Bajo un sol de ceniza

Antes nos veíamos con mayor frecuencia y hablábamos más; Irene, Antonio y yo. Mucho sobre cine, series y libros. De pintura, menos. En una de nuestras últimas conversaciones, Irene ironizaba cariñosamente: “a Antonio solo le gusta leer tochos de autores de Europa del Este donde los protagonistas sufren indeciblemente”.

No consigo sacarme aquella broma de la cabeza mientras paseo por el Palacio de los Condes de Gabia que acoge la exposición “Bajo un sol de ceniza”, de Antonio Montalvo, uno de los grandes artistas españoles contemporáneos.

Granadino de 1982, Antonio es uno de los enormes talentos surgidos de nuestra Facultad de Bellas Artes y, antes de aterrizar en casa con una exposición individual, su obra ha paseado por todo el mundo. Literalmente hablando, que el currículum de Antonio, impresiona.

Antonio es un clásico. Un clásico contemporáneo. Su obra es de una perfección técnica apabullante y está sólidamente anclada en una tradición pictórica con siglos de historia. Como él mismo señala en el catálogo de la muestra: “La pintura cambia, pero no progresa. Picasso no invalida a Goya, ni Goya a Velázquez, ni éste a Piero della Francesca. Son igualmente válidos. Igualmente actuales”.

Actualidad. Novedad. Ruptura. En estos tiempos acelerados en que los cambios tienen que ser, además, disruptivos; en una época en que las tendencias pasan de moda a la media hora de haber sido trending topic, lo auténticamente revolucionario es disfrutar con calma y morosidad del clasicismo tranquilo y sosegado de la pintura de Antonio Montalvo.

Una obra que, desde el título de la exposición, huye de las alharacas de la explosión de color. Una pintura que, través de bodegones, naturalezas muertas y paisajes petrificados y congelados en un tiempo inmemorial, invita a la serena reflexión a través de una contemplación pausada e inquisitiva.

La obra de Montalvo está repleta de un poso simbólico que impregna cada uno de sus cuadros, enigmáticos y desasosegantes; del huevo roto al pulpo resbaladizo o al piano volcado. Y esos oscuros telones que, con su barroquismo, ocultan parte de la secuencia que se desarrolla frente a los ojos del espectador.

Jesús Lens

El Timo del Nazarí

El 9 de septiembre de 2013, Quico Chirino publicó en IDEAL una completa información sobre un impresentable tejemaneje urbanístico del Ayuntamiento de Granada, presuntamente urdido por Torres Hurtado e Isabel Nieto. “El Ayuntamiento vendió una parcela a unos promotores y se la recompró por el doble”, rezaba el titular. Según la UDEF, aquel pufo le costó a la ciudad la nada desdeñable cantidad de 4,8 millones de euros, estimación hecha a la baja.

Al día siguiente, Torres Hurtado declaraba en el juzgado como imputado por un presunto delito de prevaricación.

Un par de años después, en las municipales de 2015, el PP presentaba como cabeza de lista a José Torres Hurtado. Aunque bajó el número de concejales, el PP ganó aquellas elecciones y Torres Hurtado accedió a la alcaldía de Granada gracias al apoyo de Ciudadanos, formación liderada por Luis Salvador.

Conviene recordar, también, que el presidente de aquel PP era Sebastián Pérez, quien ocupara el cargo de Teniente de Alcalde de Torres Hurtado entre 2003 y 2011, año en que se produjeron los hechos presuntamente delictivos denunciados por IDEAL.

El conocido como Timo del Nazareno es uno de los grandes clásicos de la picaresca española. Un tipo -el nazareno- se presenta como empresario de éxito, muestra agradable presencia, conduce un buen coche y gasta un móvil de ultimísima generación. Hace unos primeros pedidos, paga pronto y bien, se gana la confianza de los clientes y, cuando los tiene comiendo en su mano, les pega el estacazo, dejándoles tiritando.

Lo de Torres Hurtado fue el Timo del Nazarí: ni siquiera podemos aducir que no existían sospechas. ¡Había indicios palmarios de lo que se estaba cocinando! Lo recogió IDEAL. Apareció publicado a doble página. Aun así, el PP presidido por Sebastián Pérez volvió a presentar a Torres Hurtado como candidato, una mayoría de electores le votaron y Cs, el mismo partido que ha sostenido al PSOE en el gobierno de la Junta de Andalucía, lo aupó de nuevo a la alcaldía.

La famosa negociación entre Luis Salvador y Torres Hurtado, a pecho descubierto

La próxima vez que escuchen hablar de regeneración a ciertas personas, hagan por contener la risa.

