Un gourmet solitario, observador y reflexivo

Un par de tebeos nos invitan a reflexionar sobre el acto de comer y nos animan a descubrir nuevos horizontes gastronómicos de inspiración japonesa

Se llama Goro, viste con impecables traje y corbata y no se despega de su maletín. Vive en Tokio, se dedica a la importación y exportación y su vida es un constante ir y venir de reuniones, citas y encuentros, dado que no tiene una tienda u oficina en la que atender a sus clientes.

Al terminar sus reuniones de trabajo, Goro siempre tiene hambre. Y, dada su naturaleza curiosa e inquisitiva, busca nuevos restaurantes en los que saciar su proverbial apetito. En ocasiones, quiere disfrutar de los sabores de siempre. Otras veces, busca nuevos desafíos gustativos. Pero siempre, siempre hace todo lo posible por disfrutar de uno de los ritos más antiguos de la historia de la humanidad: comer.

Goro es el protagonista único de dos tebeos gastronómicos japoneses convertidos en clásicos incontestables: “El gourmet solitario” y “Paseos de un gourmet solitario”, del dibujante Jiro Taniguchi y el guionista Masayuki Kusumi, a través de los que descubriremos visualmente la gastronomía nipona más tradicional, basada en un cuenco de arroz blanco cocido -que funciona al modo de nuestro pan- sobre el que pivotarán infinitas combinaciones de carnes, verduras o pescados.

Publicados con 16 años de diferencia, ambos álbumes están editados en España por Astiberri y son una auténtica delicia, en el doble sentido de la expresión.

A Goro le gusta comer a deshoras. Y solo. Siempre solo. Apenas sabemos nada de su vida: algo de su trabajo, que tuvo una pareja que emigró de Japón, que domina artes marciales… y que disfruta comiendo, por supuesto.

Como le gusta tanto zampar, acude a los restaurantes por la mañana temprano o a mitad de la tarde, huyendo de las aglomeraciones. Le gusta disfrutar con calma y morosidad del almuerzo, sintiéndose a sus anchas, sin verse compelido a engullir su comida a toda velocidad porque hay otros comensales esperando sitio.

¿Cómo, si no, se puede disfrutar de un menú compuesto de sopa de miso con hojas de nabo y tofu frito, espinacas cocidas con aliño de salsa de soja, nabo adobado en salvado de arroz, algas hijiki cocidas, ensalada de patata, sardina al estilo europeo y tofu seco y huevos salteados? O de un fastuoso Udon, aderezado al gusto del comensal…

Goro acude a locales sencillos de diferentes barrios de Tokio, aprovechando sus reuniones comerciales. Casi nunca sabe nada de ellos. Tiene dudas y titubeos. Se deja llevar por impulsos, aromas… y por los gruñidos de su estómago. Entra tímidamente, pide mesa para uno, examina la carta, encarga la comanda… y comienza la aventura.

A Goro le encanta hacer probaturas y mezclar alimentos y sabores. Tomemos como ejemplo el Akamon que pide en el comedor de una célebre universidad de Tokio. Se trata de un guiso de setas shiitake, zanahoria, puerro y carne picada que se sirve con fideos y al que se le puede añadir aceite de guindilla, sihchimi o pimienta roja; a gusto del comensal. O el Teriyaki de Buri a partir del que nuestro héroe irá pidiendo arroz, pescado y huevos fritos, a medida de goza con cada bocado.

Goro es abierto de mente y no le hace ascos a los currys de origen indio, al shumai chino, el kimchi coreano o a los bistecs europeos. Además, prueba sofisticados kits de viaje mientras se desplaza en tren bala o, durante una noche de trabajo e insomnio, busca una máquina de vending y se organiza un fastuoso menú de productos preparados gracias a la más moderna tecnología.

