce monstruos. E, íntimamente ligada a esa proposición, una imagen: un tipo sentado, echado sobre una mesa, con aspecto de estar dormido. Y en torno a él, búhos de ojos escrutadores y siniestros murciélagos que atormentan sus sueños.

Hablamos de Goya, efectivamente. En concreto, de uno de sus Caprichos más famosos y conocidos. Porque Goya tiene mucho que ver en la trama de ‘El sueño de la razón’, que comienza con la aparición de una chica muerta a orillas del Manzanares. Una chica asesinada cuyo cadáver se encuentra en una posición extraña y forzada.

No les desvelo nada si les cuento que la comisaria María Ruiz está suspendida por culpa de su actuación en el caso de Claire Jones: a juicio de uno de sus superiores, se excedió en aquella investigación, por lo que se encuentra a la espera de una vista que dictamine si puede volver a su puesto.

Y es que María no es en absoluto acomodaticia. De ahí la importancia de su papel en el noir español contemporáneo: perteneciendo a una de las instituciones básicas del estado como es la Policía Nacional, es crítica, muy crítica, con su funcionamiento y con el proceder de algunos de sus altos mandos.

A Luna -el otro gran protagonista de esta imprescindible saga policíaca- le ocurre lo mismo con otra de las patas básicas sobre las que debe asentarse un Estado de Derecho: el periodismo. Porque Luna está harto. Después de haber sido uno de los periodistas de referencia de uno de los grandes diarios de este país, no se halla en su nueva situación como free lance en un mundo cibernético donde las urgencias están reñida con la calidad de la información. Por todo ello, está a punto de tirar la toalla y se apresta a aceptar la oferta de una entidad financiera para que se incorpore a su equipo de comunicación.

De todas las novelas que he leído en los últimos meses, ‘El sueño de la razón’ es una de las que más y mejor nos hablan de la situación social y política de la España contemporánea, a partir de la investigación de un asesinato. Y Berna González Harbour nos habla del aquí y el ahora utilizando a Goya como metáfora.

Les confieso un recelo previo: al saber que Goya tenía mucho que ver con esta novela y, sobre todo, después de que su presentación a medios se hiciera en una de las salas del Museo del Prado dedicadas al pintor aragonés; tenía miedo de que su egregia figura pesara demasiado en la narración y terminara por comerse a los personajes ‘de carne y hueso’. ¿Cómo iban a pelear la impetuosa María, la intrépida Nora y el cínico Luna contra un peso pesado como Goya?

¡Pues no peleando, hombre! ¡Qué empeño en el enfrentamiento constante! No. Goya no ejerce de Saturno ni se come a ninguno de los personajes de la trama. Tampoco condiciona la lectura de la novela. Muy al contrario, la huella de Goya a lo largo de la investigación, perfectamente dosificada, le da alas e impulso a la novela. Porque su figura funciona, a las mil maravillas, como juego de espejos entre dos Españas: la de hoy y la de comienzos del siglo XIX.

Dos Españas que, después de años de apertura, progreso y democratización, se ven abocadas a una inexplicable, indeseable y nefasta vuelta al pasado, por culpa de fuerzas reaccionarias y retrógradas que aprovechan el descontento social para espolear los más bajos instintos de la gente.

 

Lo vengo diciendo en los últimos meses: la mejor y más actual novela negra, la más apegada a la realidad del día a día, la más creíble y la más interesante; la están escribiendo buenos periodistas que ponen al servicio de la literatura su experiencia y buen hacer en las páginas de los periódicos, en las ondas y en la televisión. Autores como Tomás Bárbulo, Quico Chirino, Marta Robles, Jerónimo Andreu, Mabel Lozano, Javier Valenzuela y, por supuesto, Berna González Harbour.

Jesús Lens

La felicidad son unas migas

Resulta extraño, pasado mitad de abril, asomarme a la ventana de mi estudio y volver a ver los Alayos cubiertos de nieve mientras jirones de nubes blancas viajan a toda velocidad por la Sierra más baja, impulsadas por un viento incesante.

Abre el cielo y deja ver el sol

Acaba de dejar de llover y algunos pájaros lo celebran con alborozo, pero el cielo sigue cubierto, mostrando un color gris plomizo que hace temer lo peor. O lo mejor, según se mire.