Jesús Lens

El jugador siempre pierde

“Porque habéis usurpado la función de los dioses que en otro tiempo guiaron la conducta de los hombres, sin aportar consuelos sobrenaturales, sino simplemente la terapia del grito más irracional: el delantero centro será asesinado al atardecer”.

Este anónimo, recibido en las oficinas de cierto club de fútbol que es más que un club, hará saltar todas las alarmas. La directiva decide contratar a Pepe Carvalho, un detective privado, para que eche una mano con la investigación, que el fichaje de Jack Mortimer ha costado una pasta y de su éxito depende la continuidad del presidente en su cargo.

A través de “El delantero centro fue asesinado al atardecer” -¡eso eran spoilers, y no lo de ahora!- Manuel Vázquez Montalbán hace una precisa disección de diferentes aspectos que orbitan en torno al fútbol: política, intereses económicos, corrupción… Todo, menos deporte.

“El delantero centro fue asesinado al atardecer” es una de las grandes novelas de la serie Carvalho, personaje que volverá a las librerías el próximo enero, redivivo gracias al magisterio del gran Carlos Zanón, en lo que será el acontecimiento literario del 2019 noir. En ella, MVM también habla del otro fútbol. Del fútbol de Tercera y Regional que se jugaba en campos de tierra, en unas condiciones muy precarias y donde la limpieza de los vestuarios dejaba mucho que desear.

No descubrimos nada nuevo si decimos que el fútbol es un gran negocio. Y que, donde hay negocios de altos vuelos, siempre hay tentaciones que acaban desembocando en corrupción. En un solo párrafo, Vázquez Montalbán describe a la perfección el estado de las cosas: “Desaparecidos los fotógrafos y los periodistas, Mortimer había perdido el aura de dios de las áreas y parecía un muchacho que se había equivocado de salón y de compañía. Especialmente en relación con Basté de Linyola, empresario y ex político que había hecho de la presidencia del club una cuestión de penúltima significación social”.

“El delantero centro fue asesinado al atardecer” es una novela que debemos reivindicar por poner de manifiesto que, en las megaestructuras organizadas en torno al deporte rey, el futbolista acaba siendo el eslabón más débil. Muchachos. Eso son los futbolistas. Muchachos cargados de sueños y ambición. Imberbes muchachos de apenas veinte años que, sin embargo, cargan a sus espaldas con una de las mayores responsabilidades que se puedan imaginar: portar la ilusión de miles y miles de aficionados.

Muchachos que, en muchos casos, cegados por el oropel de la fama y los flashes de las cámaras, toman decisiones equivocadas, deportiva y financieramente hablando. Muchachos que, si tienen la mala pata de caer en manos de representantes demasiado avariciosos o la mala fortuna de recalar en clubes gestionados de forma cuestionable; pueden acabar convertidos en juguetes rotos.

Lo estamos viendo a lo largo de los últimos meses, con grandes luminarias del fútbol desfilando por los juzgados para declarar por sus problemas con Hacienda. Que los Messi y Ronaldo copan las portadas, pero que Hacienda somos todos y en el resto de divisiones del fútbol profesional también cuecen habas.

Una de las nuevas series de producción propia de Movistar: “Todo por el juego”, en la que el cineasta Daniel Calparsoro es showrunner y director de los ocho episodios de la primera temporada, tiene al fútbol como eje central de una trama apasionante y en la que se tocan diversos aspectos relacionados con el deporte rey, de la corrupción urbanística a las connivencias entre políticos y directivos.

La serie está basada en una novela de Javier Tebas, presidente de nuestra Liga de Fútbol Profesional, e inspirada en hechos reales, ciertos y contrastados. Cuenta la historia de Mariano Hidalgo, un empresario de la construcción de una ciudad de provincias y furibundo hincha del equipo local, un Deportivo Leonés que juega en Segunda División y corre serio peligro de descender, dada la errática gestión de su presidente, Fernando Saldaña. El próspero empresario, cansado de ver perder a su equipo, decide tomar cartas en el asunto y enfrentarse a Saldaña. A partir de ahí, la guerra. Sucia. Muy sucia.

Una de las subtramas de “Todo por el juego” pone el foco en las mafias de las apuestas deportivas. Describe con todo lujo de detalles cómo se las ingenian para aprovecharse de los futbolistas más vulnerables y conseguir que jueguen para ellos: les ponen delante de las narices coches deportivos de alta gama, despampanantes mujeres, pases VIP para las mejores discotecas, sustancias tóxico-recreativas… Y cuando pican, aunque sea una sola vez, ya los tienen agarrados por donde más duele.

Por la pantalla también desfilan representantes que prometen el oro y el moro a jóvenes futbolistas sudamericanos que, ante la perspectiva de jugar en España, Italia, Inglaterra o Francia, firman lo que les pongan por delante. Y los viejos entrenadores de poder omnímodo que pueden hundir la carrera de las jóvenes promesas, dejando de convocar a un jugador si no se pliega a sus intereses espurios.