Su gastronómico deambular solitario también le permite a Goro prestar atención a todo lo que ocurre a su alrededor. Reflexiona sobre los cambios operados en los barrios por los que transita, se fija en los detalles que confieren personalidad y carácter a los restaurantes en los que almuerza, curiosea los platos de otros comensales y, por supuesto, presta atención a las conversaciones de los parroquianos que, acodados en la barra, pegan la hebra con los camareros y cocineros del local.

De esa forma, hay mucho de sociología y de psicología en los tebeos de Taniguchi y Kusumi: pocas veces nos mostramos tan auténticos, tan como somos, como en los bares y en los restaurantes de barrio.

Y está la nostalgia, por supuesto. Porque no hay como un bocado de una comida familiar para despertar recuerdos, además de placenteras sensaciones. Aquella cena con un antiguo amor, aquella comida con un buen amigo, aquellos almuerzos de verano que no tenían fin…

“El gourmet solitario” y “Paseos de un gourmet solitario” son una invitación a disfrutar del placer de comer y a descubrir horizontes gastronómicos diferentes a los habituales. Leyendo ambos tebeos, he sentido la irrefrenable tentación de salir a pasear por Granada y visitar los diferentes restaurantes de inspiración nipona que hay en nuestra ciudad, a ver si encuentro un Donburi de anguila con kimosui y encurtidos o el Hanpen negro con algas nori.

Y, sobre todo, me siento impelido a dejarme sorprender por nuevos sabores y combinaciones culinarias orientales que me saquen de los caminos más trillados del sushi y el sashimi.

Jesús Lens

40 años… de VIAJAR

Yo también me sumé a la celebración del 40 aniversario, ayer. Caía la tarde y leía lo siguiente: “La revista celebra cuatro décadas de momentos felices con un precioso inventario de las 40 nuevas maravillas del mundo y con 40 sugerencias para vivir y disfrutar excelentes experiencias viajeras en algunos de los lugares más bellos de España”.

Y es que, además de la Constitución, la mítica revista Viajar también celebra estos días su 40 aniversario. Y me ha parecido una circunstancia a reseñar: para mí, uno de los mayores signos de democracia es poder entrar y salir de un país con absoluta libertad. Y de eso, los ciudadanos españoles vamos sobrados. Los de otros muchos países, por desgracia, en absoluto.

Charlaba hace unas semanas con Mariano López, director de la revista Viajar, y con Javier Reverte, en uno de los recesos del Festival Periplo del Puerto de la Cruz. De viajes, por supuesto. Ellos recordaban algunos de sus destinos más memorables y yo tomaba nota mental de los más fascinantes y envidiables.

Precisamente ese espíritu es el que preside el número especial de la revista Viajar: un repaso por 40 lugares míticos del universo viajero y 40 propuestas para disfrutar de la España de aquí y ahora. Ni que decir tiene que Granada aparece en ambos listados.

“La Alhambra de Granada. Además de la delicadeza y el refinamiento de sus palacios y jardines, el complejo nazarí trasciende como un símbolo de convivencia entre culturas, del encuentro entre Oriente y Occidente que una vez se dio en Andalucía”.

Las pirámides de Egipto, la Gran Muralla China, Machu Pichu, Petra, los Moáis de la Isla de Pascua, Tombuctú y La Alhambra. Tras ellas, otros 33 lugares de todo el mundo igualmente bellos, evocadores, simbólicos, especiales e imprescindibles.

A veces es importante que vengan de fuera a recordarnos lo mucho y bueno que somos y tenemos. Y esa doble página con nuestra Alhambra, en un número tan especial de Viajar, es un chute de autoestima.

Por su parte, las 40 propuestas activas para redescubrir España plantean “sentir una emoción única, ponerte a prueba, volar, saltar al vacío, visitar de noche o al amanecer paisajes y monumentos que son patrimonio universal. Ya no basta con conocer nuevos destinos, hay que saber disfrutarlos de una forma especial”. ¿Qué se les ocurre, para redescubrir Granada?

Jesús Lens