¿Autocritiquéééééé?

—Venga, vamos a hacer autocrítica.

—Yo creo que hemos fallado en el color del auto. Debería haber sido más brillante y no tan mate.

—Muy bien. ¿Alguien más? ¿No? Estupendo. Muy ilustrativo y revelador. Gracias. Y ahora, una vez terminada la fase de severa autocrítica, pasemos a lo auténticamente importante: las consignas. Desde este momento, todos a repetir: “¡No pasarán! ¡No pasarán! ¡No pasarán!” Y, si os veis obligados a salir de ahí, las palabras claves son: antifascismo y extrema derecha, ¿estamos? Pues venga, todos al Facebook y a las calles. ¡No pasarán!

Disculpen la boutade, pero leo los análisis sobre la debacle electoral de la izquierda que están haciendo significativos miembros de sus respectivos aparatos y no salgo de mi asombro. Resulta inaudito. Ya eran impresentables el domingo por la noche, pero el lunes por la mañana siguen siendo terroríficamente ridículos y desnortados.

¿De qué asesores se ha rodeado Susana Díaz a lo largo de estos años? ¿Tan alejados están de la realidad de la calle? ¿Y los sagaces estrategas de Podemos? Lo mismo debían aparcar el visionado de “Juegos de tronos” durante un tiempo y volver la mirada a lo que pasa a su alrededor.

Decir que el fascismo ha llegado al Parlamento de Andalucía porque ha habido mucho abstencionismo es un insulto a la inteligencia de los electores. ¿Cuánto tiempo llevamos reclamando atención a la desafección de la gente por los grandes partidos?

Díaz no lo vio venir…

Por ejemplo, atentos a las trayectorias de los cuatro parlamentarios del PSOE elegidos en las urnas el pasado domingo: Teresa Jiménez ocupó su primer cargo en 1991… y hasta ahora: cerca de 30 años en el ajo. María José Sánchez empezó en 1997 y Gerardo Sánchez debutó allá por 1987. ¡1987! Antes de que tuviéramos móviles o internet, antes de la caída del Muro de Berlín; Gerardo ya estaba ahí.

Y nos queda Juan José Martín, la sangre joven del partido, la savia nueva. Nacido en 1982, su curriculum impresiona: tiene “estudios en Ciencias Químicas”, a estas alturas de su todavía corta vida ya acumula 8 años de “servicios públicos”… y punto.

Quizá, a la hora de la autocrítica, el PSOE podría empezar por ahí. Sin olvidar el cansinismo de la supuesta superioridad moral de la izquierda, su tendencia al reparto de carnés de pureza ideológica y su costumbre de purgar a cualquiera que se salga de la senda trazada.

Jesús Lens

Reflexiones e improperios

Mi jornada de reflexión arrancó entre nebulosas, que una doble velada de jazz y el Philadelphia-Wizards de la NBA me llevaron tarde a la cama y un violento sol mañanero me arrancó demasiado pronto del sueño reparador.

Bajé a la cafetería y uno de los parroquianos habituales desgranó, en 15 minutos, cuatro teorías conspiranoicas diferentes. Dos afectaban a la monarquía, aunque democráticamente repartidas: una a la emérita y otra a la corriente. La tercera tenía que ver con un músico y la cuarta defendía que en Andalucía no existe la democracia.

Otro de los parroquianos le pinchó al Teórico de la Conspiración:

—Y tú, ¿a quién vas a votar?

—¿Yo? ¡Qué p… voy yo a votar a nadie!

Qué maravillosa paradoja, denunciar la no existencia de la democracia y, a la vez, sacar pecho por pasar de las urnas.

—¿Por qué dices que no hay democracia, si mañana podemos ir a votar todos y, además, hará buen tiempo?

—¿Te lo enseño? ¿Te lo demuestro? ¡Abre el Facebook! ¡Abre el Facebook!

¡Xoder con el Facebook! Entonces surgió otra voz diferente, joven, desde la cocina.

—Hay que votar para provocar el caos.

No pude evitar acordarme del Joker de la saga del Caballero Oscuro. Votar para sembrar el caos. Y también recordé la conversación con un joven taxista, hace una semana, cuando salimos de ver The Hole y unas chicas cortaban el tráfico por Reyes Católicos tras una manifestación contra la violencia de género.

¡Los sapos y culebras que salían de aquella boca! Sin rubor alguno. Sin mesura ni contención. Sin conocernos de nada. Puro vómito. Amarga hiel.

Dura, la jornada de reflexión. Aproveché el sol para salir a correr con mi hermano por el monte, tratando de despejar la mente. Hablamos de baloncesto y western. Y conversamos largo y tendido sobre caminos, veredas, calzadas y senderos; un tema que me obsesiona en los últimos tiempos.

A la vuelta, seguí reflexionando. Y antes de caer frito en los brazos del sofá, lo vi claro: el peor escenario posible tras las elecciones de hoy sería el tan anunciado bloqueo a la hora de conformar gobierno. No me preocupa por la parálisis institucional: ya comprobamos hace unos meses, con el (des)gobierno central, que la cosa era llevadera. Me preocupa, sobre todo, por la aterradora posibilidad de una nueva campaña electoral en Andalucía.

Jesús Lens

Con la tapa hemos topado

La que se ha liado con las palabras del chef malagueño Dani García, cuyo restaurante acaba de ser reconocido con la tercera Estrella Michelin, a propósito de las tapas en Granada: “Esto que ellos ven como algo positivo, en el mundo de la alta cocina no lo es. ¿Qué es eso de regalar una tapa con una cerveza?”

Granada se ha convertido en la única provincia andaluza sin restaurante estrellado lo que, para una tierra que tiene al turismo como su principal fuente de recursos, resulta incomprensible. ¿Tendrá en ello algo que ver la cultura de la tapa?

Salir de tapas e ir a cenar a un restaurante de alta cocina son actividades que, hoy por hoy, están a años luz en Granada. Son demasiados los bares para los que la tapa es algo que conviene quitarse de encima de forma rápida, sencilla y barata, a base de mucho pan y un relleno de batalla. Lo que interesa es que la gente llene cuanto antes, que la caja se hace con las bebidas.

Otros garitos, sin embargo, consideran la tapa como una muestra de su arte culinario, una mera introducción, una sugestiva invitación a descubrir los tesoros de su carta y las exquisiteces de su cocina. Pero entonces ya no podemos comer o cenar de tapas, una de las aficiones más habituales y queridas para los granadinos… y para tantos y tantos turistas.

Y ahí es dónde radica el quid de la cuestión. Si nos acostumbramos a que se puede “comer” por menos de 10 euros que cuestan 3 cervezas con tres tapones XXL; ¿estamos psicológicamente preparados para gastarnos 50 o 60 euros en un menú degustación de alta cocina?

Hay otras tapas, en Granada…

¿Desvaloriza la tapa el acto de salir a comer a la calle? ¿Lo empobrece? Yo no lo tengo tan claro. Puedo ser uno de los 100 granaínos que más tapas se ha comido a lo largo de su vida. De todos los tipos, tamaños, calidades y colores. Precisamente por eso tengo mis bares de cabecera y otros que no pisaría ni en pleno ataque de hipoglucemia.

Y, créanme, toda una vida embarrado ha hecho que valore la buena cocina como el que más. Que la aprecie, la disfrute y la defienda, convencido de que (casi) no existe una experiencia más placentera, duradera y reconfortante que la buena experiencia gastronómica.

Jesús Lens