Porque en esto del fútbol, como en los demás órdenes de la vida, a nada que no sepan de quienes rodearse, los jugadores siempre pierden.

Jesús Lens

Todo parece ilimitado

Ahora que han pasado un par de días de la muerte de Bernardo Bertolucci y se apagan los ecos de los encendidos panegíricos y las demoledoras críticas por el rodaje del tango en París, quiero recordar una de las secuencias de la historia del cine que más me han emocionado en mi vida cinéfila.

Se trata del final de “El cielo protector”, cuando Kit regresa a Tánger tras su peregrinar por el desierto y las áridas y duras tierras del África subsahariana. Afectada por todo lo que le ha ocurrido, escapa de la gente y, en su deambular, recala en un café. Suena la música. Una voz le pregunta si se ha perdido. Ella responde que sí. Y la cámara se fija en el narrador, que recita uno de esos soliloquios imposibles de olvidar. De los que marcan. Por siempre jamás:

“Como no sabemos cuando vamos a morir, creemos que la vida es un pozo inagotable. Sin embargo todo sucede sólo un cierto número de veces. Y no demasiadas. ¿En cuántas ocasiones te vendrá a la memoria aquella tarde de la infancia, una tarde que ha marcado el resto de tu existencia? Una tarde tan importante que ni siquiera puedes concebir el resto de tu existencia sin ella. Quizá cuatro o cinco veces. Quizás ni siquiera eso. ¿Y cuántas veces más contemplarás la luna llena? Quizás veinte. Y sin embargo, todo parece ilimitado.”

El narrador es nada menos que Paul Bowles, el autor de la esplendorosa novela original. No tardaría mucho en morir. Cuando estuvimos en Tánger, la pasada Semana Santa, mi querido Antonio Lozano nos llevó a los cafés en que Bertolucci filmó diferentes secuencias de la película.

Volví a sentir la emoción. Del viaje, de la ciudad, del cine. La emoción de vivir momentos únicos. Del tiempo. “Kit y Port nunca se habían fijado objetivos concretos. Tal vez por eso habían cometido el error de contemplar el tiempo de forma confusa. De considerarlo inexistente. Para ellos un año era igual a otro, cualquier cosa que les pudiera ocurrir sucedería por casualidad”.

Buen viaje, maestro.

Jesús Lens

Entre el Talgo y el Hyperloop

Cuando estuve en China, hará quince años, nos hablaron del Tren Maglev que comunicaba el aeropuerto de Shanghai con la estación de Longyang Road en 7 minutos. Lo que no tendría nada de particular si no fuera porque distaban 30 kilómetros entre sí.

El Tren Maglev alcanza picos de velocidad de 431 kms. por hora gracias a su sistema de levitación magnética y no es ningún sueño, proyecto o quimera: circula diariamente, entre las 6.45 y las 21.40, y el precio del billete es de 50 yuanes.

Si a ustedes les gusta el mundo de la innovación también habrán oído hablar del Hyperloop, una modalidad de transporte basado en tubos al vacío que permitiría desplazar a personas y mercancías casi a la velocidad del sonido. En este caso sí se trata de un proyecto: podría acabar conectando Los Ángeles y San Francisco en 35 minutos y, sin embargo, va a empezar a dar sus primeros réditos en Andalucía.

Habrá que ver en qué termina la cosa, pero Málaga y Cádiz aparecen citados como posibles escenarios para el Hyperloop. La línea del llamado “AVE Fantasma” entre Marchena y Antequera puede ser usado como banco de pruebas para el invento de Elon Musk y Susana Díaz estuvo hace unas semanas en El Puerto de Santa María, mostrando su orgullo y satisfacción por una empresa especializada en fibra de carbono llamada a construir las cápsulas con las que funcionará esta nueva tecnología.

Y mientras, en Granada…

Mientras, en Granada, ayer; políticos, asociaciones e instituciones celebraban por todo lo alto la llegada del Talgo que nos conecta con Madrid… en cinco horas y media, aproximadamente. Que sí, que la llegada de este tren rompe un bochornoso aislamiento ferroviario de más de tres años, pero ¿en serio hay algo que festejar?

Cuenta la leyenda que, una fría tarde de 1896, los hermanos Lumière proyectaron en un café de París una película llamada “Llegada del tren a la estación de La Ciotat” y el público, que no sabía lo que era el cine, al ver cómo se aproximaba la locomotora, huyó en estampida.

En Granada estamos más cerca del tren de los Lumière que del Hyperloop de Musk y hemos llegado a tal punto de rendición que celebramos la llegada de un Talgo, lento y achacoso, como si de un hito histórico se tratara.

Jesús Lens