En pocas ocasiones como hoy, el dicho de que ‘nunca llueve a gusto de todos’ ha tenido tanto sentido. Si bien podemos convenir en las bondades de esas aguas mil tan necesarias para nuestros campos, pantanos y acuíferos… ¿tiene que ser hoy, precisamente hoy? Hoy por ayer. Y por mañana. Los días grandes de una Semana Santa que, a los cofrades, le dan sentido a todo un año de trabajo, esfuerzo, ilusión, cariño y dedicación.

Abrazo a los amigos cofrades que ven pasada por agua su ilusión de todo el año, cuando no salen las procesiones

Los primeros días grandes, también, en la Costa Tropical, por mucho que llevemos décadas oyendo hablar de la desestacionalización del turismo. Días grandes, en fin, para esos bares que comienzan con la temporada de terrazas, una de las auténticas y verdaderas pasiones del ser granadino.

No. Estos días no llueve a gusto de todos. Y el tiempo, cuya información concita más interés y atención esta Semana Santa que la propia campaña electoral, vuelve a ser el eje sobre el que pivota el día a día de cientos de miles de personas.

Es cierto. Ya no estamos tan expuestos como en tiempos pretéritos. Afortunadamente. Hoy en día, la previsión meteorológica es más ciencia que tarot y adivinanza y a nuestro alrededor tenemos una enorme cantidad de alternativas para cuando hace mal tiempo. O bueno, dependiendo.

Me gusta sentir que, en los tiempos de la inteligencia artificial, la robotización, la digitalización, los satélites y la realidad virtual; la felicidad va de la mano de algo tan ancestral, primitivo, incontrolable y aleatorio como el tiempo. Como la lluvia, el viento, la nieve o el granizo; mucho más importantes e influyentes en nuestro disfrute momentáneo que los vaticinios del FMI.

Porque en días como hoy, a pesar de los disgustos y sinsabores, la felicidad es algo tan sencillo como un plato de migas.

Jesús Lens

La cultura errática de la Junta

Puede ser un efecto secundario de la inhalación masiva de incienso o del aturdimiento provocado por el ruido de cornetas y tambores, pero ahora mismo no soy capaz de averiguar el punto en que se encuentran las relaciones entre la consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, la OCG y el festival Cines del Sur.

Primero, una pregunta, ¿de quién fue la brillante idea de fusionar las delegaciones de Fomento y Cultura, en aras de a saber qué ahorro u optimización de recursos? Guillermo Quero llevaba Cultura, Turismo y Deportes. Que ya es llevar, pero que podía tener un cierto sentido orgánico. Ahora bien: ¿Cultura y Fomento?

Para ser exactos, a Antonio Granados le ha tocado en prenda gestionar Fomento, Vivienda, Ordenación del Territorio y Cultura, nada menos. Como si a un costalero le encomiendan llevar sobre un hombro al Cristo de los Gitanos y, sobre el otro, a la Virgen de las Angustias.

Es normal, por tanto, que ante los conflictos abiertos en torno a la Orquesta Ciudad de Granada y a Cines del Sur, no haya una postura clara sobre qué ocurre, por qué y qué soluciones son posibles.

¿Será este el último cartel de Cines del Sur?

¿Por qué vuelve a cuestionarse Cines del Sur? ¿Es una circunstancia meramente económica o hay algo más? He escrito tantas veces sobre las bondades de un festival que nos permite asomarnos a las cinematografías de otros continentes, de países diferentes a los habituales, que me siendo instalado en el Día de la Marmota, en un deja vu constante.

Analicemos territorialmente la cuestión cinéfilo-festivalera en Andalucía: Festival de Cine Europeo de Sevilla, Iberoamericano de Huelva, Africano de Tarifa, Español de Málaga… ¿y se cuestiona, otra vez, Cines del Sur en Granada? No entiendo nada.

PP y Cs deben recordar que la Cultura, en Granada, es un recurso económico de primer orden y una fuente de ingresos para la sociedad en su conjunto. Que nuestro PIB se apoya, además de en el turismo y en el ladrillo, en la industria cultural.

Hace falta que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía demuestre que Granada le importa. De momento y en estos meses, su política está siendo confusa, errática, poco clara y en absoluto convincente.

Jesús Lens

El impacto de los congresos

Estos días son informativamente complejos, al confluir la vorágine cofrade-procesional con la masiva espantá de quienes aprovechan la Semana Santa para hacer el petate y cambiar de aires.

