La sequía negra y criminal

A la sequía atmosférica, me refiero. Que en cuestión de producción literaria, el Noir es uno de los géneros más fértiles, pujantes y ricos del panorama nacional e internacional.

 

Hablemos, pues, de la sequía, del campo y del entorno rural como tema para las tramas negras y criminales, recuperando la estela de la entrega que radicamos en Almería y en la que hablamos de “La mala hierba”, de Agustín Martínez, que transcurría en los áridos parajes del Cabo de Gata. Y del crimen de Níjar, cometido en el Cortijo del Fraile, en el que se inspiró García Lorca para “Bodas de sangre” y que puedes leer AQUÍ.

El género negro, a priori, pide a gritos ambientes urbanos, noche, callejones oscuros, edificios ominosos, barras clandestinas, niebla y clubes de jazz. Es la imagen prototípica que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en Noir. Y, sin embargo, el género desborda las fronteras urbanas con creciente asiduidad y pasión. Como el crimen y el delito propiamente dichos, que no saben de delimitaciones ni catalogaciones.

 

¿Quién les iba a decir, por ejemplo, a los habitantes de Kiewarra, un pequeño pueblo del sureste de Australia, que el bueno de Luke Hadler iba a perder la cabeza y asesinar a tiros a su mujer y a su hijo, antes de volarse la tapa de los sesos?

 

(Sigue leyendo AQUÍ, en nuestra revista hermana, Calibre 38)

 

Jesús Lens