Mes: septiembre 2015
La visita
Confesaré que, cuando vi de qué iba “La visita”, mentalmente la despaché con uno de esos “¡Bah, menuda chorrada!” que tantas veces pueden estar justificados… o no.
Como en el caso que nos ocupa.
Porque el hecho de que haya sido escrita, coproducida y dirigida por el otrora Chico de Oro, M. Night Shyamalan, tampoco era ya aliciente alguno, dados sus últimos y generosos patinazos artísticos en el cine.
Sin embargo, el hecho de que su serie de televisión, “Wayward pines” fuera –moderadamente- interesante, me animó a ir ver a una película de la que no esperaba mucho, la verdad sea dicha.
Primera y agradable sorpresa: encontrar una muy nutrida presencia de espectadores en la sala, el domingo por la tarde-noche. Jóvenes y menos jóvenes casi abarrotábamos la platea y, en cuanto terminaron los tráilers, los espectadores más ansiosos y nerviosos empezaron a pedir silencio. Se respiraba un ambiente de excitación. Había expectación, como en las grandes citas.
Comienza la película con esos dos hermanos que se aprestan a filmar un documental sobre la visita que van a hacer a unos abuelos lejanos y con los que nunca tuvieron contacto por culpa de un antiguo conflicto familiar que, ahora, ellos quieren contribuir a enterrar, cámara de vídeo en mano.
Y, con ellos, la primera sorpresa: molan. La chica jovencita y el niño preadolescente. Ambos. Y mira que eso es difícil, no teniendo más remedio que estar de acuerdo con Hitchcock a la hora de recelar de las películas con animales y niños en su interior.
Anacleto: Agente Secreto
Efectivamente, Dani el Rojo, que interpreta a El Carnicero en la cinta, tenía razón al definir “Anacleto: agente secreto” como una comedia de acción. Me parece una definición muy ajustada y precisa.
Ha querido la casualidad, o más bien la moda, que en los últimos meses hayamos tenido entregas de personajes como Mortadelo y Filemón, Torrente y, ahora, Anacleto, basado en el personaje de Vázquez. La pregunta es si, cada uno en su género, esta serie de parodias del cine de acción no empiezan a ser demasiadas.
Porque es verdad que Imanol Arias, perfectamente caracterizado como Anacleto, fume mucho y viste de elegante smoking, pero poco más conecta a la película con el subversivo espíritu de los cómics de Vázquez. Lo que no es ni bueno, ni malo, sino todo lo contrario: si vas a contar una historia actual que poco o casi nada tiene que ver con el material original, ¿por qué no inventar un personaje nuevo?
Pero esta discusión, que seguramente ya mantenían los trogloditas en sus cavernas, mientras los artistas rupestres pintaban bisontes y los puristas les afeaban lo tosco de sus representaciones, nunca lleva a nada, así que centrémonos en la película. En la comedia de acción.
Primero: los actores, muy bien. Excelentes. Todos. Desde los protagonistas hasta el último de los figurantes. Pero los que están especialmente bien son los malos. Que conste en acta. Ese Vázquez y sus “temibles” secuaces, que lo mismo se enfrentan a todo el servicio secreto español que a una estantería.
(Sigue leyendo esta reseña en mi espacio Lensanity)
Cañón Trail de Lanjarón 2015
Literatura en las Fiestas del Zaidín
Mi artículo de hoy en IDEAL, celebrando una muy especial celebración de las fiestas populares del Zaidín.
¡Qué gran iniciativa la del servicio de bibliotecas de Granada, con la complicidad y el apoyo de la Asociación de Vecinos del Zaidín, de incluir en el programa de fiestas del barrio un más que merecido homenaje a un personaje literario: Matías Verdón, popularmente conocido como el Detective del Zaidín!
Todo comenzó cuando el Club de Lectura de la Biblioteca Francisco Ayala eligió una de las novelas de Alfonso Salazar para trabajar sobre ella. Pasado el verano y con la llegada de las fiestas del barrio, varias decenas de lectores nos reunimos con el autor, un lunes por la tarde, en la propia Biblioteca, para compartir cerca de dos horas de intensa y amena conversación a través de la que conocimos, más en profundidad, todo lo referente a una saga literaria cuyo ciclo de cuatro novelas ya está íntegramente publicado, la primera de las cuáles «Melodía de arrabal» acabamos de reeditar en digital, en la Colección Nube Negra de la editorial Palabaristas y puedes comprar AQUÍ, desde 1 euro.
Daba gusto participar en una tertulia literaria en la que los asistentes mostraban lo mucho que habían disfrutado con una lectura especialmente próxima y cercana, por lo que la charla fue oscilando entre lo novelístico y lo real, entre la memoria del barrio y los recuerdos de los vecinos, entre la recreación hecha por Salazar en las páginas de sus novelas y la transformación urbanística realizada a golpe de PGOU.
La segunda parte de este reconocimiento vecinal resultó igualmente grato y encantador, con medio centenar de personas, guiadas por Salazar, pateando las calles del Zaidín, el sábado por la mañana. Esas calles en las que Verdón, el Desastres y el Planchet han vivido decenas de aventuras y desventuras, encuentros y desencuentros, alegrías y penas.
Con paradas en el Nuevo Los Cármenes o en las calles de Santa Adela, una imponente tormenta nos sorprendió felizmente resguardados bajo la pérgola de Las Columnas, en plena Avenida de Dílar. Durante la ruta, en la que Salazar leía fragmentos de sus novelas, el autor también rememoraba un Zaidín literario y un Zaidín histórico que nunca volverá a ser. Un Zaidín con cines y teatros. Un Zaidín pegado a la vega, en el que las casillas bajas lindaban con vaquerías, ventas y merenderos. Un Zaidín que contaba con veladas pugilísticas y fútbol disputado en campos de tierra. Un Zaidín sin asfaltar y apenas iluminado que acogió a centenares de vecinos de Haza Grande o el Sacromonte, afectados por aquellas inundaciones de 1962 que tanto alteraron la fisionomía de los barrios periféricos de Granada.
Con los cambios, la modernidad y el transcurrir del tiempo, el Zaidín salió perdiendo en algunas cosas y ganando en muchas otras. Pero lo más importante es que sigue siendo un barrio vivo, activo, combativo y real. Un barrio con alma del que sus vecinos nos sentimos orgullosos.
Vecinos, por cierto, a los que nos hubiera hecho ilusión encontrar en este recorrido memorístico-literario a esos políticos que, durante las fiestas, no faltan a las entregas de premios ni se despegan de las barras de las casetas, copa en mano. Pero tampoco es cuestión de pedir imposibles, ¿verdad?
Jesús Lens