A pesar de la campaña electoral, entramos en uno de esos períodos del año en los que la realidad queda suspendida. Son días en que nos preocupa más saber si lloverá que analizar la cocina del CIS y la auténtica intención de los votantes.

Pero antes de escapar a la Costa o a La Alpujarra, antes de entregarnos al cordero segureño y a los espárragos de la vega, déjenme que les hable de ciencia. Porque hace unos días descubrí la Biopsia Líquida y conocí a los integrantes de su Asociación Internacional, cuya Secretaría General está en Granada.

Fue durante la firma de un convenio de colaboración por el que CajaGranada Fundación y Bankia van a colaborar con dicha Asociación, implementando becas para mujeres científicas y jóvenes investigadores. El prestigioso oncólogo García Puche explicó que el presidente y el vicepresidente de la Asociación son dos reputados médicos de Chicago y Baltimore, respectivamente, pero que gracias al impulso y al trabajo de dos talentosos científicos granadinos, María José Serrano y Juan José Díaz Mochón, su Secretaría General ha quedado fijada en Granada.

En otra ocasión me gustaría dedicar más tiempo a la Biopsia Líquida, una revolucionaria herramienta para el diagnóstico precoz y el seguimiento de los tratamientos contra el cáncer en cuyo desarrollo, la empresa granadina Genyo está desempañando un papel esencial.

Ahora quiero centrarme en cómo surgió la posibilidad de que se quedara en nuestra ciudad una parte tan importante de la Asociación Internacional de Biopsia Líquida. Fue en el marco de un congreso científico organizado por la Universidad de Granada y celebrado en nuestro Palacio de Exposiciones y Congresos, hace un par de años.

Cuando se analiza el impacto de la celebración de congresos, ferias, festivales y grandes eventos, nos concentramos en lo inmediatamente numérico: pernoctaciones, comidas y cenas, taxis, etcétera.

Sin embargo, esas grandes citas pueden suponer beneficios posteriores para la ciudad que no son tan fáciles de medir. Beneficios exponenciales que nos consolidan como Ciudad de la Ciencia. Como ejemplo, el caso de la Biopsia Líquida.

Jesús Lens

Arde Nuestra Señora de París

Lo último que he escuchado antes de desconectar para escribir estas líneas es que un portavoz de la propia Notre Dame señala que la estructura se encuentra muy dañada y que está por ver si la bóveda aguanta sin venirse abajo, como el ya derrumbado pináculo de la gran catedral parisina.

Al principio de la tarde parecía algo sin importancia. Una columna de humo y poco más. Después, daba la sensación de ser controlable. Y, de repente, el horror de las llamas desbocadas frente a las que el agua de los bomberos no parecía ejercer efecto alguno.

Un tarde que había arrancado con la publicación del cartel del Festival del cine de Cannes de este año, paradójicamente, de un naranja ígneo y abrasador, casi a modo de premonición. ¡La tarde del Día Internacional del Arte, nada menos!

Repaso las redes sociales y, aunque la mayor parte de la gente muestra su consternación, empiezan a leerse los primeros arrebatos conspiranoicos, algo inevitable cuando se trata de terribles tragedias como esta.

Echo cuentas. Tenía 20 años y fue mi primer viaje al extranjero con mi amigo Jorge. Una Pascua, precisamente. Fue pura casualidad que, al entrar en Notre Dame, ya de noche, un inmenso coro arrancara a cantar, haciendo retumbar los muros del templo. Lo recuerdo como una de las experiencias estéticas más conmocionantes de mi vida. Fue entonces cuando comprendí que monumentos como Notre Dame, la propia música sacra o una procesión de Semana Santa, sin ir más lejos, son fenómenos culturales que van más allá de lo puramente religioso.

Después volví a Notre Dame, ya más mayor. Y subí a esa parte alta que ahora se quema, entre las gárgolas y los pináculos. Era de día y me maravillé con los juegos de luz de las vidrieras y rosetones, pero no volví a sentir el impacto de aquella primera vez. Ahora me resulta inconcebible pensar que, de todo aquello, solo vaya a quedar un recuerdo, imposible de revivir, imposible de recuperar.

Arde Notre Dame. Arde Nuestra Señora de París. Arden Cuasimodo y Esmeralda. Arde un patrimonio universal que es nuestro. De todos nosotros. Arde un tesoro de la humanidad que se encuentra más allá de banderas, credos y nacionalidades.

Jesús Lens